¿Democracia o partidocracia?

En El Salvador, en lo que a la elección de diputados respecta, nunca hemos votado por personas, sino por partidos. El votante va a la urna a escoger la bandera de un partido, casi siempre sin saber quiénes son los candidatos a diputado y mucho menos el orden que ocupan en la lista correspondiente. Es decir, en realidad, la instancia que decide quién es o no diputado es la cúpula del partido político al que pertenecen los candidatos; con sus votos, los electores se reducen a ser una especie de factor de validación de la nómina decidida con antelación por la dirigencia partidaria.
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia en julio del año pasado que declaraba inconstitucionales los artículos 239, 250 y 262 del Código Electoral, abriendo así la posibilidad de que los votantes puedan marcar su voto sobre los rostros de los candidatos de su preferencia, no sobre la bandera de un partido. Esta sentencia no hacía más que dar un paso en el camino de la democratización, pues, en definitiva, devolvía a la ciudadanía el poder de elegir directamente a sus representantes en la Asamblea.
La reforma al Código Electoral, necesaria para cumplir con la sentencia de la Corte, recibió el respaldo de una gran diversidad de sectores del país. Sin embargo, cuatro de los cinco partidos políticos representados en la Asamblea han querido vernos la cara de tontos. Los partidos FMLN, GANA, PCN y PDC retomaron la sentencia de la Sala de lo Constitucional y la torcieron en función de sus intereses. Aceptaron que en las papeletas vayan las fotos de los candidatos, pero, con sus típicas mañas y resabios, mantuvieron las banderas de los partidos y, en última instancia, legislaron para que los votos sean atribuidos a estos y no a aquellos. En definitiva, las reformas al Código Electoral aprobadas por estos partidos dejan intacto el poder de las cúpulas partidarias para decidir quién resulta electo diputado o diputada, contradiciendo así el espíritu de la sentencia de la Corte.
Ante esto, el presidente Funes ha hecho uso del derecho a veto que le otorga la ley. Es esta una decisión que coincide con la postura, como dijimos antes, de diversas instancias, tanto de derecha como de izquierda. Lo curioso es que de los cuatro partidos que aprobaron las reformas, el único que se ha enfrentado al Presidente por el veto y lo desafía con la superación del mismo es el Frente, el mismo que lo llevó al poder. En realidad, el FMLN no se está enfrentando al Presidente —por mucho que la oposición insista y saque raja política de esa interpretación—, sino al proceso democrático del país. En esta reforma está en juego apostar por la democracia o seguir inyectándole vida a nuestra rancia partidocracia. Negarse a que la gente decida quiénes son sus representantes es oponerse a la democratización de nuestra sociedad. En esta coyuntura, queda en evidencia que el conservadurismo, la defensa a ultranza del status quo, no es patrimonio único de la derecha política, sino también de la izquierda, sobre todo cuando disfruta de las mieles del poder, se aferra a él y termina haciendo lo que antes criticaba: actuar de forma verticalista y antidemocrática

¿Que hizo Obama en El Salvador?

Ahora que han transcurrido algunos días desde la visita del Presidente de los Estados Unidos a nuestro país, es oportuno hacer una tranquila y razonada valoración sobre lo que nos dejó ese acontecimiento. ¿Qué fue lo más importante de la visita? Las grandes empresas mediáticas han subrayado lo relativo al tema migratorio, la cooperación económica y la seguridad. Pero, en honor a la verdad, nada de eso fue lo más relevante.
En lo que respecta a una posible reforma migratoria que permita la permanencia legal de los miles de indocumentados salvadoreños y de otras nacionalidades en suelo estadounidense, el presidente Obama no dijo nada concreto. Los hechos más bien apuntan en la dirección contraria. En los dos años de gobierno de Obama se han realizado más deportaciones que en el último período de su predecesor, George W. Bush. Es decir, el trato a los migrantes no ha mejorado durante su mandato.
En materia de cooperación económica para el país, todo se quedó en promesas, no hubo ningún aporte específico del que se pueda tener seguridad. En realidad, el único aviso concreto de ayuda que hizo el presidente Obama fue el de los 200 millones de dólares para la seguridad de la región El día en que salió el mandatario estadounidense de nuestro territorio, tres periódicos nacionales resaltaron en su portada ese anuncio. Es decir, para los grandes medios de comunicación lo más importante fue la promesa de un dinero que no solo es para el país, sino para toda Centroamérica, y que bien podría haberlo ofrecido Obama sin necesidad de venir hasta acá. Entonces, insistimos en la pregunta: ¿qué fue lo más importante de la visita de Obama a la tierra cuscatleca?
Lo más importante, lo trascendental de la visita de Obama fue o bien pasado por alto por los grandes medios de comunicación, o bien tratado como algo anecdótico, como una especie de visita a un museo o lugar arqueológico. Estamos hablando de la visita del Presidente de los Estados Unidos a la cripta de monseñor Romero. Como dijimos antes, en el mejor de los casos, esta visita fue tratada como un hecho menor o muy secundario. Una de las pruebas de ello es que a ningún periodista le pareció oportuno preguntarle al presidente Obama sobre la razón de su presencia en la tumba del arzobispo mártir.
Y esta es en verdad la gran noticia de la visita de Obama. Fue un acontecimiento histórico sin precedentes: un presidente de Estados Unidos visitó la tumba del pastor excepcional, asesinado por quienes siempre se consideraron amigos y aliados de la nación norteamericana. El hecho fue un reconocimiento explícito y claro a la figura del arzobispo mártir y a su compromiso por la justicia. No se puede decir en ningún momento que fue una visita ingenua o de pura cortesía, como insinuó con malicia un diputado del partido cuyo fundador es el autor intelectual del martirio de monseñor. El presidente Obama no es de las personas que no saben lo que hacen. Fue a la tumba de Romero sabiendo perfectamente quién era, cómo pensaba, a quiénes defendía y en contra de quiénes estuvo. Es decir, la visita a la tumba significó reconocer la trayectoria de monseñor, el carácter de su martirio; en definitiva, implicó ponerse del lado suyo. Y ello, más allá de lo que le faltó decir o hacer a Obama en El Salvador, es de innegable significación  histórica.

“Ser pobre quiere decir morir de hambre, ser analfabeto, ser explotado, no saber que se es hombre”

"Desplegó (Dios) el poderío de su brazo  
dispersó a los soberbios de corazón,  
derribó del trono a los poderosos,  
enalteció a los humildes.  
y a los ricos los despidió vacíos" (Lc.1,51-53)
                                                                                                                                             



La voluntad del Creador es que, viviendo como hermanos, todos tuvieran asegurado el pan y la dignidad de cada día. Porque están excluidos de los beneficios de una creación que el soñó para todos, Dios está especialmente cercano y próximo a los pobres y marginados. Por eso el Verbo de Dios al hacerse hombre se acercó a los miserables y alivió sus sufrimientos, enfermedades y carestías como un signo del mundo nuevo que él venía a inaugurar. 
Los cristianos optamos por los pobres porque Dios opta por ellos. Y nuestro Dios opta por ellos por ser como es: bueno. Así de entrada esta opción es incondicional: correspondiente a la gratuidad misericordiosa de Dios. Cuando se opta por los pobres del mismo modo que optó Jesús, acontece el reinado de Dios. La opción por los pobres es un signo escatológico, una señal de la llegada de los últimos tiempos. En el que opta así por los pobres actúa el Espíritu que actuó en Jesús (Lc 4,18). Pero además, por la peculiar estructura encarnatoria de la salvación cristiana, quien opta por los pobres opta por Jesús (Mt 25,40). Esa persona posee en sí la vida verdadera, la vida perdurable (Lc 10,25-37). Pero si la opción por los pobres da vida, humaniza y salva a quien la hace, su objetivo no es obviamente la propia persona que opta. Esa persona recobra la vida precisamente porque la entrega (Mt 8,35).
Me doy perfecta cuenta que esta opción por los pobres es objetiva y subjetivamente contradictoria con la opción de la figura histórica vigente, que implica una opción por no considerarlos, incluso por excluirlos. Hay que comenzar mencionando el hecho de que la polarización entre ricos y pobres, como resultado de la aplicación de los mecanismos del sistema vigente, crece cada día. Estas "intolerables desigualdades económicas y sociales" han sido denunciadas continuamente por los Papas, sobre todo por Juan Pablo II. Pero hoy se vislumbra un fenómeno nuevo: la tendencia de "suprimir" a los pobres. Se tiende a organizar la convivencia de tal forma que uno puede pasar toda la vida sin entrar en contacto con los pobres ni dejarse afectar por ellos. La separación física lleva a que los pobres desaparezcan de la conciencia y a lo más entren a formar parte del eufemístico "costo social". Fuera de la ciudad se construyen hoy, bien protegidas, villas perfectas sin el contagio de la pobreza. Sin embargo, el Evangelio dice más bien que no tiene vida en sí mismo -vida verdadera-, quien no sale de su camino -de su modo de vida-, para aproximarse a quien tiene necesidad de ser ayudado, herido al borde de los caminos (Lc 10,25,37).
La palabra de Jesús es verdad. El desprendimiento de los bienes materiales libera de la angustia, aumenta la confianza en Dios y da a la persona una felicidad que solamente así peude alcanzar. Pobreza voluntaria y confianza en Dios son cosas inseparables; cuanto uno más se desprende de los bienes materiales, mayor es su anhelo por los espirituales, cuanto menos se busca apoyo en muletas humanas, mayor es la confianza en Dios.

Que reine la justicia en la tierra

La oración de Israel por su rey era una oración por la justicia, por el juicio imparcial y por la defensa de los oprimidos. Mi oración por el gobierno de mi país y por los gobiernos de todo el mundo es también una oración por la justicia, la igualdad y la liberación.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes:
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia.
Que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador
.

Rezo, y quiero trabajar con toda mi alma, por estructuras justas, por la conciencia social, por el sentir humano entre hombre y hombre y, en consecuencia, entre grupo y grupo, entre clase y clase, entre nación y nación. Pido que la realidad desnuda de la pobreza actual se levante en la conciencia de todo hombre y de toda organización para que los corazones de los hombres y los poderes de las naciones reconozcan su responsabilidad moral y se entreguen a una acción eficaz para llevar el pan a todas las bocas, refugio a todas las familias y dignidad y respeto a toda persona en el mundo de hoy.

Al rezar por los demás, rezo por mí mismo, es decir, despierto y traduzco a mi situación lo que he pedido para los demás en la oración. Yo no soy rey, los destinos de las naciones no dependen de mis labios y no los puedo cambiar con una orden o con una firma. Pero soy hombre, soy miembro de la sociedad, soy célula en el cuerpo de la raza humana, y las vibraciones de mi pensar y de mi sentir recorren los nervios que activan el cuerpo entero para que entienda y actúe y lleve la redención al mundo. Para mí pido y deseo sentir tan al vivo la necesidad de reforma que mis pensamientos y mis palabras y el fuego de mi mirada y el eco de mis pisadas despierte en otros el mismo celo y la misma urgencia para borrar la desigualdad e implantar la justicia. Es tarea de todos, y por eso mismo tarea mía que he de comunicar a los demás con mi propia convicción y entusiasmo, para lograr entre todos lo que todos deseamos.

Israel seguirá rezando por su rey:

Porque él librará el pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.


Y el Señor bendecirá a su rey y a su pueblo:

Que dure tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra;
que en sus días florezcan la justicia y la paz
hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.


Que reine la justicia en la tierra.


¡Señor, no estés callado!


Tú eres un Dios activo, Señor. Te he visto actuar desde la energía omnipotente de la creación, cuidando a diario a tu pueblo y haciéndote presente en la tierra con el soplo del Espíritu, en la iniciativa de tu gracia y el poder de tu brazo. Tú fuiste nube y comuna de fuego, tú fuiste viento y tempestad, tú abriste mares y derrumbaste muros, tú mandase ejércitos y ganaste batallas, tú ungiste a reyes y gobernaste naciones, tú inspiraste la virtud e hiciste posible el martirio. Tú eras el mayor poder del mundo, Señor, y los hombres y mujeres lo sabían y lo reconocían con reverente temor.

En cambio ahora, por el contrario, estás callado. El mundo va por su lado, y tu presencia no se hace sentir. La gente hace lo que quiere, y las naciones se gobiernan como si tú no existieras. No se cuenta contigo. Y tú estás callado. No se ven por ningún lado nubes de luz ni columnas de fuego. No se oyen las trompetas de Jericó ni se sienten los vientos de Pentecostés. No se te hace caso, no cuentas para nada; la gente, sencillamente, te ignora. ¿Es que nos has abandonado, Señor?

Y cuando pienso en mi propia vida, me encuentro con la misma situación. Hubo un tiempo en que yo sentía tu presencia y notaba tu poder. Tú me hablabas, me inspirabas, me guiabas. Era el entusiasmo de mi juventud y el fervor de mis años mozos, y en aquellos días tú eras tan real para mí como mi amigo más íntimo, y tomabas parte en mis planes y decisiones, en mis alegrías y penas, con un realismo que era al mismo tiempo fe y experiencia. Eran días de felicidad y de gloria. En cambio, ahora hace mucho ya que estás callado. No oigo tu voz. No siento tu presencia. Estás ausente de mi vida, y yo sigo, sí, haciendo lo que siempre hacía y creyendo lo que siempre he creído; pero como por costumbre, por rutina, sin convicción y sin entusiasmo. Cuando hablo de tu poder, hablo del pasado; y cuando exalto tu gracia, hablo de memoria. Te has borrado de mi experiencia, te has callado en mi vida.

Vuelve a hablar, Señor. Vuelve a ser alguien real y tangible para mí y para todos los que aman tus caminos. Ocupa el lugar que te pertenece en el mundo que has creado y en mi corazón, que sigue consagrado a ti. Haz callar a los que hablan de su ausencia y de tu muerte. Rompe el silencio, y que se entere el mundo de que estás aquí y estás al frente de todo lo que existe.

"Que reconozcan que tú solo, Señor,
eres excelso sobre toda la tierra."


Enséñame

Necesito que me eduques, Señor. Quiero ser alumno dócil en tu escuela sin muros. Quiero observar, quiero asimilar, quiero aprender. Sé que la enseñanza dura todo el día, pero yo no aprendo, porque no me fijo, no sé leer las situaciones, no reconozco tu voz.
Enséñame a través de los acontecimientos de cada día. Tú eres quien me los pones delante, así es que tú sabes el sentido y la importancia que tienen para mí. Enséñame a entenderlos, a descifrar tus mensajes en un encuentro fortuito, en una noticia fresca, en una alegría súbita, en una preocupación persistente. Tú estás allí, Señor. Tu mano ha trazado esos rasgos. Tu rostro se esconde en todos esos rostros. Enséñame a reconocerlo. Enséñame a entender todo lo que tú quieres decirme en cada uno de esos sucesos y encuentros a lo largo del día.
Enséñame a través de los silencios del corazón. Tú no necesitas palabras ni escritos. Tú estás presente en mis cambios de ánimo y tú lees mis pensamientos. Enséñame a conocerme a mí mismo. Enséñame a entender este lío de sentimientos y este embrollo de ideas que llevo dentro y con los que no sé qué hacer. ¿Por qué reacciono como reacciono? ¿Por qué me siento triste de repente sin motivo? ¿Por qué me enfado con los que más quiero? ¿Por qué no puedo rezar cuando quiero hacerlo? ¿Por qué dudo de ti mientras proclamo mi fe en ti? ¿Por qué me odio a mí mismo cuando sé que tú me amas? ¿Por qué soy tal enigma para mí mismo que, cuanto más me examino, menos me entiendo?...

Enséñame a través de los demás, enséñame a través de la experiencia, enséñame a través de la vida. Libera mis instintos de la rutina y los prejuicios que los atenazan, para que me guíen con la sabiduría de la naturaleza a través de la selva de decisiones diarias. Reanima mis sentidos para que me devuelvan el aroma de la creación a través de la amistad de mi propio cuerpo. Acalla mi mente para que pueda recibir con inocencia virginal las imágenes prístinas del mundo del pensamiento. Purifica mi corazón para que adquiera la confianza de latir al compás de los ritmos eternos de la creación, en cercanía de amor.
a través de tu presencia, de tu palabra, de tu gracia. Hazme ver las cosas como tú las ves; hazme valorar lo que tú valoras y rechazar lo que tú rechazas. Hazme confiar en tu providencia y creer en la bondad de los hombres aun cuando me hagan daño o me desprecien. Hazme tener fe en tu acción entre los hombres para que encuentre alegría en la esperanza de la venida del Reino.
Enséñame, Señor, enséñame día a día; haz que me entienda mejor a mí mismo, a la vida y a ti. Enciende en mi mente la luz de tu entender para que guíe mis pasos a lo largo del camino que lleva a ti. Enséñame, Señor.

Ahora puedo amar

No hay palabra que usemos más aquí abajo en la tierra que la palabra "amor". El amor es la aspiración más alta, el deseo más noble, el placer más profundo del ser humano sobre la tierra. Y, sin embargo, no hay palabra de la que más abusemos que la palabra "amor". Le hacemos decir bajas pasiones y sentimientos inconstantes, lo manchamos con infidelidad y aun lo anegamos en violencia. Tenemos incluso que renunciar a veces a la palabra para evitar sentidos desagradables. Nos falla el lenguaje, porque nosotros le hemos fallado a la verdad.

Aun cuando me llego a la religión y la oración y a mi relación contigo, Señor, confieso que uso con miedo la palabra "amor". Tu gracia y tu benevolencia me animan a decir "te amo", pero al mismo tiempo caigo en la cuenta de lo poco que digo cuando digo eso, de lo poca cosa que es mi amor, superficial, inconstante, poco de fiar. Soy consciente de las limitaciones e imperfecciones de mi amor, y comprendo entonces que yo también debería abstenerme de usar esa palabra. No encuentro el verdadero amor en la tierra, ni siquiera en mi propio corazón.

Por eso me consuela ahora pensar que al menos hay un lugar, una persona en quien puedo encontrar el verdadero amor, y ese eres tú, Señor. "Tuyo es, Señor, el verdadero amor." De hecho ese es tu mismo ser, tu esencia, tu definición. "Dios es amor". Tú eres amor, tú eres el único amor puro y verdadero, firme y eterno. Puedo volver a pronunciar la palabra y recobrar su sentido. Puedo creer en el amor, porque creo en ti. Puedo renovar la esperanza y recobrar el valor de amar, porque sé que existe el amor verdadero, y está cerca de mí.

Ahora puedo amar, porque creo en tu amor. Me sé y me siento amado con el único amor verdadero que existe, tu amor infinito y eterno. Y eso me da fuerzas y confianza para entregarme a amar a los demás, a ti primero y sobre todo, y luego, en ti y para ti, a todos aquellos que tú pones a mi lado en la vida. El amor verdadero es tuyo, Señor, y con fe y humildad yo ahora lo hago mía para amar a todos en tu nombre.

El sufrimiento siempre trae una lección consigo

Nadie quiere curarse.  "Preguntadle a cualquier psicólogo, cualquier psicoterapeuta, cualquier director o consejero de los problemas de la mente, y confirmará lo que yo digo. Es un hecho bien conocido en su profesión que los clientes que a ellos acuden no lo hacen para ser curados. Sólo quieren aliviar los síntomas, demostrar que han hecho un esfuerzo al ir a consultar a un especialista, aprender algún truco para usarlo ellos mismos después con otros o, con mucha frecuencia, dejar sentado que ya no tienen remedio y no hay nadie que pueda curarlos. La excepción es la persona que realmente quiere curarse a toda costa, quiere la liberación total, el desprendimiento total, la libertad total de todo condicionamiento, y está dispuesta a pasar por todo y pagar el precio necesario para llegar a ese estado. También de esta situación es verdad que 'muchos son los llamados y pocos los escogidos'. ¡Esforzaos en entrar por la puerta estrecha!"
No es más que expresar en términos modernos una consideración fundamental de san Ignacio, que en un texto clásico había dividido a la humanidad religiosa en tres clases, representadas por tres parejas de hombres de negocios que habían adquirido una buena suma de dinero "no pura o debidamente por amor de Dios" (¡a Ignacio tampoco le faltaba ironía!), y querían acallar su conciencia y "hallar en paz a Dios nuestro Señor". La primera pareja dice que desde luego que quieren arreglado todo, y decididamente lo harán... a la hora de la muerte. Otra ironía ignaciana, aunque no sin su toque de realismo. Aplazar la solución. Sí, claro que queremos, pero no en este momento, no nos viene bien ahora, ya veremos mañana, más adelante, no es fijo cuándo, pero sin falta lo haremos. Es decir, sí..., pero no. El paciente quiere curarse, pero no está dispuesto a la operación. Es decir, que no quiere curarse. La segunda pareja va un poco más lejos, al menos en apariencia. Están decididos a acabar, no con el dinero, sino con el apego que le tienen, de modo que se quedan con el capital, pero prometen usarlo sabia y prudentemente. Ninguno de éstos "hallará en paz a Dios nuestro Señor". Nadie quiere curarse. Sólo la tercera pareja está dispuesta a todo, incluso a dejar todo el dinero ahora mismo, con tal de satisfacer a sus conciencias y enderezar su relación con Dios. Estos son los menos. Pocos son los que de veras quieren curarse, y eso era todo lo que Tony estaba diciendo a su manera.
Había hablado de apegos, de falsas ilusiones, de condicionamientos previos; y ahora repetía que nadie en realidad quiere deshacerse de ellos. Estamos apegados a nuestros apegos, ilusionados por nuestras ilusiones y condicionados por nuestros condicionamientos. No es fácil salir de ese círculo encantado. Cuesta mucho dejar actitudes, costumbres, puntos de vista que casi formaban parte de nuestra naturaleza y que tememos nos van a doler al desprenderse. Aun cuando nos entregamos oficialmente a la tarea de acabar con todas esas dobleces, como cuando nos apuntamos a un curso de Sádhana, nos resistimos por dentro, sin acabar de entregamos a la libertad completa. Contemporizamos, disimulamos, hacemos las cosas a medias, nos damos por satisfechos con resultados parciales, cuando la única manera de conseguir la verdadera libertad del corazón es entregarse a ello sin reservas de ninguna clase y sin pararse en nada. Tony no dejaba pasar ninguna oportunidad de urgirnos a la generosidad total en nuestra aventura del espíritu. Sabía muy bien que una persona íntimamente liberada es la mayor bendición para la sociedad, esté donde esté y haga lo que haga; y por ello se esforzaba con toda su alma en formar personas así, es decir, nos animaba a que nos formásemos a nosotros mismos como personas profundamente espirituales y psicológicamente sanas. Ese era su empeño.
Para ello trazó claramente las líneas de ataque. Sin atajos, sin trucos fáciles o fórmulas prefabricadas, definió con trazos firmes el camino hacia la salud de la mente y la profundidad del espíritu. Incluso le dio un nombre: "sufrir para acabar de sufrir." Es decir, usar el mismo sufrimiento para combatirlo y reducido en cuanto sea posible. La idea es paradójica una vez más, pero en sí misma es bien sencilla. El placer nos gusta y nos hace pasarlo bien, pero el placer no nos enseña nada. El sufrimiento sí. El sufrimiento siempre trae una lección consigo, y si sabemos ir aprovechándonos de esas lecciones según las vamos recibiendo en la vida, estamos en camino de madurez y desarrollo. Los obstáculos de ese desarrollo, lo tenemos ya bien dicho, son nuestros ápegos, falsas ilusiones y condicionamientos adquiridos. Lo que ahora hace el sufrimiento es descubrirnos esos obstáculos ocultos a nosotros mismos.
Cuando encuentro que algo súbitamente me molesta, quiere decir que algún apego, ilusión o condicionamiento ha sido tocado, y por eso duele. Eso me da la oportunidad de descubrir ese obstáculo, sacarlo a la superficie y desentenderme de él. El sufrimiento moral actúa como el dolor físico. Cuando un diente me duele, me avisa de que se está formando una caries y tengo que ir al dentista. Si las caries no dolieran, pronto nos quedaríamos sin dentadura. Cuando algo duele, en el cuerpo o en el alma, nos avisa de la presencia allí de un agente maligno. El dolor lleva a la salud.
"La tragedia de nuestras vidas  no es lo que sufrimos, sino lo que nos perdemos al sufrir. Nos perdemos la oportunidad de avanzar en la vida por el sufrimiento mismo. Avanzamos más cuando nos rechazan que cuando nos aceptan, porque el ser aceptados nos hace creer que todo va bien, mientras que el ser rechazados nos hace caer en la cuenta de que aún hay cosas en nosotros que hay que corregir.
Mi único guru es la persona que me fastidia, porque es quien me revela a mí mis propias flaquezas. Alégrate, pues, cuando sientes que se levanta en ti un sentimiento doloroso, porque, si le sigues la pista, te llevará más cerca de la liberación. Todo progreso espiritual tiene lugar a través del sufrimiento, con sólo que aprendamos a usar el sufrimiento para acabar con el sufrimiento. No os distraigáis cuando sufrís, no os pongáis a racionalizar el sufrimiento, a justificarlo, y menos intentéis olvidarlo o pasarlo por alto. La única manera de tratar con el sufrimiento es hacerle frente, mirarle fijamente a la cara, observarlo, entenderlo. ¿Qué falsa ilusión mía estaba escondida detrás de ese sufrimiento? ¿Qué asimiento de los de mi colección se ha visto amenazado al aparecer este sufrimiento en el horizonte? ¿Cuál de mis condicionamientos ha sido violado? Ahí está mi oportunidad dorada de conocerme a mí mismo, de corregir mis debilidades, de mejorar mi vida. Y en vez de hacer eso y aprovecharnos de la ocasión bendita, hacemos todo lo contrario; empezamos a echarles la culpa de nuestros sufrimientos a todo el mundo, nos quejamos de nuestros rivales, de la sociedad, del gobierno, de Dios mismo; nos acogemos al fácil recurso de la autocompasión, la amargura o la depresión, o tratamos de ahogar nuestra desesperación en el trabajo o en el cinismo. El escape nos daña doblemente, en vez de curamos. Si aprendemos a sacar provecho de nuestros sufrimientos, avanzaremos a grandes pasos en la vida espiritual."
Otro enfoque de la misma cuestión: cada vez que sufro me estoy oponiendo a la realidad. Sufrir es sencillamente resistirse a la realidad. Mis asimientos, falsas ilusiones y condicionamientos me habían oscurecido la realidad de tal modo que yo había perdido contacto con ella, y ahora, cuando se me presenta tal como es y como yo me había olvidado que era, me sorprende, me sacude, me duele. Para volver a recobrar la realidad, lo que he de preguntar cuando llega el sufrimiento es: ¿qué es a lo que me estoy resistiendo? No he de preguntar cuando sufro: ¿qué es lo que no marcha ahí fuera?, sino ¿qué es lo que no marcha aquí dentro? Cada vez que sufro, que me agito, que me apuro, hay algo que no marcha en mí. Y ésa es la ocasión de descubrirlo. No estaba yo preparado para lo que ha venido, no estaba a tono con la realidad, no estaba en contacto con la vida. El sufrimiento me ha sacudido. Me he resistido a algo. Averigua a qué te has resistido y por qué. Eso dará luz y abrirá el camino del avance espiritual.
A ti te han enseñado a gobernar tu propia vida, a imponer una disciplina estricta a tu cuerpo y a tu mente, a mandar en ti mismo. Y en este asunto importante de tu sueño diario no lo puedes hacer. Ahí no mandas tú. Quieres dormir y no puedes. No funciona tu gobierno. Y eso te resulta intolerable. Te duele haber perdido el control, y te resistes con toda tu alma. El resultado es una noche en blanco. También te opones con toda tu alma al hecho de que, mientras estás tumbado en la cama sin dormir, estás "perdiendo el tiempo". Eso, para ti, es una abominación, y no toleras que te suceda a ti. Tú eres un trabajador empedernido, y la mera idea de estar tumbado sin hacer nada te repugna. Entonces tratas de convertir el "tiempo perdido" en "tiempo útil" poniéndote a rezar en la cama o a planear tus trabajos mientras sigues desvelado. Rezar y planear está muy bien; pero, como tú lo haces para luchar contra la pérdida de tiempo y protestar contra ella, no haces más que empeorar la situación. Para colmo, empiezas a compararte con compañeros tuyos a los que conoces y que se duermen profundamente en cuanto les llega la cabeza a la almohada, sientes envidia rabiosa y te rebelas contra la injusticia palpable.
¿Por qué han de dormir ellos bien y tú no? Encima, te entra miedo de que la falta de sueño te puede estropear la salud y disminuir tu capacidad de trabajo, sin la cual no sabrías qué hacer, y te da vergüenza pensar que mañana te pasarás todo el día bostezando, por falta de sueño, delante de todo el mundo, y eso te va a hacer sentirte muy violento. Todo un catálogo de calamidades. No es extraño que, para evitar todo ese sufrimiento, te acojas al tranquilizante y al somnífero. Ese gesto desesperado es la expresión final de tu rechazo de la situación, y no hace más que aumentar el problema. El somnífero te puede hacer descansar una noche, pero al mismo tiempo ejerce otro efecto sobre tu mente mucho más importante y destructivo. La aparentemente inocente pastilla refuerza tu condicionamiento y repugnancia interior contra la situación de insomnio, y cierra la posibilidad de que tú llegues a aceptarla. Has aumentado el problema por ponerte a luchar contra él de frente. Has aumentado la ansiedad: ¿volveré a necesitar pastilla mañana por la noche?; ¿me creará costumbre?; ¿servidumbre?; ¿cuánto va a durar esto?; ¿adónde me va a llevar? El problema se ha complicado enormemente, y toda la complicación viene de tu adverso condicionamiento interno. Tu cerebro programado te prohíbe pensar que puedas ser feliz mientras sufres de iinsomnio, y te obliga a suprimirlo. Tú, obediente, te opones al insomnio y, al hacerlo así, lo aumentas. Prueba ahora el sistema contrario. No te resistas al insomnio. No te escapes de las molestias que te acarrea. Fíate de tu cuerpo, que sabe perfectamente bien cuánto sueño necesita y cuándo, si es que tú le dejas actuar según su propia sabiduría. Te advierto que esto es bien difícil de hacer. El somnífero es mucho más fácil. Pero no es remedio. En cambio, éste lo es. Siente tu propia resistencia al insomnio. Obsérvala. Acéptala. Deja que tus noches sean lo que sean, y que tus días sean lo que sean. y ni siquiera tengas avidez por resolver el problema. Puedes ser feliz aunque no duermas bien. ¿Alguna otra pregunta?"
Ver la realidad tal como es, aceptarla y quererla. Esa valiente actitud extirpa la raíz misma del sufrimiento, en vez de contentarse con aliviar los síntomas. Otra expresión era: "entender el sufrimiento es acabar con él." Ver, conocer, saber. Caer en la cuenta. La mirada de la fe sobre la realidad de la vida.
"Experiencias felices traen alegría a la vida; experiencias penosas le dan profundidad y solidez. Tampoco quiere esto decir que haya que buscar el sufrimiento o provocar el dolor; ya trae la vida bastantes penas para que le añadamos más por nuestra cuenta. Lo que sí quiere decir es que, siempre que el sufrimiento se presenta, debemos usarlo para esta noble tarea. No dejés pasar las ocasiones. Nunca se os ocurra decir: 'Cuando pase esta tribulación, volveré a ser feliz.' No. Si no eres feliz con las cosas tal como están ahora, no lo serás nunca. Si esperas a salir de la cárcel para ser libre, nunca serás libre. Aprende a ser y sentirte libre dentro de la cárcel, y entonces podrás ser libre siempre y en todas partes."

El arte de Amar (Ysuca)

Hay temas en los que se da por supuesto que ya lo sabemos casi todo, especialmente aquellos que se han constituido en lugares comunes, es decir, de aparente dominio público. Con facilidad hablamos de Dios, el pueblo, la democracia, la fe y el amor, entre otros. Y es casi inevitable que al abordar temas complejos de manera superficial se caiga en el abuso, la falsificación y la manipulación tanto de los contenidos como de las prácticas que implican los valores relacionados con la cuestión. Sobre el tema que hoy nos ocupa podemos decir que, por lo general, todo mundo valora el “amor”, pero poco se piensa en la necesidad de conocerlo y aprender sobre él.
En 1956 se publicó en inglés un libro escrito por uno de los intelectuales más brillantes de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm. El libro, en su versión en español (1966), se titula El arte de amar y sus contenidos, después de tantos años, siguen teniendo actualidad. La razón de ello, no cabe duda, es la profundidad con la que Fromm abordó el tema. Profundidad que lo convirtió en un verdadero best seller, con más de 25 millones de copias vendidas en todo el planeta.
En su libro, Fromm afirma que, para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste en ser amado y no en amar; por tanto, la principal preocupación será cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo se suelen seguir varios caminos: el atractivo de los hombres para hacerse amar es el éxito económico, político o social; el de las mujeres, su condición estética y física. En otras palabras, se vive en una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante para hacerse amar. El amor no aparece como una facultad (que hay que aprender), sino como una elección del “objeto amoroso” (lo difícil es encontrar el objeto apropiado). Nuestra cultura, enfatiza Fromm, está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable.
Para superar esa tendencia egocéntrica, Fromm propone el carácter activo del amor, que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor: el que existe entre el hombre y la mujer, padres e hijos, entre los amigos, al prójimo, a uno mismo, entre Dios y la humanidad. Esos elementos son el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. Veamos brevemente cómo describe Fromm esos rasgos.
Que el amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre o un padre por su hijo. Ninguna declaración de amor por parte de los primeros nos parecería sincera si viéramos que descuidan al niño, si dejan de alimentarlo, de proporcionarle bienestar físico. En este sentido, el amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor. Leonardo Boff lo ha dicho de otra forma: “Se cuida aquello que se ama y se ama aquello que se cuida”.
La palabra “responsabilidad” suele usarse para denotar un deber, algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, deviene de un acto enteramente voluntario, constituye una respuesta de la persona a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Así, ser responsable significa estar listo y dispuesto a responder. La persona que ama responde a las necesidades (psíquicas, físicas, sociales) del “otro” (individual o colectivo).
El respeto, nuestro tercer elemento, no significa temor y/o sumisión, sino capacidad de ver a una persona tal cual es, tener consciencia de su individualidad única. Por ello, respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. El respeto implica, por tanto, ausencia de explotación, que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia.
Sin embargo, no es posible respetar a una persona sin conocerla; el cuidado, la responsabilidad y el respeto serían ciegos si no los guiara el conocimiento. Ahora bien, hay varios niveles de conocimiento. Por ejemplo, es posible saber que una persona está encolerizada aunque no lo demuestre abiertamente e ignoremos las razones. Pero si se le conoce más profundamente, se deduce que está angustiada, que se siente sola o culpable. Se sabe, entonces, que esa cólera no es más que una manifestación de algo más profundo: se está ante una persona que sufre. El amor implica conocer al otro objetivamente, y eso pasa por la experiencia de la amistad, cercanía y confianza mutua.
En suma, en este libro el autor exhorta a tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte vivir. En consecuencia, si deseamos aprender a amar, es necesario el dominio de la teoría y de la práctica. Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son cuatro actitudes interdependientes que se encuentran en la persona que se ha puesto en el camino de este aprendizaje. Pero esas actitudes, según Fromm, no han de quedarse en un plano puramente individual; reclaman un tipo de sociedad centrada no en el provecho económico depredador y excluyente, sino en el ser humano, cuya calidad de vida ha de medirse tanto por el acceso a los bienes primordiales como por la superación de las actitudes egocéntricas y el desarrollo de la capacidad de amar. Sin olvidar que el amor es un poder que produce amor, porque, como afirmaba Marx, “si amamos sin producir amor, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia”.

La visita de Obama (Ysuca)

Es evidente la importancia que reviste la visita de Barack Obama a nuestro país, aún más cuando se repara en el hecho de que El Salvador es una de las primeras naciones de América Latina a las que viaja Obama en su calidad de presidente de Estados Unidos. En consonancia, el Gobierno salvadoreño le ha dado una enorme relevancia al hecho; los preparativos que está realizando superan por mucho los de una visita común, incluso a los que se dispensarían para la llegada de otro presidente del continente. Recibiremos al mandatario del país más poderoso del planeta, y todo apunta a que ese será el trato que se le dará a Obama en El Salvador.
Mucho se habla de que Obama representa una nueva etapa en la presidencia de Estados Unidos y en las relaciones de este país con el resto del mundo. Obama ha manifestado en múltiples ocasiones que quiere mantener relaciones de respeto e igualdad —no de dominación— con los países amigos. Pero una cosa son las palabras y otra, los hechos. La visita de Barack Obama a América Latina obedece a un interés muy especial de los Estados Unidos. Por un lado, se quiere manifestar que el subcontinente sigue siendo importante para los intereses económicos y políticos estadounidenses; por otro, dejar claro con qué tipo de Gobiernos y políticos hay interés en mantener relaciones de amistad.
En la visita a Brasil quedó muy claro que el interés principal de Obama es aprovechar las oportunidades de negocio que dicho país ofrece a las empresas norteamericanas, y participar en las inversiones petroleras y en investigación de biocombustibles que le aseguren a Estados Unidos una provisión de combustibles en el futuro. Estos, y no los problemas que Brasil tenga y el apoyo que requiera para resolverlos, han sido los verdaderos motivos de la visita. No se olvide que la economía norteamericana está en crisis y que la expansión de los negocios estadounidenses en América Latina es uno de los caminos necesarios para superarla.
Ahora bien, la elección de El Salvador como uno de los tres países de la gira latinoamericana de Obama tiene como objetivo dar un mensaje al resto de naciones centroamericanas, al pueblo salvadoreño y, de un modo especial, al FMLN: Estados Unidos puede mantener una relación de amistad con un Gobierno de izquierda siempre y cuando no cuestione los intereses del capitalismo global, respete el modelo democrático y no se alinee con ningún otro bloque que pueda minar la hegemonía estadounidense (el ALBA, por ejemplo). En pocas palabras, siempre y cuando se mantenga en la socialdemocracia y opte por mantener unas relaciones de amistad con Estados Unidos, así como lo han hecho Chile y Brasil.
Como se ve, no es tan cierto que Obama aplique una política de igualdad entre naciones y de respeto al derecho de los pueblos. Un verdadero cambio en las relaciones de Estados Unidos con Centroamérica debería pasar por una solicitud explícita de perdón por el mal que esa nación ha causado a los pobres de la región. Si hemos exigido que España pida perdón por el genocidio que cometió en la conquista de América, si le exigimos al Gobierno salvadoreño que pidiera perdón por las masacres y violaciones a los derechos humanos cometidas durante la guerra civil, también cabe exigirle al presidente Obama que pida perdón por el nefasto papel que el Gobierno estadounidense ha jugado a lo largo de la historia reciente de Centroamérica, en especial en la década de los ochenta.
Vale recordar que monseñor Romero le pidió al presidente Carter el cese de la ayuda militar a El Salvador, pues esta causaba un enorme dolor y sufrimiento al pueblo salvadoreño. No obtuvo respuesta. En este sentido, no basta con la visita de Obama a la tumba del arzobispo mártir. Para honrar con propiedad la memoria de Romero, el mandatario debería pedir explícitamente perdón por el apoyo que el Gobierno de su país brindó a los militares salvadoreños; apoyo que lo volvió cómplice del asesinato del arzobispo y de las muchas barbaridades que se registraron en aquellos años.
Por su parte, bien haría el presidente Funes en aprovechar la visita para hacerle ver al presidente Obama que hay contradicciones entre los intereses de sus respectivas naciones. Las políticas migratorias estadounidenses, el Tratado de Libre Comercio, la política agrícola proteccionista, la negativa a adoptar medidas que disminuyan el daño ambiental que causan las empresas norteamericanas y la legislación sobre patentes son algunos ejemplos de políticas que benefician a Estados Unidos, pero que perjudican gravemente a El Salvador y al resto de Latinoamérica. Si Obama quiere inaugurar con esta visita nuevas relaciones exteriores de respeto e igualdad, tiene que pasar de las palabras a los hechos.

24 de marzo, Dia Internacional del Derecho a la Verdad

En diciembre de 2010, la ONU proclamó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. Un fundamento primordial de la proclamación lo constituye el legado de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Así lo estipula la parte central del documento de la ONU —poco conocido y difundido—, donde se lee lo siguiente:
“Reconociendo la importancia de promover la memoria de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia; Reconociendo además, al mismo tiempo, la importancia de rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos de todos, y a quienes la han perdido en ese empeño; Reconociendo en particular la importante y valiosa labor de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador, quien se consagró activamente a la promoción y protección de los derechos humanos en su país, labor que fue reconocida internacionalmente a través de sus mensajes, en los que denunció violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables; Reconociendo los valores de Monseñor Romero y su dedicación al servicio de la humanidad, en el contexto de conflictos armados, como humanista consagrado a la defensa de los derechos humanos, la protección de vidas humanas y la promoción de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantes al diálogo y su oposición a toda forma de violencia para evitar el enfrentamiento armado, que en definitiva le costaron la vida el 24 de marzo de 1980; 1. Proclama el 24 de marzo Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas; 2. Invita a todos los Estados Miembros, a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y a otras organizaciones internacionales, así como a las entidades de la sociedad civil, incluidas las organizaciones no gubernamentales y los particulares, a observar de manera apropiada el Día Internacional; 3. Solicita al Secretario General que en su sexagésimo sexto período de sesiones la informe sobre la aplicación de la presente resolución”.
La proclama tiene para El Salvador un valor histórico indiscutible: el legado de Monseñor se ha institucionalizado de manera universal (algo que Jon Sobrino ha calificado como una “canonización laica”). Aunque, como era de esperarse, la mayoría de medios de comunicación no le dio en su momento la debida importancia; veremos qué prioridad le dan el próximo 24 de marzo. Pero volvamos a la causa que inspira esta resolución de la ONU: el reconocimiento de monseñor Romero como un “humanista consagrado” a la defensa de los derechos humanos, a la protección de vidas humanas, a la promoción de la dignidad del ser humano.
Y, en efecto, el humanista consagrado por vocación humaniza, y monseñor lo hizo al menos de dos maneras: denunciando el pecado histórico y anunciando la justicia para el pobre. Con respecto a lo primero, monseñor sostuvo que “la Iglesia tiene que seguir denunciando el pecado de nuestros días. Tiene que denunciar el egoísmo que se esconde en el corazón de todos los hombres, el pecado que deshumaniza (…) que convierte el dinero, la posesión, el lucro y el poder como fin de los hombres (…) Cuando la Iglesia oye el clamor de los oprimidos no puede menos que denunciar las formaciones sociales que causan y perpetúan la miseria de la que surge ese clamor” (Segunda Carta Pastoral, 1977). Según esto, el humanista consagrado no lo es simplemente por una actitud ética propia de una persona virtuosa; no se trata de altruismo, sino de algo más hondo: en palabras de Jon Sobrino: “se trata de escuchar los clamores de los pobres, interiorizarlos y dejarse afectar por ellos. Es el ejercicio de la misericordia afectica y efectiva. Es la profesión como vocación”.
Pero monseñor no solo humanizó denunciando, lo hizo también anunciando la justicia para el oprimido, y eso implicó tareas muy concretas para la misión de la Iglesia, tales como “ser la voz de los que no tienen voz, defensora de los derechos de los pobres, animadora de todo anhelo justo de liberación, orientadora, potenciadora y humanizadora de toda lucha legítima por conseguir una sociedad más justa” (Cuarta Carta Pastoral, 1979). No fueron prácticas asistencialistas, sino más bien un modo responsable de estar en la realidad más sufriente: la de las víctimas. Desde ahí, monseñor criticó el deterioro moral en el ámbito de la administración pública, del sector privado, y de la misma Iglesia; desenmascaró las idolatrías de la sociedad: absolutización de la riqueza, del poder y de la ideología; propuso una liberación integral que unificara evangelización con promoción humana, cambios de la persona con cambios estructurales, y acompañamiento respetuoso de los sectores populares.
En la proclama se invita a todos los Estados miembros, así como a las entidades de la sociedad civil, a observar de manera apropiada esta celebración del 24 de marzo. Y debería estar claro que lo “apropiado” no se relaciona solo con actos conmemorativos, sino sobre todo con la puesta en práctica de opciones primordiales a las que se consagró monseñor Romero: opción por la verdad, la justicia y la cercanía con el pueblo sufriente. Opciones necesarias para transformar la deshumanización que domina buena parte de la convivencia —o sobrevivencia— humana.

Monseñor Romero, Guia de la nacion (Ysuca)

Este 24 de marzo se celebra el XXXI aniversario de la muerte martirial de nuestro querido arzobispo, profeta y pastor monseñor Romero. A lo largo de estos años posteriores a su muerte, la figura de monseñor Romero ha ido adquiriendo la relevancia y el prestigio que le corresponde por su enorme talla humana y espiritual. Aunque todos los reconocimientos que ha recibido son importantes, posiblemente el más significativo es el otorgado por Naciones Unidas, por tratarse de una instancia internacional en la que participan la mayoría de naciones del mundo. Se trata de la declaración que establece el 24 de marzo, fecha de su asesinato, como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.
La valía de monseñor Óscar Arnulfo Romero como persona y como obispo, como profeta y defensor de los derechos humanos, ha sido reconocida tanto por instituciones de mucho prestigio como por pequeñas organizaciones locales. Son millones las personas de todas partes del mundo, cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, gente común y personalidades, que han descubierto la sencillez y la grandeza de la figura de Romero. Esta admiración universal es una confirmación meridiana de que Romero fue un hombre excepcional que desde el ejercicio de su ministerio episcopal en uno de los más pequeños y convulsionados países del mundo, con su entrega y apoyo a la causa de un mundo más humano, más justo, más verdadero, se consagró como un líder para toda la humanidad.
Pero los primeros que le manifestaron su reconocimiento fueron los campesinos, los trabajadores y los pobladores de los barrios pobres de nuestro país, quienes al descubrir en él su cercanía y cariño profundo, al verlo como un pastor que estaba a su lado, hablando verdad y defendiéndoles de los atropellos del poder, le dieron su amistad y amor. Ellos, los pequeños y sencillos de este mundo, así como ocurrió con Jesús de Nazaret, fueron los primeros en reconocer quién era en verdad el arzobispo Romero. Y para Romero fue el reconocimiento más entrañable, el más apreciado, el más deseado.
En este sentido, ha sido muy especial para el pueblo de El Salvador que el presidente Funes, en su acto de toma de posesión, le otorgara a monseñor Romero el título de “guía espiritual de la nación”. Un guía espiritual es una persona que por su profunda sabiduría y conocimiento de la vida humana puede guiar a otras personas, puede ayudarlas para que avancen en su camino. Un guía es una persona que ayuda a dar los pasos necesarios para alcanzar aquello que de verdad se desea. Nombrar a monseñor Romero guía espiritual de nuestra nación implica un gran compromiso; significa disposición a buscar en su vida y muerte todo aquello que pueda orientar el camino de El Salvador hacía una realidad nueva y distinta, en la que, según el deseo de monseñor Romero, todos los salvadoreños y salvadoreñas vivamos en paz, en verdadera hermandad, con profundo respeto de unos hacia otros, practicando la justicia y reconociendo la igual dignidad de todo ser humano. En una sencilla frase muy propia de él, “la mayor gloria de Dios es que el pobre viva”
A 31 años de su muerte, monseñor Óscar Romero tiene mucho que enseñarnos y decirnos, precisamente en esta época en la que tenemos la oportunidad histórica de transitar hacia la construcción de un país que verdaderamente acoja a todos sus hijos e hijas, y los tenga por tales. Si en ese proceso de transformaciones El Salvador se deja realmente guiar por monseñor Romero, podemos estar seguros de que iremos por el camino correcto y llegaremos al destino deseado.
Y dejarse guiar por nuestro pastor significa actuar como él actuaba y bajo los mismos principios que iluminaron su vida.
Saber oír a la gente, escuchar sus dificultades y sus angustias, sus anhelos y esperanzas. Ser capaz de sentir como propia la realidad de las personas más vulnerables y ponerse solidariamente a su lado en la defensa de su vida y de sus derechos. Denunciar y luchar contra todo tipo de mal, contra todo aquello que esté causando dolor y sufrimiento a los seres humanos, en especial a los más vulnerables. Buscar siempre la verdad y practicar el diálogo como el camino de solución a nuestros conflictos y desterrar la violencia de todo tipo, porque esta solo genera más violencia y deshumaniza a la sociedad. Planificar, proyectar y construir la sociedad con el fin de que los pobres vivan. Estar dispuestos a sacrificar los intereses particulares a favor de los intereses comunes de todo un pueblo. Estas son algunas de las actitudes y principios que guiaron la vida de Romero, y que sin duda al seguirlos cambiarán radicalmente a El Salvador.