¿Cuáles son las estrategias, la "gimnasia" que nos permite mantener con vigor nuestra atención, que permite mantener en forma nuestra lucidez? Cuatro movimientos conforman la tabla, movimientos que, trabajados día a día, nos hacen ágiles en el discernimiento y hacen de éste no un sobreesfuerzo sino nuestro modo habitual de ser cristianos. Los enuncio con cuatro infinitivos, para luego explicarlos: examinar, contemplar, escuchar y exponerse.
Examinar: detenerse cada día para preguntarme qué es lo que estoy recibiendo, qué es lo que está pasando, qué estoy recibiendo y qué estoy dando... Sentarme cada día un rato en el balcón que da a la plaza de mi vida para captar lo que pasa por ella: no contentarse con miradas furtivas y esporádicas a través de la ventana. No se trata de un ejercicio de matemáticas o de contabilidad, sino de un ejercicio de sosiego interior y de sensibilidad. Este sencillo ejercicio nos da una agilidad increíble cuando es cotidiano, y tiene, además, importantes efectos terapéuticos: en su cotidianeidad se genera memoria, somos invitados a descubrir que también en los días grises, o negros, recibimos, y que incluso en los días que nos parecen "gloriosos" hay algo de lo que debemos pedir perdón.
Discernir, buscar la voluntad de Dios en el día a día de nuestra vida es, básicamente, esta gimnasia interior: examinar, contemplar, escuchar y asumir algún riesgo. Todo ello nos hace "atentos", y en la "atención" creciente nuestro amor al Señor se hace más delicado, nuestro seguimiento de Jesús más cercano y nuestro servicio a los demás más desinteresado. Buscar la delicadeza en el amor, la cercanía en el seguimiento, el desinterés en el servicio: eso, y no otra cosa, es "buscar la voluntad de Dios".
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