Crimen organizado, neoliberalismo y desarrollo

La semana pasada, por primera vez Estados Unidos incluyó a El Salvador y a Belice en la lista de países considerados importantes para el narcotráfico. Las autoridades norteamericanas informaron que ambos eran los únicos países de Centroamérica que faltaban en dicha lista. En honor a la verdad, este hecho no hace sino constatar la sospecha de que el crimen organizado ha penetrado desde hace algún tiempo en diversas estructuras de los Estados centroamericanos. El istmo es un territorio estratégico porque se sitúa entre el principal productor mundial de cocaína y el principal consumidor. Centroamérica es, entonces, el corredor natural para hacer llegar la droga desde donde se produce hasta su principal mercado. En dicho trayecto, el narcotráfico va desparramando sus males entre nuestras sociedades a la vez que genera narcoempleos muy rentables. Es cierto que hay que actuar contra quienes producen y/o facilitan el traslado de la droga, pero todos sabemos que estos esfuerzos serán infructuosos si no se hace nada en el país donde más se consume. Es decir, mientras haya demanda de la droga, siempre habrá quien esté presto a ofertarla. Por ello, Estados Unidos debería autoenlistarse en el puesto número uno de la “lista negra” —como ellos le llaman— de países consumidores de droga.

Por supuesto, esta realidad no exime a El Salvador de las responsabilidades que le atañen por su participación en este mal social. El narcotráfico requiere de una red muy compleja de participantes, que abarca desde los grandes capos de cuello blanco (generalmente, prominentes figuras públicas) hasta la gente que transporta, almacena, distribuye y vende la droga. El principal caldo de cultivo para la penetración del crimen organizado en un país es la pobreza de su gente, y en esta materia El Salvador está haciendo muchos méritos para ganarse un lugar entre los países donde los narcotraficantes han hincado pie.

Esta situación nos remite a un segundo hecho importante, ocurrido también la semana pasada. Tanto el Presidente como el Secretario Técnico de la Presidencia de nuestro país afirmaron, en medio de las fiestas patrias, que las extorsiones y el crimen organizado representan el mayor obstáculo para el crecimiento y el desarrollo económico de El Salvador. Todo apunta a que estas afirmaciones responden al estudio realizado conjuntamente por los Gobiernos de Estados Unidos y El Salvador en el marco del Asocio para el Crecimiento. En dicho estudio, la criminalidad aparece como la principal actividad que limita el crecimiento económico.

Pero una cosa es que la situación delincuencial sea uno de los dos problemas más sentidos por la población salvadoreña y otra muy distinta que sea la razón que evita el desarrollo. Sorprende sobre todo que sean autoridades de alto nivel las que hacen esta afirmación, que no refleja con fidelidad la situación salvadoreña. Al presidente Funes hay que recodarle lo que afirmó en su discurso del 15 de marzo de 2009, cuando se proclamó ganador de los comicios. En aquella ocasión sostuvo que el modelo implementado por Arena está agotado. Y es precisamente en esto donde radica el principal problema del país: durante décadas se siguieron a ciegas los postulados y recetas del neoliberalismo. Es el neoliberalismo y sus seguidores los que han concentrado la riqueza en pocas manos, aumentado la desigualdad y generado más pobreza, la cual, como dijimos antes, facilita la penetración del crimen organizado.

Así pues, hay que combatir con decisión, inteligencia y recursos el crimen organizado, pero no hay que olvidar que la delincuencia es, en buena parte, efecto del modelo que se ha seguido. Hay que generar empleo, crear oportunidades, mejorar el nivel de vida de la población para que la delincuencia deje de ser una opción atractiva. Y un paso firme en esa dirección es renunciar a las lógicas y políticas perniciosas del modelo que hasta el sol de hoy han seguido con devoción los Gobiernos salvadoreños. Solo con la implementación de otra forma de regir la dinámica económica y social del país podremos aspirar a reducir la criminalidad y salir de ese cada vez más largo listado de países aliados del narcotráfico.








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