EL COMPORTAMIENTO ETICO DE LA PERSONA EN PLENITUD Tema organizado por el P. Carlos R. Cabarrús, sj


1. Hacia una definición operativa del valor

            Sin querer entrar en una discusión de corte más filosófico axiológico, lo que te ofrezco es partir de una definición “operativa”  que nos ayude a entendernos en la tarea de “formarnos” en estos valores.  Tomando del mundo económico entendemos por valor algo que le ponemos precio; que nos parece, a nivel intelectual, que nos suena; que nos atrae y gusta, a nivel de la sensibilidad.  Este sería el rasgo inicial de algo que tomemos como valor. 

            Un segundo rasgo de este concepto operativo, es que estamos proponiendo entender como valor, lo que ayuda al propio crecimiento, a ser más tú; que te nutre, alimenta y fortalece tu profunda identidad.  De ahí lo importante de comenzar por lo del manantial y los regalos que éste nos ofrece… La contraparte de ello, es que lo que destruye tu ser psicológico, tu salud, tu vida –aunque te agrade-  no lo estamos considerando como valor.
            Muy ligado a esto, está el tercer rasgo de que si algo es valor no vale sólo para ti, para mí, sino para todos nuestros semejantes y para la misma vida de la tierra.  De  nuevo estamos aludiendo al regalo de la identidad del que ya te hable; de esa identidad con nuestra mismísima  realidad pero también con la de todo viviente y de la naturaleza. La actual situación climática, el deterioro causado por el sistema imperante que se rige únicamente por la productividad, sin tener en cuenta las necesidades y el estado de los recursos de la tierra, nos puede concitar a que tengamos que tener en cuenta nuestra responsabilidad como seres humanos. A que entiendas que lo que te guste y te atrae no puede ir en contra de las consecuencias de lo que estás procurando. Esto nos lleva a señalar el aspecto colectivo del valor. Sólo lo es, si toma en cuenta el bienestar del género humano y de la tierra. 

            Un cuarto rasgo es que para hablar de valor, suponemos que es algo que no se queda en una frase, en un eslogan, sino que ya ha entrado a formar parte de tu interioridad, de tu inconsciente. Es una cosa que ya pertenece, por decirlo así, a tu “disco duro”. Pero para que situaciones humanas entren así en lo más profundo tuyo  tiene que lograrse de dos maneras. Por una parte por medio de experiencias significativas –de lo cual te hablaré más tarde-  y por otra, lo logrado en esas experiencias, debe llevar a una serie de acciones, de actos, que poco a poco generan hábitos y actitudes…. Así se va introduciendo en el inconsciente y seguro que podrás, en tus sueños, encontrar sus rastros.

            Todo ello para llegar, en un quinto rasgo, a lo más dirimente de lo que entendemos por valor.  El valor es algo por lo que estarías en la disposición de arriesgar cosas importantes, y esto, bueno, ¡hasta la misma vida!, y también no siendo tan dramáticos,  estar en la disponibilidad de renunciar a bienes legítimos en beneficio de ese valor.
            El sexto elemento es tener claro que sólo es valor si se actúa. Si nunca has realizado algo de lo que tú llamas tus valores, es evidente que no los vives. Si te fijas bien, la fundamentación de los valores está en los Derechos de la Humanidad, pero la presentación que te propongo está desde la perspectiva de los deberes nuestros para con la humanidad, en primer lugar, y desde ahí la conquista de los derechos.  Desde los valores se deben, por tanto hacer traducciones hacia las diversas éticas y hacia el compromiso para hacer la tierra morada de habitantes en dignidad, justicia, tolerancia y solidaridad.

1.1. Cómo hacer atractivos los valores

            Todavía no te he expuesto de qué valores estamos hablando. Pero te puedes imaginar que no te van a ser tan a simple vista llamativos y “seductores”. No son propiamente material que llenara nuestras pantallas televisivas ni de muchos sitios de Internet. Como podrás intuir dentro de ellos estará algo que tenga que ver con la dignidad de la vida; con el cuidado de la tierra. En ese sentido, el respeto hacia  las demás personas, la justicia y la solidaridad, deberán ser ejes...  Por ahí van.
            De allí que la clave para formar en valores  es vincularlos a ciertas dimensiones que puedes detectar  y encontrar en la manera de ser de las personas.  Son ciertos dinamismos que han acompañado los procesos humanos de todos los tiempos y desde el mismo comienzo de lo que llamamos civilización. 

En todos los ámbitos, lo más típico de quienes somos personas es que procuramos la felicidad. Muchas veces, a toda costa. Pegado a esta búsqueda, está el deseo de ser amada, amado, y de amar. Por otra parte, desde muy temprano en la prehistoria, en las personas humanas se ha encontrado la capacidad de conocer, como algo específico.  Muy ligada a ella, se dio la habilidad para transformar. De alguna manera el impulso que llevaba al conocimiento y a la transformación  ha sido siempre un impulso a buscar, a comprender, a querer solucionar los problemas.  El último dinamismo sería el que en el ser humano existe la necesidad de hacerse preguntas fundamentales: todo lo que tiene que ver con el sentido de la existencia, del dolor, de la muerte; de la misma vida. Para los que tenemos un caminar creyente, la pregunta de Dios quizás no es la más difícil sino la justificación de Dios en un mundo sufriente y desigual…
            La habilidad de quien acompaña personas, sobre todo en la juventud, reside en ayudar a que se vivan eso que llamamos los valores, ligándolos a esas dimensiones vitales: encontrar la felicidad, encontrar el amor, conocer, transformar y buscar siempre; todo ello frente a la pregunta sobre el sentido de las cosas y  de la persona misma. Como ya te dije, para formar en esos valores es preciso tener experiencias que te impliquen y te toquen, pero para que peguen en tu corazón es necesario que se amarren a esos impulsos de toda persona humana.

1.2. La importancia de las experiencias significativas vividas con método.

            Los valores no son algo que se aprende en un aula. Hay espacios que tradicionalmente estaban considerados como “cuna” de valores. La familia, por mucho tiempo, fungía como eso.  Cada vez es menor el papel, debido a muchos factores, entre otros, a la falta de presencia de los padres en el día-  día, de los hijos e hijas.  Espacio muy determinante en la formación es el papel de los amigos y amigas en la juventud. Para bien o para mal, influyen de manera fuerte.  Ahora bien, si se trata de valores, las instituciones religiosas, o educativas en general, podrían aportar espacios inspiradores para esos valores. Déjame que ya te enuncie, por lo menos, lo que nos parecen los valores más universales, humanos y de trascendencia: La dignidad de la persona y de la tierra, la tolerancia, la justicia y la solidaridad.
            Lo curioso es que para formarse en esos valores, la mayoría de las veces se tiene que hacer experimentando lo que produce el contra- valor. Así pues, la dignidad de la persona humana, se capta mejor en las condiciones infra- humanas a que sometemos a más de la mitad de la población de la tierra; la dignidad de la tierra se comprenderá con los daños que se le están causando precisamente por no respetar sus procesos.  La falta de tolerancia, es decir, el racismo, el etno- centrismo, el sexismo, el machismo y los fanatismos políticos y religiosos con todo lo que implican y a lo que llevan, puede ser un “lugar” para experimentar el valor de la tolerancia, como ingrediente fundamental de la convivencia humana.  Esto es muy parecido con lo que puede ocurrir con la justicia. Viviendo situaciones de injusticia se puede apreciar  lo que sería vivir en un ambiente justo. 
Quizás es la solidaridad, el único valor que puede aprenderse desde lo positivo, es decir, saboreando la belleza y el regalo que recibes cuando eres  persona solidaria…
            Esas experiencias axiológicas, no se miden necesariamente por el tiempo, sino por la densidad de esas experiencias. Para lograr esa densidad, tienen que ofrecerse con una metodología muy concreta. Un primer momento sería algún tipo de inducción a lo que se va a vivir; brindando todos los datos para que pueda comprenderse a cabalidad lo que se va a experimentar. También es capital poder ofrecer un marco interpretativo previo de todos los elementos. No descuidar dimensiones a cuestionarse y a explicar lo que se quiere experimentar. Por ejemplo, nunca descuidar los aspectos subjetivos de quienes están viviendo los espacios que se van a experimentar.
Además, considerar cómo todo en la vida humana es estructura. Por eso sólo si se capta esa estructura se puede incidir en ello. No hay que olvidar, sin embargo, que las estructuras sociales son fluidas y no estáticas. Dentro del análisis es muy importante que quienes  vayan a hacer la experiencia se percaten con que ideología van  y qué ideologías se encuentran. En ese sentido no puede desdeñarse el que capten todo desde la perspectiva femenina y ecológica. Dado que estamos en un contexto donde para ti lo cristiano es significativo, no sería despreciable ver la fuerza que tiene el aspecto de la fe en las personas que viven las experiencias.  Estos aspectos se tienen que cubrir, pero también haciendo lo mismo con quienes están en el proceso de vivir las experiencias. Todo ello para generar a la corta o a la larga una acción que si es humana, por definición debería ser una acción transformadora.

            Un segundo momento es la experiencia misma. Debe de acompañarse con algún sistema de monitoreo, donde esos datos, análisis previos, y cuestionamientos, se vayan realizando, criticando, añadiendo…  Donde constantemente también se estén cotejando todas las vivencias interiores. Aquí vinculándolas con las cuatro dimensiones humanas de las que te hable no hace mucho. 
            El tercer momento es el de la evaluación- síntesis.  Es el momento de hacer una repetición en clave de reconsideración  de dónde se fue encontrando más consolación humana en la experiencia; porque eso hay que potenciarlo. Como también dónde se dieron mayores desolaciones que son la otra cara de las resistencias y los desafíos. Al terminar se debe hacer una honda reflexión y síntesis que no puede prescindir de la sistematización en clave de los valores.  Con esa síntesis intelectual, subjetiva y de fe, se puede hacer  una presentación donde quien ha hecho la experiencia, se adueñe y defienda lo que ha conocido.
            Fíjate la necesidad imperativa de poder contar, por tanto, con ese tipo de experiencias para poder formar con los valores más universales, para poder, entonces hablar, en cristiano de hacer un camino creyente…

1.3. Formación en un clima de anti- valores, ahí está el reto.


            Lo que nunca puedes olvidar es que todo lo que hemos dicho, es justo lo contrario de lo que “el mundo este”, como diría el evangelista Juan, nos propone. Las dimensiones o anclas humanas se tergiversan y se adulteran por el consumismo, el erotismo y el individualismo.  El poder de este des- orden establecido reside precisamente en presentarlo desde la felicidad descartable y “Express”, desde la atracción por los componentes descomprometidos del amor humano, centrándose en el placer y el erotismo vinculado al individualismo y la fantasía. Desde la violencia como clima natural. Se vive en un ambiente de la impunidad, del delito en todas sus formas.  Hay constantemente, como tú bien lo sabes, un conjunto de imaginarios sociales y culturales que fomentan los antivalores.
            Vivir desde los valores es algo que lógicamente no se puede imaginar que se haga de manera masiva y en totalidad. Lo que sí es que en la medida en que más personas nos acerquemos a vivir los postulados de los valores, como valor –según los rasgos que te expuse-  el mundo podría ser un poco más viable. Son precisamente esos valores los que pueden iluminar, inspirar e institucionalizar –por decirlo de alguna manera- formas de convivencia humanas elementales, con su cuerpo de normativos y legislaciones que los hagan viable, y con sanciones claras y educativas. Todo ello para ir cambiando las culturas imperantes (injusticias, erotismo, consumismo, violencia, individualismo, destrucción de la tierra)  en culturas de respeto a los derechos humanos y de la tierra, en culturas inclusivas, cultura de paz y dialogo, cultura de honestidad de responsabilidad ciudadana, y de solidaridad y ecología.
            Ahora bien, los valores se forman en base a experiencias que provoquen esos valores universales. Sin embargo, la formación no queda ahí. Con ellos debe irse bajando como en cascada a los valores más específicos, los de la propia nación, los de la identidad étnica o racial, los de las diversas cosmovisiones religiosas; los de la familia. Por ejemplo, es necesario generar una conciencia ciudadana; donde se incluya la perspectiva de nación en un mundo que tira hacia la globalización no saludable. Los valores deben iluminar no sólo las legislaciones de una convivencia humana sino también todos los factores que creen identidad en los diversos estamentos.

1.4. Los énfasis de los valores de los que estamos hablando


            Te decía que el primero de los valores lo presentamos doble: La persona es el valor, y la tierra es el necesario valor para que se de la vida.. La dignidad da la vida se expresa en lo inalienable del ser humano, por una parte y en su condición de libertad, como emblema.   La apuesta por el restablecimiento y cuidado de la bio- diversidad es insoslayable.

            El segundo es la Tolerancia, cuya fuerza etimológica reside precisamente en la capacidad de retomar lo del otro que es diferente pero que lo transformo en riqueza personal y social, es la base de todo. La metáfora de la tierra que necesita de la bio- diversidad para que no se pierdan las especies de la flora y de la fauna  -con el papel que cada uno de ellas tiene para que haya vida- es algo que sirve de telón de fondo explicativo.

            El tercer valor es la justicia. La preocupación del bien de todas las personas; la defensa de no “cada quien lo suyo”, únicamente, sino también y principalmente que cada quien pueda tener de acuerdo a sus necesidades.  Esto va a suponer, obviamente, un Estado de derecho, leyes, y el fomento de aspectos vitales en la convivencia como la honestidad, el pago de impuestos, entre otras cosas.

            El cuarto valor es la solidaridad, que nos recuerda que somos todas y todos –tú y yo- partes de un solo y gran cuerpo compacto.  Algunos miembros muchas veces están padeciendo de sufrimientos y dolores inhumanos. Allí el llamado a la salvación de quien está en desventaja, es recordarte también que en quien está en esas situaciones te encuentras también tú; me encuentro yo. Que lo que le pasa a mis hermanas y hermanos en el mundo es como si me estuviera pasando a mí.  Pero eso sólo se puede catar cuando has llegado a expresar esa solidaridad con un gesto de tu cuerpo que tiene dos momentos: vas a entregar algo, pero ahí te comienzas a entregar, tus brazos van abriéndose.  Todo ello para          que se de el segundo momento de la solidaridad. Cuando te animas a abrazar al herido en las cunetas de la historia, éste te devuelve el abrazo apretado, con lágrimas de dolor y de agradecimiento, que te cautiva y regresas con mucha más  riqueza de la que creíste que dabas.
            Ahora bien, estos valores están presentados a partir de los “deberes” que tenemos y eso constituye los “derechos” de los demás. Estos valores deben traducirse en principios éticos en los diversos campos. De aquí debe surgir una ética política, económica, social, sexual. Todos estos códigos éticos deben estar apoyados,  tal  y como presentamos los valores, surgidos desde la fuerza del manantial, desde la identidad más personal, pero también en estrecha relación con las demás personas y la naturaleza. Estas fuerzas  deben llevar finalmente todos ellos, a un compromiso político para hacer más viable la humanidad y la tierra, donde la solidaridad deba reinar   por excelencia. 

1.5. La dificultad de reconocer los valores más universales: su ideologización


            En el mundo actual, sobre todo en las naciones con poder sobre los destinos de las realidades globales de pobreza, se suele escuchar argumentos sobre la casi imposibilidad de hablar de   valores universales. Todo está en discusión, en este sentido. Por otra parte, en los foros internacionales –no sin muchas luchas, discusiones y relativizaciones- sí se postulan ciertos principios generales por los que nos debemos regir las personas humanas en las relaciones entre nosotras y nosotros y con la naturaleza.
            Todo lo que vamos diciendo sobre la fuerza de los valores, no lo podemos hacer con ingenuidad; como si hablar de valores fuera evidente en sí mismo. Pensadores serios ponen en tela de juicio la posibilidad de valores universales.  Paradójicamente al mismo tiempo,  en la actualidad,  ha comenzando un auge de la necesidad de valores, ante “la crisis de los valores antiguos”.  Recuerda, sin embargo que toda época ha puesto en cuestión los valores antiguos intentando postular unos nuevos que justificaran a los detentadores del poder. Y es que tienes que darte cuenta que con  supuestos valores se ha justificado cualquier cosa, hasta las situaciones más aberrantes: se han bendecido guerras de conquista, se han mandado a la hoguera a los disidentes sean estos por razones de fe o de supuesta lealtad a las naciones.
            En nuestros días, lo habrás visto,  los debates de las campañas electorales en todos los países, sacan a relucir la mentada crisis de los valores. Los ataques entre los contendientes tienen mucho que ver con comportamientos morales –sobre todo en lo sexual o religioso; en ámbitos privados-  con una moral puritana y farisea muchas veces. La moralización de la vida pública es algo cada vez más llamativa…  Es decir, nos movemos en este tema entre una falta de las dimensiones básicas para sobrevivir como humanos –que es lo que constituye para nosotros la base del valor- , y un interés, por otra parte, de esgrimir una gama y una lista de un sin número de supuestos valores que suelen ser muy conservadores: patria, orden, autoridad, seguridad. En el fondo son bastiones del des- orden del mundo. Aun el mismo concepto de familia suele postularse como lo primero y básico, pero muchas veces detrás hay intereses en mantener situaciones de poder, donde el machismo no puede dejarse a un lado. 
Hay que poner siempre en tela de juicio lo que está detrás de ciertos catálogos de “valores”, por tanto. Es decir que formar en valores se hace en un clima de anti- valores y con conjunto de falsos valores que tienen detrás el ansia de detentar un poder en cualquier ámbito.
            La presentación de estos valores  que yo te propongo nacen de un extractar las diversas generaciones de derechos humanos, que tenderían en principio a establecer una convivencia más humana entre las personas y con la tierra.  Es decir, de los derechos fundamentales de la humanidad extraemos  lo que sería un valor. Derechos, que además, como se sabe, costaron muchas luchas para ser aceptados precisamente por la defensa no de “valores” sino de los intereses de los diversos países representados en los foros mundiales. 
            De ahí que postulemos básicamente cuatro y toda otra serie de valores más específicos, la invitamos a ser colocada dentro de esos cuatro  valores básicos. Hay que tener cuidado de la proliferación de supuestos valores. Muchas veces se contraponen. La presentación compendiada que te ofrezco, quiere estar  cimentada en los Derechos Universales, y  las   especificaciones más concretas de esos cuatro fundamentales,  pueden ser asumidas en ellos.  No podemos olvidar que frente a cada derecho, surge un deber.
             Sin embargo, la intención de hacer la presentación en clave de valores en vez de derechos, es que, con las dimensiones que te he presentado de lo constitutivo de un valor, se pueden asimilar mejor a la vida personal y colectiva de la humanidad.
            Los valores tal y como te los presento están redactados en clave de “deberes” y no tanto en clave de derechos. Los deberes bien vividos generaran la posibilidad de derechos para quienes siempre han quedado en la exclusión. Es un recurso que creo válido aunque pudiera parecer que  puede ser torcido y que finalmente  se cae en la trampa de elevar a valor lo que “nos interesa” –y el nosotros tendría que ver con el poder y el dinero- De ahí la necesidad de un discernimiento humano y político continuo, en torno a ellos.
            Formar en valores, en el fondo es intentar que la vida de los salmones fuera la gran metáfora para  por lo menos núcleos significativos de la humanidad. El salmón nace en manantiales pequeños, y comienza su vida recorriendo kilómetros en los mares y océanos. Cuando quieren, con todo, engendrar y procrear, nadan de vuelta – a veces hasta cinco mil kilómetros- remontan los ríos, riachuelos hasta llegar a su manantial de origen. Allí engendran y en esa tarea mueren.  Formar en valores es pensar que algunos de nosotros, -sobre todo los que somos cristianos y cristianas estemos dispuestos a nadar en contra corriente para ser fieles a lo que nos da identidad profunda.  Es una buena imagen del caminar creyente, que como verás necesita del discernimiento para encontrar lo que da vida, viviendo en fidelidad al propio ser, a las personas, y a los designios que Dios tiene para  todas y todos; para que cuidemos de nuestra casa común y la hagamos morada digna para futuras generaciones.

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