Una buena iniciativa que requiere garantias

Luego de la visita de Obama a El Salvador, se supo la noticia de que el Gobierno estadounidense había escogido a nuestro país, de entre todas las naciones latinoamericanas, para establecer la iniciativa conocida con el nombre de “Asocio para el Crecimiento”. Ello muestra el interés de Estados Unidos por El Salvador y la profundización de la alianza estratégica entre ambos. El elevado número de salvadoreños y salvadoreñas migrantes en Estados Unidos, el Tratado de Libre Comercio, el potencial económico y de desarrollo que tiene El Salvador, la estabilidad democrática mostrada a lo largo de los últimos 20 años (fortalecida con el cambio de partido en el poder) y —por último, pero no menos importante— la preocupación social y moderación del Gobierno de Funes son los principales elementos que han motivado a Estados Unidos a escoger a El Salvador como el socio para esta iniciativa en América Latina.

Lo interesante de esta iniciativa es el método de trabajo en el que se basa. A diferencia de otros programas, donde el donante decide en qué invertir, la decisión sobre el destino de la inversión se tomará de forma conjunta entre los Gobiernos salvadoreño y estadounidense. Además, el programa busca fortalecer los planes nacionales ya definidos, en lugar de convertirse en uno más; en este caso, buscará fortalecer el desarrollo del plan quinquenal elaborado por el Gobierno de Funes. La primera etapa del proceso consiste en detectar, por medio de un diagnóstico muy riguroso, aquellos aspectos clave que están impidiendo el crecimiento y desarrollo del país.

Los equipos de ambos países han estado trabajando varios meses en esta etapa y han señalado que son dos los factores: la violencia e inseguridad, y la baja productividad. Estos dos aspectos se consideran clave porque implican un alto costo para el país, afectan a toda la población y ya se están haciendo esfuerzos por superarlos. De lograrse esto último, se obtendría un crecimiento económico inmediato. Es por ello que superarlos se convierte en el principal objetivo de este programa. Asimismo, se han identificado otras restricciones de menor escala, pero que también impiden el crecimiento y que, por tanto, requieren de una intervención para superarlas en el mediano plazo.

En coincidencia con otros buenos diagnósticos anteriores, este señala como restricciones de menor escala la falta de personas preparadas en educación secundaria y universitaria, la aguda desigualdad social, la informalidad de la economía, el deficiente acceso al crédito para las micro y pequeñas empresas, la baja tasa de ahorro nacional, el cambio climático, los altos niveles de vulnerabilidad, una infraestructura deficiente, la percepción de incertidumbre política, la debilidad de las instituciones.

El siguiente paso consiste en definir las estrategias para superar las dos mayores restricciones; así, se trata de responder prácticamente a dos preguntas: ¿cómo superar la violencia y la inseguridad? y ¿cómo incrementar la productividad? En ello está el mayor reto y allí se jugarán las posibilidades de éxito del programa. Sin duda, la puesta en marcha de este programa obligará a tener un buen plan de prevención y combate de la violencia e implementar acciones que mejoren la efectividad de todo el sistema nacional de seguridad.

Ahora bien, el punto débil del programa Asocio para el Crecimiento es la excesiva confianza en la inversión privada como motor del desarrollo. En El Salvador, a pesar de que ha sido importante y ha generado negocio, la inversión privada apenas ha generado crecimiento, menos aún desarrollo. No basta con eliminar las restricciones para que la inversión privada llegue masivamente al país, es necesario que los inversores tengan clara conciencia de que deben ser responsables con la sociedad, pagar sus impuestos, ofrecer salarios dignos, fomentar la preparación y superación de las personas, respetar y cuidar el medio ambiente. Solo entonces esta inversión podrá ayudar a El Salvador a caminar hacia el desarrollo. En este sentido, es fundamental que el Gobierno establezca con claridad las reglas para la inversión privada, de modo que se garantice que realmente fomentará un verdadero desarrollo.








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