Marco Aurelio
nace el 26 de abril del año 121 d.C. en el seno de una familia aristocrática
que cuenta con la confianza del emperador. Desde su primera infancia parece
destinado a ocupar puestos relevantes en el Imperio y muy temprano comienza a
integrarse en lo más alto de la vida ciudadana.
Adoptado como hijo por su tío, el emperador
Antonino que había sucedido a Adriano al mando del Imperio, en el l6l, tras la
muerte de Antonino, se reparte con su hermano adoptivo Lucio Vera la sucesión
imperial.
Marco Aurelio
era frugal en su vida y su tiempo libre lo dedicaba al estudio. Las
Meditaciones no nos ilustran sobre los acontecimientos acaecidos en su época de
emperador, sino que son breves pinceladas dispersas sobre sus gustos y anhelos,
soliloquio espiritual y filosófico de un emperador preocupado por construir una
“ciudadela interior” que corriera mejor fortuna que su Imperio.
Los reinados
de Trajano (98-117), Adriano (117-138), Antonino Pío (138-161) y Marco Aurelio
(161-180) quedaron en la tradición romana posterior como una edad dorada,
imagen posiblemente transmitida por fuentes contemporáneas filosenatoriales y
recogida por Dión Casio, Herodiano y más tarde transmitida por escritores de
los siglos IV y V como Aurelio Víctor, Eutropio, Festo, San Jerónimo y Sulpicio
Severo. Especial mención merece la Historia
Augusta, obra incierta en cuanto a su autoría al no saberse si pertenece a
un único autor o a varios, posiblemente redactada entre finales del siglo IV y
comienzos del V y que contó con fuentes diversas, algunas probablemente del
periodo Antonino, añadidos posteriores e invenciones motu proprio.
Características comunes de estos emperadores
fueron sus buenas relaciones con el elemento senatorial, tendencia que se
impuso con Nerva —de quien Tácito señaló que había combinado el principado y la
libertad—, y la lealtad del ejército. Como paradigma del buen gobernante se
presentó el gobierno de Trajano, a quien saludó Plinio en su panegírico como
optimus princeps. Común a los emperadores antes mencionados es un origen
familiar no itálico, procedentes de provincias romanizadas como Hispania o
Galia; tal circunstancia no deja de ser un reflejo de la cada vez mayor
influencia provincial tanto en el Senado como en el ejército. Aunque el Senado
era predominantemente un cuerpo itálico su composición va transformándose
progresivamente; si al comienzo del gobierno de Trajano tres cuartas partes de
sus miembros eran de origen itálico, a la muerte de Marco Aurelio se redujo a
poco más de la mitad.
El gobierno de Adriano tuvo enfrentamientos
con el Senado por tomar iniciativas que mermaban la autonomía de esta
Cámara, tales como impulsar el Consejo
Imperial, órgano formado fundamentalmente por juristas, y repartir cargos de la
administración estatal a miembros no senatoriales, es decir del grupo ecuestre,
grupo social que junto con la nobleza provincial fue introducido en el Senado.
Ello explicaría la existencia de una oposición soterrada que se manifestó tras
su muerte, al intentar el Senado anular los actos del emperador o negarle la
apoteosis, deificación del emperador. El resto de los Augustos, en cambio,
mantuvieron relaciones excelentes con el ardo senatorias. Trajano instauró una
práctica política que pretendía conciliar, al menos en las formas, la autoridad
del príncipe con la libertas republicana, concepto considerado por el elemento
senatorial como presupuesto básico de la autonomía y del prestigio del Senado,
así al menos nos lo ha transmitido Plinio en su panegírico del año 100.
Antonino Pío mantuvo relaciones excepcionales con el Senado de Roma; no ajena a
esta circunstancia podría ser la tradición senatorial de la familia: su abuelo
paterno, T. Aurelio Fulvio, fue dos veces cónsul y luego prefecto de la urbe,
su abuelo materno Arrio Antonio también dos veces cónsul y procónsul de Asia,
el mismo Antonino era uno de los principales miembros del Senado y había
ejercido de consular de Italia y procónsul de Asia. Se dedicó a asociar al Senado
en las decisiones importantes; aunque no pasaron de ser meras fórmulas, la
realidad es la continua pérdida de influencia de este órgano a lo largo del
periodo imperial. Sin embargo, la buena sintonía entre emperador y senatoriales
le valió el sobrenombre de Pius y el título de Augusta a su mujer Faustina.
Ahora bien, el Consejo Imperial siguió teniendo una mayor influencia en las
decisiones político-administrativas, al mismo tiempo que reforzó su función
jurídica.
Marco Aurelio, al igual que sus predecesores,
mantuvo la misma política de amistad hacia el Senado; en su advenimiento al
Imperio se comprometió a no ejecutar a ningún miembro senatorial, aunque fueran
opositores políticos. El emperador filósofo siguió practicando pequeñas
deferencias con la asamblea senatorial: aumentó sus atribuciones como tribunal
de apelación, asistía a las sesiones del Senado, sometía a la decisión del
mismo asuntos importantes como el de declarar la guerra o establecer tratados
con los pueblos germanos. Concedió subsidios a senatoriales empobrecidos que
corrían el riesgo de perder su condición senatorial. En definitiva se puede
decir que siguió la línea de su modelo, Antonino Pío. Dicha entente, entre
senadores y Antoninos, se vio truncada por Cómodo, hijo de Marco Aurelio, cuyas
buenas relaciones iniciales se fueron descomponiendo a lo largo de su reinado,
hasta acabar en la conspiración fracasada del 182, que conllevó la represión de
un grupo amplio del elemento senatorial.
La tendencia a introducir elementos del grupo
ecuestre en la administración del estado, ya iniciada en épocas anteriores,
continúa con los Antoninos y es con Marco Aurelio cuando los ecuestres ocupan
una mayor relevancia en el desempeño de cargos públicos, teniendo
responsabilidades y poder comparables a los senadores y rompiendo de alguna
manera el equilibrio entre órdenes; así en el 177 el Consejo Imperial está
formado por el mismo número de senadores que de caballeros. Una lenta evolución
que se acelera en la primera mitad del siglo ni desemboca bajo Galieno, al
descartar a los senadores de los principales puestos de responsabilidad a favor
de los caballeros. Este orden va a ver incrementado su número al introducirse
caballeros provinciales en los principales puestos. Si anteriormente los cargos
de oficiales ecuestres eran asumidos tradicionalmente por itálicos, bajo los
Julio-Claudios el 40 por 100 de estos oficiales eran de las provincias; con los
Flavios y los Antoninos este porcentaje sube al 60 por 100.
No sólo el elemento senatorial y ecuestre vieron
cumplidas sus aspiraciones, también las capas populares fueron atendidas por
los Antoninos y más concretamente por Trajano; este emperador llevó a cabo una
obra social a favor de los grupos sociales más pobres. Entre sus actuaciones
concretas destaca el sistema de los alimenta; iniciado tal vez por Nerva, es
con Trajano cuando se desarrolla de manera definitiva. Se concebía como un
auténtico sistema de asistencia pública que afectaba a un gran número de
ciudades itálicas. El sistema presentaba dos niveles diferenciados: uno
consistente en una ayuda financiera prestada por el Estado a los propietarios
de tierras, otra parte era una asistencia a niños de familias necesitadas; de
esta manera el Estado distribuía créditos bajos a los propietarios de tierras, quienes
a su vez pagaban unos intereses anuales que repartidos por el Estado revertían
en los más indigentes.
En cuanto al sistema militar de los Antoninos
hay que señalar en primer lugar el cambio operado en la adscripción de origen
de los miembros de la armada, en segundo lugar, la transformación en el sistema
defensivo, decisión tomada por Adriano con el fin de lograr una frontera,
limes, continua y segura, bien a través de obstáculos naturales o, en su
defecto, mediante construcciones defensivas estables; ello propició el
surgimiento de destacamentos permanentes formados por provinciales con
ciudadanía romana. El reclutamiento de los cuadros superiores y el de los
centuriones evoluciona paralelo a las tropas, tal vez con una tendencia menos
acusada; así se nombra oficiales militares a los notables procedentes de las
colonias provinciales, principalmente Hispania y Galia; añadiéndose, como
señalamos anteriormente, la creciente regionalización de los ejércitos
acantonados en las fronteras. El creciente aumento de ejércitos acantonados y
su mayor autonomía hacen que la lealtad del ejército sea un elemento de vital
importancia para la estabilidad de los emperadores. Aunque la aquiescencia del
Senado podía ser importante en los primeros momentos de llegar al augustado,
para la permanencia en el poder el emperador debía contar con la seguridad del
ejército, de ahí que todos los emperadores se estrenen con donativos abundantes
al ejército.
La política exterior de los emperadores
Antoninos se movió entre la expansión de Trajano y la política defensiva de
Marco Aurelio, predecesora de la situación de acoso que a partir de entonces va
a vivir el Imperio en diversos frentes. Trajano fue el único emperador de los
dos primeros siglos en retomar una política expansiva fundada sobre la
conquista militar, con la adquisición de nuevos territorios que marcan los
límites máximos del Imperio Romano. Roma logró expandirse a costa del reino
dacio y controlar de este modo las márgenes del Danubio. En Asia se desplegó el
dominio por la Arabia Petra, reino de los nabateos, que junto con la Decápolis
formó una nueva provincia imperial: Arabia. La expansión hacia el territorio
pártico, a pesar de victorias significativas, no pudo consolidarse y más que
otra cosa le sirvió a Trajano para que el Senado le concediera el título de
Parthicus, vencedor de los partos, y los reversos de las monedas proclamaran la
subordinación de Armenia y Mesopotamia al Imperio Romano.
La política de Adriano se alejó completamente
de la de su antecesor Trajano; comprendió la imposibilidad de continuar las
conquistas y la necesidad de contar con un sistema defensivo más seguro que
mantuviera lo ya conquistado. Las circunstancias geoestratégicas determinaron
un modelo defensivo basado en dos presupuestos: un ejército en gran parte
formado y establecido en los límites del Imperio, creando verdaderas ciudades
en torno a las fortificaciones; aplicándose una instrucción severísima,
entrenándose los soldados como si fueran a combatir inmediatamente. En segundo
lugar creó un completo y continuo sistema de limes: junto a las propias
fronteras naturales añadió un sistema de fortificaciones mediante líneas
continuas a través de Britania, y en el continente en Germania Superior y
Retia. Se establecieron empalizadas y torres de vigilancia que si bien no
servían para frenar una invasión, al menos sí proporcionaban seguridad frente a
incursiones esporádicas de pequeños grupos. Antonino Pío siguió la política de
Adriano preservando el mismo sistema defensivo e incluso haciendo nuevas
construcciones en Britania, el muro de Antonino, en Dacia y quizá en
Mauritania. Igualmente mantuvo, como Adriano, legiones acantonadas en las
fronteras, utilizando tácticamente pequeños destacamentos móviles, llamados vexillationes, sistema utilizado ya por
su predecesor. Este período gozó de cierta tranquilidad, a pesar de
enfrentamientos en las fronteras o rebeliones dentro del propio territorio
romano, la más cruenta de todas en Judea. Es con Marco Aurelio cuando comienzan
a manifestarse ciertos síntomas de intranquilidad en las fronteras. Con dicho
emperador los problemas exteriores del Imperio se caracterizan por agotadoras
guerras: primero en Oriente, contra los partos, y sus últimos años en la
frontera del Danubio, para rechazar a pueblos germánicos y sármatas. Hasta tal
grado llegaron las dificultades exteriores de Roma que se ha calificado el
gobierno del emperador filósofo como el comienzo de la crisis del Imperio
Romano. Momento en que se rompe el equilibrio, no sólo por la presión bárbara sino
también por los problemas sociales y políticos internos.
Infancia y primeros estudios
Marco Aurelio
nace el 26 de abril del año 121 d.C. en el seno de una familia que, sin ser
célebre en épocas anteriores, cuenta con la confianza del emperador Adriano,
como demuestra que el mismo año del nacimiento de Marco Aurelio su abuelo fuera
cónsul, su padre prefecto de la ciudad unos dos años más tarde, y su abuelo de
nuevo cónsul en el 126, por tercera vez. Los Anio Vero son una familia
italiana, asentada en Híspanla, en Ucubi, cerca de Córdoba, que hacen su
carrera al amparo de Trajano y Adriano. Su madre era Domicia Lucila (la menor),
cuya gran riqueza procedía de fábricas de ladrillos que surtían a Roma. Cuentan
también con influencias políticas, el bisabuelo materno de Marco Aurelio fue
cónsul en el año 55. Una hermana de su madre se casó con el rico y distinguido
Tito Aurelio Antonino, el futuro emperador Antonino. Así pues ambas familias
entraban en los parámetros de una nueva aristocracia que hizo carrera entre la
segunda mitad del siglo I y primer tercio del siglo II, que surte de
magistrados de cierto prestigio a Roma y a las provincias.
Los padres de Marco Aurelio, Lucila y su
esposo Vero, tienen de su matrimonio dos hijos, Annia Cornificia Faustina y el
futuro emperador, quien posiblemente fuera uno o dos años mayor que ella. El
padre de Marco Aurelio muere joven, durante su pretura, cuando el hijo contaba
con tres o cuatro años.
Marco Anio Vero Catilio Severo, como probablemente
sería llamado en los primeros años, fue criado, hasta la muerte de su padre, en
una quinta familiar situada en la colina del Celio, donde se asentaban los
ricos de Roma. Tras la muerte paterna vive con su abuelo Vero (Meditaciones, 1.17.2), en una mansión
situada al lado del templo laterano (Historia
Augusta, vita Marci, VII). Es en este lugar donde recibe sus primeras
enseñanzas, después de que dejara de estar al cargo de niñeras (Meditaciones, 5.4 y vita Marci, II, 1), posiblemente griegas[2]. Era
considerado conveniente que en los primeros años el noble romano se
familiarizara con el griego, lo cual sería muy ventajoso en años posteriores,
cuando recibe instrucción de un profesor griego para que aprenda a leer y
escribir en esta lengua.
La educación de Marco Aurelio
La vita Marci (II, 1) señala que fue un
chico serio en su primera infancia, fuit
a prima infantia gravis; también a través del libro primero de las
Meditaciones conocemos su aprendizaje. El entorno familiar es el primer espacio
socializador del niño noble romano, incluidos los sirvientes esclavos, con
quienes pasa más tiempo. Marco Aurelio recuerda a su madre por ser ella quien
lo introdujo en las prácticas cultuales (1.3); Domicia Lucila transmite al hijo
la devoción a los dioses, una virtud esencial en la vida de un romano; como
buena matrona le enseña el respeto a los fundamentos sagrados, privados y
públicos, que conforman la religiosidad romana. La austeridad también la
aprende de su madre, cualidad apreciada por los estoicos pero también por los
romanos, por cuanto recordaba la manera ancestral de comportarse de sus
antepasados. La madre también debió estimularlo intelectualmente, si hacemos
caso del prestigio que, según las fuentes, tenía como conocedora de la cultura
helenística. Un ejemplo basta para ilustrar el saber de esta dama romana: en la
correspondencia de Frontón a Marco Aurelio, el rétor explícitamente afirma la
utilización del griego para dirigirse a su madre, a pesar de considerarlo un
atrevimiento dado el menor conocimiento que él tiene de esta lengua[3].
Sus primeros pasos en la enseñanza se
desarrollaron en el ámbito privado. En estos años desempeña también un papel
importante su bisabuelo materno Catilio Severo, quien es llamado proavus materno[4].
Marco Aurelio agradece a su bisabuelo no haber escatimado gastos para que
pudiera aprender en casa (Meditaciones,
1.4); las familias aristocráticas apreciaban este tipo de educación mejor que
la enseñanza pública. Quintiliano y Plinio el Joven nos muestran cómo a finales
del siglo I y comienzos del II la instrucción particular en la casa era señal
de prestigio y era buscada por aquellos que podían costeársela. En estos
primeros años el preceptor se dedica fundamentalmente a darle una educación
moral y un aprendizaje de buenas costumbres; también se inicia al niño en las
primeras letras. Marco Aurelio recuerda a su preceptor, no tanto por un
aprendizaje concreto como por proporcionarle unas pautas de comportamiento
(1.5) morales, evitar la calumnia, y disciplinarias, ser constante y esforzarse
en el trabajo, al igual que le hizo apartarse de las aficiones circenses.
Conocemos a través de la Historia Augusta (v. Marci,
II, 2) algunos de los primeros maestros; aunque al preceptor o preceptores les
incumbe la misión de velar por la conducta y las actuaciones morales del
infante, la formación más específica estaría en manos de personas como el
literato Euforión, posiblemente un esclavo o liberto, que le enseñaría los
fundamentos del saber literario, unos elementales exempla, primeros pasos en la escritura, así como el conocimiento
de algunos autores importantes; entre ellos ocupa un lugar destacado Homero, al
cual los estoicos convirtieron en »el más sabio de los poetas«[5].
Además el adolescente debe conocer la comedia y saber entonar y recitar, artes
que le pudo proporcionar el cómico Gémino. La música, la geometría, la
matemática serían otros de los saberes en los que un joven culto debía
ejercitarse; conocemos uno de estos maestros por la Historia Augusta, el músico
y geómetra Andrón[6].
Otro nivel de su formación lo ocupó el
conocimiento de la gramática y de la oratoria; según la Historia Augusta acudió
a diversos maestros y escuelas de gramática y oratoria, tanto griega como
latina, y parece que con igual empeño en ambas. De este aprendizaje le
quedaron, como maestros y amigos, Heredes Ático, orador griego que había sido
cónsul en el año 143, y sobre todo Frontón, al que recuerda en las Meditaciones (1.11) y en la
correspondencia entre ambos, de la que se desprende una excelente amistad que
sin embargo no impidió, frente al deseo del orador latino, que Marco Aurelio se
inclinara desde muy temprano por la filosofía; según la Historia Augusta a los
once años asumió el atuendo de los filósofos y su vida rigorista. De esta
época, entre la niñez y adolescencia y de su estudio de la gramática, recuerda
al griego Alejandro el Gramático[7],
célebre personaje que dirigía una escuela en Frigia, a quien Antonino hizo
venir a Roma para dar lecciones a su hijo adoptivo, posiblemente hacia el 135.
El oficio de gramático consistía en enseñar lo que hoy llamamos propiamente
gramática, pero además en época de Marco Aurelio, posiblemente antes, fueron
desempeñando tareas que en teoría habían estado en manos de los retóricos,
inculcando a los alumnos los primeros pasos de la composición. De ahí que cite
a Alejandro el Gramático como la persona que le enseñó los errores más
corrientes de escritura: hiatos, aliteraciones, barbarismos; probablemente
aprendió con él la exégesis de textos y la crítica literaria. Sin embargo Marco
Aurelio aprecia al evocarlo tanto su conocimiento técnico como la comprensión
para quienes cometían errores.
Observamos cómo a lo largo del libro primero
de las Meditaciones el filósofo
recuerda a sus maestros, más que por el conocimiento técnico que le aportaron,
por enseñarle un saber relacionado con la cotidianidad, esto es, un
conocimiento que pretende formar el carácter, muy en la línea del estoicismo.
Nos equivocaríamos, sin embargo, si pensáramos que la enseñanza romana
pretendía únicamente una formación centrada en el propio individuo; la
finalidad última del aprendizaje entre los nobles consistía en crear »buenos«
ciudadanos romanos, cuyos conocimientos y saberes les permitieran reconocerse
entre ellos y diferenciarse del resto de la ciudadanía. De todas maneras Marco
Aurelio parece, a simple vista, distinguirse de dicho grupo social,
agradeciendo a su madre que le impidiera parecerse a los ricos (Meditaciones, 1.3) y al propio Frontón
por animarle a alejarse de la afectación de los patricios (Meditaciones, 1.11). En todo caso no dejan de ser reflexiones a
posteriori del emperador-filósofo que no anulan el carácter elitista de la
educación por él recibida.
Después de instruirse en la gramática, sus
estudios irían encaminados al dominio de la oratoria; Marco Aurelio recuerda al
excelente rétor Frontón, maestro y gran amigo, quien estaba interesado en
atraerlo a su disciplina. Al igual que el resto de los jóvenes instruidos, el
joven César debía cursar estudios retóricos, posiblemente a los doce o trece
años, en los que aprendería teoría, estudio de los arquetipos y ejercicios de
aplicación. Trabajo fatigante y arduo para los aprendices, quienes
sistemáticamente debían ejercitarse en el estudio de las cinco partes de que
constaba la retórica: la invención, la disposición, la elocuencia, la
mnemotecnia y la ejecución. Para lograr un dominio fluido los alumnos
practicaban una y otra vez cada una de estas partes y trabajaban con fragmentos
de famosos oradores. Por último debían realizar ejercicios de aplicación de
diverso carácter que constituían verdaderos discursos[8]. Frontón
va conduciendo a Marco Aurelio, tal vez cuando contaba dieciocho años, a través
de esta ardua disciplina de manera progresiva y pausada[9]. El
orador latino tenía muy presente que estaba enseñando a un futuro emperador y
sus recomendaciones también iban en esa línea; en una carta le recuerda »que la
elocuencia del César debe ser igual a una tuba«[10]. Al
hilo de lo señalado no hay que olvidar que la retórica en Roma se caracteriza
por tener un componente ético y filosófico, procurando, a través del
conocimiento mimético de grandes escritores y de ejemplos patrióticos, lograr
una vida recta en el aprendiz[11]. El
recuerdo que Marco Aurelio tiene de Frontón es amable, agradecido a su maestro
por enseñarle que el disimulo y la hipocresía están ligados a la tiranía. A
pesar de que este concepto no aparece en el epistolario de Frontón, no es
descartable que el tema de la tiranía fuera comentado y trabajado por alumno y
profesor, ya que dicho tema desempeña un papel importante en los ejercicios de
declamación[12].
Así pues la evocación al maestro proviene de haberle recomendado la huida de
tentaciones absolutistas propias de malos emperadores como Domiciano, paradigma
de tirano. Escaso agradecimiento a Frontón, quien durante décadas fue su
instructor y amigo.
A pesar de la enorme amistad que los unía y
del interés de Frontón por desear que Marco Aurelio tuviera una mayor
dedicación retórica, más apropiada para un emperador (diversas cartas recogen
los consejos de Frontón ante las intervenciones que Marco Aurelio, como César o
Emperador, realizaba ante el Senado), la fuerte vocación filosófica de Marco
Aurelio lo alejó del arte retórico para profundizar en la filosofía. La
influencia que ejerció Rústico sobre su alumno debió de ser una cruel decepción
para Frontón, que poco a poco debe admitir que aquél terminará abrazando la
filosofía[13]. La
predilección del joven César por la filosofía iba contracorriente dado que a
partir de Adriano la pasión por la declamación fue creciendo entre los jóvenes
nobles, que fácilmente abrazan nuevos modos de expresión procedentes de Grecia.
Los líderes de este movimiento literario no eran otros que el propio Frontón y
Apuleyo de Madaura[14].
Antes que Rústico lo ayudara a profundizar en
la filosofía, concretamente en el estoicismo, fue Diogneto, maestro de diversas
disciplinas, quien debió introducirlo en el saber filosófico (Meditaciones, 1.6). Posiblemente lo
adiestró también en dibujo, según cuenta la Historia
Augusta, y lo entrenó en diversas actividades deportivas. La imagen que la
Historia Augusta nos proporciona del tiempo en que Diogneto fue su preceptor es
la de un adolescente con gustos y aficiones propias de cualquier joven romano:
amante de los deportes, ejercitándose en la lucha, aficionado a las carreras de
caballos o la caza[15].
Marco Aurelio a pesar de su gravedad y de su dedicación a los estudios debía
ser un adolescente similar al resto, a veces con una conducta propia de un
mozalbete; en una carta a Frontón nos muestra a un jovenzuelo más preocupado
por divertirse a costa de un pastor a quien espanta las ovejas[16]. La
evocación aparecida en las Meditaciones sobre
su maestro Diogneto es complementaria con la fuente tardía; en una edad de
juegos el maestro lo va iniciando en actividades lúdicas menos infantiles, más
apropiadas para un futuro emperador. Observamos en Diogneto un gran pedagogo,
no le sustrae de las actividades corporales y otros entretenimientos propios de
la edad temprana, pero encauza esta necesidad a través de ejercicios corporales
que serán útiles en las actividades militares. También le enseñó a distinguir
las supercherías y a los charlatanes, muy propios de una cultura oral como
aquélla, y al mismo tiempo procuró que se adaptara a una vida sobria similar a
la tradicional formación espartana (Meditaciones,
1.6). Es, sin embargo, con Rústico con quien Marco Aurelio se introduce de
lleno en la filosofía, concretamente en la filosofía estoica. Rústico comienza
a ejercer su influencia hacia el 146, cuando Marco Aurelio tiene alrededor de
veinticuatro o veinticinco años y ya ha conseguido una formación gramática y
retórica previa, conocimiento de textos de los más importantes autores
clásicos, un cierto razonamiento lógico y filosófico.
Conviene señalar que la tendencia filosófica
predominante en el mundo romano era el estoicismo, que Panecio y Posidonio
habían logrado conciliar con el temperamento romano; menor repercusión tuvieron
otros movimientos filosóficos como los cínicos, a pesar de tener influencia en
la moral estoica, o el epicureismo —éste con desigual fortuna. El escepticismo
en este momento está en franca regresión y va a ver limitado el numero de
partidarios. El neoplatonismo, por su parte —nos referimos fundamentalmente al
platonismo medio del siglo II d.C.—, sirvió como soporte ideológico-religioso a
corrientes como la estoica y epicúrea, también a los cristianos, que introducen
elementos platónicos en la espiritualidad del momento, profundizando
teóricamente en el paso de una realidad material hacia un mundo inmanente[17].
Podemos apreciar que Marco Aurelio escoge la corriente filosófica más difundida
y la más apreciada en determinados círculos de la nobleza romana. Grupos con
cierta influencia política, que aunque organizados de manera un tanto inconexa,
fueron firmes en sus principios frente a Domiciano.
Hemos señalado más arriba el peso de Rústico
en Marco Aurelio, que lo alejó de las disciplinas que lo apartaban de la
práctica filosófica. Recuerda el emperador de su maestro la sencillez y
sobriedad tanto en la vida como en el saber, rigor en la lectura y olvido de
prácticas sofisticas y retóricas, en definitiva procurar armonizar fondo y
forma en su persona, que los signos externos, incluso la escritura, fueran el
reflejo e la propia personalidad (Meditaciones,
1.7). Rústico lo introduce en la Estoa prestándole escritos del filósofo
estoico Epicteto; podemos señalar este acontecimiento como la línea que marca
un antes y un después en la educación de Marco Aurelio. Si con Diogneto se
acercó a un conocimiento filosófico elemental, con Rústico profundizó en el
estoicismo, hasta el punto de dejar de interesarse por la retórica y las artes
poéticas, cuyo representante cercano era su amigo y maestro Frontón. Es en este
momento cuando Marco Aurelio, de veinticinco años, revela en una carta al amigo
su entusiasmo por la filosofía[18].
No fueron éstos los únicos maestros con los
que contó Marco Aurelio; Antonino Pío había escogido para sus dos hijos
adoptivos, Marco y Lucio Vero, a Apolonio y Sexto[19], ambos
profesores de filosofía. La fama de Apolonio le condujo a Roma a enseñar a
Marco Aurelio en su propia casa; la fecha sería en tomo al 146-150. Los
recuerdos sobre Apolonio en las Meditaciones son de dos tipos: unos hacen
referencia al aprendizaje de hábitos y maneras de enfrentarse ante los hechos,
intelectivos o humanos, otros elogian la conducta del maestro. En este punto
una fuente como la Historia Augusta no dedica muchos elogios al personaje, que
aparece más interesado en conseguir unos beneficios económicos a costa de un
trabajo cómodo[20].
Sexto de Queronea, filósofo estoico, sobrino de Plutarco, ejerce su labor
incluso cuando Marco Aurelio ya ha sido elevado al imperio. Marco Aurelio le
tenía en gran estima y departía frecuentemente con él en su casa. El recuerdo
que tiene de Sexto es una enumeración de virtudes (Meditaciones, 1.9): enseñar
tolerancia con los ignorantes, la benevolencia, alabar sin adular, etc.
Recuerda también las enseñanzas estoicas de Sexto: el principio de vivir
conforme a la naturaleza y ciertos conocimientos metodológicos, »un método para
descubrir y ordenar las convicciones necesarias para la vida« (Meditaciones,
1.9.8).
Otros filósofos estoicos formaron el círculo
de amigos e instructores de Marco Aurelio: Catulo, a quien la Historia Augusta
llama »el estoico«, Atenódoto, tutor a su vez de Frontón, Claudio Máximo,
maestro de Marco Aurelio, que ocupó cargos políticos bajo el mandato del
emperador, entre ellos el consulado en el 142. Las Meditaciones referencian
otros personajes de pensamiento estoico y platónico que son conocidos a través
de Claudio Severo, aunque éste, a quien Marco Aurelio llama hermano, está más
cerca de los peripatéticos que de la Estoa. La Historia Augusta[21]
precisa que Marco Aurelio escuchó a Claudio Severo por su interés por aprender
de la escuela aristotélica. La enseñanza que recuerda Marco Aurelio de él tiene
un doble componente: el amor a los familiares —recordamos que Severo emparenta
con la familia imperial al desposar a su hijo con Fadila, segunda hija de Marco
Aurelio—, y el adoctrinamiento político contra la tiranía ejemplarizado en
filósofos tales como Trascas, Helvidio, Catón, Dión y Bruto (Meditaciones, 1.14.2), que desempeñaron
la punta de lanza de la resistencia nobiliar contra el poder absolutista de los
emperadores y le enseñaron a respetar »la libertad de los subditos«[22].
La mayoría de los maestros que tuvieron
relación con Marco Aurelio, como se ha podido apreciar, están dentro de la
corriente estoica, bien como destacados pensadores o bien como personas que
hicieron suya esta filosofía como forma de vida, ya que a partir de Séneca el
estoicismo se convierte fundamentalmente en una doctrina moral de carácter
práctico, influyendo poderosamente en la educación moral de sus iniciados[23].
Cuando Marco Aurelio en el 161 se hace cargo del Imperio con treinta y nueve
años, no sólo está sólidamente formado en el saber clásico sino que su vocación
filosófica, que desde los veinticinco años es manifiesta, está afianzada. A
primera vista puede parecer que existe un desgarramiento entre el filósofo y el
hombre público y futuro emperador, pero tal vez convendría enmarcar el
personaje en una corriente cultural más allá del propio estoicismo; esta
corriente no es otra que la segunda sofistica, caracterizada no sólo por
revitalizar lo filohelénico, sino por la combinación, a partir de Trajano, de
literatura y política. Marco Aurelio fuertemente helenizado intenta combinar
ambos elementos: ser representante del pensamiento filoheleno, participando con
fervor en la literatura de la época —incluso con poses parecidas a los sofistas
que nos describe Filóstrato en su obra Vidas de los sofistas— y ejerciendo el
patronazgo desde su más alta posición política[24].
Un filósofo gobernante del mundo
Desde su
primera infancia Marco Aurelio parece destinado a ocupar puestos relevantes en
el Imperio; muy temprano comienza a integrarse en lo más alto de la vida
ciudadana: a los seis años ingresa en los equites,
nominado por el mismo Adriano, permitiéndole llevar como señal de prestigio un
anillo de oro y el angusticlavo[25]; no
se puede pensar que tal medida comportara un acontecimiento único y
excepcional, pero sí debía ser poco frecuente para ser destacado en la Historia
Augusta[26]. A
los siete años, momento en que podemos pensar que comienza su educación, se le
concede entrar en el colegio de los salios y ser un salius palatinus[27],
cargo de un indudable prestigio en Roma por estar esta antigua institución
asociada al dios de la guerra Marte. Como miembro del colegio sacerdotal
durante las ceremonias portaba una túnica roja, una faja y una coraza de
bronce, llevando sobre la cabeza un casco de forma redondeada, símbolos del
ardor guerrero, tal vez predestinación de los largos y duros combates que ha de
sostener a lo largo de su imperio. Participaba en los banquetes ceremoniales
que realiza el colegio en el templo de Marte. Un suceso fortuito hizo presagiar
un futuro imperial para el joven Marco: sucedió que un día la corona que él
llevaba quedó suspendida sobre la cabeza encasquetada de Marte, acontecimiento
que no pasó desapercibido a sus hermanos salios que intuyeron encontrarse ante
un futuro emperador[28].
A los quince años recibe la toga virilis, que significa su mayoría
de edad y su entrada plena en la vida pública de la ciudad; era el año 136 y el
emperador Adriano le hace prometerse con la hija de Elio César, sucesor al
trono. La significación de esta decisión prueba las intenciones del emperador
Adriano, preocupado por establecer una línea sucesoria en la que estuviese el
joven Vero, a quien el emperador Adriano, jugando con su nombre e impresionado
por su seriedad y sencillez, llamaba Verissimus[29]. La
muerte súbita de Elio César en el 138, y el empeoramiento de la salud de
Adriano, obligan a éste a escoger un nuevo sucesor en la persona del consular
Antonino, persona de amplios conocimientos jurídicos y miembro del consejo
imperial.
El año 138 es crucial para la cartera imperial
de Marco; la adopción de Antonino, de sobrenombre el Piadoso, por Adriano el 25
de febrero de ese año, la posterior adopción formal de Antonino sobre su
sobrino. Marco, y Lucio Vero, hijo del malogrado Elio César, convierten en un
sucesor del Imperio al aprendiz de filósofo. La adopción conllevó el traslado
al domicilio particular de Adriano, episodio que no le satisfizo mucho según parece
ya que comentó los males que el poder imperial conllevaba. En este momento
comienza a llamarse Aurelio en vez de Anio por ser adoptado por la familia de
Antonino, cuyo nombre era Aurelio. La muerte de Adriano, el 10 de julio de este
año, acelera la cartera pública de Marco Aurelio. Como primera medida, y al
encontrarse en Roma, recibe la instrucción de preparar las ceremonias fúnebres,
entre ellas espectáculos gladiatorios, símbolo fúnebre ancestral, y la
divinización del monarca difunto. La habitual apoteosis va a contar con la
negativa del elemento senatorial, que ha visto cómo Adriano ha disminuido su
prestigio y ha reprimido a elementos destacados del propio grupo, como Serviano
y Fulvio. La llegada de Antonino y su empeño por conseguirle a su antecesor los
máximos honores parece ser la razón de otorgarle el título de Piadoso, término
que expresa no tanto la piedad religiosa como la devoción filial.
Antonino, que tenía cincuenta y un años al
tomar el Imperio, acepta los designios sucesorios de Adriano, pero mostrando
predilección por Marco Aurelio. Su efigie aparece en las monedas con la leyenda
Aurelius Caes(ar) Aug(usti) Pii f(ilius), co(n)s(ul) des(ignatus); a partir del
año 139 los acontecimientos se suceden de manera continua, tal y como nos muestra
la Historia Augusta[30].
Marco Aurelio se emparenta directamente con Antonino prometiéndose a su hija
Ania Galeria Faustina y anulando los anteriores desposorios; es cuestor con
diecisiete años, sirve como sevir
turmarum equitum romanorum[31],
título honorífico consistente en desfilar en una parada militar que se
celebraba el 15 de julio como jefe de uno de los seis destacamentos ecuestres.
Se convierte en princeps iuventutis[32],
toma el nombre de César, es cooptado para los principales sacerdocios, Pontífices, Augures, Fratres aruales y
otros colegios sacerdotales. Antonino le requiere ahora que se mude al palacio
de Tiberio y comienza a formar parte del mundo áulico, el aulicum fastigium[33],
del que se queja en numerosas ocasiones (Meditaciones,
5.16, 8.9). Al año siguiente, con dieciocho años, será nombrado cónsul por
primera vez. Este periodo es aprovechado por Marco para desarrollar una
actividad política junto a su padre adoptivo, pero encuentra tiempo para
dedicarse al estudio; de esta época sería su relación con Frontón.
La relación estrecha y afectiva entre Antonino
y Marco Aurelio se fragua en este momento, el padre adoptivo comienza a tener
en gran consideración al hijo y escuchar sus opiniones[34]. La
conducta de Antonino y su forma de ser dejaron en él una fuerte impronta:
reflejo de ello es el capítulo 16 del libro I de las Meditaciones, el más extenso, donde agradece a su »padre adoptivo«
haberle enseñado con el ejemplo una serie de cualidades. Llama la atención que
la mayoría de las virtudes reseñadas por Marco Aurelio en dicho capítulo
también aparecen en la Historia Augusta
(vita Pii). De su talante privado se resalta lo moderado de sus costumbres,
el aprecio por el saber, la piedad y la clemencia, la justicia; tal vez en las Meditaciones se haga hincapié en ciertas
conductas más propias del estoicismo, mientras que la Historia Augusta se detiene más en describir las facultades
públicas de un buen gobernante, como es el respeto al senado (VI, 5), la
prosperidad del Imperio (VII, 3), o la utilización de su propia riqueza para
remediar la escasez de alimentos (VIII, 11) en la línea de un monarca evergeta[35]. De
igual manera las Meditaciones nos descubren a un emperador preocupado por la
contención del gasto público, velando constantemente por las necesidades del
Imperio, manteniendo las tradiciones ancestrales, la tolerancia ante la
crítica...
En el 145 se formaliza la promesa de
casamiento que habían establecido Marco Aurelio y Antonino y se casa con
Faustina, apenas núbil, que tendría unos catorce o quince años; en ese momento
él contaba con unos veinticuatro. El emperador procuró que las nupcias fueran
celebradas por todo el mundo: una moneda recuerda el matrimonio, y se entregó
un donativo extraordinario al pueblo y a los soldados[36]. No
podemos saber con certeza si la relación entre Marco Aurelio y Faustina fue
como aparece en la Historia Augusta y en la obra de Dión Casio; en estas dos
fuentes la emperatriz se muestra frívola y poco deseosa de estar con su marido,
incluso se le acusa de ser partícipe de la conjura de Avidio Casio. Sin
embargo, en las Meditaciones, Marco
Aurelio tiene palabras de agradecimiento hacia Faustina (1.17) por su
abnegación y cariño a él y a sus hijos. Los rumores de una conducta reprobable
de la esposa no casan bien con el reconocimiento legítimo de todos los hijos
tenidos en el matrimonio, siete u ocho antes de la proclamación, y otra media
docena más después. Tras su muerte Faustina recibió los honores habituales de
las emperatrices difuntas: apoteosis, estatuas y ofrendas. Se estableció
también una nueva institución alimentaria, las puellae novae Faustinae[37].
El mismo año del desposorio, el emperador
Antonino le concede por segundo vez el consulado y posteriormente el poder
tribunicio, que en el imaginario romano siempre fue concebido como un cargo
para defender y garantizar los derechos del pueblo, aunque lejos quedaba ya el
poder efectivo de los tribunos populares. Marco Aurelio desde el 145 en
adelante se estaba situando como corregente, actuando en el senado y ejerciendo
como sucesor de Antonino. Mientras tanto, extenuado, trabajaba en el estudio de
las más variadas materias, incluso asistió a las clases de anatomía de Galeno
y, por supuesto, de filosofía, ya que se consideraba más un filósofo que un
príncipe. Iba recibiendo honores y cargos, algunos de ellos como el poder
proconsular, que le permitían actuar mera de la ciudad de Roma; paradójicamente
jamás recibió mandos militares en ejercicio ni gobernó ninguna provincia[38]. No
se sabe tampoco que visitase guarniciones fronterizas, ni viese más soldados
que los de la guardia pretoriana; sus gustos se inclinaban más y más por la
filosofía estoica, inclinándose por el pensamiento moral; hacia el 148 aparece
en las monedas con la barba, signo del filósofo.
Mientras el joven César se formaba en Roma, en
las fronteras del Imperio comenzaron a fraguarse amenazas en Mauritania,
Britania y los confines orientales. Tampoco en el interior las ciudades se
recibe, en un grado similar a periodos anteriores, la actitud benefactora de
los evergetas locales, señal de un principio de dificultades en el sistema
financiero de las mismas. La actitud de Antonino de intervenir en los asuntos
locales, como es el caso de fijar los emolumentos de profesores y médicos y
establecer el número de curatores[39], es
un síntoma de los cambios aún imperceptibles pero continuos que se están
operando en el Imperio.
En el 161 la muerte de Antonino deja el
Imperio bajo Marco Aurelio, que a partir de este momento toma el sobrenombre de
Antonino, convirtiéndose en Imperator
Caesar Marcus Aurelius Antoninus Augustus, y logra que el Senado acepte la
asociación con su hermano adoptivo (Cómodo) Lucio Vero, tal y como estableció
Adriano. Es bastante difícil de explicar de manera precisa por qué Lucio
Ceyonio Cómodo recibió el cognomen de Vero, y fue llamado Imperator Caesar Lucius Aurelius Verus Augustus; en cualquier caso
la sucesión imperial quedó repartida entre ambos »hermanos«, cuyo carácter, en
esto coinciden las mentes, era totalmente opuesto. Aunque ambos gustaban de los
ejercicios físicos, Marco era frugal en su vida y su tiempo libre lo dedicaba
al estudio, mientras que Lucio Vero se deleitaba más con de los placeres de la
vida; tal vez esto y la diferencia de edad, ocho años mayor Marco Aurelio,
decidieron que Antonino se inclinara por éste.
Las Meditaciones no nos ilustran sobre los
acontecimientos acaecidos durante su época de emperador, únicamente breves
pinceladas dispersas sobre sus gustos y sus anhelos; en definitiva son
soliloquios de un emperador preocupado por construirse una »ciudadela interior«
(8.48.3)[40] que
corrió mejor fortuna que su Imperio. No tuvo Marco Aurelio suerte en su
reinado, desde el comienzo se concatenaron los problemas y a los disturbios
fronterizos se añadieron en el interior del Imperio pestes y catástrofes
naturales, como el desbordamiento del Tiber, seguido de hambrunas[41].
Si bien se registraron intervenciones
punitivas en Bretaña, al norte del muro defensivo hecho construir por Antonino,
contra las tribus de las tierras altas escocesas y sublevaciones en Germania
superior y Retia, señales de alarma de posteriores conflictos, fue sin embargo
la guerra contra los partos la primera gran prueba de fuego que debió pasar
Marco Aurelio, apenas terminado el año 161. El cambio de gobernantes en Roma
debió acelerar la postura bélica de Vologeso III, que impone al estado vasallo de
Armenia un príncipe de la familia real arsácida, Pacoro, contrario obviamente a
Roma. La defensa de Armenia era responsabilidad del gobernador de Capadocia,
que disponía de dos legiones: la XII Fulminata
y la XV Apollinaris. Parece ser
que el legado M. Sedacio Severiano acudió con fuerzas bastante escasas,
posiblemente influenciado por las profecías de un oráculo llamado Alejandro de
Abonoteico, siendo vencido estrepitosamente por el general parto Cosroes en
Elegía al otro lado de la frontera. La situación empeoró cuando otro cuerpo de
ejército parto se dirige hacia Siria y vence a un considerable ejército romano,
la III Gallica, la IV Scythica y la XVI Flavia, seis alas de caballería y veintidós cohortes de tropas
auxiliares al mando del gobernador L. Atidio Severiano; el resultado es que
Siria pasa a manos persas y cunde el pánico en Roma, que da por perdido
Oriente.
Marco Aurelio toma una decisión rápida:
detraer tropas de la frontera germano-danubiana y mandarlas a Oriente bajo el
mando de M. Estacio Prisco, mientras que en la zona oriental Avidio Casio
recompone las tropas trayendo más efectivos de diversos lugares cercanos al
teatro de operaciones. Para asegurar una pronta recuperación de los territorios
ocupados el emperador decidió que su colega Lucio Vero acudiera a Siria;
conociendo los gustos de su »hermano adoptivo« es probable que la decisión
tuviera un carácter propagandístico de cara tanto a sus propias tropas como
hacia el enemigo, tanto más si observamos el poco apego combativo de Lucio Vero,
quien pasó la campaña en Antioquía disfrutando de los placeres de la ciudad[42].
En torno al 165 Avidio Casio obtuvo una serie
de victorias que condujeron a la paz y el triunfo fue festejado en Roma en
agosto del 166; Lucio Vero recibió el título de Pártico y Marco Aurelio
Imperator, esto es vencedor, por tercera vez[43]. La
guerra pártica trajo consigo un gran desastre, la peste que se transmitió a
Roma y a todo el Imperio. El hecho más curioso de la victoria sobre los partos
es el contacto con China a través de la ruta marítima del Golfo Pérsico; así lo
anuncian crónicas chinas que recogen la embajada romana y los regalos enviados
por el emperador An-tum (Marco Aurelio). La ruta por larga e insegura no
resultó válida para el comercio; para nosotros lo destacable de esta misión es
lo insólito de la misma, una anécdota excepcional de las relaciones de Roma con
pueblos lejanos, en este caso China[44].
Por estas fechas se nombraron Césares a los hijos de Marco Aurelio: Cómodo y
Amo Vero, según parece a petición de su »hermano« Vero[45],
que demuestra un interés en asegurar la sucesión.
La paz con Persia se hizo urgente porque otro
problema mayor obligaba a concentrar el esfuerzo romano; éste era el empuje de
pueblos germanos asentados en las orillas del Danubio. Desde el 166 hasta la
muerte de Marco Aurelio, en el 180, las guerras son continuas, si exceptuamos
tres años de efímera tregua (175-178). Es durante su estancia en el frente de
batalla, posiblemente durante los últimos diez años, donde escribe sus Meditaciones, a orillas del Danubio
»entre los cuados«; así termina el libro primero. Mientras la frontera del Rin
apenas conoció enfrentamientos en este momento, todo lo contrario sucedió con
el limes danubiano, de ahí que los ejércitos más fuertes se asentaran en esta
zona. Probablemente la causa inmediata de las incursiones haya que ponerla en
relación con los ejércitos alejados de este lugar para ir a la campaña persa,
aunque la causa principal sería la presión que ejercen unos pueblos sobre
otros. La llegada de los godos a la región de la desembocadura del Vístula en
tomo al siglo I d. C. se manifiesta el siglo siguiente, en la época de las
guerras de los marcomanos, cuando surgen coaliciones de tribus, como la de los
cuados, marcomanos, sármatas y sus aliados lombardos y hermunduros; por las
mismas fechas godos y vándalos aparecen como dos pueblos importantes que ponen
en peligro constante el sistema defensivo romano[46].
Hay que añadir que dentro de los pueblos asentados en las fronteras su desigual
desarrollo social llevó a la aparición de latrones,
bandidos, salteadores o tribus montañesas no reducidas; así en el 175 o el 176
se registra que ejércitos regulares romanos luchan en Macedonia y Tracia contra
bandas organizadas de salteadores; estos grupos a veces fueron utilizados como
mercenarios por la misma Roma, el mismo Marco Aurelio se sirvió en su guerra
contra los marcomanos de bandidos de Dalmacia y Dardania[47].
Las guerras danubianas no son excesivamente
conocidas. Los relieves de la columna Aureliana, realizada en época de Cómodo,
muestran escenas de las guerras danubianas; aunque proporcionan el mejor
comentario general sobre la guerra, poco se puede interpretar que no sea un
análisis de iconografía propagandística[48]. A
grandes rasgos se puede deducir que hacia la primavera del 167 la entrada de
marcomanos a través de la frontera nórica y el sitio de Aquilea, puerto
relevante en el tráfico humano y comercial de las zonas danubianas con Italia y
con el Este del Imperio, provocaron una gran alarma en Roma, hasta el punto de
verse obligado Marco Aurelio a rescatar antiguas tradiciones de purificación[49].
Los años 169 y 170 son uno de los peores
periodos del gobierno de Marco Aurelio; a la muerte de su colega y »hermano«
Lucio Vero por la peste, que diezmaba igualmente el ejército, se añadió una más
fuerte ofensiva de los marcomanos y cuados que, aprovechando la estancia de
Marco Aurelio en Roma para llevar a cabo los funerales de Vero, emprenden la
marcha hacia Aquilea. La ofensiva germana se vio favorecida por la sublevación
de otros pueblos en el Rin e incluso llegaron incursiones a la Galia y hubo
sublevaciones de secuanos y belgas, pueblos romanizados desde hacía tiempo. El
emperador tuvo que recurrir a dos medidas extremas, reclutar todo tipo de
gente, incluidos esclavos y bandoleros, y realizar empréstitos forzosos con las
ciudades al mismo tiempo que vendía sus propios objetos de valor[50].
Entre los años 171 y 175 las ofensivas de
Marco Aurelio y sus legados imperiales tuvieron un desigual éxito. Las primeras
victorias conseguidas no eran de modo alguno decisivas, es más, diversos
pueblos actuaron sincronizados con la gran ofensiva marcomano-cuada; así
algunas bandas alcanzaron Macedonia y llegaron hasta Grecia. Entre el 173 y 175
se produce la contraofensiva definitiva de varios ejércitos imperiales desde
diversos flancos que hace retroceder a los marcomanos y posteriormente en el
175 a los yázigos. A pesar de los tributos que debieron pagar los bárbaros en
hombres, en soldados y en botín, amplias comarcas romanas como Dacia y Panonia
inferior quedaron devastadas por la guerra y por la peste. Miles de jinetes
germanos fueron obligados a trasladarse a Britania, zona que soportaba desde
hacía tiempo incursiones de los pueblos del norte de la isla; las defensas
realizadas por los emperadores Antoninos que lo precedieron y por el mismo
Marco Aurelio no resultaban suficientes y se debían aumentar los contingentes
militares. Se impuso también que los pueblos enemigos asentaran poblaciones en
el propio Imperio como dediticios51, en Italia y en las provincias danubianas.
Por estos años, 172-173, en otros lugares del Imperio tienen lugar incursiones
como sucedió en Hispania con la entrada de mauri
procedentes del norte de África que saquearon la Bética[51].
Como si los problemas externos no provocaran
suficientes dificultades para el Estado romano, hubo de añadirse además la
usurpación en la parte oriental de Avidio Casio, suceso bastante extraño si se
tiene en cuenta que el propio usurpador proclamó la muerte y apoteosis del
emperador[52]. La
Historia Augusta cuenta que la
emperatriz Faustina estaba al corriente de la decisión de Avidio Casio, pero
probablemente su actuación iba encaminada a intentar salvar la línea sucesoria
ante las noticias de muerte de Marco Aurelio; de esta manera opinan la mayoría
de los estudiosos[53]. La
sublevación quedó rápidamente atajada al darle muerte sus propios soldados y
presentar la cabeza del mismo ante Marco Aurelio, que se había trasladado hacia
el lugar de la sublevación. La respuesta de Marco Aurelio, tal y como recogen
las fuentes[54],
fue de magnanimidad con el propio »tirano«, con los hijos de éste y con la
ciudad de Antioquía, que se había sumado a la sublevación. Su actitud hay que
enmarcarla en su concepción estoica de la vida más que en características
psicológicas; el libro IX de las Meditaciones contiene algunos párrafos que
pueden dar una visión los acontecimientos (9.9, 9.6, 9.7), en ellos prima el
análisis frío de los sucesos, intentando extraer el máximo provecho personal a
los mismos[55].
Los últimos años de Marco Aurelio no fueron
tampoco tranquilos; los marcomanos y cuados volvieron a levantarse contra Roma,
las condiciones impuestas por Roma eran poco cumplidas por estos pueblos; ello
nos está indicando, probablemente, una dificultad de poder adaptarse a las
obligaciones aplicadas por la derrota. Las guerras comienzan en el 177 y
terminan con la muerte de Marco Aurelio en el 180 y la llegada de su hijo
Cómodo; según la Historia Augusta declaró una paz vergonzosa para acudir cuanto
antes a Roma. Lo más probable sería que Cómodo decidiera acabar rápidamente con
el conflicto, toda vez que las arcas públicas estaban exhaustas. Tal vez Cómodo
contradijo la decisión de su padre, quien en el lecho de muerte le pidió que
continuase la guerra[56],
pero el hecho de que Marco Aurelio pidiera al Senado disponer plenamente del aerarium muestra que el emperador quería
embarcarse en una guerra a largo plazo, incorporar a estos pueblos y sus
tierras al Imperio o, lo más probable, que se intentaran soluciones intermedias
como introducirlos y utilizarlos, no en masa sino de manera selectiva, en el
Imperio o en el ejército. Las fuentes mismas no se ponen de acuerdo: mientras
la Historia Augusta habla de una intención claramente expuesta al principio de
su reinado, Dión Casio comenta por el contrario, que la decisión se fraguó poco
antes de su muerte[57].
Queremos exponer por último, aunque sea
brevemente, la causa de su beligerancia con los cristianos. El emperador a lo
largo de su vida se muestra como un devoto practicante de la religión romana y
de su liturgia; consideraba necesario practicarla por sus efectos morales y
beneficiosos. Su religiosidad, no contradictoria con su práctica estoica, era
de una observancia estricta con la costumbre de ritos y devociones, incluido el
culto imperial; la apoteosis realizada con Antonino, su esposa Faustina y Lucio
Vero muestra las coordenadas cívico-religiosas en las que se movía. La religión
romana por naturaleza sincretista e integradora era considerada por él un
elemento básico para la sustentación del propio Imperio. En este marco
ideológico-religioso no es de extrañar la contundencia con la que fueron
castigados los cristianos de Lyon, Lugdunum, posiblemente en el 177. Marco
Aurelio fue consultado por el legado de la Lugdunense sobre qué actitud tomar
con ciudadanos romanos cristianos, a lo que el emperador respondió que debían
ser ejecutados lo mismo que los no ciudadanos. Parece ser que al final de su
reinado se produjeron represiones de cristianos en otros lugares del Imperio.
Marco Aurelio no podía comprender, como muestra en sus Meditaciones (11.3), la
actitud de gente que voluntariamente iba a la muerte, según él no por una
disposición personal sino por oposición al Imperio y gusto teatral[58].
El 17 de marzo del año 180 Marco Aurelio muere
con cincuenta y ocho años; no se sabe con certeza la causa de su muerte, tal
vez mera la peste o una enfermedad larga, pudiera ser un cáncer de estómago[59]. Su
muerte se produjo en Viena, Vindobon, aunque Tertuliano señala, de manera poco
fiable, que fue en Sirmio y no en Viena[60]. Le
sucede su hijo Cómodo, que cuatro años antes, 176, era nombrado corregente con
los mismos títulos que su padre, aunque de hecho fuera segundo en el mando del
Estado romano; sin embargo el hecho de ser ya Augusto e Imperator evitó que
fuera necesaria la ceremonia de coronación, simplemente sucedió a su padre.
El estoicismo[61].
Apuntes históricos: principales personajes
El año 323
a.C. moría Alejandro Magno y un año después su maestro Aristóteles, dos figuras
que resumen el fin de la época clásica y el comienzo del periodo helenístico:
Aristóteles fue el último teórico de una cultura hecha por y para la
ciudad-estado, a él se debe la formulación más elaborada de lo que era la
ciudad griega, lugar de convivencia, autosuficiente económicamente y
políticamente autónoma. Este sistema sociopolítico que había funcionado durante
cinco siglos pierde su autonomía, aunque pueda resultar paradójico, a manos de
su discípulo Alejandro; él con sus conquistas acabó con la dependencia de las
ciudades griegas. En este nuevo horizonte el saber clásico se ve sustituido por
otro que poco tiene que ver con el pensamiento aristotélico, por más que emplee
ciertos argumentos o teorías del mismo. De las tres escuelas filosóficas
helenísticas, epicureismo, escepticismo y estoicismo, es sin duda esta última
la más influyente y la de mayor número de seguidores. Su éxito puede
interpretarse como un saber adaptarse a los cambios sociopolíticos que se
habían producido; así frente a la ley, que representa la ciudad clásica, se
impone la naturaleza y se intentará conocer al hombre a través de su relación
con ella. La libertad consistirá en saber adaptarse a la propia naturaleza,
independizarse de su contingencia externa y buscar la tranquilidad de espíritu
y la felicidad. En los albores del siglo III a.C., Zenón (335-263 a.C.), su
fundador, procedente de Citio (Chipre)[62],
filosofó en el Pórtico Pintado del Agora, llamado Stoa —de ahí su nombre. Su
pensamiento fue desarrollándose y se adaptó con éxito a otras épocas y lugares
diversos como la propia Roma, cuya introducción plena se origina en la segunda
mitad del siglo II a.C. y en época imperial adquiere su cenit, representado nada
menos que por un emperador, Marco Aurelio.
El estoicismo, a través de escritores latinos
como Cicerón, Séneca y Marco Aurelio, se propagó incluso en esferas cristianas
a pesar del paganismo de esta filosofía; sin embargo ciertos principios morales
estoicos eran fáciles de asumir por el cristianismo, aquellos principios
relacionados con el deber, la serenidad ante los acontecimientos externos y
cierta moralidad basada en un humanitarismo difuso. Tradicionalmente se han
señalado tres etapas en la historia de esta escuela: un primer momento
fundacional, Estoicismo Antiguo, representada por Zenón (335263 a.C.), Oleantes
(331232 a.C.) y Crisipo (281/277-208/204 a.C.); la influencia cínica se dejó
sentir desde el principio ya que su creador, Zenón, fue discípulo de varios
filósofos cínicos, principalmente de Crates[63] y
Estilipón. Influyeron también moralistas como Jenócrates, Polemón, quien acuñó
la máxima de »vivir de acuerdo con la naturaleza«, y Diodoro de Megara,
moralista de influencia socrática; de esta manera el estoicismo comenzó a
teñirse de un sentimiento ético desde el principio. Oleantes, también asiático
como su maestro Zenón, fue su sucesor; su espíritu religioso y teológico es
distintivo de él, ejemplo de ello es su Himno a Zeus; no parece que fuera una
persona especialmente dotada para el desarrollo filosófico del estoicismo. Es
gracias a su discípulo Crisipo[64],
nacido en Cilicia —Asia Menor—, como se sistematiza la obra de Zenón, dándole
un sentido teórico coherente, una solidez filosófica; en definitiva representa
para los estoicos posteriores el canon general de la ortodoxia66[65].
Entre finales del siglo ni a.C. y comienzo del
siglo I a.C. se produce una renovación de la Estoa; es el periodo del Estoicismo
Medio, cuyo máximo logro fue introducirse en la cultura latina con indudable
pujanza. Los principales representantes de esta corriente son Diógenes de
Babilonia (240-152), sucesor de Crisipo, que tuvo que hacer frente a la crítica
del »académico escéptico« Cameades (214/213-129/128 a.C.); igual que Antipáter
de Tarsos, contemporáneo del anterior, quien se vio obligado a modificar la
teoría ética de su maestro como otros estoicos que fueron, para defenderse de
las críticas de Carneades, tendiendo hacia un sistema más práctico y menos
idealista[66].
Tres son las figuras que introducen el estoicismo en Roma y hacen que sea una
doctrina ampliamente seguida entre la aristocracia romana: Panecio de Rodas
(185-110 a.C.), Posidonio (¿135?-151 a.C.) y Cicerón (106-43 a.C.). El primero
de ellos procura desarrollar un sistema de reglas de conducta de carácter
general que puedan ser seguidas por un número amplio de personas; fue amigo de
Escipión el Africano y a través de él se introdujo en los círculos cultos de la
ciudad. Posidonio por su parte crea una escuela en Rodas, fue un hombre de
saberes diversos: historiador, geógrafo, astrónomo, aunque desconocemos
bastante de su vida y obra; parece ser que estableció una división tripartita
del alma de carácter platónico, al mismo tiempo que su apego a la ciencia tiene
conexiones con el aristotelismo. De todas maneras tanto la primera como la
segunda Estoa son conocidas por fragmentos o resúmenes de autores posteriores.
No se ha conservado ninguna obra completa de aquellos si exceptuamos a Cicerón,
a quien podemos considerar más un ecléctico: aunque en sus obras De Officiis y De Finibus defiende la moral estoica, en general no aprecia otras
partes del estoicismo como la física. Apuntamos que el estoicismo del siglo II
d.C., al mismo tiempo que se abre a otras filosofías, va tendiendo
progresivamente hacia una doctrina, perdiendo su pensamiento más especulativo[67].
Durante las etapas anteriores el estoicismo
estuvo dirigido por personajes del mundo helenístico, griegos y en mayor número
del Oriente helenizado; por el contrario la Estoa nueva, desarrollada durante
los siglos I y II d.C., es totalmente romana: Séneca (4 a.C. 65 d.C.), Epicteto
(50-120 d.C.) y Marco Aurelio (121-180) son sus máximos representantes. De los
tres fue el autor nacido en Córdoba, Séneca, el más prolijo; su proximidad con
el poder imperial. Nerón, y su prestigio social y económico lo llevaron a estar
en el foco de una conjura contra el emperador que provocó su caída y posterior
muerte. La obra de Séneca se caracteriza por poner la moral estoica como base
de la educación y del comportamiento correcto del romano; su sello propio, lo
que denominamos »senequismo«, no es otra cosa que intentar que los principios
estoicos, más prácticos que teóricos, produzcan beneficio a las personas,
logrando a través de unas normas, tal vez menos estrictas que el estoicismo
primitivo, adaptarse a los acontecimientos; las Epístolas morales a Lucilo son un buen ejemplo de la finalidad
pedagógica de su obra.
La obra de Epicteto fue muy estimada en el
siglo posterior y concretamente a Marco Aurelio le debió causar una gran
impresión por la relación tan íntima que estableció entre praxis y theoría. De
Epicteto se cuenta como anécdota que su amo, un liberto de Nerón, le daba malos
tratos; en una de estas ocasiones advierte a su dueño que si sigue apretándole
el brazo se lo va a romper y al fracturarse el hueso afirmó: »Ves, ya te lo
había dicho.« Fue manumitido por su maestro, Musonio Rufo; su estancia en Roma
se vio truncada cuando el emperador Domiciano expulsó a los filósofos el año 89
d.C., creando una escuela en Nicópolis, en el Epiro. Sus enseñanzas se hacen
célebres y acuden a escucharlo miembros de la aristocracia romana. Sus
lecciones son recogidas por un joven discípulo, Arrio, y aparecen sintetizadas
en el Enchiridion o Manual, breve síntesis de su obra más
densa, las Disertaciones. La
enseñanza de Epicteto se mueve en una doble dirección: por un lado vuelve a
Crisipo y por otro predica una libertad interior muy próxima a los cínicos. Su
filosofía, llena de aforismos y paráfrasis, es más una regla de vida donde
prima el alejarse de condicionantes externos que no está en nosotros poder
neutralizar. Epicteto es esencialmente un educador, la filosofía no consiste
para él en un sistema doctrinal sino en disciplinar la inteligencia con el fin
de dominar el carácter[68].
Una filosofía terapéutica en definitiva que casa bien con el espíritu sobrio
del joven. Su influencia se dejo sentir profundamente en Marco Aurelio, como
reflejan las Meditaciones[69].
Principales temas estoicos
El pensamiento
helenístico en sus principales corrientes filosóficas, estoicismo, epicureismo
y escepticismo, es producto, como hemos indicado más arriba, de la crisis de la
ciudad antigua, que conlleva la crisis de las instituciones sociales, incluida
»la familia y la propia personalidad«[70]. La
comunidad de ciudadanos se disuelve en formas políticas que le hacen perder la
autarquía y con ello la autonomía. Mientras en el periodo clásico heleno la
responsabilidad del bienestar público recaía en cada ciudadano y de este
bienestar público dependía el privado, en época helenística se acrecienta la
desigualdad y se rompe el eslabón social entre la ciudad y sus miembros, sobre
todo con las capas populares. Al mismo tiempo que está surgiendo una nueva
sociedad asistimos al nacimiento del estoicismo, una filosofía menos
estructurada y elaborada que el platonismo y el aristotelismo, pero que de
manera más eficaz responde a los cambios operados. Los estoicos viven el
conflicto pero no intentan combatir las nuevas realidades históricas, sino que
tienden hacia la introspección, la salvación personal, y en definitiva la eudaimonia[71]. El
estoicismo no va a elegir la vía platónica en la que prima lo colectivo, no se
inclina hacia la ley ciudadana, que ahora se muestra escasa de operatividad, en
entredicho por la constitución de formaciones políticas superiores —sean reinos
o Imperios—, sino que tiende hacia lo individual a través de la naturaleza, eje
que sirve para igualar a los hombres, en tanto que la naturaleza nos hace en
principio iguales. Todos al nacer tenemos un mismo phantastós, una representación de las cosas y de la propia
naturaleza, pero no todos sabemos interpretarlo de igual manera: es necesaria
la reflexión filosófica. Es en este punto, a través de la reflexión y la
consiguiente educación, donde se unen naturaleza y bien común. Esta relación
hace que podamos hablar del estoicismo como una doctrina propedéutica, un
pensamiento educativo para que la persona realice lo que le dicta su alma, de
ahí su tendencia, de claro tinte socrático, hacia la elaboración de un sistema
donde prima la moral: no se trataría de vivir para saber, propio de la filosofía
helenística, sino de »saber para vivir«.
La filosofía estoica estructura su edificio
conceptual en torno a tres cuerpos[73]:
lógica, física y ética; entendidos no de manera separada, sino imbricados unos
en otros, dado que los tres estudian una misma cosa: el universo racional. La
lógica[74]
para los estoicos es el ámbito de la retórica y de la dialéctica,
constituyéndose en la ciencia del discurso racional; mientras que la retórica
se ocupa del lenguaje y del razonamiento, la dialéctica permite conocer lo
verdadero de lo falso; es la cualidad intrínseca que el sabio debe poseer para
poder discernir las palabras, los hechos y las relaciones. La importancia de la
dialéctica en el estoicismo viene determinada por abarcar tanto las cosas
significadas (significados) como las cosas que significan (significantes) o, lo
que es lo mismo, por afectar a la teoría del conocimiento. Es una teoría
sensualista en cuanto el conocimiento consiste en una aprehensión del objeto
que queda inscrito en el alma. Así el conocimiento de un hombre se desarrolla a
partir de estas primeras experiencias sensoriales primarias; cuando la relación
es totalmente entendida, es diáfana, se produce la katalêpsis, esto es, la apropiación del objeto. La especulación
lógica permite, pues, alcanzar el conocimiento de los objetos que se refieren a
la física y a la ética, dando así pie a una interrelación entre los tres
elementos constructivos en los que se fundamenta la Stoa.
La physis
estoica se constituye en tomo a dos principios: uno paciente o pasivo sería
la materia inanimada, otro activo o agente representado en su escalón más alto
por dios, generador a su vez de los elementos animados y de la materia
inanimada, quien a su vez esta formado por el legos, la razón. De este modo
dios y el mundo terminan uniéndose en la razón universal, la cual daría lugar
el concepto de naturaleza, interpretado no de manera reduccionista, como
hacemos nosotros al designar con este término únicamente al mundo físico, sino
de forma amplia al formar parte de la naturaleza tanto los entes animados,
dioses, hombres y animales, como lo inanimado. Característica propia de la
naturaleza es que está regida por el principio de la razón (lógos) que a su vez, como hemos
señalado, se identifica con la divinidad, por ello la física estoica recoge en
su estudio la teología al igual que las ciencias naturales; por ello la ciencia
estoica es una ciencia especulativa, »filosofía de la naturaleza«, aunque se
practique una observación de los fenómenos naturales[75].
Dios va a estar de manera presente en el carácter del mundo, más exactamente el
mundo es la sustancia de Dios. El Dios estoico rige el mundo mediante su
providencia, es perfecto, creador de un universo armónico, es un dios providente
pero no trascendente, un dios que impregna de divinidad el mundo. La divinidad
está presente de manera general en los estoicos y muy concretamente en Marco
Aurelio. Lo divino no puede ser una cosa distinta del lógos, y por ello mismo
representa »la fuerza germinativa racional y el aspecto creador de la sustancia
universal«[76]. Al
hilo de estos argumentos surge por fuerza el problema del mal: ¿cómo es que habiendo
armonía y existiendo un Dios providencial exista el mal? La respuesta estoica
es doble: por una parte por la necesidad de los contrarios, si no hubiera mal
no habría bien, ambos se necesitan; por otra las cosas malas sólo existen en
apariencia, si las tomamos aisladamente pueden parecer malas pero en relación
con la totalidad no lo son; una brillante metáfora de Marco Aurelio, sobre las
imperfecciones del pan, ilustra perfectamente la visión estoica[77]. La
imposibilidad de conocer la totalidad del universo nos impide diferenciar y
valorar las cosas en una realidad trascendente, queda pues como única
valoración la ley divina universal que encadena los acontecimientos de manera
ordenada; es esta ordenación del universo a través del lógos-dios la que
entronca con la naturaleza, siendo desde donde parte la ética estoica.
Hemos dejado para el final la ética, cuerpo
doctrinal que se impone, si no jerárquicamente sí en su utilización, a la
lógica y a la física. La máxima estoica es vivir según la naturaleza; donde
acaba la física comienza la ética. ¿Qué significa este principio?; vivir de
acuerdo con la naturaleza conlleva por una parte estar de acuerdo consigo mismo
y, en segundo lugar, por su propia racionalidad innata, ser una parte de la
razón universal y participar de esta razón universal. Ser y formar parte de la
razón universal implica un actuar de acuerdo con ella; para conseguirlo está la
virtud, areté, que consiste en actuar
en armonía con la naturaleza y con la causa última, Dios —un dios no
antropomorfo, en la línea de la concepción oriental más que helenística. Para
conseguir el objetivo final es necesario actuar con la recta razón, con el lógos; de esta manera lógos y virtud se juntan, por ello el
sabio debe actuar en todo momento de acuerdo con su comportamiento racional,
mientras que el ignorante, a pesar de ser del mismo »linaje«, por pertenecer »a
la inteligencia y fracción divina«, como señala Marco Aurelio[78], no
entiende la belleza y el orden de la naturaleza y tiende al mal. El mal, que no
es otra cosa que dejarse llevar por las cosas externas, por las pasiones, por
la soberbia, hybris. El sabio se
distingue del resto porque debe actuar de acuerdo siempre con su comportamiento
racional no influyéndole lo externo. Los estoicos, como muy gráficamente se ha
señalado, pretendían »confiar solamente al lógos, el timón del alma«[79].
Por eso es necesario que el sujeto sea el principal actor de sí mismo, dado que
el bien lo realiza el propio sujeto y no lo hacen las circunstancias externas;
para ello es necesario que el hombre se provea de un instrumental eficaz, y
éste no es otro que la aplicación de una serie de virtudes: prudencia,
justicia, valor y templanza.
La moral estoica tiene también una dimensión
colectiva; el interés por los otros, por la colectividad, proviene de la virtud
de la justicia, no es un pacto ni una relación de mutua ayuda lo que provoca la
solidaridad entre el estoico y sus congéneres, es una dimensión de carácter
positivo: la dedicación espontánea a los otros[80].
Acercamiento intuitivo que resulta de la participación de todos en la razón
universal. La convivencia se establece a partir de otras bases distintas al
platonismo y aristotelismo; la búsqueda personal del bien nos empuja a
encontrar en los demás una colaboración con un idéntico fin: la razón
universal. La igualdad de todos en cuanto a su esencia, no hablamos ni de la
igualdad social ni tampoco de la distinción entre el sabio y el insensato,
proviene de formar parte y ser una parte de la totalidad. La comunidad es vista
como una entidad superior y el individuo, para lograr su objetivo individual,
se pone al servicio de la comunidad. La armonía perseguida en la sociedad es un
mecanismo de simpatía que se refleja en el microcosmos personal o, dicho en
otros términos, cuanto más se acerca la sociedad a la perfección más cerca
estará el individuo de alcanzar su objetivo. La lógica desempeña un papel
importante en establecer una serie de argumentaciones favorables para que se
establezcan de manera automática unas reglas de convivencia, a partir del
principio de que todos estamos comprendidos bajo la misma definición de
hombres; por la facultad común de razonar, argumentar y probar, todos somos
educables por la virtud, incluso nuestros vicios muestran una semejanza
insólita. Tenemos idéntica capacidad de aprendizaje e inteligencia inicial, al
nacer poseemos una »representación« de las cosas similar[81].
La obra de Marco Aurelio
Aspectos previos
La obra de
Marco Aurelio que nosotros hemos llamado Meditaciones
fue titulada en el manuscrito de Xylander de Augsburgo. Marco Aurelio
emperador, libros sobre sí mismo; la primera edición impresa en Zúrich en
1558-1559, con traducción latina, fue obra de Andreas Gesner. Muchos siglos han
pasado desde el momento que se escribieron y su primera edición; ¿qué sucedió entre
el siglo II y el siglo XVI? Tenemos noticias de que en el siglo III se conoce
la obra, al menos da esa impresión, por los escritos de Herodiano y Dión Casio.
A mediados del siglo IV Temistio hace referencia a la obra de Marco Aurelio, a
la que llama Admoniciones. Igualmente
se encuentran ciertos indicios de sus escritos en Aurelio Víctor, De Caesaribus (16,9), que escribe hacia
el 359-360 y, en la Historia Augusta,
vita Av. Cass. (III, 6). Ambos coinciden en que antes de emprender la
guerra contra los marcomanos expuso los praecepta,
sus preceptos filosóficos. Algún estudioso opina que el desconocido biógrafo de
Marco Aurelio en la Historia Augusta,
Flavio Vopisco Siracusano, conocía la obra del emperador. Parece ser que el
emperador Juliano sabía y manejaba los escritos de Marco Aurelio. Después del
siglo IV hay un silencio de siglos sobre las Meditaciones que dura hasta el siglo X, cuando Aretas, obispo de
Cesárea, dirige una carta, hacia el 907, a Demetrios, metropolitano de Heraclea[82].
El título de la obra es conocido en castellano
sobre todo por Meditaciones, pero la
versión española más antigua, de Jacinto Díaz de Miranda (1875), empleó el
término Soliloquios o reflexiones morales.
De todas maneras el término Meditaciones es
el más generalizado, aunque podemos observar que no existe un título único y
definitivo para estos escritos: Aretas los nombró »libros escritos para sí
mismo«; en latín ha sido denominado De
Officio vitas (»Del deber de la vida«), Commentaria
quos ipsi sibi scripsit (»Comentarios que él ha escrito para sí mismo«); en
otras lenguas recibe títulos que podemos traducir como Pensamientos morales. Conversaciones
consigo mismo...[83]. Lo
incierto del título, la dificultad para enmarcarlo claramente en un género
literario, posiblemente pueda relacionarse en cierto sentido con el género
aforístico, pero también con las hypomnémata,
notas personales. La originalidad del propio texto, sin un orden o sentido que
haya sido definido de manera segura, y un estilo literario a veces oscuro y
difícil de traducir, hace que la finalidad y los destinatarios de la misma sean
discutibles. La obra presenta dos partes bien delimitadas; el libro primero,
posiblemente el más tardío y compuesto como prólogo o epílogo a la obra, es una
relación de personas a las que le agradece haber formado parte de su vida:
familiares, Antonino Pío, educadores, amigos; es en definitiva un documento
íntimo de quienes han sido importantes en su vida. El resto de los libros, del
II al XII, es un soliloquio espiritual y filosófico.
Un problema fundamental al que nos
enfrentamos, consecuencia de lo anteriormente expuesto, es conocer el objetivo
de los escritos; en principio parece únicamente, como señalan diversos autores,
una obra escrita para sí mismo. El emperador se encuentra a solas consigo mismo[84], un
dialogo íntimo cuyo principal y fundamental destino es el propio autor. Es
factible que el emperador no buscara componer un tratado moral para darlo a
conocer a un público más o menos amplio; sin embargo creemos que la obra se ha
escrito con una finalidad que traspasa a la propia persona. No es fácil
argumentar con datos fiables sobre cuáles eran las intenciones últimas de Marco
Aurelio; sin embargo el estilo cuidado, rebuscado a veces, con metáforas
brillantes en otras ocasiones, nos hace pensar en un escrito pendiente tal vez
de una elaboración definitiva que no llegó, que pretendía darlo a conocer a un
círculo muy restringido de amigos íntimos o, sin descartar lo anterior, para su
propio hijo, claro sucesor desde el 166 (designado César) y de manera
definitiva en el 175 (recibe el Imperio). Estaríamos ante una especie de
testamento espiritual y moral dirigido a su hijo Cómodo. No nos parece, en
cambio, que fuera una obra destinada a servir de ejercicio de escritura,
práctica que aconsejaban los maestros estoicos a sus discípulos[85], y
a pesar de lo poco estructurada y deshilvanada que pueda estar la obra
—únicamente se puede ver una continuación y un carácter unitario entre los
libros II y III, o desde la mitad del libro XI hasta el final del libro XII[86]—
Marco Aurelio muestra un cuidado especial en no repetir los mismos
razonamientos con las mismas palabras; las frases son construidas con sutiles
diferencias entre unas y otras.
El estoicismo de Marco Aurelio
Quienes vayan
buscando en las Meditaciones de Marco
Aurelio acontecimientos que permitan conocer su reinado van a verse
sorprendidos por una obra donde la introspección profunda es la tónica general,
si exceptuamos el libro primero que, como hemos indicado anteriormente, es el
más referencial de todos y nos permite comparar lo expuesto con fuentes como la
Historia Augusta. Dicho libro es
esencial para conocer a las personas que vivieron en tomo a él, su afición por
la filosofía y su desdén por la vida de corte, la facilidad para caer en la
cólera y la necesidad de control sobre la misma (1.17, 14)[87]. El
libro primero muestra un elenco de virtudes cívicas y políticas, la mayoría de
ellas atribuidas a su »padre adoptivo«, Antonino Pío (1.16): moderación en el
gasto, preocupación por el bien común, mantener las costumbres tradicionales de
los romanos, tanto en ritos como en gustos. Posiblemente se trate del último
libro escrito por el emperador-filósofo, diferente completamente al resto de
los volúmenes; tal vez una síntesis de su vida, un recuerdo nostálgico de
quienes estuvieron a su lado para enseñarle el camino de la razón.
Marco Aurelio es un estoico de la última
generación. La vertiente intimista se sobrepone a otras consideraciones, lo
externo queda alejado de sus preocupaciones en tanto en cuanto resulta azaroso
y por ello difícilmente controlable; una de las máximas más repetidas de
Epicteto es apartarse de lo que no depende de nosotros[88]. El
emperador sigue la misma doctrina en numeras ocasiones, manifiesta que sólo es
bueno o malo lo que depende de nosotros, 6.41, 7.2, o, por ejemplo, en 2.7,
donde se pregunta: »¿Te distraen los acontecimientos exteriores? Ofrécete
reposo para aprender algo bueno y dejar de dar tumbos.« Es un repliegue
psicológico lo que defiende el estoicismo de época imperial, ¿respuesta a una
crisis sociopolítica que se avecina en el Imperio? No exactamente; es demasiado
pronto para que los ciudadanos romanos, y los estoicos entre ellos, sean
capaces de vislumbrar una alteración del sistema. Sin embargo esta
interiorización y negación de lo externo responde por un lado al estoicismo de
este momento, una doctrina que tiende al pesimismo vital por cuanto es un
combate continuo entre lo que somos y lo que debemos ser, combate marcado más
por el fracaso que por el éxito, dado que el hombre »sabio« al que aspiran es
más bien un ideal que una realidad. Por otra parte la negación de lo
contingente responde, en la línea individualista de los fundadores de la
doctrina, a una negación del conflicto, a una necesidad imperiosa de armonía,
armonía identificada con la naturaleza; de esta manera se establece esta
argumentación sobre el comportamiento socialmente malévolo: actuar contra la
naturaleza es entrar en conflicto, dado que la naturaleza posee la máxima
racionalidad; quien provoca el conflicto o es un ignorante o actúa contra
natura. Detrás de este planteamiento subyace la necesidad de mantener un orden
social, unas jerarquías sociales. Marco Aurelio suaviza el mensaje, »hemos
nacido para la colaboración, como los pies, las manos, los párpados... Entrar
en conflicto unos con otros es contrario a la naturaleza« (2.1), pero subyace
una incapacidad de entender el conflicto como respuesta a unas realidades
sociales; en Marco Aurelio la contradicción es más fuerte al estar situado en
el vértice de la pirámide[89].
La cosmovisión de Marco Aurelio
Tal vez haya
que comenzar precisando dos conceptos: el estoicismo es un sistema holístico,
cada una de las partes, lógica, física y ética, están interrelacionadas; en
segundo lugar las Meditaciones son
fundamentalmente un tratado sobre los comportamientos del hombre, sus
actuaciones y justificaciones; utilizando la terminología de Hadot, son un
ejercicio espiritual.
La cosmovisión estoica parte de los objetos reales,
de lo material, a diferencia del platonismo. El cuerpo es una realidad en tres
dimensiones, capaz de acciones y reacciones mecánicas, por ello habita en un
determinado espacio; este espacio es nuestro universo, que está ocupado por la
materia corpórea. Sobre esta base material se asienta el sistema físico
estoico; exclama Marco Aurelio: »una sola tierra es para todos los terrestres,
vemos con una sola luz y respiramos un solo aire todos cuantos pueden ver y son
animados« (9.8). Se construye un sistema donde el universo es el espacio
ocupado por la materia corpórea[90]. El
hombre, núcleo del pensamiento estoico, es el habitante más complejo de este
espacio al componerse de elementos materiales y espirituales: soma, cuerpo,
psyché, alma o principio vital, y noús, inteligencia, trilogía que aparece
claramente reseñada por el emperador-filósofo[91].
Hasta aquí podemos señalar que la doctrina
estoica reduce la existencia a elementos físicos, pero a partir de este momento
se introducen conceptos en desacuerdo con la línea de pensamiento atomista.
Primeramente defienden la existencia de un principio cósmico inteligente, que
lo penetra todo y es idéntico a Dios, divinidad de trasfondo oriental, y
omnipresente. Marco Aurelio en 12.5 establece de manera precisa la relación
entre divinidad —> naturaleza —> hombre. Dios aleja al sistema estoico de
caer en una corriente materialista al añadir el providencialismo como elemento
consustancial (2.3). Aceptados de manera natural, los dioses no necesitan
demostración de su existencia, es un acto de fe, »pero existen«, dice el emperador-filósofo
para atajar toda duda (2.11.3). Sobre este base se configura una explicación
donde la sustancia universal está impregnada de razón, de lógos, y este »orden« racional no puede ser ajeno al creador de la
propia sustancia universal, que se muestra no trascendente sino inmanente al
mismo[92].
Reflejo de un Dios-razón, Dios-lógos, es que el universo está ordenado
en todas y cada una de sus partes. Cada uno de nosotros forma parte de este
todo que se forma a partir de las partes, que se entremezclan y conforman la
substancia universal (7.9; 9.8). Señalábamos anteriormente la existencia del
hombre y su espacio de acción: la tierra, pero ¿qué lugar ocupa el hombre en
esta interpretación? Somos una parte ínfima de la substancia universal (5.24),
jerárquicamente más elevada que los animales, ya que a éstos sólo se les ha
distribuido un alma animal y a los hombres un alma inteligente (9.8).
Lo mismo que existen jerarquías entre los
distintos seres y entre éstos y Dios, existen diferencias entre los hombres: la
diferencia fundamental reside en la capacidad que tenga cada uno para vivir
conforme a la naturaleza, entendida como lógos,
o dicho de otra manera, la naturaleza es armónica (6.38) y por ello conviene
vivir de acuerdo con la naturaleza, con ello conseguimos la felicidad. Como
consecuencia de ello, en la mayor o menor capacidad que tengamos para discernir
cómo llegar a la felicidad reside la distinción entre los hombres, entre el
sabio y el ignorante. La diferencia entre ambos no proviene del nacimiento;
todos al nacer tienen una misma representación de las cosas, phantastós (3.11), pero no todos logran
alcanzar una representación no distorsionada de sí mismos y de la naturaleza.
La causa está en el hombre mismo, hay que cavar en el interior (7.59) para
lograr sacar la verdad, no todo es suposición (2.15), no todo es subjetivismo,
añadimos nosotros.
La duda queda abierta; dado que no todos los
hombres consiguen la verdad, actuarán de manera errónea para sí mismos o para
los demás, aunque sea contra su voluntad (7.63). Estamos pues ante el problema
del mal. Sin embargo para los estoicos el mal no existe, es decir no hay un mal
metafísico, hay males aparentes, males externos que no dependen de nosotros y
por ello son indiferentes; como afirma Marco Aurelio »para el cuerpecillo todo
es indiferente« (6.32): la enfermedad, la muerte, la maquinación, el temor,
todo aquello ajeno a nosotros y que no podemos transformar no nos puede hacer
mal. En cambio sí depende de nosotros lo contrario al mal, la virtud. Estamos
de lleno en la parte del pensamiento estoico más desarrollada por sus autores,
la ética, y Marco Aurelio no es una excepción.
La virtud para los estoicos pertenece al
dominio de la ética pero forma parte también de la teoría del conocimiento;
para ellos la virtud consiste en conocer el vínculo entre lo divino y lo humano
(7.31). Los estoicos establecen un completo elenco de virtudes, beneficiosas
para uno mismo o para la colectividad, pero con una característica común, la
autarquía. La virtud depende de uno mismo, trae el bien al individuo y con ello
la eudaimonía, la felicidad. No es la
ocasión de enumerar todas y cada una de las virtudes que aparecen en las
Meditaciones, únicamente nos vamos a referir a la casuística empleada por el
estoicismo con el fin de desarrollar o facilitar la práctica virtuosa. Desde
largo tiempo, los estoicos habían desarrollado una teoría bastante elaborada de
la noción de valor; ellos distinguen tres grados de valor: en primer lugar
tienen valor las cosas que son parte integrante de una vida de acuerdo con la
naturaleza, esto es, las cosas que generan virtud. Vienen en segundo lugar
aquellas que pueden ayudar de manera secundaria a la virtud, cosas que en sí no
son ni buenas ni malas, pero que en su ejercicio permiten practicar la virtud,
por ejemplo, la salud o la riqueza. Por último las cosas que en ciertas
circunstancias pueden ser útiles a la virtud; como observamos, una completa
radiografía de la acción virtuosa (3.11)[93].
Por último vamos a hablar de la conciencia
colectiva estoica; los estoicos desplazan el planteamiento colectivo platónico
y aristotélico basado en la ley, para ellos es la naturaleza la que nos da un
origen común y la que nos inspira respeto mutuo (3.11). La naturaleza a través
de la razón y de la reflexión filosófica permite el bien común. No duda Marco
Aurelio en señalar que la constitución debe estar basada en la libertad y en la
justicia (1.14); tal vez sea éste el único punto del pensamiento estoico donde
impera el optimismo, donde aparece la sociedad como una comunión de hombres en
pos del bien común[94].
Marco Aurelio fue un emperador insólito, no
por su conocimiento del saber clásico, que ejercitaron emperadores anteriores a
él: desde Claudio, interesado por la antigüedad etrusca, o Antonino Pío,
admirador de personajes ilustrados e incitador del aprendizaje clásico en sus
dos hijos adoptivos: Lucio Vero y Marco Aurelio, o el mismo Adriano, del que
recordamos ese breve poema —sin duda de mentalidad estoica— que comienza con el
entrañable homenaje a su espíritu cansado y fatigado[95], y
que expresa un buen dominio literario, reflejo de su amplio saber. Fue insólito
porque su conocimiento y deseo se movieron intensamente entre los filósofos; su
aspecto y costumbres fueron claramente estoicas, su política, por necesidad
pragmática, se impregnó en la medida de lo posible del estoicismo. Por supuesto
no se puede decir que en política exterior gobernara con planteamientos propios
de la Estoa, entre otras cosas porque no había posibilidad de reconciliar un
mundo en gran medida pensado para una ciudadanía grecoromana cultivada, que a
su vez era imperialista e interesada en la expansión territorial, o al menos en
el mantenimiento de los territorios bajo su dominio. Contraria por completo a
la ferocitas bárbara, los bárbaros
únicamente eran apreciados si eran útiles al sistema romano, bien como
trabajadores de la tierra o como fuerzas militares. En cambio de su política
con los ciudadanos quedó constancia su magnanimidad: la actitud generosa hacia
los familiares o ciudades aliadas del usurpador Avidio Casio. También decretó
que los senadores no fueran ejecutados, ni siquiera bajo el beneplácito de sus
propios colegas. Reorganizó las fundaciones alimentarias, probablemente con el
fin de que fueran más eficaces. Intentó que su legislación fuera impulsada por
la justicia; para dar ejemplo, él mismo juzgaba con dedicación diversos asuntos,
tanto en Roma como en los campamentos militares. No dudaba en hacer frente a lo
que consideraba injusto; así cuando el ejército, en un momento difícil para el
Estado, le pidió más emolumentos, él le respondió que no podía pagar lo que iba
a salir de sus padres e hijos, añadiendo a continuación, ante la inminencia de
un motín del ejército, que el Imperio sólo provenía de la Providencia.
Marco Aurelio como escritor
Para valorar
el estilo de Marco Aurelio hay que tratar primero algunas cuestiones, como son el
contexto literario en el que escribió, los antecedentes que más influyeron en
él y los destinatarios a los que se dirigía.
Pero quizá antes que nada habría que aclarar
por qué escribe en griego, ya que desde nuestro punto de vista resulta bastante
chocante que un emperador romano use como forma de expresión una lengua que no
es la suya. La justificación es sencilla si pensamos que es una época en la que
existía en las clases altas romanas un enorme interés por la cultura literaria,
filosófica y científica griegas, que hace que el griego sea muy valorado como
lengua cultural. Por otra parte, desde un punto de vista práctico, en toda la
parte oriental del Imperio la lengua de comunicación era el griego. Esto hacía
que desde la más tierna infancia se iniciase a los niños romanos de clase alta
en el aprendizaje de la lengua de Homero[97]. En
el caso de la expresión filosófica el griego se hacía todavía más necesario[98] y
existía toda una discusión sobre si era posible usar el latín para hablar de
filosofía con partidarios en un sentido u otro. En definitiva. Marco Aurelio
sabía griego desde pequeño y era capaz de usarlo con maestría y gran
conocimiento.
Sobre el contexto literario baste señalar que
estamos en el momento de mayor apogeo de la llamada Segunda Sofistica, que
pretendía volver al brillo retórico de los grandes autores, especialmente
oradores, de los siglos V y IV a.C. En época de Marco Aurelio estaban brillando
como escritores en prosa griega autores como Elio Arístides, Filóstrato,
Herodes Ático, etc. A pesar de que nuestro autor tuvo tratos con ellos —incluso
recibió enseñanzas de algunos, como Heredes Ático— y los protegió[99], a
la hora de escribir sus Meditaciones, intentó separarse por completo de sus
postulados y propuestas literarias; de hecho, rechaza la sofística de forma
explícita (1.7, 1.17). Su propuesta literaria es fundamentalmente antirretórica
porque establece una diferencia tajante entre la filosofía, concebida como
práctica moral, y la literatura retórica. Por tanto, no es en el contexto
literario griego de su época donde se pueden encontrar los antecedentes
estilísticos de Marco Aurelio, puesto que su obra se plantea como una ruptura
con la expresión literaria del momento, que era muy retórica.
Aunque se ha insistido mucho en el carácter
intimista y de introspección de las Meditaciones, estamos convencidos de que no
es una obra concebida exclusivamente para consumo del propio autor[100].
Nadie puede negar que tiene un cuidado muy especial en su forma de expresión,
que busca un estilo propio. Si consideramos que el contenido es muy repetitivo
e incluso a juicio de algún crítico se puede resumir en dos o tres frases[101],
llama la atención que no existan repeticiones formales en la expresión, que
cada vez se exprese la misma idea de forma distinta[102].
Si fueran exclusivamente reflexiones íntimas destinadas a ser leídas sólo por
su autor no se habría puesto tanto cuidado para expresarlas. Está claro que
estaba pensando en algún tipo de público al que pretendía transmitir enseñanzas
morales. Como se ha comentado ya se podría pensar incluso en un círculo
familiar muy restringido, incluso su hijo Cómodo, aunque no es ésta, desde
luego, la opinión más extendida hoy día.
Puesto que Marco Aurelio se exige a sí mismo
un estilo personal determinado y desecha la forma de expresión literaria
preponderante en su momento, debemos planteamos hacia dónde dirigió su mirada
para elaborar su estilo. Está claro que hay que buscar sobre todo en el
estoicismo y de forma más general en la filosofía. Basta acudir al inventario
de citas contenidas en las Meditaciones para comprobarlo[103]. En
efecto el personaje al que más veces alude es Sócrates y el autor al que más
veces cita es Epicteto, seguido después por Platón, Epicuro, Heráclito, Crisipo
y Demócrito. Fuera del mundo filosófico el autor del que menciona más pasajes
es Eurípides[104].
No existe ninguna referencia explícita a ningún autor latino[105],
aunque sabemos por otras fuentes que sí leyó y gustó a los grandes poetas de la
literatura latina[106].
Nos encontramos, por tanto, con una renuncia voluntaria a todo el mundo latino
para centrarse en el griego, fenómeno que se explica si tenemos en cuenta que
Marco Aurelio está haciendo filosofía y considera que el griego es su lengua
natural de expresión. Cualquier lector de las Meditaciones que conozca los textos de Epicteto encontrará enormes
semejanzas en la expresión y en el tono literario de ambos autores. Éste es,
desde luego, el antecedente más claro del estilo marcoaureliano y en buena
medida del contenido.
En Epicteto, especialmente en su Manual (Enchiridion), encontramos los rasgos más llamativos de nuestro
filósofo-emperador. La exposición moralizante sentenciosa se transforma con
frecuencia en diálogo, que no es sino herencia de la diatriba cínica y estoica.
No en vano ambas escuelas pretenden entroncar con Sócrates, que, no por
casualidad, es la figura más citada de forma expresa por Marco Aurelio. Este
diálogo en ambos autores muchas veces es introspectivo, el propio yo se
desdobla y pone las objeciones a la línea principal del pensamiento moral,
objeciones que son rápidamente rebatidas[107].
Fue un recurso literario muy difundido en todas las obras que intentaban
transmitir enseñanzas de filosofía moral, ya que proporciona vida al texto. El
antecedente último habría que buscarlo en los Diálogos de Platón.
Otro recurso que comparte con Epicteto es el
de la metáfora y comparación, en general sacadas del mundo de la naturaleza o
de oficios artesanales. Quizá sea éste de los procedimientos estilísticos más
eficaces en Marco Aurelio y que más llaman la atención del lector moderno, que
no puede negar su fuerza, aunque es probable que sean pocas sus metáforas
originales. Las que no encontramos en el propio Epicteto probablemente las
encontraríamos en otros autores estoicos si dispusiéramos de más textos de
ellos. De nuevo es un procedimiento que le da vida y atractivo a la exposición;
es, por lo demás, algo característico de textos que intentan aleccionar
moralmente.
También coincide con Epicteto en el hecho de
usar vocabulario técnico propio de la filosofía estoica, que remonta a Crisipo.
Pero mientras Epicteto intenta explicarlo, Marco Aurelio lo da por supuesto,
con ello provoca el distanciamiento del lector no iniciado. Además, en este
terreno, supera claramente a Epicteto porque se complace en el uso de términos
raros, muchas veces compuestos de varios elementos, que son propios de cierto
rebuscamiento y exhibición. Muchos de ellos, dada la escasez de los textos que
nos han llegado de los estoicos, son para nosotros hápax, es decir, términos que sólo están documentados una vez, en
Marco Aurelio.
El carácter aforístico de ambos deriva de la
pretensión didáctica y exhortativa (parenética) que preside el conjunto. Es una
prosa moralizante que pretende cambiar la actitud del lector (no importa que
esté destinado a muchos o a pocos). Para ello más que razonar intenta
transformar la enseñanza en frases breves llamativas que se cargan del máximo
sentido posible mediante expresiones aparentemente antitéticas, rasgo que
facilitará su recuerdo y puesta en práctica y que obliga al lector a
reflexionar sobre ellas para alcanzar su significado último. Esta forma de
expresión condensada y antitética se puede remontar en la historia de la prosa
griega a Heráclito[108].
Estos últimos rasgos nos acercan a la
característica más acusada en Marco Aurelio, la oscuridad de su expresión. En
parte viene dada por el vocabulario, en parte por el afán de síntesis. Pero,
sobre todo, la provoca el abuso de expresiones abstractas (especialmente
neutros sustantivados) de las que el lector desconoce su referente, con lo que
no sabe a qué se está aludiendo. Téngase en cuenta además que la
contextualización es casi imposible cuando muchas veces se trata de pasajes muy
cortos que no tienen nada que ver con los precedentes o siguientes. En este
caso su antecedente estilístico lo podemos encontrar en Heráclito (de nuevo,
otro de los autores a los que le gusta citar), que es el máximo exponente de
una prosa filosófica oscura que se puede cargar de muchos significados, y que,
por tanto, es muy exigente con su destinatario.
Marco Aurelio ha buscado la forma de expresión
que pensó que mejor se adaptaba a las verdades filosóficas de naturaleza moral
que nos quiere transmitir. Se trata del estilo estoico, basado en la negación
de la retórica, que ya había caracterizado con precisión Cicerón: es a menudo
sutil y agudo, pero las más de las veces resulta seco, extraño, repelente al
oído, oscuro, vacío[109].
Ésa es la impresión que han tenido muchos
lectores de las Meditaciones.
121 d.C.
Nacimiento de Marcus Annius Verus (Marco Aurelio) el 26 de abril.
124 Muerte del
padre de Marco Aurelio, siendo pretor.
127 Marco
Aurelio forma parte del orden ecuestre.
128 Con siete
años es salius Palatinas y comienza
su educación.
133 Comienza
su educación secundaria y es atraído por la filosofía.
136 Asume la
toga viril. Es prometido en matrimonio a la hija del cónsul L. Cómodo. Conoce a
Apolonio, el filósofo estoico.
138 Con
dieciséis años es adoptado por Antonino. Es cancelado su anterior compromiso
matrimonial y es prometido a Faustina, hija de Antonino. Ascensión de Antonino
al trono imperial, tras la muerte de Adriano. 139 Es un año crucial para Marco
Aurelio.
Cuestor a la edad de diecisiete años y
designado cónsul para el año siguiente. Nombrado César, entra a formar parte
del colegio mayor de sacerdotes. Pasa a ser formado, entre otros, por Cornelio
Frontón.
140 Cónsul por
primera vez, junto con Antonino Pío.
145 a 150
Segundo consulado, casamiento con Faustina.
Recibe la potestad tribunicia. Tiene a su
primera hija, Faustina, y después a la segunda, Lucila.
150 a 160
Nacen más hijos del matrimonio de Marco Aurelio y Faustina
161 Tercer
consulado.
Muerte de Antonino Pío. A la edad de treinta y
nueve años es proclamado emperador y asociado a él, Lucio Aurelio Vero.
Nacen Antonino y Cómodo.
Problemas militares en el Este.
162 Nacimiento
de otro hijo, Anio Vero.
163 Victorias
romanas en Armenia.
166 Victorias
en Partia.
167 Problemas
militares en la frontera norte.
168 Los dos
emperadores se trasladan hacia el norte.
169 Muerte de
Lucio Vero. Marco Aurelio vuelve a Roma por unos meses, en otoño retoma a la
frontera norte.
170 Nacimiento
de la mas joven de las hijas. Sabina.
171 Problemas
militares que van a continuar hasta el resto de su gobierno.
172 Ofensiva
romana a la invasión de Grecia e Italia. Se establece en Camunto ese año y el
siguiente.
175 Rebelión
de Casio en el Este. Armisticio con los sármatas.
176 Muerte de
Faustina, su mujer. Marco Aurelio vuelve a Roma para una estancia de poco más
de un año.
177 Asocia al
imperio a su hijo Cómodo.
178 Retomo a
la frontera norte.
179 Victoria
sobre las tribus del Danubio.
180 Muerte de
Marco Aurelio en Viena a la edad de cincuenta y ocho años.
Para la
presente traducción se ha usado como texto el más moderno y fiable, el dej.
Dalfen, Marci Aurelii Antonini. Ad se ipsum UbriXII, Leipzig, Teubner,
1987. De esta edición se ha tomado la numeración interna de los pasajes. Para
el libro primero hemos utilizado además el de P. Hadot, Marc Aurele. Écrits pour
lui-méme, I, París, Belles Lettres, 1998, y discutido en notas las
divergencias más notables entre ambos. En sus introducciones se pueden
encontrar amplias descripciones sobre la tradición manuscrita de Marco Aurelio
y el establecimiento de su texto con referencias bibliográficas, por lo que no
nos vamos a ocupar de este aspecto. Baste decir que es un texto corrupto con
numerosas dificultades y puntos oscuros, para los que existen múltiples
conjeturas.
Sólo vamos a indicar aquí los pasos más
significativos para llegar al texto moderno. Hay que partir de Xylander de
Augsburgo, responsable de la primera edición impresa de Zúrich en 1558, a la
que acompañó de una traducción al latín que marcó en buena medida la forma de
comprensión posterior de muchos pasajes. La edición de Cambridge de Th. Gataker
de 1652 con texto griego, traducción latina y comentario supuso otro avance
fundamental en la interpretación de las Meditaciones. Entre las ediciones de la
primera mitad del siglo XX con texto griego destacan las de A. I. Trannoy,
París, Belles Lettres, 1925, con traducción al francés, y sobre todo la de A.
S. L. Farquharson, The Meditations of the
Emperor Marcus Antoninus, Oxford, 1944, en dos volúmenes, uno con el texto
griego y traducción al inglés y otro dedicado a un valioso y amplio comentario
de quien sin duda fue el mayor especialista en Marco Aurelio del siglo XX[111].
En general, los traductores posteriores a Farquharson dependemos en gran medida
de él[112],
aunque él depende a su vez de sus antecesores.
En cuanto a las traducciones al español hemos
usado las siguientes. Debemos confesar que todas ellas nos parecen muy
meritorias, fruto de un trabajo directo sobre el original griego, y nos han
sido de gran utilidad.
J. Díaz de Miranda, Soliloquios del emperador Marco Aurelio, 1785; luego se ha
reeditado en la Biblioteca Económica Filosófica, en la Colección Austral, etc.
Sorprende encontrar ya resueltas en esta primera traducción al español muchas
de las dificultades del texto, lo que demuestra que fue fruto de un trabajo
serio y riguroso.
Miguel Dolç, Marco Aurelio. Meditaciones, Barcelona, 1945 (reeditada en el año
2000). Es una traducción personal que a veces arriesga en cuanto a la
comprensión, la mayor parte de las veces con éxito, otras no tanto. Consigue
verter el texto en un buen español. Las notas son muy escasas. Usa el texto de
Trannoy.
R Bach Pellicer, Marco Aurelio. Meditaciones, Madrid, 1977. Es una traducción
precisa y segura que resulta en algún caso algo monótona, pero casi siempre muy
fiable. Tiene más notas que la anterior. Su texto de partida es el de Trannoy
complementado con Farquharson.
B. Segura Ramos, Marco Aurelio. Meditaciones, Madrid, 1985. Lo más admirable de esta
traducción es la fuerza y garra que sabe imprimirle al texto español. En este
sentido es la más actual y cercana a la sensibilidad del lector moderno. Escasa
en sus notas. Su texto de partida es el de Dalfen.
En la presente traducción se ha perseguido,
dentro de la fidelidad al espíritu del texto, la claridad para el lector
actual. A este fin se ha buscado la congruencia en la traducción de los
términos significativos: en lo posible se traducen siempre de la misma forma.
En la misma línea se han añadido notas explicativas y elaborado los índices,
además de una introducción para contextualizar obra y autor.
Ofrecemos una
selección bibliográfica para profundizar en el estudio de las Meditaciones.
a) Obras antiguas especialmente relacionadas con las
Meditaciones
EPICTETO, Enchiridion, ed. R. Alonso García,
Madrid, 1993.
— Disertaciones
por Arriano, ed. P. Ortiz García, Madrid, 1993.
FRONTÓN, Epistolario,
ed. A. Palacios Martín, Madrid, 1992.
Historia
Augusta, ed. V. Picón y A. Gascón, Madrid, 1989.
b) Estudios modernos
BERRAONDO, J.,
El estoicismo, Barcelona, 1992.
BIRLEY, A., Marcus Aurelius,
Londres, 1966.
BOWERSOCK, G. W., Greek Sophists in the Román Empire, Oxford, 1969.
BRUNT,
P. A, »Marcus Aurelius in his Meditations«,fRS
64,1974,120.
—
»Marcus Aurelius and the Christians«, en C. Deroux (ed.), Studies in Latin Literature and Román History, Bruselas, 1979.
DARAKI, M.; ROMEYER-DHERBEY, G., El mundo helenístico: cínicos, estoicos y epicúreos, Madrid, 1996.
DAZA MARTÍNEZ, J., »Ideología y política en el
emperador Marco Aurelio«, Lucentum,
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ELORDUY, E., El Estoicismo, Madrid, 1972.
FARQUHARSON, A. S. L, The
Meditations of the Emperor Marcus Antoninus, vol. I: Text and Translation;
vol. II: Greek Commentary, Oxford, 1944.
— Marcus Aurelius. His Life and his World,
Oxford, 1951.
— The Meditations of Marcus Aurelius Antoninus,
Oxford, 1989.
FERRO GAY, J., »El cristianismo y el Imperio«, Nova Tellus, 1985, 127-148.
GALL. J. LE; GLAY, M. LE, El Imperio Romano. El Alto Imperio, Madrid, 1995.
GORLITZ, W., Marc Aurèle. Empereur et philosophe. París, 1962.
HADOT, P., La
citadelle intérieure. Introduction aux Pensées de Marc Auréle, París, 1997.
— Marc Aurele. Écrits pour
lui-même. Livre I, París, Belles Lettres, 1998.
HIDALGO DE LA VEGA, M. J., El
intelectual, la realeza y el poder político en el Imperio Romano,
Salamanca, 1995.
JAEGER, W., Cristianismo primitivo y paideia griega, Madrid, 1995.
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MARROU, H.I., Historia de la educación en la antigüedad, Madrid, 1985.
POHLENZ, M., Die Stoa. Geschichte einer geistigen Bewegung, Góttingen, 1959
(trad. italiana: La Stoa. Storia di un movimento spirituale, Florencia, 1967).
PUENTE OJEA, G., Ideología e historia. El fenómeno estoico en la sociedad antigua,
Madrid, 1990.
RAWOB, P., Seelenführung. Methodik
der Exerzitien in der Antike, Múnich, 1954.
REARDON,
B. P., Courants littéraires grecs
deslletlllsiécks aprésJ.C., París, 1971.
RÉMONDON, R., La crisis del
Imperio romano, Barcelona, 1984.
ROMAINS, J., Marc Aurèle ou
l’Empereur de bonne volonté. París, 1968.
RUTHERFORD, R. B., The Meditations of Marcus
Aurelius. A Study, Oxford, 1989.
SHARPLES, R. W., Stoics, Epicureans and Sceptics, Londres, 1996.
LIBRO PRIMERO
1.2 De la fama y recuerdo del que me engendró[115],
la decencia y la virilidad.
1.3 De mi madre[116],
la devoción, la generosidad y refrenarse tanto de hacer daño como de tener la
idea de hacerlo; además, la sencillez en el régimen de vida lejos de las
costumbres de los ricos.
1.4 De mi bisabuelo[117],
no frecuentar las escuelas públicas; disfrutar de buenos maestros en casa;
saber que en eso hay que gastar de forma espléndida.
1.5 De mi preceptor[118],
no ser de los verdes[119],
ni de los azules en el circo; ni de los del escudo tracio[120],
ni de los del samnio en el anfiteatro; aguantar, necesitar poco, bastarse con
sus propias manos, saber estarse tranquilo y no ser receptivo a la calumnia.
1.6 De Diogneto[121],
no perseguir la frivolidad; desconfiar de las palabras dichas por fantasiosos o
charlatanes sobre encantamientos, exorcismos y cosas por el estilo; no jugar a
la codorniz[122] y
no apasionarme por tales futilidades; soportar que le hablen a uno claro; tener
familiaridad con la filosofía; escuchar a Baquio[123],
después a Tandasis[124] y
a Marciano[125];
a escribir diálogos de niño; anhelar el camastro con su pellejo y cosas
semejantes propias del entrenamiento helénico[126].
1.7 De Rústico[127],
haberme representado la necesidad de un enderezamiento y tratamiento moral del
carácter; no haberme dejado arrastrar a la emulación propia de los sofistas[128],
ni a escribir sobre teorías, ni declamar discursitos exhortativos ni exhibirme
con ostentación impactante como hombre ascético y bienhechor; haberme apartado
de la retórica, el arte poético y el preciosismo; no pasearme por casa con ropa
solemne ni cosas por el estilo; escribir las pequeñas cartas en estilo sencillo
como lo que él mismo escribió a mi madre desde Sinuesa[129];
frente a los que tienen mal carácter y ofenden ser dócil y complaciente en
cuanto quieren retroceder; leer con precisión y no conformarse con hacer un
recorrido mental genérico ni con agregarse con rapidez a la opinión de los que
charlan en demasía; toparme con los apuntes de Epicteto, de los que me hizo
participar siendo suyos.
1.8 De Apolonio[130]
ser libre y no depender sin discusión de una tirada de dados; no mirar a
ninguna otra cosa, ni un poco siquiera, sino a la razón; mantenerse sin
alteración en los dolores agudos, en la pérdida del hijo y en las enfermedades
graves; ver de forma resplandeciente en el ejemplo de su propia vida que la
misma persona puede ser a un tiempo muy vehemente y muy relajada; no enzarzarse
en los comentarios filosóficos; ver a un hombre que tenía en mínima estima, entre
sus propios méritos, la experiencia y habilidad de transmitir sus teorías;
aprender cómo hay que tomarse los favores aparentes de los amigos sin hacerse
de menos ante ellos ni dejarlos pasar inadvertidamente.
1.9 De Sexto[131],
el buen ánimo; el ejemplo de su casa administrada de forma patriarcal; la
determinación de vivir conforme a la naturaleza[132];
la solemnidad sin artificio; la preocupación solícita por los amigos; la
capacidad de soportar las creencias irreflexivas de los profanos; su
compenetración con todos hasta el punto de resultar su trato más agradable que
cualquier adulación y él digno del máximo respeto para todos más allá de la
ocasión concreta; su comprensión y método para descubrir y ordenar las
convicciones necesarias para la vida; no hacer manifestación ni de la cólera ni
de ninguna otra pasión, sino ser al tiempo el más impasible y el más afectuoso;
alabar sin disonancia; ser versado en muchas cosas sin ostentación.
1.10 De Alejandro el gramático[133]
no hacer reproches; no atacar con críticas las expresiones bárbaras,
incorrectas o disonantes, sino tener la habilidad de expresar justamente
aquello que debería haberse dicho a modo de respuesta, ratificación, reflexión
conjunta o alguna otra insinuación armoniosa, sobre al asunto en sí, no sobre
la forma de expresarlo.
1.11 De Frontón[134],
poner en cuestión cuál es la malignidad, el doblez y el fingimiento propios de
la tiranía y que en general los que llamamos patricios son los menos
afectuosos.
1.12 De Alejandro platónico[135]
evitar decir a alguien o escribir en una carta a menudo y sin necesidad: »no
tengo tiempo« y excusarse sin parar ante las obligaciones de las relaciones de
convivencia con el pretexto de asuntos circunstanciales.
1.13 De Catulo[136]
no hacer de menos a un amigo que imputa algo, incluso si se da la circunstancia
de que lo hace sin razón, sino intentar restaurar la camaradería; hacer la
alabanza de los maestros con ardor como las anécdotas que se cuentan de Domicio
y Atenodoto[137];
tener un amor verdadero a los hijos.
1.14 De Severo[138]
el amor a los familiares, el amor a la verdad y el amor a la justicia; conocer
gracias a él a Tráseas, Helvidio[139],
Dión[140] y
Bruto[141] y
haberme representado una constitución con igualdad ante la ley que administra
mediante la equidad y la libertad de expresión y una monarquía que honra sobre
todas las cosas la libertad de sus súbditos; también la constancia y
perseverancia[142]
en la honra de la filosofía; hacer el bien y compartir con ansia; tener
esperanza y confiar en recibir el amor de los amigos; no disimular frente a los
que merecen nuestra condena; que los amigos no precisen conjeturar sobre qué
quiere o no quiere uno, sino dejarlo claro.
1.15 De Máximo[143]
dominarse y no dejarse llevar por nada; tener buen ánimo en otros momentos
críticos y especialmente en las enfermedades; la apacibilidad en el carácter,
la dulzura y empaque; llevar a cabo sin quejas lo propuesto; que todos confíen
en que uno piensa las afirmaciones que hace y que actúa sin maldad en aquello
que actúa; no admirarse ni demostrar asombro; nunca tener prisa ni demorar; no
quedarse sin recursos con la mirada baja, con una mueca, o, al contrario,
enojado y receloso; ser bienhechor, inclinado al perdón y lejos de la mentira;
ofrecer la imagen de quien no se tuerce más que la de quien se endereza; nadie
nunca hubiera creído que lo miraba por encima ni él hubiera tolerado que se
sospechara que él se creía superior; gastar bromas con buena intención.
1.16 De mi padre[144]
la gentileza, la firmeza sin oscilación en decisiones previamente analizadas;
no vanagloriarse en lo que se considera motivo de honras; ser amigo del
esfuerzo y perseverar; prestar oídos a quien tiene algo en bien del común que
proponer; no dejarse pervertir al distribuir a cada uno según su valía[145];
tener experiencia de cuándo se precisa tensión y cuándo relajación; hacer cesar
los amoríos con adolescentes[146];
la preocupación por el bien común; no desear por encima de todo que los amigos
coman o viajen con uno a la fuerza[147],
sino que los que se ausentaban por necesidades suyas se lo encontraban siempre
igual; las averiguaciones en las reuniones de consejo rigurosas y detenidas[148];
saber mantener a sus amigos, sin hartazgo repentino ni atolondramiento; ser
autosuficiente en todo y radiante[149];
prever con tiempo y regular por anticipado lo ínfimo sin dramatizar; frenar
durante su mandato las aclamaciones y cualquier adulación; ser vigilante de las
necesidades del imperio, ecónomo de los gastos públicos y capaz de encajar la
crítica de algunos sobre tales actitudes; con relación a los dioses no ser
supersticioso, con relación a los hombres no ser demagogo, obsequioso, ni
buscar el favor de la turba, sino ser sobrio y seguro en cualquier ocasión,
nunca vulgar ante la belleza ni deslumbrado ante la novedad; de las cosas que
hacen la vida fácil y que con abundancia proporciona la fortuna, hacer uso sin
delirio y sin buscar excusas, de forma que si estaban a mano las alcanzaba sin
preocuparse, si estaban ausentes no las precisaba; que ninguno pudiera decir
que era un sofista, un impostor[150] o
un pedante, sino que era un hombre cabal, completo, ajeno al halago, capaz de
ponerse al frente de sus propios asuntos y de los ajenos; además de eso su
aprecio a los que hacen filosofía de verdad, sin ser crítico en demasía frente
al resto y sin dejarse arrastrar por ellos; además su buena compañía y donaire
sin hartar; preocuparse de su propio cuerpo con mesura, no como si tuviera
apego a la vida, sin llegar al maquillaje pero tampoco desde luego al abandono,
de forma que por su propia diligencia precisaba poquísimo de la medicina, de
sus medicamentos o ungüentos, de uso interno o externo; ceder terreno sin
prejuicios a los que estaban en posesión de alguna capacidad como la de la
elocuencia o la que proporciona la investigación de las leyes, costumbres u
otros asuntos y colaborar con entusiasmo con ellos de forma que cada uno
tuviese buena reputación en lo que era en concreto superior: todos sus actos
los hacía de acuerdo con las tradiciones patrias sin aparentar que era
justamente eso por lo que se esforzaba[151];
también no cambiar con facilidad ni mariposear, sino frecuentar los mismos
lugares y hechos; después de los ataques agudos de dolor de cabeza volver al
punto con vigor y energía a las tareas habituales; no tener muchos secretos,
sólo los mínimos, en muy rara ocasión y en bien del común; su prudencia y
moderación[152]
en la realización de los espectáculos, obras públicas, repartos[153] y
cosas por el estilo, que sólo atendía a la propia necesidad de su realización,
no a la fama una vez realizados; no bañarse a deshora, ni tener manía
constructora[154],
y no preocuparse de las comidas ni de los tejidos o colores de sus ropas ni de
que sus esclavos estuvieran en sazón[155]; [156]la
ropa que le llegaba desde Lorio[157]
desde su villa de abajo y muchas cosas de Lanuvio[158];
cómo trató al recaudador de Túsculo[159]
que se excusaba[160] y
todo ese tema; en absoluto rudo ni desde luego inexorable, tampoco tan
turbulento que uno pudiera llegar a decir »incluso sudó«[161],
sino que todos sus comportamientos estaban diferenciados razonadamente con
minucia, sin turbación, con orden, con fuerza y en concordancia mutua; se le
podría aplicar la anécdota referida a Sócrates[162]
de que podía al tiempo abstenerse y disfrutar de aquello por lo que la mayoría
en caso de abstinencia se siente débil y en caso de disfrute se dejan llevar;
ser fuerte y resistente y en ambas cosas ser sobrio [es propio de un hombre que
tiene un espíritu articulado e invencible][163],
como en la enfermedad de Máximo[164].
1.17 De los dioses, tener buenos abuelos,
buenos padres, buena hermana[165],
buenos maestros, buenos allegados, parientes, amigos, casi todos buenos; que no
me ocurrió faltar a ninguno de ellos, aunque yo tenía tal disposición, por la
cual, si hubiera coincidido así, hubiera podido faltarles[166];
buena acción de los dioses es que no tuviera lugar ninguna acumulación de
hechos que me pusiera a prueba; no ser criado demasiado tiempo donde la
concubina[167]
de mi abuelo; mantener tiempo la flor de la juventud[168] y
no haberme hecho hombre antes de su momento[169]
sino haberlo demorado en el tiempo; haberme subordinado a quien era emperador y
padre, que me iba a quitar cualquier delirio de grandeza y me iba a llevar a la
determinación de que es posible vivir en la corte sin precisar de
guardaespaldas, ropas significativas, candelabros, estatuas y cosas tales y de
igual pompa; se puede, al contrario, hacerse pequeño y acercarse al ciudadano
normal sin por eso ser más humilde o más timorato frente a lo que debe llevarse
a cabo con autoridad en bien del común; tener a un hermano[170]
que pudiera por su carácter recto despertar en mí mi propia preocupación moral,
alegrándome con su estima y amor; que mis hijos no fueran torpes ni
contrahechos en su cuerpecillo; no progresar demasiado en la retórica, poética
y demás dedicaciones en las que quizá me hubiera mantenido de haberme dado
cuenta de que avanzaba por buen camino; haberme adelantado en otorgar a mis
maestros el puesto de honor que me parecía que anhelaban y no haberlo pospuesto
con la esperanza, dado que eran jóvenes, de que luego lo haría; conocer a
Apolonio, a Rústico, a Máximo; en cuanto a la vida según la naturaleza[171]
haberme representado con nitidez y muchas veces cómo es, de forma que en lo que
depende de los dioses, de sus comunicaciones con los hombres desde allá, sus
apoyos, sus iluminaciones[172],
nada me impide vivir según la naturaleza y me aparto de eso por mi
responsabilidad y por no prestar atención a las rememoraciones divinas y casi
enseñanzas; que mi cuerpo aguante tanto con semejante vida; no entrar en
contacto con Benedicta ni con Teodoto[173],
sino curarme más tarde tras haber sufrido de amores; que a pesar de haberme
encolerizado con Rústico muchas veces no pasé a mayores, cosa de la que me
hubiera arrepentido; que la que me dio a luz, que iba a morir joven, viviera a
pesar de ello conmigo sus últimos años; que nunca escuché en todas las veces
que quise socorrer a alguien en estado de pobreza o en alguna otra necesidad:
»No tengo dinero con que«; que nunca caí yo mismo en una necesidad semejante
hasta el punto de tomar de otro; que mi mujer[174]
fuese así, tan obediente, tan amorosa, tan sencilla; tener recursos para
maestros competentes de mis hijos; haber recibido en sueños remedios especialmente
para no escupir sangre y no tener mareos[175];
el oráculo de Gaeta[176];
que cuando anhelé la filosofía, no caí en manos de algún sofista, ni me aparté
con los escritores a resolver silogismos o dedicarme a fenómenos del cielo[177];
porque todas esas cosas precisan auxilios y fortuna de los dioses.
2.1 Desde el
alba hay que decirse con énfasis a uno mismo: me toparé con el entrometido, con
el desagradecido, con el soberbio, con el taimado, con el malicioso, el insociable.
Todos esos rasgos concurren en ellos por su ignorancia de los bienes y males.
Yo, al contrario, tras haber contemplado la naturaleza del bien y ver que es
algo bello, y la del mal y ver que es algo vergonzoso, y la naturaleza del que
yerra y ver que es de mi linaje, no por la misma sangre o simiente, sino por
ser partícipe de la inteligencia[180] y
fracción divina[181],
tampoco puedo subir perjuicio por parte de alguno de ellos, porque nadie me
cubrirá de vergüenza; tampoco puedo encolerizarme con el que es de mi linaje ni
odiarlo. Hemos nacido para la colaboración, como los pies, las manos, los
párpados, las filas de los dientes de arriba y abajo. Entrar en conflicto unos
con otros es contrario a la naturaleza; conflicto es enfadarse y darse media
vuelta. 2.2 Aquello que soy[182]
son pequeñas carnes, pequeño hálito[183] y
el principio rector[184].
Deja los libros de lado. No te distraigas más. No es posible[185].
Al contrario, como si te estuvieras muriendo, desprecia tus carnes que son
sangre sucia, huesillos y la urdimbre que forman nervios, capilares y arterias[186].
Mira también tu hálito cómo es: es viento, ni siquiera siempre igual. A cada
momento lo vomitamos y de nuevo nos lo tragamos. Lo tercero es tu principio
rector. Reflexiona así. Eres viejo, no permitas que sea esclavo, ni que sea
manejado como una marioneta por el impulso antisocial, tampoco te irrites con
el desuno presente ni te encojas ante el futuro.
2.3 Las obras divinas están llenas de
providencia, las de la fortuna no son ajenas a la naturaleza, a los lazos del
hado, al trenzado de lo que gobierna la providencia. Todo fluye de allí. Además
está la necesidad y lo que conviene a todo el universo del que eres una parte.
Para cualquier parte de la naturaleza es bueno lo que produce la naturaleza del
todo y lo que la mantiene a salvo. Mantienen a salvo el universo tanto los
cambios de los elementos como los de los compuestos. Que eso te baste si son
tus convicciones. Despréndete de la sed de los libros para no morir entre
gruñidos, sino conciliado de verdad y agradecido de corazón a los dioses.
2.4 Acuérdate desde cuándo te demoras y
cuántas veces tras aceptar plazos de los dioses no los usas. Es necesario que
te des cuenta ya de qué universo eres parte, a qué fuerza gobernante del
universo te subordinaste como su efluvio y de que tienes determinado el límite de
tiempo, si no lo usas para despejar las nubes[187],
se marchará y tú te marcharás sin ser posible repetir.
2.5 En cada momento preocúpate de realizar
sólidamente, como romano y virilmente, lo que esté en tus manos con dignidad
rigurosa y no fingida, con afecto, con libertad y con justicia y procurarte a
ti mismo reposo de todas las demás representaciones. Te lo proporcionarás si
ejecutas cada acción como si fuera la postrera de tu vida, ajeno a cualquier
atolondramiento, a renunciar por pasión a la razón directora, al fingimiento,
al egoísmo, a la insatisfacción ante lo marcado por el destino. Estás viendo
qué pocas son las cosas que debe uno dominar para poder vivir una vida próspera
y respetuosa con la divinidad, porque los dioses no exigirán nada más al que
mantenga esto.
2.6 Sigue humillándote, sigue, alma[188].
Ya no tendrás ocasión de honrarte. La vida de cada uno es breve. Ya está casi
consumida la tuya sin haberte mostrado respeto a ti misma, sino que has puesto
en almas ajenas tu felicidad.
2.7 ¿Te distraen los acontecimientos
exteriores? Ofrécete reposo para aprender algo bueno y dejar de dar tumbos.
Pero entonces también hay que guardarse de otro extravío: en efecto, cometen
también tonterías los que por culpa de sus actos están cansados de vivir y no
tienen objetivo al que dirigir de una vez por todas todo impulso y
representación.
2.8 No es fácil que se pueda ver que alguien
es infeliz por no fijarse en lo que sucede en el alma de otro, pero es forzoso
que sean infelices quienes no siguen de cerca los movimientos de su propia
alma.
2.9 Hay que recordar siempre lo siguiente:
cuál es la naturaleza del todo y cuál es la mía, qué relación tiene esta mía
con aquélla y qué parte es de qué todo, y que nadie te impide realizar las
acciones y decir las palabras concordantes con la naturaleza de la que formas parte.
2.10 Teofrasto[189],
como filósofo, en su comparación entre los tipos de faltas, según uno las
podría comparar de forma más elemental[190],
dice que son más graves aquellas en las que se yerra por apetencia[191] que
las causadas por enojo. El que está enojado se revuelve contra la razón
aparentemente con cierta tristeza y encogimiento inconsciente, mientras que el
que yerra por apetencia se deja vencer por el placer y aparentemente es más
licencioso y femeninamente débil en sus faltas. Con razón y como filósofo
afirmó que es merecedor de una acusación mayor la falta cometida con placer que
con tristeza. En una palabra, éste se parece más a quien ha sufrido injusticia
previamente y se ve forzado con tristeza a enojarse, el otro por sí mismo tiene
el impulso de cometer injusticia y se deja llevar a hacer algo por apetencia.
2.11 Como si fuese algo inmediato salir de la
vida, así hay que ejecutar cada acción, decir cada palabra y tener cada
pensamiento. Marcharse de entre los hombres si los dioses existen no es nada
terrible, porque éstos no te endosarían un mal. Si por el contrario no existen
o no les importan las cosas de los hombres, ¿qué me supone estar vivo en un
universo vacío de dioses o vacío de providencia? Pero existen y les importan
las cosas de los hombres y para que el hombre no caiga en los males verdaderos
le pusieron todo en sus manos. Si algo de lo restante fuera malo, también eso
lo hubieran previsto de forma que en cualquier caso tuviera la capacidad de no
caer en ese mal. Aquello que no hace al hombre peor, ¿cómo eso podría hacer la
vida del hombre peor? No lo hubiera pasado por alto la naturaleza del todo por
ignorancia, o aunque lo supiera, por no poder precaverse o enderezarlo; tampoco
hubiera cometido un error tan grande por incapacidad o por falta de pericia,
para que indistintamente los bienes y los males acontecieran de forma revuelta
tanto a los hombres buenos como a los malos. La muerte y la vida, la buena fama
y la mala, el sufrimiento y el placer, la riqueza y la pobreza, todas esas
cosas ocurren indistintamente a los hombres tanto a los buenos como a los malos
porque no son ni hermosas ni vergonzosas. No son ni buenas ni malas[192].
2.12 Es propio de la facultad inteligente
fijarse en cómo desaparece rápidamente todo, las propias personas en el
universo, los recuerdos de esas personas en el tiempo; en cómo son las cosas
que son perceptibles y especialmente las que nos atraen con el cebo del placer
o las que nos atemorizan con el sufrimiento o las que se pregonan con delirios
de grandeza; en cómo no tienen valor, son fáciles de despreciar, sucias,
perecederas, muertas; en quiénes son esos cuyas suposiciones y palabras
proporcionan buena o mala reputación; en qué es morir (si uno viera la muerte
en sí y con clasificación reflexiva descompusiera las supersticiones que se le
añaden, supondrá que no es otra cosa que obra de la naturaleza, y si uno le tiene
miedo a una obra de la naturaleza es un niñato, no es que sea sólo obra de la
naturaleza, es que le conviene); en cómo el hombre está en contacto con dios y
en qué parte de sí mismo, en caso de que esa porción del hombre se encuentre de
una manera determinada.
2.13 No hay nada más desventurado que quien
recorre todo en derredor, explora »lo que está debajo de la tierra«, dice[193],
e investiga en las almas de los que están cerca mediante el uso de indicios[194],
sin darse cuenta de que basta estar sólo ante el espíritu divino que está
dentro de uno mismo y ser su servidor de verdad. Este servicio consiste en
vigilar que esté purificado de pasión, de atolondramiento, de insatisfacción
frente a lo que acontece por los dioses y los hombres, porque las cosas que
dependen de los dioses hay que venerarlas por su virtud y las que dependen de
los hombres se hacen queridas por el parentesco común, a veces, incluso de
alguna manera son objeto de compasión[195]
por la ignorancia de qué es bueno y qué es malo. Ese impedimento no es menor
que el que impide distinguir lo blanco de lo negro[196].
2.14 Aunque vayas a vivir tres mil años o tres
mil veces diez mil, sin embargo, recuerda que nadie deja atrás otra vida que
esa que está viviendo y tampoco está viviendo otra que no sea la que deja
atrás. Se iguala por tanto lo más duradero con lo más breve. En efecto, el
presente es igual para todos, como también lo que muere, y lo que dejamos atrás
se manifiesta efímero por igual. Porque uno no podría dejar atrás lo que ya ha
transcurrido ni lo porvenir. Aquello que uno no tiene, ¿cómo alguien podría
abandonarlo? Así pues, hay que acordarse siempre de estas dos cosas, primera,
que desde la eternidad todas las cosas son iguales en su aspecto, se repiten
circularmente y no se diferencian nada, uno verá lo mismo en cien años que en
doscientos o que en un tiempo infinito; segunda, que tanto el que goza de un
tiempo más largo como el que ha de morir rápidamente deja atrás lo mismo,
porque sólo es el presente de lo que va a verse privado, si es eso lo único que
tiene y si uno no deja atrás lo que no tiene.
2.15 »Todo es suposición«[197].
Son claras las palabras dirigidas[198]
contra el cómico Mónimo, pero también es clara la utilidad del dicho si uno
acepta su substancia hasta la verdad.
2.16 Se humilla a sí misma el alma del hombre
sobre todo cuando se transforma en absceso y como tumor[199]
del universo en lo que de ella depende. Irritarse con algo de lo que sucede es
separación[200]
respecto a la naturaleza que rodea las naturalezas de las restantes cosas; en
segundo lugar cuando se revuelve contra alguien o se vuelve contraria con
intención de perjudicar, tal y como son las almas de los coléricos; en tercer
lugar, se humilla cuando se deja vencer por el placer o el sufrimiento; en
cuarto lugar, cuando finge y hace o dice algo con disimulo y mentira; en quinto
lugar, cuando se le escapa alguna acción suya e impulso sin ningún objetivo,
sino que obra al azar, sin perseguir nada, cuando es preciso que incluso las más
pequeñas acciones estén referidas a algún fin. El fin de los animales
racionales es seguir la razón y ordenamiento de la ciudad y constitución más
venerables.
2.17 El tiempo de la vida humana es un punto,
su esencia fluye, su percepción es oscura, la composición del cuerpo en su
conjunto es corruptible, el alma va y viene, la fortuna es difícil de predecir,
la fama no tiene juicio, en una palabra, todo lo del cuerpo es un río[201],
lo del alma es sueño y un delirio. La vida es una guerra y un exilio, la fama
póstuma es olvido. Entonces, ¿qué es lo que puede escoltamos? Sólo una cosa, la
filosofía. Esto es vigilar que el espíritu divino interior esté sin vejación,
sin daño, más fuerte que los placeres y los sufrimientos, que no haga nada al
azar ni con mentira o fingimiento, que no tenga necesidad de que otro haga o
deje de hacer algo. Y además que acepte lo que ocurre y lo que se le ha
asignado como algo que viene de allí de donde él vino. Por encima de todo,
aguardar la muerte con el pensamiento favorable de que no es otra cosa sino
disgregación de los elementos de los que está compuesto cada ser vivo. Si
precisamente para los elementos en sí no hay nada terrible en que cada uno se
transforme sin interrupción en otro, ¿por qué uno ve con malos ojos la
transformación y disgregación de todos? En efecto, se produce según la
naturaleza y nada es malo si es según la naturaleza.
En Camunto
3.1 No hay que
razonar sólo que cada día la vida se desgasta y queda una parte menor, también
debe razonarse que, si uno viviera más, está por ver si su reflexión será tan
suficiente como antes para comprender los hechos y las consideraciones teóricas
que se esfuerzan en alcanzar conocimiento de lo divino y lo humano. Porque si
uno empieza a chochear, no tendrá carencias para respirar, alimentarse, tener
representaciones e impulsos y todo lo demás del mismo estilo. Pero, antes que
eso, se extingue la posibilidad de disponer de uno mismo, de ser exacto en las
cuentas del deber, de articular entre sí las apariencias, de atender
concretamente a si ya es momento de expulsarse uno mismo[203] y
todas esas cosas parecidas que precisan mucho de un razonamiento bien
ejercitado. Por tanto, hay que darse prisa, no sólo porque cada vez se está más
cerca de la muerte, también, porque la comprensión de los hechos y su
seguimiento cesan antes.
3.2 Es preciso también vigilar atentamente lo
siguiente, que incluso lo que sobreviene[204] a
creaciones de la naturaleza tiene algún encanto y atractivo. Así, por ejemplo,
el pan al cocerse se resquebraja en algunas partes y esas aberturas, a pesar de
ser de alguna forma contradictorias al buen hacer del panadero, llaman nuestra
atención y mueven especialmente nuestra ansia por comerlo. Lo mismo ocurre con
los higos, que cuando más maduros están se abren. También en las aceitunas muy
en sazón el propio hecho de estar a un paso de pudrirse le añade cierta belleza
al fruto. Lo mismo las espigas que doblan su cabeza, el entrecejo[205]
del león, la espuma que fluye de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas
que si uno las observara en particular vería que están lejos de tener un buen
aspecto; sin embargo, por concurrir a sucesos naturales, los adornan y los
hacen atractivos, de forma que si uno tiene un sentimiento y una perspicacia
más profunda frente a lo que sucede en el todo, casi nada le parecerá,
incluidas las cosas que acontecen de forma concomitante, no estar conformado de
forma más o menos agradable. Esa persona verá las verdaderas fauces de las
fieras con no menor agrado que las que los pintores y escultores muestran en
imitación[206].
Incluso en una vieja o en un viejo podrá ver cierto esplendor y sazón y el
atractivo sexual de los adolescentes con ojos honestos. Muchas de estas cosas
no son cautivadoras a todos, sólo se le ocurrirán al que esta familiarizado genuinamente
con la naturaleza y sus obras.
3.3 Hipócrates[207],
tras sanar muchas enfermedades, enfermó él y murió. Los caldeos predijeron la
muerte de muchos, después también a ellos los arrebató el destino. Alejandro,
Pompeyo, Cayo César[208],
tras haber arrasado completamente tantísimas ciudades y muchísimas decenas de
millares de tropas de caballería e infantería, también ellos en algún momento
dejaron atrás la vida. Heráclito tras haber estudiado tanto la naturaleza de la
conversión en fuego del universo murió lleno de agua por dentro y embadurnado
de boñiga[209].
A Demócrito[210]
lo mataron los piojos, otros piojos[211] a
Sócrates. ¿Qué quiere decir eso? Te embarcaste, navegaste, arribaste.
Desembarca. Si es a otra vida, nada está vacío de dioses, tampoco allí. Si es
en la insensibilidad[212],
dejarás de soportar sufrimientos y placeres, dejarás de ser esclavo para un
recipiente tan inferior como superior es la parte que manda comparada con la
que sirve, porque mandan la inteligencia y el espíritu divino mientras que son
sirvientes la tierra y los despojos sanguinolentos.
3.4 No malgastes la parte que te resta de
vida, si no lo haces referido al bien común, en representaciones sobre el
prójimo, esto es al representarte qué hace fulano, por qué, qué dice, qué se
propone, qué maquina, todo lo que te hace vagar lejos de la atención al
principio rector. Por tanto, es preciso que dejes de lado en el hilo de tus
representaciones el azar, la inutilidad y, con mucho mayor motivo, el
entrometimiento y la malignidad. Hay que acostumbrarse a representarse solo
aquello sobre lo que si alguien de repente te interrogara: »¿En qué estás
pensando ahora?«, pudieras responder con franqueza inmediatamente: »Esto y
aquello«, de forma que de tus palabras quedara claro que todas tus
representaciones son sencilias, favorables, propias de un animal comunitario,
despreocupado de representaciones placenteras o en general regaladas o que
tenías eso en mente por alguna rivalidad, malignidad, sospecha o alguna otra
cosa por la que te sonrojarías al exponerla. Un varón así, que no aplaza estar
ya entre los mejores, es como un sacerdote y servidor de los dioses que trata
con el dios aposentado en su interior, lo que le permite ser un hombre ajeno a
los placeres, invulnerable a cualquier sufrimiento, inasequible a cualquier
soberbia, insensible a cualquier maltrato, campeón en la mayor competición: no
dejarse sobrepasar por ninguna pasión, estar empapado hasta el fondo de
justicia, conformarse con toda su alma con todo lo que ocurre y se le ha
asignado, no representarse, si no es excepcionalmente y por una gran necesidad
en bien del común, qué dice, hace o piensa otro. Sólo está atento a cómo podría
ejecutar sus propias acciones y reflexiona sin parar en su propio destino
entrelazado con el todo: las acciones que produce son honestas, su destino está
convencido de que es bueno, porque el hado asignado a cada uno lo lleva uno
consigo y a uno lo lleva consigo. Se acuerda también de que todo lo racional es
de su linaje y de que la preocupación por todos los hombres es acorde a la
naturaleza del hombre pero no hay que atenerse a la opinión de todos, sino sólo
a la de los que sin discusión viven según la naturaleza. Continuamente se
acuerda de cómo son tanto en casa como fuera de casa los que no viven así y con
quiénes se juntan de noche y de día. Por tanto, no pone en consideración el
elogio que viene de aquellos que no están conformes con ellos mismos.
3.5 No obres ni contra tu voluntad ni contra
la comunidad ni contra la reflexión ni resistiéndote. Que la afectación no
maquille tu reflexión. No seas verboso ni activo en exceso. Que la divinidad
que está en ti sea guía de un ser varonil, respetable, social, romano, de un jefe
que se coloca en su puesto como alguien que, liberado, esperara el toque de
retreta para escapar de la vida, sin necesidad de un juramento ni de ningún
hombre como testigo[213].
Por dentro, radiante[214]
sin necesidad de servidumbre o tranquilidad exteriores. Hay que ser recto, no
corregido.
3.6 Si descubres en la vida humana algo mejor
que la justicia, la verdad, la prudencia, la valentía y, dicho de una vez, que
tu mente se baste a sí misma tanto en los hechos en los que ofreces tu
actuación según la razón recta como en los que sin elección previa asigna el destino,
si, digo, ves algo mejor que eso, dirígele tu atención con toda tu alma y
aprovecha ese bien supremo si lo has descubierto. Pero si se hace evidente que
no existe nada mejor que el propio espíritu divino que se asienta en ti, que
tiene subordinados a su control tus impulsos particulares, que analiza tus
representaciones, que se ha apartado de las emociones sensoriales, como decía
Sócrates[215],
que se ha subordinado a los dioses y que se preocupa de los hombres, si
descubres que todo lo demás es menor y de inferior valor que eso, no cedas
terreno a ninguna otra cosa, porque si te postras y te inclinas una vez, no
podrás ya tranquilamente rendir honor preferente a ese bien que te es
particular. No es recto colocar frente a lo que es el bien de la razón y de la
sociedad ninguna otra cosa distinta como el elogio de la mayoría, los cargos,
la riqueza, los disfrutes de distintos placeres. Cualquiera de ellas, aunque
parezca que la acomodas algún tiempo, al punto se apodera de ti y te desvía.
Pero tú, digo, escoge con sencillez y libertad lo mejor y confróntalo a todo
eso. Pero es mejor la conveniencia[216].
Vigila que sea para ti en cuanto racional. Pero si es en cuanto animal, expón y
mantén tu juicio contrario sin delirios de grandeza. Basta que hagas tu examen
con seguridad.
3.7 No honres nunca como tu conveniencia lo
que te fuerce en alguna ocasión a infringir la confianza de la que gozas, a
dejar a un lado la vergüenza, odiar a alguien, sospechar, maldecir, aparentar,
anhelar algo que precisa de muros y cortinajes[217].
Quien escoge su propia inteligencia, el espíritu divino y los ritos propios de
su virtud no hace una elección trágica, no se lamenta, no precisará ni de
soledad ni de muchedumbre. Y lo más importante, vivirá sin perseguir ni huir.
Si hace uso de su alma, encerrada en su cuerpo, durante mayor o menor intervalo
de tiempo no le importa nada en absoluto. Porque aunque tenga ya que separarse
se alejará tan liberado como si ejecutara alguna otra de las acciones que
pueden ejecutarse con decencia y orden, con esta única preocupación durante
toda su vida, que su reflexión se ocupe en algo impropio de un animal
inteligente y social.
3.8 En la reflexión de quien se ha
disciplinado y purificado no podrías encontrar nada purulento, ni tampoco
contaminado, ni anfractuoso. Tampoco el hado arrebata esa vida incompleta, cosa
que uno diría del actor trágico que desapareciera antes de completar y llegar
al último acto. Además no es en absoluto esclavo ni afectado, no es dependiente
ni despegado, no está sujeto a rendir cuentas ni a zafarse.
3.9 Reverencia tu capacidad para suponer[218].
De esa capacidad depende todo para que la suposición de tu principio rector no
llegue a despegarse de la naturaleza y de la constitución propia de un animal
racional. Esta proclama la no precipitación[219],
la familiaridad con los hombres y el acatamiento a los dioses.
3.10 Pues bien, arrójalo todo, quédate sólo
con estas pocas cosas y además rememora que cada uno sólo vive este presente
efímero. Lo demás o ya está vivido o es incierto. Pequeño es por tanto lo que
vive cada uno, pequeño el rincón de la tierra donde vive. Pequeña también la
reputación postrera, incluso la más extensa, y dependiente de la transmisión
por hombrecillos que han de morir al punto, que no se conocen ni a sí mismos ni
tampoco al muerto de tiempo atrás.
3.11 A estos principio ya dichos que se añada
todavía uno, establecer siempre el límite o el contomo de lo que provoca la
representación[220],
de forma que se observe cómo es en esencia, desnudo, en su conjunto y
diferenciado en todas sus partes, y se diga para sí su nombre específico y los
nombres de los elementos a partir de los que se conformó y en los que se
disolverá. Nada inspira mayor grandeza de ánimo que poder desenmascarar con
método y con verdad cada uno de los sucesos de la vida y ver siempre su
interior de forma que uno considere con qué aderezo ofrece qué utilidad y cuál
es su valor respecto al todo y cuál respecto al hombre que es ciudadano de la
ciudad más enaltecida, frente a la cual las restantes ciudades son como sus
casas. Qué es y a partir de qué está compuesto y cuánto tiempo va a permanecer
por su naturaleza lo que provoca mi representación y cuál es la virtud que
preciso frente a eso, como son la gentileza, la virilidad, la verdad, la
confianza, la simplicidad, la autosuficiencia, las restantes. Por ello es
necesario decir ante cada cosa: esto procede del dios, esto otro es según el
destino y el hado[221]
que se entrelaza, según tal coincidencia y fortuna, eso otro procede de alguien
que comparte mi estirpe, mi linaje, que es camarada, aunque él desconozca qué tiene
conforme a la naturaleza. Pero yo no lo desconozco y por eso lo trato según la
ley natural de la participación común con buen ánimo y con justicia. Al tiempo
persigo según su valor lo que no es ni bueno ni malo[222].
3.12 Si llevas a cabo la tarea presente de
acuerdo con la razón recta, con diligencia, con fuerza, con buen ánimo y no te
desvías en nada accesorio sino que vigilas que tu espíritu divino permanezca
puro como si ya hubiera que devolverlo, si te agarras a eso sin esperar ni
evitar nada, sino que te conformas en tu actuación presente a la naturaleza y
en lo que dices y declaras a la verdad romana, tendrás una buena vida. Nadie
hay que pueda impedírtelo.
3.13 Igual que los médicos siempre tienen a
mano sus instrumentos y herramientas para tratamientos urgentes, así tú ten
preparadas tus convicciones para conocer lo divino y lo humano y hacer así
incluso lo más nimio, como si recordaras su vínculo mutuo. En efecto, ni
tendrás éxito en lo humano sin referirlo a lo divino ni al revés.
3.14 No voy a divagar más. Porque ni vas a
leer tus apuntes ni los hechos históricos de los antiguos romanos y griegos ni
los extractos de sus escritos que reservaste para tu propia vejez. Así pues,
apresúrate para el fin, deja al lado las esperanzas vanas y ayúdate a ti mismo,
si es que te importas, mientras es posible.
3.15 No saben cuántas cosas significan robar,
sembrar, comprar, mantener la tranquilidad, ver qué debe hacerse[223],
lo cual no se realiza con los ojos sino con otra visión.
3.16 Cuerpo, alma, inteligencia[224].
Las sensaciones son del cuerpo, los impulsos del alma, las convicciones de la
inteligencia. Recibir impresiones representadoras es propio también de las
bestias. Que lo manejen a uno como marioneta los impulsos es propio también de
fieras, putos, Fálaris[225] y
Nerón[226].
Que la inteligencia sea rectora para deberes sólo aparentes es propio también
de los que no creen en los dioses, abandonan su patria y hacen cualquier cosa,
una vez que cierran las puertas de la calle. Si, por tanto, lo demás te es
común con los mencionados, queda como propio de la persona buena desear y
conformarse con lo que le ocurre y estar entrelazado con su destino. Al
espíritu divino asentado dentro del pecho no hay que confundirlo ni embrollarlo
en el tumulto de las representaciones sino vigilar que esté propicio a obedecer
con orden al dios, sin hablar nada contra la verdad ni ejecutar nada contra la
justicia. Si todos los hombres desconfían de que uno viva con sencillez, decoro
y amabilidad, no se irrita con ninguno de ellos ni se aparta del camino que
conduce al fin de la vida, para lo cual es necesario marchar puro[227],
tranquilo, liberado, compenetrado con su destino sin violencias.
4.1 El regidor
interior, cuando está conforme a la naturaleza, adopta una postura tal frente a
los sucesos que se transforma fácilmente según lo que le es dado. En efecto, no
desea ninguna materia específicamente asignada, sino que emprende su acción en
dirección a lo principal con reserva[228] y
lo que se le enfrenta lo hace su propia materia, como el fuego cuando prevalece
sobre las cosas que le tiramos; cosas que apagan una lamparilla, un fuego
radiante, al contrario, rápidamente se apropia de lo que se le apila, lo
consume y a partir de ese preciso material se levanta más alto.
4.2 No ejecutes ninguna acción al azar ni de
otra forma distinta a la percepción que conforma el arte[229].
4.3 Buscan como sus propios retiros la vida
campestre, la orilla del mar, las montañas. Todo eso es de lo más banal cuando
te es posible en el momento que quieras retirarte a tu interior. A ningún lugar
más tranquilo, más pacífico se retira un hombre que hacia su propia alma, sobre
todo aquel que tiene dentro recursos tales que, si los examina, al momento se
encuentra en total bienestar. No llamo bienestar a ninguna otra cosa que al
buen orden. Por tanto, concédete sin parar ese retiro y renuévate. Que sean
preceptos breves y elementales los que, nada más encontrarlos, te resulten
suficientes para disolver toda tu insatisfacción y reenviarte de vuelta sin
irritación a las actividades a las que retornas. Porque, ¿con qué te irritas?
¿Con la maldad de los hombres? Reconsidera el dictamen de que los animales
racionales han surgido unos por otros[230],
que soportarse es parte de la justicia, que los hombres yerran sin querer, que
muchos por sentir enemistad, sospecha, odio, rivalidad han sufrido tormento, se
han hecho cenizas; ceja en tu irritación. ¿Acaso te irritas con el reparto que
se ha hecho del total? Renueva el dilema »O providencia o átomos«[231] y
considera en cuántos hechos se demuestra que el universo es como una ciudad[232].
¿Acaso la parte corporal te afecta? Date cuenta de que la reflexión no se
mezcla con el hálito[233]
si está revuelto, sea suave o violentamente[234],
una vez que se acepta a sí misma y reconoce su propia capacidad, y por lo demás
confórmate también con cuanto has escuchado sobre el sufrimiento y el placer.
¿Acaso te distrae la honrilla? Considera la rapidez con que se olvida todo y el
abismo de eternidad infinita antes y después, lo vano del descrédito, la
mudanza y falta de criterio de los que aparentan expresarte aprecio y lo
estrecho del lugar en el que está circunscrito. Porque toda la tierra es un
punto y de ella cuan ínfima es su parte habitada. Y ahí, ¿cuántos y quiénes son
los que te van a alabar? Por tanto, acuérdate del retiro hacia el jardincillo
de tu propio interior y sobre todo no te convulsiones ni te pongas tenso, al
contrario sé libre y mira los asuntos como varón, como hombre, como ciudadano,
como mortal. Que tus recursos más inmediatos sean dos: uno, que los asuntos no
afectan tu alma sino que se quedan fuera sin moverse y que los desasosiegos
dependen sólo de tu suposición interior; dos, que todo cuanto ves, ¡en qué poco
tiempo cambiará y dejará de ser!, reflexiona sin pausa a cuántas
transformaciones has asistido. El universo es transformación; la vida
suposición[235].
4.4 Si el ser inteligentes nos es común, también
la razón por la que somos racionales es común. Si es así, también la razón que
nos indica lo que debe hacerse o no es común. Si es así, también la ley es
común. Si es así, somos ciudadanos. Si es así, participamos de algún tipo de
organización ciudadana. Si es así, el universo es como si dijéramos una ciudad.
¿De qué otra organización ciudadana común podrá decir alguien que todo el
linaje de los hombres participa? De ahí, de esa ciudad común, también nos llega
el hecho de reflexionar, razonar, legislar; o ¿de dónde? En efecto, igual que
lo terroso es una porción separada de alguna forma de tierra, lo húmedo de otro
elemento distinto, lo que es hálito procede de alguna fuente y lo cálido y
fogoso de otra concreta[236],
porque nada procede de la nada, igual que tampoco marcha hacia lo que no es, de
la misma forma también el ser inteligentes nos llega de alguna parte.
4.5 La muerte es algo equiparable al nacimiento,
es un misterio de la naturaleza; la composición se produce a partir de los
mismos elementos a los que da lugar la desintegración; en una palabra no es
algo de lo que uno debiera avergonzarse porque no es contraria a lo propio de
un animal inteligente ni a la razón de su constitución.
4.6 Eso es natural que se produzca
necesariamente en seres de tal naturaleza. Quien no lo quiere, quiere que la
higuera no tenga su savia. En una palabra, acuérdate de eso, que tanto tú como
ése estaréis muertos en el más brevísimo plazo de tiempo y poco después ni
siquiera permanecerá vuestro nombre.
4.7 Aparta la suposición y queda apartado el
»estoy perjudicado«. Aparta el »estoy perjudicado« y queda apartado el
perjuicio[237].
4.8 Lo que no hace al hombre peor a sí mismo,
eso ni hace su vida peor ni lo perjudica, ni en su exterior ni en su interior.
4.9 La naturaleza de la conveniencia se ha
visto forzada a hacer eso.
4.10 Todo lo que sucede, sucede con justicia.
Esto lo descubrirás, si observas detenidamente. No lo afirmo sólo por la
concatenación[238],
también por la equidad, como si dependiera de alguien que distribuyera según la
valía. Mantén tu observación, por tanto, igual que empezaste, y haz lo que
hagas sin dejar de ser bueno, según lo que se considera propiamente que es ser
bueno. Preserva esto en cualquier actuación.
4.11 No hagas suposiciones iguales a los
juicios que hace el que ofende o a los juicios que quiere que tú hagas,
considera por el contrario qué es según la verdad.
4.12 Hay que tener siempre dispuestos dos
preceptos, uno relativo a llevar a cabo sólo lo que la razón del arte de reinar
y legislar te sugiera que es en beneficio de los hombres, otro relativo a
cambiar de criterio si aparece alguien que te rectifica y te enmienda alguna
opinión. Sin embargo, que esa enmienda se produzca por alguna convicción que
sea justa y en bien del común y que los perfeccionamientos sean sólo tales, no
porque te haya parecido que es algo agradable o reputado.
4.13 ¿Tienes la razón? Sí. ¿Por qué no la
usas? Si ella hace lo que le es propio, ¿qué más quieres?
4.14 Surgiste como parte subordinada.
Desaparecerás uniéndote al que te engendró[239],
es más, serás devuelto a su razón seminal por el cambio.
4.15 Muchos granos de incienso[240]
en el mismo altar. Uno se depositó antes, otro después. No importa.
4.16 En el espacio de diez días les parecerás
un dios a los que ahora pareces una bestia y un mono, si das media vuelta y
vuelves a los principios y respeto debidos a la razón.
4.17 No vivas como si fueras a vivir diez mil
años. Tu desuno está pendiendo. Mientras estás vivo, mientras es posible, hazte
bueno.
4.18 De cuánto sosiego se beneficia el que no
observa qué ha dicho, qué ha hecho, qué ha pensado el prójimo, sino sólo qué
hace él mismo para que su actuación por sí misma sea justa, virtuosa...[241].
Deja el carácter sombrío, deja de mirar en derredor, por el contrario corre
sobre la línea de meta[242]
con el cuerpo recto sin dispersarte.
4.19 El que se queda embelesado por su
reputación postrera no se representa que cada uno de los que lo recuerden
morirá rápidamente como él, luego a su vez lo hará el que le suceda en el
recuerdo hasta que toda memoria se apague del todo también a media que avanza
entre personas que se encienden y se apagan[243].
Pero supón que los que te van a recordar son incluso inmortales y que el
recuerdo es inmortal. ¿Y eso a ti qué? Y no afirmo sólo que no signifique nada
para el que está muerto; pero, ¿qué es el elogio para el que está vivo? Nada,
si no es, quizá, por algún arreglo práctico. En efecto, ahora en el momento más
inoportuno dejas a un lado el donativo de la naturaleza para agarrarte a alguna
otra razón.
4.20 Además, todo lo que es bello, sea como
sea, lo es por sí mismo y culmina en sí mismo sin que tenga parte en él el
elogio. Está claro que tampoco lo que recibe el elogio se hace peor o mejor. Afirmo
eso a propósito de las cosas que se afirman que son bellas comúnmente, por
ejemplo los productos bellos por su materia o bellos por efecto del arte. Ahora
bien, lo que es bello de verdad, ¿qué carencia tiene?[244].
No más que la ley, no más que la verdad, no más que la buena disposición o la
vergüenza. ¿Cuál de estas cosas es bella por los elogios que recibe o se
destruye si se la critica? En efecto, ¿la esmeralda se hace peor si no recibe
elogios? ¿Qué pasa con el oro, con el marfil, con la púrpura, con una lira, un
estilete, una florcilla, un arbolillo?
4.21 Si las almas permanecen, ¿cómo las
contiene el aire desde la eternidad?, ¿cómo contiene la tierra los cuerpos de
los entortados desde tanto tiempo? Porque, igual que su alteración y
descomposición deja espacio para otros cuerpos, así las almas que se han mudado
al aire tras permanecer un cierto tiempo se alteran, se diluyen y se inflaman
recogidas en la razón seminal del todo y de esa manera ofrecen espacio a las
que se van instalando a su vez. Eso sería la respuesta si se supone que las
almas permanecen. Pero es necesario no sólo tener en cuenta el número de los
cadáveres entortados de esa manera, también el número de los animales que
comemos cada día nosotros y los demás animales. Porque ¿qué número se consume y
en cierto modo se entierra así en los cuerpos de los que se alimentan de ellos?
Sin embargo hay espacio suficiente para aceptarlos gracias a su transformación
en sangre y sus mutaciones hacia lo aéreo y fogoso[245].
¿Cuál es la investigación de la verdad en este asunto? La distinción entre lo
material y lo causal.
4.22 No hay que dar tumbos, sino ante
cualquier impulso restituir lo justo y ante cualquier representación preservar
lo comprensible.
4.23 Se armoniza conmigo todo lo que para ti
es armónico, universo. Nada que para ti esté en sazón me es prematuro o tardío.
Para mí es fruta todo lo que dan tus estaciones, naturaleza. De ti viene todo,
en ti está todo, hacia ti se dirige todo. Aquél dice »ciudad querida de Cécrope[246]«,
¿no dirás tú »ciudad querida de Zeus«?
4.24 Dice[247]:
»Si tienes la intención de estar contento, emprende pocas acciones.« ¿No es
mejor emprender las acciones necesarias y cuantas elige y como las elige la
razón de un animal social por naturaleza? Porque así se produce el contento,
tanto por emprender bellas acciones, como por emprender pocas acciones. Si uno
se despoja, por no ser necesario, de la mayor parte de lo que decimos o
hacemos, estará de mejor humor y menos turbado. Por ello hay que acordarse ante
cada acción: ¿no será de las innecesarias? Es preciso despojarse tanto de
acciones no necesarias como de representaciones. Así tampoco irán éstas detrás
arrastrando acciones.
4.25 Experimenta cómo te va la vida del hombre
bueno que se conforma con lo que se le asigna del todo y se contenta con que su
actuación privada sea justa y su disposición positiva.
4.26 ¿Tienes ya visto aquello? Mira esto otro.
No te perturbes. Líbrate de tus dobleces. ¿Alguien yerra? Yerra para su
perjuicio. ¿Te ocurre algo? Está bien. Desde el principio te fue asignado e
hilado el destino de todo lo que te ocurre. En resumen: la vida es breve, hay que
explotar el presente con prudencia y justicia. Mantente sobrio en la
relajación.
4.27 O el universo está estructurado o está
removido (reunido, sí, pero sin orden). ¿Es que en ti puede subyacer un
universo ordenado, pero en conjunto existe desorden? ¿Y eso es así cuando todas
las cosas son distintas, compenetradas, sometidas a influjos mutuos?
4.28 Un carácter sombrío, un carácter
femenino, un carácter reseco, fiero, bruto, infantil, estúpido, estafador,
mendicante, tramposo, tiránico[248].
4.29 Si es forastero del universo quien no
conoce lo que hay en él, no lo es menos quien desconoce sus sucesos. Es un
desterrado quien destierra la razón social. Es ciego quien guiña el ojo de la
inteligencia. Es mendigo quien precisa de otro y no tiene en sí mismo todo lo
útil para la vida. Es absceso del universo quien se aparta y aleja de la razón
de la naturaleza común por soliviantarse con los sucesos; porque es la naturaleza
la que los trae, ella que te trajo también a ti. Es una escisión de la ciudad
quien escinde su alma de la de los racionales, cuando es una.
4.30 Uno hace filosofía sin túnica[249],
otro sin libro; aquel otro semidesnudo dice »no tengo pan y permanezco firme en
la razón«[250].
Yo, por mi parte, no tengo los alimentos que proporcionan los conocimientos y
permanezco firme[251].
4.31 El arte que aprendiste, ámalo, tómate un
respiro en él; pero recorre lo que te reste de vida tras depositar con toda tu
alma en manos de los dioses todo lo tuyo y sin instalarte ni como tirano de
ningún hombre ni como esclavo.
4.32 Trae a tu mente como ejemplo los tiempos
de Vespasiano. Verás que todo es igual. Gente que se casa y cría niños, que
enferma y muere, que hace la guerra y fiestas, que se desplaza y cultiva su
tierra, que adula y es arrogante, que sospecha y conspira, que desea la muerte
de alguien y refunfuña por su presente; gente que se enamora, que atesora, que
anhela el consulado y el imperio. Desde luego que la vida de esa gente ya no
está en ningún sitio. Vuélvete ahora a los tiempos de Trajano. De nuevo todo es
igual. Esa vida ha muerto. De la misma forma estudia y considera los restantes
registros de tiempos y pueblos en su conjunto, cuántos tras esforzarse con
vehemencia tras poco tiempo cayeron y se descompusieron en sus elementos. Sobre
todo hay que acordarse una y otra vez de aquellos que tú mismo conociste que se
convulsionaban vanamente y declinaban actuar según su propia constitución,
agarrarse a ella con fuerza y conformarse. Es necesario recordar así que la
atención a cada acción tiene su propio valor y compensación. Así no
desesperarás si no te implicas en asuntos menores más de lo que convendría.
4.33 Expresiones que antes eran corrientes,
ahora son arcaísmos. Así también, los nombres de los que antes eran agasajados
con muchos himnos ahora son de alguna forma arcaísmos: Camilo[252],
Cesón[253],
Vóleso[254],
Dentato[255];
por poco tiempo Escipión[256] y
Catón[257];
más adelante también Augusto, posteriormente Adriano y Antonino. Pues todo se
marchita y se vuelve rápidamente legendario. Rápidamente también el olvido
absoluto lo entierra. Y hago esas afirmaciones a propósito de los que brillaron
hasta la admiración, porque los restantes, nada más exhalar el alma, son
desconocidos e ignorados. ¿Qué es en definitiva el recuerdo imperecedero? Es
hueco del todo. ¿Qué es, entonces, hacia lo que es necesario dirigir el empeño?
Sólo una cosa, reflexión justa, acciones comunitarias, razón capaz de no
equivocarse y disposición que se conforma con cualquier suceso como algo
necesario, familiar y que fluye desde tal principio y rúente.
4.34 Entrégate voluntariamente a Cloto[258]
para tejer con ella cualquier acción que desee.
4.35 Todo es flor de un día, tanto el que
recuerda como lo que se recuerda.
4.36 Estudia sin cesar cómo todo nace por
cambio y acostúmbrate a pensar que nada desea tanto la naturaleza del todo como
cambiar lo que es y hacer cosas nuevas que son iguales, porque de alguna forma
todo ser es semilla de lo que será a partir de él. Tú te representas que son
sólo simientes las que se arrojan dentro de la tierra o de una matriz. Eso es
vulgar por completo.
4.37 Estarás muerto y todavía tendrás doblez,
te turbarás[259],
sospecharás que te perjudica lo externo, no serás favorable a todos, no pondrás
la mente sólo en actuar con justicia.
4.38 Medita en los principios rectores de
otros[260],
de qué huyen y qué persiguen.
4.39 Tu mal no reside en un principio rector
ajeno, tampoco en una modificación o alteración de lo que te rodea. ¿Dónde,
entonces? Donde se encuentre tu suposición sobre los males. Que no se produzca
esa suposición y todo está bien. Incluso si lo que le es más cercano, el
cuerpo, se corta, se quema, supura todo él, se gangrena, a pesar de ello que se
mantenga tranquila la parte que hace suposiciones sobre eso, esto es, que no
juzgue que algo es malo ni bueno de lo que por igual le puede acontecer al
hombre malo y al bueno. Porque lo que acontece por igual al que vive contra la
naturaleza como al que según la naturaleza, eso no es ni contra ni según la
naturaleza.
4.40 Sin interrupción hay que reflexionar en
que el universo es como un único animal con una única substancia y una única
alma, también en cómo todo desemboca en la sensibilidad única de ese animal,
cómo todo lo hace por un único impulso, cómo todo es concausa de todos los sucesos
y cuál es su entrelazamiento y entretejimiento.
4.41 Eres un alma diminuta que lleva un
cadáver, como decía Epicteto[261].
4.42 Nada es malo para lo que nace por
transformación como tampoco nada es bueno para lo que subsiste por
transformación.
4.43 El tiempo es como un río de sucesos y un
flujo violento. En cuanto algo se ve, ya ha pasado de largo y otra cosa
distinta es la que pasa, que también pasará[262].
4.44 Todo suceso es tan cotidiano y conocido
como la rosa en la primavera o la fruta en el verano[263].
Tal es la enfermedad, la muerte, la injuria, la maquinación y todas las cosas
que alegran o entristecen a los estúpidos.
4.45 Lo posterior sucede siempre con afinidad
tras lo precedente. Porque no es una especie de listado numerado de cosas
independientes en el que sólo quepa la necesidad, además existe una
concatenación llena de juicio. Igual que están entrelazados armoniosamente los
seres, así los sucesos no evidencian una sucesión sin más, sino una afinidad
admirable.
4.46 Acuérdate siempre de Heráclito, de que
»la muerte de la tierra produce agua, que la muerte del agua produce aire, que
la del aire produce fuego y así sucesivamente«[264].
Acuérdate[265]
también del que »olvida adonde lleva su camino« y de que »en lo que coinciden
continuamente, en la razón que gobierna el universo, en eso es en lo que más
difieren« y »aquello con lo que se encuentran cada día, eso es lo que les
parece extraño«. También de que »no hay que actuar ni hablar como si
estuviéramos dormidos, porque incluso entonces parece que hacemos y hablamos«.
También de que no hay que ser »como hijos de sus padres«, esto es,
estrictamente según »lo que hemos recibido«.
4.47 Igual que si te dijera algún dios
»morirás mañana o en cualquier caso dentro de dos días[266]«,
no harías gran diferencia si en dos días o mañana, así también no consideres
que tiene importancia llegar hasta un año alejadísimo o hasta mañana.
4.48 Hay que reflexionar continuamente en
cuántos médicos han muerto tras haber fruncido el entrecejo muchas veces por
sus enfermos[267],
cuántos astrólogos tras haber predicho la muerte ajena como una gran noticia,
cuántos pensadores tras hacer miles de proclamaciones encendidas sobre la
muerte y la inmortalidad, cuántos caudillos tras haber matado a muchos, cuántos
tiranos que como si fueran inmortales habían usado de su poderío sobre las almas
con terrible arrogancia, cuántas ciudades completas, por decirlo así, han
muerto, como Hélice[268],
Pompeya, Herculano[269] y
otras muchas incontables. Acércate también a todos los que conoces que han
muerto uno después de otro, a éste tras enterrar a ése se le dio sepultura y a
aquél tras enterrar a aquel otro, todo eso en poco tiempo. En resumen, hay que
ver siempre lo humano como flor de un día e inconsistente, ayer era una
mucosidad, mañana será momia y cenizas. Ese instante de tiempo hay que
recorrerlo según la naturaleza y disolverse con ánimo favorable, como caería la
aceituna tras haber madurado, dando vivas a la que la[270]
produjo y reconociendo los favores al árbol que la hizo crecer.
4.49 Sé igual al promontorio contra el que sin
interrupción baten las olas. Él permanece quieto mientras que en su derredor
sucumben las aguas que bullen. »Soy desgraciado porque me ocurrió eso a mí.«
Bien al contrario[271]:
»Soy afortunado porque, a pesar de haberme ocurrido eso, permanezco sin pena y
no me rompo por el presente ni temo el porvenir.« Porque tal cosa podría
haberle sucedido a cualquiera, sin embargo cualquiera no hubiera permanecido
sin pena por ello. ¿Por qué, entonces, aquello es mayor desgracia que esta
buena fortuna? ¿Consideras, en resumen, que es desgracia del hombre lo que no
es desacierto de la naturaleza humana? ¿A ti te parece que es desacierto de la
naturaleza humana lo que no va contra el propósito de su naturaleza? Entonces,
¿qué? Has aprendido su propósito. Ningún suceso te impide ser justo, tener
grandeza de ánimo, ser prudente, tener cabeza, no precipitarse, no ser
engañoso, tener vergüenza, ser libre y las demás cualidades que si están
presentes hacen que la naturaleza obtenga lo que le es propio. Acuérdate en
adelante ante cualquier circunstancia que te provoque pena de usar esta máxima,
que eso no es desgracia y que por el contrario soportarlo con nobleza es buena
fortuna.
4.50 Existe un remedio vulgar, aunque eficaz,
de cara a despreciar la muerte: rememorar a los que se empeñaron en vivir hasta
ser pegajosos. ¿Qué adelantaron respecto a los que murieron prematuramente? De
cualquier forma de alguna manera yacen muertos en algún lugar Cediciano[272],
Fabio[273],
Juliano[274],
Lépido[275] o
algún otro igual, ellos entortaron a muchos, después fueron entortados. En una
palabra el intervalo es pequeño y hay que sobrellevarlo con cuántos trabajos,
con qué compañías y en qué cuerpecillo. Por tanto, que no sea un problema. En
efecto, mira hacia atrás lo dilatado del tiempo y hacia delante también hay
otra infinitud. Ante eso ¿qué diferencia hay entre el que vive tres días y
Néstor tres veces viejo?[276].
4.51 Corre siempre por el camino corto, corto
es vivir según la naturaleza. Por tanto, habla y actúa en todo según lo que sea
más sano. Ese planteamiento te libera de golpes, de vacilación, de preocupación
y afectación.
5.1 Al
amanecer, cuando te despiertas perezoso, ten a mano lo siguiente: »Me despierto
para una tarea humana, ¿y todavía me irrito si me dirijo a hacer aquello por lo
que he nacido y para lo que me han traído al mundo? ¿O me han fabricado para
esto, para reconfortarme al calor de las mantas?« »Pero esto es más
placentero.« »¿Entonces has nacido para complacerte? En resumen, ¿para sentir o
para actuar?[277].
¿No ves que las pequeñas plantas, los gomoncillos, las hormigas, las arañas,
las abejas hacen lo que les es propio y conjuntamente forjan en su medida el
universo? ¿Resulta que tú no quieres hacer lo propio del hombre? ¿No vas a
correr a la tarea que es conforme a tu naturaleza?« »Sí pero hay que tomarse un
descanso.« »Sí, yo también lo afirmo. Sin embargo la naturaleza también nos dio
su medida, también nos la dio del comer y del beber, no obstante, tú sobrepasas
lo que es suficiente. Pero en las acciones ya no, sino que te quedas ‘dentro de
lo posible’. En efecto, no te amas a ti mismo porque, si no, amarías tu
naturaleza y su propósito. Otros por amor a sus oficios se consumen en las
tareas propias de su oficio sin lavarse ni comer. ¿Honras tu propia naturaleza
menos que el escultor el arte de la escultura, el danzarín el de la danza, el
avaro el dinero, el vanidoso la honrilla? Éstos, cuando están apasionados, ni
comer ni dormir lo desean más que acrecentar las dedicaciones que sienten que
les conciernen. ¿A ti, por el contrario, las acciones comunitarias te parecen
de un valor inferior y merecedoras de menor empeño?«
5.2 ¡Qué sencillo es rechazar y eliminar toda
representación[278]
inoportuna y desplazada, y al punto estar en perfecta serenidad!
5.3 Considérate merecedor de cualquier
razonamiento o acción que sea según la naturaleza. Que no te aparte que detrás
venga la crítica o la palabra de algunos, por el contrario, si está bien hecho
o bien dicho, no te subestimes. Ellos tienen su propio principio rector y
tienen su propio impulso. No te distraigas en su contemplación, por el
contrario culmina el camino recto obedeciendo a la naturaleza, a la propia y a
la común. Aunque sean dos, el camino es uno sólo.
5.4 Avanzo por los caminos que son conformes a
la naturaleza hasta, tras caer, tomar un descanso; expiro en el aire de donde
respiro cada día y caigo en la tierra de donde mi padre aportó su pequeña
semilla, mi madre su pequeña cantidad de sangre[279],
la nodriza su pequeña cantidad de leche, de donde me nutro y riego cada día
durante tantos años, aquello que me lleva como caminante y que malgasto para mi
propio perjuicio en tantas cosas.
5.5 No pueden admirar tu agudeza. Sea. Pero sí
otras muchas cualidades sobre las que no puedes decir: »no he nacido para
ellas«. Exhibe por tanto aquellas que dominas por completo: no ser tramposo,
tener nobleza, aguantar los trabajos, despreciar los placeres, no quejarse de
tu destino, necesitar poco, la buena disposición, la liberalidad, la sencillez,
no ser charlatán, la grandeza. ¿No te das cuenta de que a pesar de poder
dedicarte a muchas cualidades en las que no existe la excusa de incapacidad
natural ni inadecuación, sin embargo, voluntariamente te quedas por debajo? ¿O
es que también te ves obligado por la incapacidad natural de tu constitución a
refunfuñar, a ser tacaño, a adular, a poner por excusa el cuerpo, a ser obsequioso,
a pavonearte a zarandear tantas veces tu alma? Pudiste alejarte hace tiempo de
eso y ser culpado, si acaso, de ser tardo y premioso en demasía. Eso es lo que
debes ejercitar sin distraerte ni complacerte en tu torpeza.
5.6 Alguno hay que cuando le hace algo
beneficioso a alguien está muy dispuesto a llevar la cuenta de ese favor. Otro
hay que no está muy dispuesto a ello, sin embargo, en su interior reflexiona y
es consciente de la deuda. Hay otro que de ningún modo sabe ni siquiera lo que
ha hecho, que es igual a la parta que da el racimo y no busca nada añadido más
allá de dar una vez su propio fruto. El hombre que ha hecho el bien no se
jacta, sino que acude a continuación a otro hombre como la parta da de nuevo su
racimo, como el caballo corte, el perro sigue la pista y la abeja hace miel.
Hay que ser de esos que de alguna forma actúan sin atender a nada. »Si, pero
hay que atender a eso precisamente, porque es propio«, dice, »del que participa
de la comunidad darse cuenta de que actúa a favor de la comunidad y, por Zeus,
también desear que su comunidad se dé cuenta«. Es verdad lo que dices, pero
ahora mal interpretas lo que estamos afirmando. Por eso serás uno de aquellos
que mencioné al principio, porque también aquellos se dejan llevar por cierto cálculo
y convicción. Si quieres entender qué es lo que se está afirmando no temas por
eso dejar de hacer alguna acción comunitaria.
5.7 Ésta es una súplica de los atenienses:
»haz que llueva, que llueva, Zeus querido, en la tierra de los atenienses y en
sus campos«. Es preciso o no hacer súplicas o hacerlas así, con sencillez y
liberalidad[280].
5.8 Igual que se dice: »Asclepio[281]
le ordenó la equitación o los baños de agua fría o andar descalzo« se puede
decir »le ordenó la naturaleza universal una enfermedad, una invalidez, una
pérdida«. En el primer caso »ordenó« significa algo así: »Le ordenó eso por ser
apropiado para su salud.« En el segundo caso se ordena lo que le sucede a cada
uno como apropiado para su destino. En efecto afirmamos que suceden esas cosas
igual que los albañiles afirman que sucede que las piedras cuadrangulares en
los muros o en las pirámides se acoplan mutuamente en una forma de construcción
determinada. En conjunto existe una sola armonía y al igual que a partir de
todos los cuerpos el universo completa un cuerpo de tales características, así
a partir de todas las causas se completa esa causa que es el destino. Entienden
lo que estoy afirmando personas que son por completo profanas, al decir »eso le
deparaba el destino«. Es decir, eso le era deparado por el destino y eso se le
ordenaba. Por tanto, aceptémoslo como lo que ordena Asclepio. De hecho muchas
de sus órdenes son arduas, pero nos conformamos con la esperanza de la salud.
Que una cosa así te parezca realización y consumación de lo aprobado por la
naturaleza común, igual que tu salud. Confórmate así con todo lo que te
acontece, aunque te parezca áspero en exceso, por conducirte allí, a la salud
del universo, al éxito y buena fortuna de Zeus. Porque no le depararía eso el
destino a nadie si no conviniera al todo. Ni siquiera la naturaleza depara
casualmente algo que no es apropiado al que está bajo su gobierno. Según eso
tienes que contentarte con lo que te sucede por dos razonamientos: uno, porque
te sucedía, te era ordenado y estaba como entrelazado para ti desde antes,
desde las causas más antiguas; dos, porque es causa de éxito, consumación y,
sí, por Zeus, de permanencia para el que gobierna el todo. En efecto, se mutila
lo que es perfecto tanto si le cercenas cualquier cosa que está en contacto o
unión, por ejemplo alguna de sus partes, como también si alguna de sus causas.
Cercenas, en lo que de ti depende, cuando estás a disgusto y de alguna forma
destruyes.
5.9 No reniegues, ni renuncies, ni te
impacientes, si no se materializa la ejecución de cada acción según criterios
rectos; por el contrario, aunque te quedes fuera de combate, vuelve a él con
insistencia, conténtate si la mayor parte de tus acciones están por encima de
lo humano y desea el combate al que vuelves. No vuelvas a la filosofía como a
un maestro, sino como los que por padecer de ojos hinchados acuden a la esponja
y al lavaojos, como otro a la cataplasma o a los fomentos. Así no harás
exhibición de seguir el mandato de la razón, sino que descansarás sobre ella.
Recuerda que la filosofía sólo quiere eso que quiere tu naturaleza y que tú
querías otra cosa no conforme a la naturaleza. ¿Qué es más atractivo que eso?
Pues, ¿no nos hace caer el placer con atractivos? Observa por si es más
atractiva la grandeza de ánimo, la libertad, la sencillez, la cortesía, la
virtud. ¿Qué hay más atractivo que la propia reflexión, cuando percibes firmeza
y prosperidad en todo lo que viene de la facultad de comprender y conocer?
5.10 Las cosas están de alguna manera tan
veladas que pareció a no pocos filósofos, y no a unos cualesquiera, que son
inasibles, incluso los propios estoicos opinan que son difíciles de asir.
Cualquier aquiescencia nuestra está sujeta a cambio. ¿Dónde está el infalible?
Acércate después a los objetos concretos como a algo perecedero, de poco valor
y susceptible de ser propiedad de un canalla, una puta o un pirata. Tras eso
aproxímate a las conductas de tus congéneres, que son soportables a duras penas
incluso la del más agraciado, por no hablar de que con dificultad se soporta
uno a sí mismo. Por tanto en tales tinieblas, en tal basura, en tan gran flujo,
¿qué es lo que hay que estimar especialmente o puede sin más tomarse en serio
de la realidad, del tiempo, del movimiento, de lo que se mueve? Ni siquiera lo
intuyo. Por el contrario hay que esperar con ánimo la descomposición natural y
no desesperar en la demora, es más, descansa en los siguientes preceptos: uno,
no me ocurrirá nada que no es conforme a la naturaleza del todo; dos, me es
posible no hacer nada contra mi dios y espíritu, porque no hay quien me obligue
a ir contra él.
5.11 ¿Con qué fin uso ahora mi alma?
Pregúntate e investiga a cada ocasión esto: ¿Qué tengo en esa parte que llaman
rectora? ¿De quién es el alma que ahora tengo? ¿Es la de un niño?, ¿la de un
joven?, ¿la de una mujercilla?, ¿la de un tirano?, ¿la de una res?, ¿la de una
fiera?
5.12 Podrías entender qué son bienes en la
opinión de la mayoría por lo que sigue. Si uno cavilara cuáles son los bienes
de verdad, es decir, la reflexión, la prudencia, la justicia, la valentía, no
podría ya escuchar que al bien se le hiciera esa apostilla[282]
porque no coincidirá nada respecto a lo que ha cavilado previamente. Pero si
uno cavila previamente en lo que resulta que son bienes para la mayoría, dará
crédito y aceptará fácilmente que el dicho del cómico es una apostilla
oportuna. Así también barrunta la mayoría la diferencia. En efecto, no podría
ser que se atacase y denigrara esa apostilla pero que se aceptara que aplicada
a la riqueza y a los azares favorables que conducen al lujo y a la fama es
apropiada y elegante. En definitiva, sigue avanzando y pregunta si deben
estimarse y considerarse como bienes cosas por las que, tras reflexionar sobre
ellas, se pudiera aplicar el dicho de que quien las posee en abundancia »no
tiene sitio ni donde cagar«.
5.13 Estoy conformado a partir de una causa
formal y de sustancia material. Ni una ni otra se destruirán en no ser, igual
que tampoco me constituí a partir del no ser. Así pues cada una de mis partes
se reordenará mediante transformación como una parte del universo y de nuevo se
transforMarci en otra parte del universo y así sin fin. Según esa
transformación yo me constituí y también los que me engendraron y así en regresión
hasta el infinito. Nada impide afirmarlo, incluso si el universo se ordena por
ciclos completos[283].
5.14 La razón y el arte de la racionalidad[284]
son capacidades que se bastan a sí mismas y a lo realizado a su medida. Brotan
de un principio que les es propio y hacen camino en dirección a la finalidad
preestablecida, por ello tales acciones se denominan comportamientos rectos,
por querer significar la rectitud del camino.
5.15 El hombre no debe prestar atención a
ninguna de las cosas[285]
que no le son pertinentes, en tanto que es hombre. No son requerimientos del
hombre, ni la naturaleza humana las proclama, ni son perfeccionamientos de su
naturaleza. Así pues, ni en ellas está puesto el fin del hombre, ni está lo que
culmina ese fin. Es más, si alguna de ellas fuera pertinente al hombre, no
sería pertinente despreciarlas o alzarse contra ellas, ni sería digno de elogio
quien exhibiera no precisarlas, ni sería bueno quien se hiciese de menos en
alguna de ellas, si es que fuesen buenas. Pero de hecho, de cuanto mayor número
de esas cosas u otras semejantes se prive uno o soporte verse privado, en mayor
grado es uno bueno.
5.16 Tu reflexión será según sean tus
representaciones. En efecto, el alma se empapa de las representaciones. Por
tanto, empápala sin interrupción de representaciones tales como que donde es
posible vivir, allí también se vive bien. Es posible vivir en la corte, pues
también en la corte se vive bien. De la misma forma, la causa por la que cada
cosa está constituida es a lo que tiende; eso a lo que tiende es donde está su
fin; donde está su fin, también allí está la conveniencia y el bien de cada
cosa; el bien del animal racional es la participación común. Que hemos nacido
para la participación común hace tiempo que está demostrado. ¿O no se hizo
evidente que lo inferior existe a causa de lo superior y lo superior existe a
causa de ambos? Los seres animados son superiores a los inanimados y los
racionales lo son respecto a los inanimados.
5.17 Perseguir imposibles es locura; imposible
es que los ruines dejen de hacer ruindades.
5.18 A nadie nada le acontece que no sea por
naturaleza capaz de soportar. A otro le acontece lo mismo y, sea por ignorancia
de que le ha ocurrido, sea por exhibición de grandeza de ánimo, se queda
tranquilo y permanece por completo sin daño. Por tanto es terrible que la
ignorancia y la complacencia sean más fuertes que la reflexión.
5.19 Las cosas por sí solas no afectan ni lo
más mínimo al alma, ni tienen acceso al alma, ni pueden cambiarla, ni moverla.
Ella por sí misma se cambia y se mueve, y hace que lo que le atañe sea según
los juicios por los que se considera digna.
5.20 Según un primer razonamiento el hombre es
lo que nos es más familiar, en la medida en que debemos tratarlo bien y
mantenerlo. Pero en la medida en que algunos se entrometen en mis propias
tareas, el hombre se transforma en una más de las cosas indiferentes[286],
en no menor medida que el sol, el viento o una fiera. Estos podrían ser
obstáculo a alguna actuación pero no son obstáculo al impulso y a la
disposición gracias a la reserva[287] y
al rodeo. La reflexión en lo que hemos emprendido rodea y cambia cualquier
impedimento a nuestra actuación, lo que impide nuestra acción se vuelve
beneficioso y lo que se interponía en su camino favorable.
5.21 Estima lo que es más poderoso de las
cosas de este mundo, eso que de todo hace uso y que todo administra[288].
De la misma forma, también estima lo más poderoso de lo que hay en ti que es
del mismo tipo que aquello. Eso es, en tu ámbito, lo que hace uso de las demás
cosas y quien gobierna tu vida.
5.22 Lo que no es perjudicial a la ciudad
tampoco perjudica al ciudadano. Ante toda representación de que te ves perjudicado
aplica esta regla. Si la ciudad no se perjudica por tal cosa, tampoco yo me
perjudico. Si la ciudad se perjudica no hay que irritarse con quien la
perjudica, por el contrario hay que señalarle qué es lo que le pasó
desapercibido.
5.23 Recapacita muchas veces en la rapidez del
avance y desaparición de lo que es y nace. La substancia es como un río en
flujo permanente, sus actuaciones consisten en cambios continuos, sus causas en
diez mil variaciones y casi nada es fijo[289],
ni siquiera lo cercano. La infinitud de lo transcurrido y de lo porvenir, en la
que todo desaparece, es inmensa. ¿Cómo no es demente el que se hincha ante eso
o se convulsiona o se irrita como si la molestia fuese a ser duradera?
5.24 Acuérdate de la substancia en su
totalidad de la que formas parte en pequeñísima cantidad, de la eternidad de la
que te está asignado un breve e instantáneo intervalo, y del desafió del que
eres una parte mínima.
5.25 ¿Algún otro yerra contra mí? Él verá.
Tiene su disposición particular y su actuación particular. Yo ahora tengo lo
que quiere que tenga la naturaleza común y hago lo que quiere mi naturaleza que
haga.
5.26 El principio rector y regidor de tu alma
que permanezca como parte inamovible ante la incitación suave de la carne o
ante la dolorosa, que no se entremezcle, que, por el contrario, marque una
línea en su derredor y confine las pasiones dentro de las partes corporales.
Cuando, según un sentimiento paralelo desembocan en la reflexión por estar el
cuerpo unificado, entonces no hay que intentar ir en contra de una sensación
que es natural y que el principio rector tampoco añada de por sí la suposición
de que es por algo bueno o malo.
5.27 Convivir con los dioses. Convive con los
dioses quien muestra sin pausa que su alma se conforma con lo que se le asigna
y hace todo lo que quiere su espíritu divino, que Zeus entregó a cada uno como
guía y conductor y que es un fragmento de sí mismo. Eso es la inteligencia y
razón de cada uno.
5.28 ¿Acaso te irritas con el que apesta? ¿Te
irritas con el que tiene mal aliento? ¿Qué adelantas? Tiene la boca así. Tiene
los sobacos así. Por fuerza sale de ellos ese efluvio. »Pero«, se afirma, »el
hombre tiene razón y puede reflexionar, si repara en ello, sobre por qué es
ofensivo«. ¡Pues, muy bien!, porque en definitiva, también tú tienes razón. Pon
en movimiento con disposición racional una disposición racional, muestra,
recuerda. Si presta atención, podrás curarlo y no habrá necesidad de la cólera.
Ni actor ni puta[290].
5.29 Como medites vivir tras tu marcha
definitiva, así te es posible vivir acá. Si no te dejan, entonces márchate de
la vida, pero hazlo como si no hubieras sufrido ningún mal. Hay humo y me voy[291].
¿Por qué te parece que eso es un problema? Mientras nada así me saque, sigo
siendo libre y nadie me impedirá hacer lo que quiero. Y quiero vivir según la
naturaleza de un animal racional y comunitario.
5.30 La inteligencia del universo es
comunitaria. Así por ejemplo ha hecho lo inferior a causa de lo superior e hizo
concordar lo superior entre sí. Puedes ver cómo subordinó, coordinó, distribuyó
según su valía a cada uno y reunió en concordia mutua a los seres superiores.
5.31 ¿Cómo te comportaste hasta ahora con los
dioses, con tus padres, con tus hermanos, con tu mujer, con tus hijos, con tus
maestros, con tus tutores, con tus amigos, con tus parientes con tus esclavos?
Si hasta ahora en relación a todos ellos...[292],
es aplicable: »contra nadie actuó mera de la ley ni dijo«[293].
Recuerda también por qué cosas has pasado y qué cosas fuiste capaz de aguantar.
También que la historia de tu vida está cumplida ya, que tu contribución está
concluida, cuántas hermosuras tienes vistas, cuántos placeres y penas
despreciaste, de cuántas cosas tenidas en estima pasaste de largo, ante cuántos
arrogantes fuiste indulgente.
5.32 ¿Por qué almas sin formación e ignorantes
confunden al que sí está preparado y es conocedor? ¿Qué alma, entonces, esta
preparada e instruida? La que conoce el principio y el fin, y la razón que
alcanza a toda la substancia y que de toda la eternidad administra el todo
según ciclos establecidos.
5.33 En un instante serás cenizas y huesos[294],
un nombre o ni siquiera eso; si un nombre, sólo un murmullo y eco. Las cosas
muy apreciadas durante la vida son vacías, podridas, pequeñas, cachorrillos que
se mordisquean y críos con ganas de riña que se ríen y al momento lloran. Pero
la confianza, la vergüenza, la justicia, la verdad »se van al Olimpo desde la
tierra de anchos caminos«[295].
Entonces, ¿qué es lo que te retiene aquí si lo que percibimos es cambiante y no
permanece, los sentidos son débiles y reciben fácilmente malas impresiones, la
propia alma es una exhalación que surge de la sangre y tener buena fama ante
ellos es algo vacío? Entonces, ¿qué? ¿No aguardarás agradecido la extinción o
traslación? Mientras llega su oportunidad, ¿con qué te conforMarcis? ¿Con qué
otra cosa sino con ser piadoso y honrar a los dioses, con hacer el bien a los
hombres, soportarlos y guardar las distancias? Todo cuanto esté fuera de los
límites de este pedacito de carne y de su aliento, recuerda que no es cosa tuya
ni de ti depende.
5.34 Te pueden ir bien las cosas si sabes
avanzar por buen camino y si mantienes el rumbo en tu pensamiento y acción. Dos
cosas en común tienen el alma de dios y la del hombre, como la de cualquier
animal racional: no sufre obstáculos ajenos y encuentra el bien en la
disposición y acción comunitaria, en eso cede su apetito.
5.35 Si eso no es mi maldad, ni mi actuación
con maldad, ni daña al común, ¿qué me importa eso? ¿Cuál es el perjuicio para
el común?
5.36 No hay que dejarse arrebatar
completamente por la representación, sino ayudar a los hombres en lo posible y
según su valor; si sufren pérdidas en lo que no es ni bueno ni malo[296],
no hay que representarse que eso es un perjuicio, ya que eso es mala costumbre.
Por el contrario, igual que el viejo al marcharse pide la peonza de su
doméstico sin olvidar que no es más que una peonza[297],
así también tú en la tribuna. »Amigo, ¿te olvidaste qué era eso?« »Ya, pero les
merecía mucha preocupación.« ¿Y por eso también tú te vas a poner tonto?
5.37 Fui en ocasiones hombre afortunado aunque
estuviese sometido a cualquier circunstancia. Esto es ser afortunado, asignarse
uno mismo su buena fortuna. Buena fortuna, buenas inclinaciones del alma,
buenos impulsos, buenas acciones.
6.1 La
substancia del todo es dócil y modificable. La razón que la gobierna no tiene
ningún motivo en sí para hacer el mal[298].
En efecto, no tiene maldad ni hace nada malévolamente ni a nada perjudica; y
todo nace y concluye a su antojo.
6.2 No establezcas diferencias entre hacer lo
conveniente aterido o caldeado, adormilado o bien dormido, con mala reputación
o en medio de alabanzas, en el momento de morir o en la ejecución de cualquier
otra acción, porque una de las acciones de la vida es también ésa en la que
morimos. Por tanto basta con disponer bien el momento presente en función de
ella.
6.3 Mira hacia dentro. Que la cualidad
específica de ninguna acción ni su valía corran más que tú[299].
6.4 Todos los objetos se transforMarcin
rápidamente y, o se harán humo si la substancia está unificada[300],
o se disgregarán.
6.5 La razón que gobierna sabe cómo está
dispuesta, qué hace y sobre qué materia.
6.6 La mejor manera de defenderse es no
hacerse igual que ellos.
6.7 Disfruta y descansa con una cosa: con
pasar de una acción comunitaria a otra acción comunitaria acordándote de dios.
6.8 El principio rector es algo que se excita,
se orienta y se hace a sí mismo como quiere ser y también hace que le parezca
que todo ocurre como él quiere.
6.9 Cada cosa una por una concluye según la
naturaleza del todo y no según alguna otra naturaleza que rodeara desde fuera o
estuviera contenida dentro o apartada por fuera.
6.10 O es revoltijo, entrecruzamiento,
disgregación, o unificación, orden, providencia[301].
Si es lo primero, ¿por qué anhelo perdurar en un compuesto hecho al azar y en
semejante mezcolanza? ¿Por qué me importa otra cosa que no sea cómo sobrevivir?[302].
¿Por qué me perturbo? La disgregación llegará hasta mí, haga lo que haga. Si es
lo segundo soy reverente, me tranquilizo, confío en lo que gobierna.
6.11 Cuando te veas forzado por las
circunstancias a sentirte como disturbado, vuelve a penetrar en ti mismo y no
te salgas de tu cadencia regular más allá de lo necesario porque te harás dueño
de la armonía por el hecho de regresar constantemente a ella.
6.12 Si tuvieras a un tiempo madrastra y
madre, cuidarías de la primera y, sin embargo, sería constante tu retorno hacia
la madre. Eso suponen para ti el palacio y la filosofía. Así regresa muchas
veces y descansa con ésta, gracias a la cual, también, te parece soportable lo
de la corte y tú te haces soportable entre ellos.
6.13 Es igual que hacerse una representación
de lo guisado y las cosas de comer, que si éste es el cadáver de un pez, que si
aquél es de un pájaro o de un lechón y además que el Falerno[303]
es un juguito de un racimo de uva y que el manto orlado de púrpura son pelillos
de corderillo teñidos con sangrecilla de una concha[304].
Que la cópula es frotamiento de entrañas y cierta secreción de moco en medio de
una convulsión. Tales son las representaciones que llegan hasta el fondo de las
propias cosas y las atraviesan hasta hacemos ver cómo son. Así hay que actuar a
lo largo de toda la vida, cuando nos representamos que las cosas son
respetabilísimas, desnúdalas, comprueba su escaso valor y acaba con el cuento
que las hace majestuosas. El delirio de grandezas es un terrible falsario y
cuando parece que te encuentras entre cosas serias es cuando más te has dejado
embaucar. Considera, por ejemplo, qué dice Grates sobre el propio Jenócrates[305].
6.14 La mayoría de las cosas que admira la
plebe puede reducirse hasta un nivel muy genérico: unas las que se ensamblan
por cohesión, como las piedras o las maderas; otras formadas por crecimiento,
como las higueras, las viñas, los olivos[306].
Lo que admiran los de formación algo más mediana está en relación con formas
animadas, por ejemplo, rebaños, manadas. Los algo más agraciados lo que está en
relación con el alma racional, sin embargo, no en cuanto racional, sino en
cuanto conocedora de una industria, dicho de otra forma, por ser muy afanosa o,
en expresión llana, por poseer una multitud de esclavos[307].
El que honra su alma racional y social no se inquieta por nada más, antepone a
todo preservar que su alma sea y se mueva racional y comunitariamente y
colabora en eso con su congénere.
6.15 Unas cosas se dan prisa en nacer, otras
en dejar de ser; algo de lo que está naciendo ya se desvaneció. Los flujos, las
transformaciones renuevan el universo constantemente igual que la gestación
incesante del tiempo renueva siempre la eternidad infinita. En ese río no es
posible descubrir qué cosa, entre las que pasan corriendo, uno valoraría en
especial. Es como si uno empezara a encariñarse de uno de los gorrioncillos que
pasan volando cuando ya ha desaparecido de la vista. Así es la vida de cada
uno, como la ventilación de la sangre y la inspiración de aire[308].
Atraer el aire y restituirlo una vez, cosa que hacemos a cada momento, es lo
mismo que restituir la capacidad absoluta de respirar, que adquiriste ayer
mismo recién parido, al mismo lugar donde por primera vez te la apropiaste.
6.16 No es estimable el transpirar como las
plantas ni respirar como las bestias y las fieras, ni tener impresiones
representativas, ni que el impulso te maneje como una marioneta, ni juntarse en
manadas, ni nutrirse. Eso es lo mismo que excretar los desechos del alimento.
¿Qué es, entonces, estimable? ¿Recibir el aplauso? No. Tampoco desde luego el
aplauso de las lenguas, porque las alabanzas de la mayoría son aplauso de las
lenguas. Has rechazado, por tanto, también la honrilla. ¿Qué queda de
estimable? Me parece sin duda que moverse y atenerse a lo que es la propia
constitución, que es a lo que conducen los oficios y las artes. Porque todo
arte tiende a eso, a que lo constituido según ese arte sea apropiado a la
función para la que se ha constituido. También el labrador que trabaja su viña,
el domador de potros, el que amaestra su perro, persiguen eso. ¿En qué se
afanan los procedimientos educativos y de instrucción? Ahí está, por tanto, lo
estimable. Si sólo eso está bien, no te afanarás en nada más. ¿No cesarás
también en tu estima de otras muchas cosas? Entonces, no serás ni libre, ni
autosuficiente, ni impasible[309].
Por fuerza tendrás envidia, serás receloso, sospecharás de los que son capaces
de quitarte eso, traMarcis contra los que tienen lo que tú estimas. En
definitiva, es forzoso que quien se considere falto de algo de eso esté
confundido y además haga frecuentes críticas, incluso a los dioses. Por el
contrario, el respeto y estima por tu propia reflexión hará que estés conforme
contigo, seas conciliador con los hombres, estés en armonía con los dioses, es
decir, alabes lo que aquellos han distribuido y ordenado.
6.17 Los desplazamientos de los elementos son
hacia arriba, hacia abajo, en círculo. El movimiento de la virtud no está en
ninguno de ellos, es algo más divino y avanza tranquilo por un camino recto
difícil de entender.
6.18 Así es como hacen. No quieren alabar a
los hombres de su propia época con los que conviven, pero tienen en gran
consideración recibir ellos la alabanza de los que nacerán después, a quienes
ni vieron ni verán. Es casi como si te apenaras de que no te hayan dedicado sus
alabanzas los que nacieron antes que tú.
6.19 No supongas que si algo te resulta a ti
muy penoso eso sea imposible para el hombre; por el contrario, si algo es
posible y resulta familiar al hombre, considera que a eso tú también puedes
llegar.
6.20 En los ejercicios en el gimnasio alguno
te araña con sus uñas o te propina un cabezazo. Pero no se lo recriminamos, ni
nos ofendemos, ni sospechamos de él a partir de ahí como insidioso. Es verdad
que nos precavemos, pero no como si fuera enemigo ni con sospechas, sólo lo
evitamos benévolamente. Que ocurra lo mismo en los restantes ámbitos de la
vida, no prestemos mucha atención a los que son como nuestros compañeros de
gimnasia. Porque es posible, como decía, evitarlos sin recelar o aborrecer.
6.21 Si alguien puede rebatirme y probarme que
no entiendo o actúo rectamente, cambiaré de opinión agradecido. En efecto,
busco la verdad que a nadie nunca perjudicó. Se perjudica el que persiste en su
propio engaño e ignorancia.
6.22 Yo hago mi propio deber, lo demás no me
distrae. Pues son seres inanimados o irracionales o descamados que no conocen
su camino.
6.23 Los animales irracionales y, en general,
los objetos, por estar tú dotado de razón y ellos no, trátalos generosa y
liberalmente; a los hombres, que están dotados de razón, trátalos además
comunitariamente. En todos los casos invoca a los dioses y no establezcas
diferencia por la cantidad de tiempo que podrás actuar de esa forma. Porque
basta con que sean tres horas si son así.
6.24 Alejandro de Macedonia y su palafrenero
una vez muertos vinieron a parar en lo mismo. O regresaron a las mismas razones
generadoras del universo o se dispersaron por igual en átomos[310].
6.25 Reflexiona sobre cuántos sucesos en el
mismo breve instante ocurren en cada uno de nosotros a un tiempo, tanto físicos
como psíquicos. Así no te admirarás de que muchísimos más, mejor, todos los sucesos
subsistan a un tiempo en el uno y en el todo que denominamos universo.
6.26 Si alguien te plantea cómo se escribe el
nombre de Antonino[311],
¿mostrarás sin ponerte tenso cada uno de sus elementos?, ¿no llevarás paso a
paso con tranquilidad la cuenta de cada una de las letras? ¿Y qué, si se
encolerizan?, ¿te encolerizarás en respuesta? Así, por tanto, también acuérdate
ahora de que todo deber se lleva a término con determinadas cuentas. Es preciso
observarlas y, sin dejarse turbar ni enojarse en respuesta a los que se enojan,
completar con método la tarea propuesta.
6.27 Qué crudo es no dejar a los hombres que
apetezcan lo que les parece adecuado y conveniente. Sin embargo, de alguna
forma no estás de acuerdo en que ellos actúan así cuando te irritas porque
yerran. Se dejan llevar completamente por pensar que van hacia lo adecuado y
conveniente. »Pero eso no es así.« Enséñaselo, por tanto, y muéstraselo sin
irritarte.
6.28 La muerte es una tregua a la reacción
sensorial, a que te manejen como marioneta los impulsos, al rodeo de la
reflexión, al tributo que se rinde a la carne.
6.29 Es vergonzoso que en la vida en la que el
cuerpo no renuncia, el alma renuncie antes[312].
6.30 Sé vigilante, no te cesarices[313], no
te empapes en púrpura, cosa que ocurre. Mantente, por tanto, sencillo, bueno,
puro, digno, sin pompa, amigo de lo justo, piadoso, bien intencionado,
afectivo, fuerte para ejecutar lo conveniente. Lucha para permanecer así como
te quiso hacer la filosofía. Respeta a los dioses, salva a los hombres. La vida
es corta, el único fruto de la existencia sobre la tierra es una disposición
virtuosa y unas acciones comunitarias. En todo como discípulo de Antonino[314]:
su vigor a favor de acciones realizadas de acuerdo con la razón, su equilibrio
en todo, su virtud, la calma de su rostro, su dulzura, su ausencia de
vanagloria, su empeño para captar los asuntos. Cómo no rechazaba nada en
absoluto sin considerarlo antes mucho y reflexionarlo con seguridad. Cómo
soportaba a los que lo criticaban injustamente sin criticarlos a su vez. Cómo
no se apresuraba para nada, cómo no aceptaba las calumnias. Cómo era un
examinador riguroso de los comportamientos y de las acciones, pero ni crítico,
ni asustadizo ante rumores, ni sospechoso, ni enrevesado. Cómo se conformaba
con poco, así en la vivienda, en el lecho, en el vestir, en el alimento, en su
servidumbre. Cómo era sufrido y perseverante. Capaz de permanecer quieto hasta
la tarde gracias a su dieta frugal, sin necesidad de evacuar fuera de la hora
acostumbrada. Su firmeza y uniformidad con sus amistades. Soportar a los que se
expresaban con libertad contra sus opiniones y agradecérselo si alguno mostraba
una mejor. Cómo era piadoso con los dioses sin temores supersticiosos. Que la
última hora te llegue con igual de buena conciencia que a él.
6.31 Recupera la sobriedad, recomponte tras
dejar de dormir y concluye que unas pesadillas te importunaban, mira esto como
mirabas aquello[315].
6.32 Estoy formado por cuerpecillo y alma.
Para el cuerpecillo todo es indiferente porque no puede establecer la
diferencia. Para tu mente es indiferente[316]
lo que no es su actividad y todo lo que es su actividad depende de ella. Entre
sus actividades, sin embargo, sólo le preocupa la presente. En efecto, las
futuras y las pasadas son actividades suyas que en este preciso momento son
indiferentes.
6.33 No son el dolor de la mano ni el del pie
contrarios a la naturaleza mientras el pie haga lo propio del pie y la mano lo
de la mano. Así, por tanto, tampoco para el hombre como hombre es el dolor
contrario a su naturaleza, mientras haga lo propio del hombre. Pero, si no es
contrario a su naturaleza, tampoco es un mal.
6.34 ¡Con qué goces se regocijaron los piratas,
los bujarrones, los parricidas, los tiranos!
6.35 ¿No ves que muchos artesanos manuales,
aunque se acomodan hasta cierto punto a los para ellos profanos, a pesar de eso
se agarran con fuerza a la razón de su arte y no soportan verse apartados de ella?
¿No es, por ello, terrible que el arquitecto y el médico respeten más la razón
de su propio arte que el hombre la suya propia, que comparte con los dioses?
6.36 Asia, Europa son rincones del universo.
Todo el océano es una gota del universo. El monte Atos es un terroncillo del
universo. Todo el tiempo presente es un punto de la eternidad. Todo es pequeño,
movible, propenso a esfumarse. Todo viene de allí, ha surgido de aquel
principio rector común expresamente o de forma sobrevenida[317].
Las fauces del león, el veneno y toda maldad, como las espinas, el barro, son
sobreañadidos a lo venerable y hermoso. No te representes que eso es ajeno a lo
que reverencias, por el contrario, reconoce la mente de todo.
6.37 Quien ve las cosas presentes ha visto
todas: cuantas nacieron desde toda la eternidad y cuantas serán hasta el
infinito. Todas son de un mismo género y de un mismo aspecto[318].
6.38 Reflexiona muchas veces sobre la
concatenación de todas las cosas del universo y sobre su relación mutua. De
alguna forma todas están entrelazadas mutuamente y todas tienen por eso
afinidad mutua. En efecto esto está en contacto con eso otro por el movimiento
tensor, el hálito común y la unidad de la substancia[319].
6.39 Acomódate a las cosas a las que estás
unido por azar; ama, pero de verdad, a los hombres con los que te ha tocado
vivir.
6.40 Todo instrumento, toda herramienta, todo
aparejo, si actúa para lo que está fabricado, está bien. Ciertamente, en ese
caso el fabricante es externo. En lo ensamblado por la naturaleza la fuerza
fabricadora está dentro y permanece. Por ello es necesario en mayor grado
respetarla y considerar que, si la mantienes y la tratas según su deseo, todo
en ti está según la inteligencia. Así también están según la inteligencia las
cosas en conjunto.
6.41 Lo que no has escogido deliberadamente y
supones que es tu bien o tu mal, por fuerza, en el caso de experimentar el mal
mencionado o en el de fracasar el bien indicado, se lo criticas a los dioses y
es motivo de odio contra los hombres que son causantes o supones que podrán
serlo de ese fracaso. Además, cometemos muchas injusticias por desacuerdo en
esas cuestiones. Por el contrario, si sólo juzgamos como bueno y malo lo que de
nosotros depende, no queda ya motivo alguno ni de acusar a la divinidad ni de
tomar partido hostil contra el hombre.
6.42 Todos colaboramos para un único
resultado, unos a sabiendas y con discernimiento, otros a ciegas, igual que,
creo que dice Heráclito[320],
incluso los que duermen son trabajadores y colaboradores de lo que ocurre en el
universo. Uno colabora en una medida otro en otra, también por exceso[321]
quien critica e intenta ir contracorriente y anular los sucesos. En efecto, el
universo también lo necesitaba. Por tanto, sólo te queda comprender entre
quiénes te alineas. Así te tratará enteramente bien quien gobierna el todo y te
acogerá en la sección de los colaboradores. Pero tú no seas un elemento como el
verso barato y ridículo de un drama que menciona Crisipo[322].
6.43 ¿Acaso el sol reivindica hacer lo que es
propio de la lluvia? ¿Acaso Asclepio reivindica lo de la portadora de frutos?[323].
¿Y qué ocurre con cada uno de los astros? ¿No son distintos pero colaboran en
lo mismo?
6.44 Si los dioses decidieron sobre mí o sobre
lo que debía ocurrirme a mí, decidieron bien. En efecto, ni siquiera es fácil
pensar en un dios que no decide. Pero, ¿por qué causa iban a ponerse a hacerme
el mal? ¿En qué se hubieran aventajado ellos o el común, que es en lo que más
ejercen su providencia? Si no decidieron en particular sobre mí, decidieron, al
menos, sobre lo común en conjunto, a lo que, en consecuencia, debo abrazar y
amar. Si, por el contrario, no deciden sobre nada... (creerlo, desde luego, no
es virtuoso o si lo es, no sacrifiquemos ya, ni oremos, ni juremos ni
realicemos lo demás que realizamos dirigido a dioses que supuestamente están presentes
y nos acompañan)[324];
si no deciden sobre nada de lo que nos afecta, yo puedo, sin embargo, decidir
sobre mí y yo tengo análisis sobre lo que conviene. A cada uno le conviene
según su constitución y naturaleza, y mi naturaleza es racional y social.
Mi ciudad y mi patria, como Antonino[325]
que soy, es Roma. Como hombre, es el universo. Por tanto, las que son
beneficiosas para esas ciudades, sólo ésas considero que son buenas.
6.45 Cuanto ocurre a cada uno le conviene al
todo. Con eso bastaba. Pero además observarás en general, si miras con
detenimiento, que lo que conviene a un hombre también conviene a los demás. En
este caso tómese lo conveniente en su uso más habitual aplicado a lo que no es
ni bueno ni malo.
6.46 Igual que te ofenden los espectáculos de
los anfiteatros y lugares semejantes porque ver siempre lo mismo y similar hace
que su contemplación harte, eso te ocurre aplicado a toda tu vida, porque todas
las cosas de arriba abajo son las mismas y surgen de lo mismo. Entonces, ¿hasta
cuándo?
6.47 Reflexiona sin pausa sobre la gran
variedad de hombres ya muertos, variedad en sus actuaciones y variedad en sus
razas, hasta llegar a Filistión, Febo y Origanión[326].
Recorre ahora otras estirpes. Es necesario que nos traslademos allí donde
florecieron tantos oradores competentes, tantos filósofos venerables,
Heráclito, Pitágoras, Sócrates; antes de eso tantos héroes, después tantos
generales, tiranos. Además de ellos, Eudoxo, Hiparco, Arquímedes[327];
otras naturalezas sagaces, grandiosas, sufridoras, capaces de todo,
presuntuosas, mordaces sobre la propia existencia mortal y efímera de los
hombres, como Menipo[328],
y tantos otros semejantes. Reflexiona sobre todos estos que están muertos hace
tiempo. Así pues, ¿qué tiene eso de terrible para ellos? ¿Y qué para los no
renombrados en absoluto? Sólo una cosa es digna de mucha estima: pasar la vida
siendo benévolo con verdad y justicia frente a los falsos e injustos.
6.48 Cuando quieras reconfortarte, recapacita
en los puntos sobresalientes de los que conviven contigo. Por ejemplo, en uno
es su actividad, en otro su decencia, en otro su generosidad, así
sucesivamente. En efecto, nada reconforta tanto como que las copias[329]
de las virtudes aparezcan en el carácter de contemporáneos tuyos y que
concurran lo más agrupadamente posible. Por ello hay que tenerlas a mano.
6.49 ¿Te vas a irritar porque pesas tantas
libras y no trescientas?[330].
Así entonces también por tener que vivir hasta tantos años y no hasta más.
Igual que te conformas con la substancia que se te ha asignado, así también
aplicado al tiempo.
6.50 Intenta convencerlos, pero actúa también
contra su voluntad cuando la razón de la justicia así te guíe. Si, a pesar de
ello, alguien usando violencia se te opone, cambia a una actitud complaciente y
no dolida, que haber sido impedido te sirva para otra virtud y recuerda que
emprendías tu actuación con reserva[331] y
que no apetecías imposibles. ¿Qué apetecías? Una empresa así. Alcanzas eso.
Sucede aquello por lo que nos pusimos en camino.
6.51 El ansioso de fama supone que su bien
está en la actuación de otro, el ansioso de placeres que está en su propia
sensación; por el contrario, el que tiene inteligencia que está en su propia
actuación.
6.52 Es posible no hacer ninguna suposición
sobre eso y no turbarse en el alma porque las cosas en sí no tienen naturaleza
capaz de provocar nuestros juicios.
6.53 Acostúmbrate a no hacerte el distraído
ante lo que afirma otra persona y en la medida de lo posible métete en el alma
del que habla.
6.54 Lo que no conviene a la colmena tampoco
conviene a la abeja.
6.55 ¿Si los marinos criticaran al capitán o
los enfermos al médico, se fijarían en algo que no fuera cómo procuraba él la
salvación de los embarcados o la salud de los pacientes?[332].
6.56 ¡Cuántos de los que entraron conmigo en
este mundo se han marchado ya!
6.57 La miel parece amarga a los que tienen
ictericia[333],
el agua pavorosa a los que ha mordido un rabioso y una pelotita algo hermoso a
los niños pequeños. ¿Por qué, entonces, me irrito? ¿Te parece que tiene menos
fuerza creer falsedades que la hiél para el ictérico y el veneno para el
rabioso?
6.58 Nadie te podrá impedir vivir según la
razón de tu naturaleza. Nada te podrá ocurrir al margen de la razón de la
naturaleza común.
6.59 ¡Cómo son aquellos a los que quieren
complacer y por qué medios y con qué actuaciones buscan su propio beneficio!
¡Con qué rapidez la eternidad lo cubrirá todo y cuántas cosas tiene ya
cubiertas!
7.1 ¿Qué es la
maldad? Es eso que has visto muchas veces. Ante cualquier suceso ten a mano que
es eso que has visto muchas veces. En una palabra, encontrarás lo mismo por
arriba y por abajo, eso de lo que están llenas las historias antiguas, las
intermedias y las recientes, eso de lo que están ahora llenas las ciudades y
sus casas. No hay nada nuevo. Todo es al tiempo rutinario y de poca duración.
7.2 ¿Cómo pueden las convicciones fosilizarse
de otra forma si no es porque las representaciones[334]
que van aparejadas a ellas se apagan? En tu mano está reavivar continuamente su
llama. Puedo hacer suposiciones sobre lo que conviene. Pues, si puedo, ¿por qué
me turbo? Lo que está fuera de mi reflexión, en general, nada tiene que ver con
mi reflexión. Aprende eso y marcharás por el camino recto. Te es posible
revitalizarte. Mira de nuevo los asuntos como los mirabas. En eso consiste
revitalizarse.
7.3 El afán vacuo de una procesión triunfal[335]:
acciones de escenario, cuadrillas, tropeles, duelos a lanza, huesillo tirado a
cachorros, cebo para los estanques de peces, desgracias y trabajos de hormigas,
carreras de ratoncillos sobresaltados, muñequillos movidos por hilos. Es
preciso, por tanto, permanecer firme entre esto sin cacareos y con buen ánimo,
pero con la comprensión de que cada uno vale tanto como vale aquello por lo que
se afana.
7.4 Es preciso seguir de cerca tanto en la
conversación lo que se está diciendo en cada frase como ante cada impulso lo
que está sucediendo: en este caso ver al momento cuál es el objeto con el que
se relaciona, en el otro mantener la atención en cuál es el significado.
7.5 ¿Basta mi reflexión para eso o no? Si
basta, la uso para mi tarea como instrumento entregado por la naturaleza del
todo. Si no basta, o me aparto de la tarea en favor de quien pueda llevarla a
cabo mejor, o, en el caso de que eso no le incumba, la realizo como pueda,
empleando como auxiliar a quien pueda realizar lo oportuno y útil para la
participación común con la ayuda de mi principio rector. Pues, lo haga yo por
mí mismo o con otro, sólo debe estar dirigido a lo útil y en armonía con el
común.
7.6 ¡Cuántos de los agasajados con muchos
himnos están ya entregados al olvido! ¡Cuántos de los que hicieron esos himnos
hace tiempo que están ausentes!
7.7 No te avergüences de recibir ayuda porque
tienes delante realizar la tarea que te corresponde como el soldado que ataca
una muralla. ¿Y qué, si por estar cojo, no puedes tú solo trepar a las almenas
pero sí te es posible con otro?
7.8 Que el futuro no te turbe. En efecto,
llegarás a él si es necesario con la misma razón que ahora usas para el
presente.
7.9 Todo está entretejido mutuamente, su
vínculo es sagrado y casi nada es ajeno entre sí. En efecto, forma un conjunto
organizado y pone orden al mismo universo, porque el universo es uno a partir
de todos, dios es uno a través de todos, la substancia es una, la ley es una,
la razón es común a todos los animales inteligentes, la verdad es una, si es
que es una la perfección de seres del mismo género y que participan de la misma
razón.
7.10 Todo lo material desaparece rápidamente
en la substancia del todo, cualquier causa se remonta rápidamente a la razón
del todo y el recuerdo de todo rápidamente se subsume en la eternidad.
7.11 Para el animal racional su actuación es
la misma según la naturaleza y según la razón.
7.12 Recto, no corregido.
7.13 Igual que están los miembros del cuerpo
en seres que son uno, esa relación tienen los seres racionales, aunque estén
separados, por estar constituidos para una cierta colaboración[336].
Esta reflexión se te ocurrirá más si te dices muchas veces: »soy miembro de un
conjunto formado por seres racionales«. Si por el cambio de una letra te
consideras parte[337],
ya no amas a los hombres de corazón, ya no te reconforta hacer el bien sin
interés y ya lo haces estrictamente como un deber, ya no como si te lo
estuvieras haciendo a ti mismo.
7.14 Suceda por fuera lo que quiera a quienes
son susceptibles de sufrir por ese suceso. Pues si quiere, podrá censurar esos
sucesos. Yo, por mi parte, si no supongo que es malo lo ocurrido, aún no me
siento perjudicado. Y tengo la posibilidad de no suponerlo.
7.15 Haga o diga alguien lo que quiera,
obligado estoy a ser bueno. Como si el oro, la esmeralda o la púrpura dijeran:
»Haga o diga alguien lo que quiera, obligado estoy a ser esmeralda y mantener
mi propio color.«
7.16 El principio rector no se mete en líos
por sí mismo, quiero decir, no se atemoriza él mismo, ni se entristece ni se
vuelca en anhelos. Si alguna otra cosa puede atemorizarlo o entristecerlo, que
lo haga, porque no se volcará a sabiendas él mismo en esa dirección. Que el
cuerpo vigile por su cuenta que no le pase nada, si puede, y diga si le pasa
algo. Pero el alma, si padece temores y tristezas, y si, en una palabra, hace
esas suposiciones, que no sufra nada. En efecto, no le darás pie a llegar a tal
juicio. Es autosuficiente, en lo que depende de él, el principio rector, si no
provoca él mismo su carencia; por eso está sin turbación y sin obstáculos si no
se turba ni se obstaculiza él mismo.
7.17 La felicidad es un espíritu divino bueno[338] o
la vida según un espíritu divino bueno. ¿Por qué te comportas así,
representación? Vete, por tus dioses, igual que viniste. Pues no te necesito.
‘Viniste según tu antigua costumbre. No me encolerizo contigo. Sólo márchate.
7.18 ¿Teme alguien el cambio? ¿Qué puede
llegar a ser sin cambio? ¿Qué es más querido o más afín a la naturaleza del
todo? ¿Puedes tú mismo bañarte si la leña no cambia? ¿Puedes alimentarte si lo
que comes no cambia? ¿Puede realizarse alguna de las cosas útiles sin cambio?
¿No ves, entonces, que el propio hecho de que tú cambies es algo semejante y
necesariamente semejante a la naturaleza del todo?
7.19 Por la substancia del todo como por un
torrente pasan todos los cuerpos, que son de la misma naturaleza que el todo y
colaboran con él, igual que nuestros miembros[339]
entre sí. ¡A cuántos Crisipos se ha tragado ya la eternidad, a cuántos
Sócrates, a cuántos Epictetos! Que se te ocurra lo mismo ante absolutamente
cualquier hombre y cosa.
7.20 Sólo una cosa me distrae, el miedo a que
yo mismo haga algo que no quiere la constitución del hombre o de la forma que
no quiere o lo que no quiere en este momento.
7.21 Está cerca que tú te olvides de todo y
también lo está que todos te olviden.
7.22 Es característico del hombre amar también
a los que tropiezan. Eso sucede si se te ocurre al tiempo que son tus
congéneres, que yerran por ignorancia y contra su voluntad, que después de poco
ambos estaréis muertos y sobre todo que no te perjudicó porque no hizo a tu
principio rector peor que era antes.
7.23 La naturaleza del todo modeló a partir de
toda la substancia, como si fuera cera, un caballito, tras fundirlo, usó su
materia para hacer un arbolito, después un hombrecito, después otra cosa. Cada
uno de ésos se mantuvo poquísimo tiempo. No tiene nada de terrible para un
cofre que lo descompongan, como tampoco que lo ensamblen.
7.24 La expresión vengativa en la cara es
contraria en exceso a la naturaleza. Cuando muere muchas veces en la cara la expresión
noble, finalmente se extingue hasta el punto de no poder ser reavivada su llama
en absoluto. Procura prestar atención precisamente a eso que va contra la
razón, porque si la conciencia del error se marcha, ¿qué motivo hay para vivir?
7.25 Todo cuanto ves lo cambiará ya mismo la
naturaleza que gobierna todo y hará otras cosas a partir de su substancia y
otras distintas de nuevo a partir de la substancia de éstas para que el
universo esté siempre recién hecho.
7.26 Cuando alguien yerre contra ti, al punto
medita que ha errado por sus supuestos sobre qué es bueno y qué es malo. Pues
al considerar eso te compadecerás de él, no te sorprenderás ni te
encolerizarás. En efecto, o bien también tú supones que es bueno lo mismo que
él o alguna otra cosa similar, por tanto hay que perdonar; o bien, si no
supones que tales cosas sean buenas y malas, podrás tener buen ánimo más
fácilmente con quien está confundido.
7.27 No reflexiones en los bienes ausentes
como ya presentes, sino selecciona de los que están a tu lado los de mejor
augurio y evoca a través de ellos cómo los perseguirías de no estarlo. Sin
embargo, al mismo tiempo, por complacencia en ellos guárdate de acostumbrarte a
valorarlos en exceso hasta el punto de que si alguna vez no estuvieran a tu lado
te sintieras perturbado.
7.28 Recógete en ti mismo. Tiene el principio
rector la naturaleza de bastarse él solo si actúa con justicia y gracias a eso
mantiene la serenidad.
7.29 Elimina la representación. Detén los
hilos de la marioneta. Delimita el tiempo al presente. Reconoce lo que te
ocurre a ti o a otro. Distingue y divide el objeto entre lo que es causa y lo
que es materia. Reflexiona en la última hora. El error de aquel déjalo allí,
donde surgió el error.
7.30 Tensa la comprensión paralelamente a lo
que se dice. Penetra con la mente en los sucesos y en las acciones.
7.31 Irradia sencillez, vergüenza, sin
distinguir entre el medio de la virtud y el de la maldad. Ama el género humano.
Sigue a dios.
Dice él: »Todo es por convención, sólo son de
verdad los elementos«[340].
Basta con recordar que todo es por convención.
7.32 Si átomos, disgregación; si unificación,
extinción o transformación[341].
7.33 Lo intolerable te mata, lo que dura
tiempo es tolerable[342].
La reflexión, si lo asume, preserva su propia tranquilidad y el principio
rector no se debilita. Las partes dañadas por el dolor si pueden algo que lo
demuestren con relación a él.
7.34 Observa sus reflexiones[343],
cuáles son, de qué huyen y qué persiguen. Como las dunas al depositarse unas
sobre otras tapan las primeras, así también en la vida lo primero queda tapado
rápidamente por lo que se deposita encima.
7.35 »A quien dispone de una reflexión elevada
y una visión de todo el tiempo y de toda la substancia, ¿crees que la vida
humana le parece que sea algo grande?« »Imposible«, dijo él. »Por tanto tampoco
pensará que la muerte es algo terrible.« »Ni mucho menos«[344].
7.36 »Propio de un rey es actuar rectamente y
tener mala fama«[345].
7.37 Es vergonzoso que el aspecto externo esté
sometido a obediencia y reciba refinamientos y adornos según las órdenes de la
reflexión, al tiempo que ésta no recibe sus propios refinamientos y adornos.
7.38 »No hay que enfurecerse con las cosas /
porque a ellas nada les importa«[346].
7.39 Ojalá des alegrías a los inmortales y a
nosotros[347].
7.40 »Cosecha la vida como espiga fructífera /
y que éste sea y ése no«[348].
7.41 »Si fui abandonada yo y mis dos hijos por
los dioses / incluso eso tiene su razón«[349].
7.42 »El bien está conmigo y la justicia«[350].
7.43 »Ni entones el treno, ni tengas
palpitaciones«[351].
7.44 »Yo replicaría con este razonamiento
justo: “No dices bien, hombre, si crees que es necesario que el hombre estime
como peligro vivir o morir, cosa que es de poca utilidad, y sin embargo no
considere esto sólo, si cuando actúa sus acciones son justas o injustas, si son
de un hombre bueno o de uno malo”«[352].
7.45 »Así es en verdad, atenienses, allí donde
uno se coloca por pensar que es el mejor o donde lo coloca el arconte, allí,
según me parece, es necesario aguantar el peligro sin tener en cuenta ni la
muerte ni ninguna otra cosa que no sea el deshonor«.
7.46 »Querido, vigila, no sea que resulte
noble y bueno algo distinto a mantener o mantenerse vivo. No sea que el hombre
de verdad deba ser indiferente a eso, vivir el mayor tiempo, y no deba amar
sólo la vida. Debe dejarlo en manos de los dioses y creer a las mujeres aquello
de que nadie podría huir de su destino; según eso debe considerar de qué manera
puede vivir mejor la vida que tenga que vivir«[354].
7.47 Contempla los desplazamientos de los
astros como si giraras con ellos y reflexiona sobre las transformaciones mutuas
y continuas de los elementos. Estas representaciones nos purifican de la
porquería de la vida terrestre.
7.48 Desde luego que cuando se hacen discursos
sobre los hombres hay que contemplar las cosas de la tierra como desde arriba:
rebaños, ejércitos, tierras labradas, bodas, divorcios, nacimientos, muertes,
jaleo de los tribunales, desiertos, variados pueblos bárbaros, fiestas,
lamentos fúnebres, mercados; mezcolanza y orden universal a partir de sus
contrarios.
7.49 Observa otra vez lo que fue antes, los
cambios tan abundantes de lo que es. Se puede también prever el futuro. Pues
será en todo parecido y no es posible que se salga del ritmo de lo que ahora
mismo sucede. De ahí que sea lo mismo hacer la historia de la vida humana de
cuarenta años que la de diez mil. ¿Qué más podrás ver?
7.50 También: »Las que crecieron de la tierra
vuelven a la tierra, / las especies que brotan desde el firmamento / vuelven de
nuevo a la bóveda celeste«[355].
7.51 También: »Con grano, con bebidas, con
encantamientos / desvían el curso para no morir[356].
»Hay que soportar el viento de los dioses / y sus trabajos sin queja«[357].
7.52 »Más hábil en el combate«[358],
pero no más comunitario, ni más decente, ni mejor disciplinado en los sucesos
ni más condescendiente con las confusiones del prójimo.
7.53 Cuando se puede concluir la tarea según
la razón común a dioses y hombres, entonces nada es terrible, porque cuando es
posible conseguir beneficio a través de una actuación bien encaminada y que
avanza conforme a nuestra constitución, entonces no hay que sospechar de ningún
perjuicio.
7.54 En cualquier lugar y permanentemente en
tu mano está complacerte piadosamente con la circunstancia del momento,
comportarte con los hombres del momento con justicia y tratar con artificio la
representación del momento para que no te penetre sin control.
7.55 No pasees tu mirada por los principios
rectores ajenos, al contrario, dirígela recta allí donde te guía la naturaleza,
la del todo a través de lo que te sucede y la tuya a través de tus deberes. Es
deber de cada uno lo que está en línea con su constitución. Están constituidos
los restantes seres en función de los racionales (en cualquier circunstancia
los débiles lo están en función de los fuertes) y los racionales lo están unos
en función de otros. En la constitución del hombre el deber preponderante es el
bien común; el segundo es no ceder ante las pasiones corporales, porque es
propio del movimiento racional e inteligente marcar sus confines y no dejarse
vencer por el movimiento sensorial o impulsivo; estos dos movimientos son
propios de animales, pero frente a ellos quiere ser preponderante y no resultar
inferior el inteligente, que con justicia es por naturaleza quien los utiliza.
El tercer deber para la constitución racional es no precipitarse ni dejarse
engañar. Que el principio rector agarrado a estos principios progrese recto y
tenga lo que le es propio.
7.56 Como muerto ya, tras haber vivido hasta
este instante, tienes en adelante que vivir el exceso conforme a la naturaleza.
7.57 Desea sólo lo que te suceda y esté
entrelazado como destino. ¿Qué hay más armonioso?
7.58 Ante cada suceso pon ante tus ojos a aquellos
a los que les sucedió lo mismo, después se atormentaron, se extrañaron, se
quejaron. Y ahora, ¿dónde están? En ningún sitio. Entonces, ¿qué? ¿Tú quieres
lo mismo? ¿No quieres dejar los cambios de humor ajenos a quienes cambian y se
dejan cambiar, y tú, por tu parte, dedicarte por completo a cómo enfrentar los
sucesos? Los enfrentarás bien y te servirán de materia[359].
Basta con poner tu atención y deseo en ser bueno contigo mismo en cualquier
cosa que hagas. Recuerda estas dos cosas que... y que no es indiferente en qué
situación[360].
7.59 Excava dentro. Dentro está la fuente del
bien que puede siempre borbotar de nuevo mientras excaves.
7.60 Es preciso que el cuerpo esté compacto y
no caído a pedazos, ni en movimiento ni en reposo. Igual que la reflexión
vigila que aparezca en la cara una expresión inteligente y agradable, lo mismo
hay que exigir en lo que toca a todo el cuerpo. Todo eso hay que mantenerlo sin
afectación.
7.61 El arte de vivir es más parecido al de la
lucha que al de la danza en la medida que, ante lo que le cae a uno de
improviso, hay que mantenerse preparado y sin caerse.
7.62 Constantemente presta atención a quiénes
son esos a los que quieres de testigos y qué principios rectores tienen. Pues
no censurarás a los que tropiecen contra su voluntad y no precisarás de su
testimonio aprobador, si miras las fuentes de su juicio y de su impulso.
7.63 Afirma[361]
que toda alma se priva de la verdad contra su voluntad. De igual forma también,
por tanto, de la justicia, la prudencia, benevolencia, y todo lo semejante. Es
de todo punto necesario recordar esto sin interrupción. Pues serás más
condescendiente con todos.
7.64 Ante cualquier sufrimiento ten a mano lo
siguiente: no es algo vergonzoso ni hace a la reflexión gobernante peor. Pues,
ni en cuanto racional ni en cuanto comunitaria, la corrompe. Desde luego, ante
la mayoría de los sufrimientos te será de ayuda el dicho de Epicuro: »ni es
insoportable ni es eterno si recuerdas sus límites y no haces conjeturas«[362].
Acuérdate también de que no prestamos atención a muchos males difíciles de
sobrellevar que son iguales al sufrimiento, por ejemplo, dar cabezadas, arder
de calor, carecer de apetito. Así pues, cuando estés disgustado con algo así,
dite que cedes al sufrimiento.
7.65 ‘Vigila
para que no te pase frente a hombres insociables lo mismo que les pasa a los
hombres frente a los hombres[363].
7.66 ¿Por qué podemos saber que Telauges[364]
no fue superior a Sócrates en su disposición? No es suficiente que Sócrates
muriera de forma más honorable o dialogara con los sofistas de forma más
habilidosa o pasara la noche con mucha fortaleza en el hielo[365]
o, cuando recibió la orden de conducir al de Salamina, le pareciera más noble
oponerse[366] o
caminara altanero[367],
cosa sobre la que uno podría desconfiar sobre si fue verdad. Por el contrario,
hay que considerar qué alma tenía Sócrates y si podía bastarle con ser justo
con los hombres, virtuoso con los dioses, no irritarse con el mal, ni
esclavizarse por ignorancia de algo, ni aceptar nada de lo asignado por el todo
como extraño o soportarlo como intolerable, y no propiciar que la inteligencia
fuera partícipe de los sentimientos de la carne.
7.67 La naturaleza no te amalgamó en un
compuesto[368]
hasta el punto de que no aspiraras a marcar tus confines y a tener tus propios
asuntos bajo tu control. Pues es muy posible llegar a ser un hombre divino y no
ser reconocido como tal por nadie[369].
Acuérdate de esto y de lo siguiente, que de poquísimas cosas depende tener una
vida feliz. Y por haber desesperado de llegar a ser filósofo dialéctico y
naturalista, por eso no renuncies a ser libre, decente, comunitario, dócil ante
dios.
7.68 Pasa la vida sin congojas en el mayor
júbilo aunque todos te vociferen lo que quieran, aunque las fieras descuarticen
los miembros insignificantes de la mezcolanza solidificada de tu cuerpo. ¿Qué
impide en todas esas situaciones que se mantenga a salvo la reflexión con
tranquilidad, con juicio verdadero sobre los acontecimientos, con tratamiento
adecuado de lo sometido a consideración? De tal forma que el juicio diga al
acontecimiento: »eres así en substancia, aunque aparentes ser distinto en
apariencia«, y que el tratamiento diga al suceso: »te estaba buscando porque el
suceso presente es materia para la virtud racional, social y, en general, para
el oficio de un hombre que se equipara a dios«, puesto que todo acontecer, sea
obra de dioses o de hombres, se asimila y no es ni nuevo ni difícil de tener
entre manos, sino conocido y fácil de trabajar.
7.69 La perfección del carácter supone que
cada día transcurra como el último, sin palpitos, sin cabezadas, sin
actuaciones teatrales.
7.70 Los dioses, que son inmortales, no se
irritan por tener que soportar en tanta eternidad enteramente siempre a los
hombres a pesar de que son tan ruines y de que son tantos. Por añadidura cuidan
de ellos de todas las formas. ¿Tú, que estás a punto de terminar ya, renuncias,
cuando eres uno de los ruines?
7.71 Es ridículo no evitar la propia maldad,
cosa que es posible, e intentar, por el contrario, evitar la ajena, cosa que es
imposible.
7.72 Aquello que averigüe la facultad racional
y social, si no es ni inteligente ni comunitario, en buena razón es un juicio
que está por debajo de ella.
7.73 Cuando tú
has actuado bien y los demás han salido bien parados, ¿por qué buscas, además
de eso, en tercer lugar, como hacen los mentecatos, parecer que has actuado
bien o conseguir recompensa?
7.74 Nadie se cansa de beneficiarse. El
beneficio es un comportamiento natural. No te canses de beneficiarte mientras
tú beneficies.
7.75 La naturaleza del todo impulsó la
creación del universo. Ahora ya, o todo lo que ha llegado a ser lo es por
derivación, o son muy escasas y decisivas las cosas para las que el principio
rector del universo hace actuar su propio impulso. Si lo recuerdas te hará más
tranquilo en muchos casos.
8.1 Te lleva
también a no vanagloriarte el hecho de que ya no te es posible haber vivido
toda tu vida, o desde la juventud al menos, como filósofo, sino que se ha hecho
evidente, a muchos otros y a ti mismo, que estás lejos de la filosofía. Te has
confundido, por tanto, y así no te es fácil ya adquirir la fama del filósofo y
se te enfrenta incluso el supuesto previo. Si has visto verdaderamente dónde
está el asunto deja a un lado qué se opinará de ti. Que te sea suficiente si,
en lo que te resta de vida, vives precisamente como quiere tu naturaleza que lo
hagas. Reflexiona, por tanto, sobre qué quiere y que nada más te distraiga,
porque ya lo has intentado y después de muchos descarríos nunca hallaste el
vivir bien: ni en los razonamientos lógicos, ni en la riqueza, ni en la fama,
ni en el disfrute, nada en absoluto. ¿Dónde está, pues? En hacer lo que
persigue la naturaleza del hombre. ¿Cómo lo harás? Si tienes convicciones desde
las que iniciar tus impulsos y tus acciones. ¿Qué convicciones? Las que versan
sobre lo bueno y lo malo: no existe bien para el hombre que no lo haga justo,
prudente, viril, liberal; ni existe mal que no provoque lo contrario de lo
dicho.
8.2 En cada acción pregúntate: ¿cómo es en lo
que me atañe?, ¿no me arrepentiré por ella? Un poco más y estoy muerto, y todo
fuera. ¿Qué más persigo, si la tarea presente es propia de un animal reflexivo,
comunitario y con reglas propias de dios?
8.3 ¿Alejandro, Cayo César, Pompeyo qué son en
relación con Diógenes, Heráclito y Sócrates? Éstos vieron los asuntos, sus
causas y sus materias, y sus principios rectores fueron independientes.
Aquéllos, ¡en qué cosas fueron privilegiados! y ¡en cuántas esclavos!
8.4 Aunque revientes, harán lo mismo, nada en
menor grado.
8.5 En primer lugar, no te turbes: todas las
cosas son según la naturaleza del todo y en poco tiempo serás nadie en ningún
sitio, como tampoco son ya Adriano, ni Augusto. A continuación, después de
escudriñar en este asunto y recordar a un tiempo que debes ser un hombre bueno
y qué te pide a cambio la naturaleza del hombre, realízalo sin darte media
vuelta y de la forma que te parezca más justa, con tal de que sea con
amabilidad, con decencia y sin fingimiento.
8.6 La naturaleza del todo ejerce la función
de trasladar lo que está aquí allí, cambiarlo, sacarlo de aquí y llevarlo allí.
Todo son variaciones, pero no tales que haya que temer que algo sea nuevo. Todo
es rutinario.
8.7 Le basta a toda naturaleza con avanzar por
buen camino. Avanza por buen camino la naturaleza racional que en sus
representaciones no se acompasa con lo falso y poco claro, que endereza sus
impulsos sólo a tareas comunitarias, que provoca apetitos y rechazos sólo de
aquello que está en nuestra mano y que se conforma con todo lo asignado por la
naturaleza común. En efecto, es una parte de ella, como la naturaleza de la
hoja lo es de la de la planta; con la diferencia de que en ese caso la
naturaleza de la hoja es parte de una naturaleza insensible, irracional y que
puede verse obstaculizada, mientras que la del hombre es parte de una
naturaleza que no puede ser obstaculizada, que es inteligente y justa, si es
que establece divisiones de las duraciones, de la substancia, de la causa, de
la actividad, de lo que ocurre a cada persona, proporcionales y según la valía.
Pero también son equilibrados los repartos[370].
Ahora bien, considera que no vas a encontrar correspondencia de una cosa
equilibrada con esta otra en todo, sino globalmente entre la totalidad de esto
frente al conjunto de aquello.
8.8 No te es posible leer, pero sí lo es
contener la soberbia, sí lo es ser superior a los placeres y a los
sufrimientos, sí lo es estar por encima de la honrilla, sí lo es no tener mal
humor con los desconsiderados y desagradecidos, aún más cuidar de ellos.
8.9 Que nadie te escuche censurar la vida en la
corte, ni siquiera tú mismo.
8.10 El arrepentimiento es cierta reprobación
a uno mismo por haber dejado pasar algo útil. Lo útil debe ser algo bueno por
lo que tiene que preocuparse una bella y buena persona. Ninguna bella y buena
persona se arrepentiría por haber dejado pasar un placer; el placer, por tanto,
no es algo útil ni bueno.
8.11 Esa cosa, ¿qué es por sí misma en su
constitución particular? ¿Qué es lo substancial en ella?, ¿qué es lo material?,
¿qué es lo causal?, ¿qué hace en el universo?, ¿cuánto tiempo persiste?
8.12 Cuando te despiertas desganado del sueño
recuerda que es propio de tu constitución y de la naturaleza humana prodigar
acciones comunitarias, mientras que dormir es algo compartido también por
animales irracionales. Lo que es propio de la naturaleza de cada uno eso le es
más familiar, más connatural y también más agradable.
8.13 Sin interrupción y ante cada
representación, en lo posible, haz filosofía natural, estudia tus sentimientos,
practica la dialéctica[371].
8.14 Cuando te topes con alguien, proclama
para tus adentros: ¿qué convicciones tiene ése sobre el bien y el mal? Porque
si sobre el placer, el sufrimiento y lo que los provoca, y sobre la fama, mala
fama, muerte, vida tiene unas convicciones de tal tipo, no me parecerá extraño
o raro si actúa de tal forma y tendré que acordarme de que se ve obligado a
actuar así.
8.15 Recuerda que es igual de vergonzoso
extrañarse de que la higuera produzca higos como de que el universo produzca
eso de lo que es portador. También es vergonzoso que el médico o el capitán se
extrañen de que tal paciente esté con fiebre o de que haya viento de proa[372].
8.16 Recuerda que es un comportamiento libre
por igual tanto cambiar de opinión como obedecer al que te corrige. Tuya es la
actuación y se cumple según tu impulso y tu juicio, pero también, desde luego,
según una reflexión que es la tuya.
8.17 Si depende de ti, ¿por qué lo haces? Pero
si depende de otro, ¿a quién censuras? ¿A los átomos o a los dioses?[373].
Tanto lo uno como lo otro es de locos. No hay que censurar a nadie. En efecto,
si puedes, corrígelo. Si no lo puedes, corrige, al menos, el hecho en sí. Si
eso tampoco, ¿con qué fin conviene censurar? Porque nada debe hacerse al azar.
8.18 Lo que muere no cae fuera del universo.
Si permanece aquí, también se transforma aquí y se descompone en los elementos
del universo. Y éstos se transforman y no murmuran.
8.19 Cada cosa ha nacido para algo, el
caballo, la viña. ¿De qué te sorprendes? También el sol podrá decir: »he nacido
para algo«, como los demás dioses. Tú, entonces, ¿para qué? ¿Para complacerte?
Mira si esa reflexión aguanta.
8.20 La naturaleza no tiene menos marcada para
cada cosa su extinción que su principio o su transcurso, igual que el que tira
la pelota. ¿Qué bien hay para la pelota cuando sube o mal cuando baja o cuando
cae? ¿Qué bien para la pompa cuando se forma o qué mal cuando se deshace? Lo
mismo también con relación a la lámpara[374].
8.21 Vuélvelo del revés y mira cómo es, cómo
se hace al envejecer, enfermar, sufrir. Tiene la vida corta tanto el que elogia
como el elogiado, tanto el que recuerda como el recordado. Es más, ni siquiera
aquí, en un rincón de esta región, todos concuerdan, ni uno mismo consigo. Y
toda la tierra es un punto.
8.22 Presta atención a lo que te ocupa, sea
actuación, opinión, o significado. Te pasa eso con justicia ya que prefieres
hacerte bueno mañana a serlo hoy.
8.23 ¿Hago algo? Lo hago en referencia al
bienestar de los hombres. ¿Me ocurre algo? Lo acepto en referencia a los dioses
y a la fuente de todas las cosas por la que todo lo que sucede se entrelaza.
8.24 Tal como se te representa el baño: aceite,
sudor, porquería, agua pringosa; todo repugnante; así es cualquier fragmento de
la vida y todo lo que nos rodea.
8.25 Lucila[375]
[enterró] a Vero[376],
después Lucila [fue enterrada]. Segunda[377] a
Máximo[378],
después Segunda. Epitíncano[379] a
Diotimo[380],
después Epitíncano. A Faustina[381]
Antonino, después Antonino. Así todo. Céler[382] a
Adriano[383],
después Céler. ¿Dónde están aquellos los agudos que presagiaban o se pavoneaban
como Cárax[384],
Demetrio[385]
el platónico, Eudemón[386]?
Todo es flor de un día y está muerto hace tiempo. Algunos no son recordados ni
durante un poco, otros se transformaron en leyendas, otros ya también se
marchitaron en su leyenda. Así pues, acuérdate de ellos y de que será necesario
que se disgregue tu compuesto, o que se apague tu hálito[387],
o que se traslade y recomponga en otro lugar.
8.26 Satisfacción para el hombre es hacer lo
propio del hombre. Propio del hombre es la benevolencia para lo connatural, el
desprecio a las incitaciones sensoriales, la diferenciación entre las
representaciones convincentes, la contemplación de la naturaleza del todo y de
lo que surge según ella.
8.27 Tres son las relaciones. Una con el
recipiente[388]
que nos contiene, otra con la causa divina a partir de la cual suceden a todos
todas las cosas y otra con quienes convivimos.
8.28 El sufrimiento, o bien es un mal para el
cuerpo (por tanto, que éste lo proclame), o lo es para el alma, a la que es
posible preservar su propia serenidad y calma, y no suponer que es un mal.
Cualquier juicio, impulso, apetito y rechazo están dentro y ahí no penetra
ningún mal.
8.29 Elimina continuamente las
representaciones diciéndote a ti mismo: »Ahora está en mi mano que en esta alma
no haya ninguna maldad, ni anhelo, ni en general ninguna turbación. Al
contrario, gracias a observar cómo son todas las cosas, trato cada una según su
valía.« Recuerda esta posibilidad.
8.30 Conversa naturalmente tanto en el Senado
como ante cualquiera, con orden, sin lucirte. Usa un discurso sano.
8.31 La corte de Augusto, su mujer[389],
su hija[390],
sus descendientes, sus progenitores, su hermana[391].
Agripa[392],
sus parientes, familiares, amigos. Ario[393],
Mecenas[394],
médicos, sacerdotes. Muerte para toda esa corte. Después repasa las otras
cortes y su muerte, después la muerte de ciudades completas, como Pompeya[395],
y no la de un hombre tras otro. Ten en cuenta también aquello que se inscribe
en los monumentos funerarios: »Último de su linaje«, cuántos trabajos sus
antecesores para dejar a un sucesor, y luego es forzoso que alguno sea el
último. Aquí otra vez la muerte de todo un linaje.
8.32 La vida debe organizarse acción por
acción y si cada acción consigue lo suyo en lo posible, conformarse. Que
consiga lo suyo nadie te puede impedir. »Pero se entrometerá algo externo.«
Nada en lo que se actúe con justicia, con prudencia, con razón. Pero quizá
alguna otra acción posible resultará impedida; sin embargo, con sentirte
satisfecho frente al propio impedimento y cambiar con buen ánimo a lo que se te
ofrece, al punto otra acción toma su lugar que sea acorde con la organización
que es el tema de este razonamiento.
8.33 Recoge sin delirio de grandezas,
despréndete con desapego.
8.34 Si alguna vez viste una mano amputada, un
pie, una cabeza cortada tirada lejos del resto del cuerpo..., pues en algo
parecido se convierte uno mismo, en lo que de él depende, quien por no aceptar
los sucesos se escinde a sí mismo en dos, o quien actúa en contra del común. Te
quedaste apartado en algún momento de la unidad natural, porque por naturaleza
eras parte y ahora te mutilaste tú mismo. Pero la cosa es hasta tal punto sutil
que puedes de nuevo reunificarte tú mismo. Dios no le concedió a ninguna otra
parte que pudiera reunirse de nuevo tras haberse separado y ser amputada.
Observa la bondad con la que honró al hombre: para empezar, a fin de que no se
fragmentara separándose del todo, le otorgó que dependiera de él, que una vez
fragmentado, se juntara de nuevo, se concertara y retomara su función como
parte.
8.35 Igual que las demás facultades se las
asigna a cada ser racional la naturaleza de los racionales[396],
así también la siguiente la hemos tomado de ella: de la misma manera que la
naturaleza todo lo que se entromete y va en su contra lo cambia de dirección,
lo recoloca dentro de lo destinado y lo hace parte de ella, así también el
animal racional puede transformar todo impedimento en su propia materia[397] y
usarlo para aquello que se hubiera propuesto.
8.36 Que no te confunda el hecho de
representarte toda tu vida. No reflexiones conjuntamente sobre cuáles y cuántos
pesares hay que esperar que se producirán, por el contrario, ante cada uno de
los presentes interrógate sobre qué es lo intolerable e insoportable en esta
tarea. En efecto, te sentirás avergonzado de reconocerlo. Después acuérdate de
que no te pesa ni el futuro ni el pasado, sino siempre el presente. Y ése se
empequeñece si tan sólo lo confinas y refutas a la reflexión si no es capaz de
enfrentarse al presente sin más.
8.37 ¿Acaso Pantea[398] o
Pérgamo[399]
están sentados junto a la urna fúnebre de Vero? ¿Y qué? ¿Acaso Cabrias o
Diotimo[400]
junto a la de Adriano? Es ridículo. ¿Y qué? Si estuvieran sentados, ¿se iban a
enterar los muertos? ¿Y qué? Si se enterasen, ¿se iban a alegrar? ¿Y qué? Si se
alegraban, ¿iban a ser ellos inmortales? ¿No les concedió el destino también a
ellos llegar a viejas y viejos primero y luego morir? Entonces, ¿qué iban a
hacer ellos, una vez muertos los otros?
8.38 Hiede todo eso y es sangre sucia
empaquetada[401].
Si puedes mirar con agudeza, mira.
8.39 Juzgando con los más sabios, dice[402],
no veo virtud que oponga resistencia a la justicia en la constitución del
animal racional. Pero sí veo el dominio sobre el placer.
8.40 Si suprimes tu suposición sobre lo que te
parece que te entristece, tú mismo te has colocado en lo más seguro. »¿Quién es
tú mismo?« Es la razón. »Pero yo no soy razón.« Sea. Entonces que la razón no
se entristezca a sí misma. Si alguna otra cosa te va mal, que eso mismo haga
sus propias suposiciones.
8.41 Un obstáculo para la percepción sensorial
es un mal para la naturaleza animal. Un obstáculo para el impulso es igualmente
un mal para la naturaleza animal. Existe además otro tipo de obstáculo que es
malo también para la constitución vegetal. Por tanto, de igual forma, un
obstáculo para la inteligencia es malo para la naturaleza inteligente. Aplícate
todas esas cosas a ti mismo. ¿Te afectan el sufrimiento, el placer? La
percepción sabrá. ¿Se produjo una intromisión en tu impulso? Si tu impulso es
sin reserva[403]
ya es como un mal de lo racional. Pero si comprendes con antelación el
impedimento, ya no te verás perjudicado, ni obstaculizado. Aunque de hecho,
ningún otro suele obstaculizar lo privativo de la reflexión, porque no le
afecta ni el fuego, ni el hierro, ni el tirano, ni la injuria, ni nada. Cuando
llega a ser una pelota redondeada[404],
permanece quieta.
8.42 No merezco entristecerme a mí mismo,
puesto que tampoco entristecí a otro voluntariamente.
8.43 Uno se alegra con una cosa, otro con
otra. Yo, si mantengo sano el principio rector, sin darme media vuelta ante
ningún hombre ni ante nada de lo que sucede a los hombres, sino que miro todo
con ojos benévolos y lo acepto, y trato a cada uno según su valía.
8.44 Mira, éste es el momento para complacerte
tú mismo. Quienes persiguen en mayor medida su reputación postrera no se dan
cuenta de que aquellos que vivan después serán otros parecidos a como son estos
que les producen pesares: también aquellos serán mortales. En una palabra, ¿qué
más te da que el eco de sus palabras sea discordante o se formen tal tipo de
suposición sobre ti?
8.45 Levántame y tírame donde quieras[405].
Porque allí mi espíritu divino lo mantendré propicio, es decir, conforme, si va
a poder ser y actuar consistentemente según su propia constitución. ¿Acaso algo
merece provocar que el alma esté mal y por debajo de su propio valor, por
humillarse, lamentarse, hundirse, amedrentarse? ¿Qué encontrarás que se merezca
eso?
8.46 A ningún hombre puede sucederle nada que
no sea accidente propio de un hombre, ni a una vaca lo que no sea propio de una
vaca, ni a una viña lo que no sea propio de una viña, ni a una piedra lo que no
es propio de una piedra[406].
Entonces, ¿si a cada uno le sucede lo que está en su costumbre y su naturaleza,
por qué te irritarías? En efecto, la naturaleza común no iba a soportar nada
insoportable para ti.
8.47 Si te entristeces con algo externo, no es
eso lo que te apesadumbra, sino tu dictamen sobre eso. Está en tu mano
eliminarlo ya. Si te entristece algo de tu constitución, ¿quién te impide
rectificar esa creencia? Lo mismo, si te entristece no realizar una cosa
determinada que te parece sana, ¿por qué no realizas más, mejor que
entristecerte? »Sí, pero se interpone algo que es más fuerte.« Entonces, no te
entristezcas porque no depende de ti la causa de que no se realice. »Sí, pero
no merece la pena vivir sin realizar eso.« Entonces despídete de la vida con
buen ánimo, como muere el que sí realiza, y propicio con los que se interponen.
8.48 Recuerda que el principio rector se hace
invencible cuando replegado sobre sí está satisfecho de no hacer lo que no
quiere, incluso si sin razonar se dispone a dar batalla. ¿Qué ocurrirá,
entonces, cuando juzga sobre algo tras considerarlo con detalle? Por eso es la
reflexión libre de pasiones una fortaleza. En efecto, el hombre no dispone de
nada más firme donde refugiarse y ser en adelante inasequible. Así pues el que
no ha visto eso es ignorante, mientras que el que sí lo ha visto y no se
refugia es un desgraciado inexpugnable.
8.49 No te digas tú mismo nada más que lo que
te anuncien las representaciones precedentes[407].
Se te ha anunciado que fulano habla mal de ti. Eso es lo que se ha anunciado.
No se te ha anunciado que te veas perjudicado. Veo que el niñito está enfermo.
Lo veo, pero no veo que esté en peligro. Por tanto, quédate así siempre en las
primeras representaciones y no añadas nada de tu cosecha, con eso nada te
sucede. Mejor, añade como conocedor de cada una de las cosas que ocurren en el
universo.
8.50 Un pepino amargo, tíralo. Zarzas en el
camino, apártalas. Basta, no comentes: »¿Por qué surgieron esas cosas en el
universo?« Porque se reirá de ti el hombre estudioso de la naturaleza, como se
reiría el carpintero o el guarnicionero, por reprenderlos porque ves en su
taller virutas y recortes de lo que están fabricando. Sin embargo, éstos tienen
dónde tirar esos desechos. La naturaleza del todo no tiene nada externo, y lo
admirable de su arte es que, ciñéndose a sus confines, todo lo que está en su
interior y parece descomponerse, envejecer y ser inútil lo transforma en ella
misma y crea de nuevo otras cosas renovadas a partir de eso para no usar de
substancia exterior ni precisar de un lugar donde expulsar lo más descompuesto.
Por tanto, se basta con su propio territorio, con su propia materia y con su
propio arte.
8.51 No te arrastres en tus acciones, ni te
embrolles en conversaciones, ni vagabundees en representaciones, en una
palabra, ni te contraigas en tu alma ni te exaltes, ni dejes sin ocio tu vida.
Te matan, descuartizan, persiguen con
maldiciones. ¿Qué importa eso para que la reflexión permanezca pura, capaz,
prudente, justa? Es igual que si uno al lado de una fuente transparente y rica
la injuriase: ella no deja de borbotear agua de beber. Aunque le tire uno barro
o estiércol, rápidamente los hará desaparecer, se lavará de impurezas y de ninguna
forma se contaminará. Entonces, ¿cómo podrás tener una fuente que siempre mane?
Si en todo momento te mantienes libre gracias a tener buen ánimo, ser sencillo
y decente.
8.52 El que no sabe qué es el universo no sabe
dónde está. El que no sabe para qué ha crecido no sabe quién es. El que deja
sin resolver una sola de estas cosas no podría decir ni qué es el universo ni
para qué ha crecido. Entonces, ¿cómo te parece que es quien va detrás del ruido
de gente que aplaude sin saber ni dónde está ni quién es?
8.53 ¿Quieres recibir el elogio de un hombre
que se maldice a sí mismo tres veces a la hora? ¿Quieres agradar a un hombre
que no se agrada a sí mismo? ¿Se agrada a sí mismo quien se arrepiente de casi
todas sus acciones?
8.54 No sólo respires con el aire que te
envuelve, sino piensa también con lo inteligente que todo lo envuelve. Pues la
propiedad de la inteligencia está expandida y lo empapa todo en beneficio de
quien puede absorberla, no menos que la del aire en beneficio de quien puede
respirar.
8.55 La maldad de forma genérica en nada
perjudica al universo y parcialmente en nada perjudica a otro, es perjudicial
sólo a quien se le otorgó también apartarse de ella en cuanto lo quiera.
8.56 A mi capacidad de elección le es por
igual indiferente la capacidad de elección del prójimo, como también su hálito
vital y sus carnes. Incluso si es verdad que, sobre todo, hemos nacido unos por
otros, sin embargo los principios rectores, uno por uno, tienen su propia
autoridad, porque si no la maldad del prójimo sería mala para mí, cosa que no
aprobó el dios, para que no dependiera de otro que yo fuera desafortunado.
8.57 Aparentemente el sol se derrama y por
todas partes se vierte, sin embargo, no se vacía, porque su derrame es
expansión[408].
Así, por ejemplo, se dice que sus proyecciones son rayos por expansión. Cómo es
un rayo lo podrías ver si contemplaras la luz del sol penetrar en una
habitación a oscuras a través de una ranura. Se extiende en línea recta y hace
como presión sobre lo sólido que sale a su encuentro y lo separa del aire más
allá. Ahí se detiene y no resbala ni cae. Así pues, tiene que ser parecido el
derrame y la efusión de la reflexión mental, de ninguna forma vaciamiento, sino
expansión; frente a lo que le sale al encuentro no ejerce una presión violenta
o rompedora y desde luego que no lo hace caer, por el contrario, se detiene y
lo hace brillar si lo acoge, pues el objeto que no la transmita se verá privado
de su proyección.
8.58 Quien teme la muerte, o teme perder la
percepción sensorial, o teme una percepción sensorial diferente. Pero si no
tienes ya percepción tampoco percibirás ningún mal, y si adquieres una
percepción diversa serás un ser diverso y no dejarás de vivir.
8.59 Los hombres han nacido unos por otros.
Por tanto, enseña o aguanta.
8.60 De una forma vuela el dardo, de otra
vuela la inteligencia. Sin embargo, la inteligencia, incluso cuando es
precavida y cuando se retuerce en su análisis, en nada vuela menos derecho y
sobre su objetivo.
8.61 Penetra en el principio rector de cada
uno y ofrece también a cualquier otro penetrar en tu propio principio rector.
9.1 El que es
injusto es impío porque la naturaleza del todo ha creado los animales
racionales unos por otros, de forma que se beneficien mutuamente según su valía
y no se perjudiquen en manera alguna; el que infringe esa decisión es impío con
toda claridad contra la más respetable de las divinidades. También el que miente
es impío en relación con la misma divinidad porque la naturaleza del todo es la
naturaleza de las cosas que son de hecho y éstas guardan intimidad con lo que
existe. Además también se la denomina la verdad y es la causa primera de todas
las verdades. Por tanto, el que miente voluntariamente es impío, por ser
injusto con su engaño; el que lo hace involuntariamente por estar en disonancia
con la naturaleza del todo y por ofender su orden con su lucha contra la
naturaleza del universo ordenado. En efecto lucha el que se deja llevar contra
sí mismo en dirección contraria a la verdad. Pues había obtenido previamente
recursos de la naturaleza y, al descuidarlos, no es capaz ya de discernir lo
falso de lo verdadero.
Desde luego, también el que persigue los placeres
como bienes y huye de los pesares como males es impío. Necesariamente critica
muchas veces a la naturaleza común por haberlos distribuido a ruines y
cumplidores en contra de su valía, porque muchas veces los ruines están entre
placeres y consiguen lo que los produce, mientras que los cumplidores se topan
con el pesar y lo que lo produce. Además el que teme los sufrimientos temerá
también alguna vez algo de lo que será en el universo y eso es ya impiedad. El
que persigue los placeres no se apartará de cometer injusticia y eso es con
toda evidencia impiedad. Es preciso que en relación con lo que la naturaleza es
neutra (pues no crearía sufrimientos y placeres si no fuese neutra con unos y
otros), en relación con eso, también los que quieren obedecer a la naturaleza
se mantengan neutros siendo ecuánimes. Así pues, quien en relación con el
sufrimiento y el placer, la muerte y la vida, la fama y la mala fama, con los
que la naturaleza tiene un trato neutro, él no es neutro, está claro que es
impío[409].
Afirmo que la naturaleza común tiene un trato neutro con esas cosas debido a
que ocurren neutramente en una secuencia de sucesos unos tras otros a partir de
algún impulso primitivo de la providencia por el que pasó de cierta forma
originaria a este ordenamiento, al concebir algunas razones de los hechos
futuros y delimitar capacidades generadoras de substancias, cambios y
sucesiones de ese tipo.
9.2 Sería propio de un hombre agraciado
marcharse de entre los hombres sin catar la falacia, ni ningún fingimiento, ni
molicie, ni delirio de grandezas. Un segundo derrotero es expirar saciado de
todo eso. ¿O eliges sentarte con la maldad y ni siquiera tu experiencia te convence
de rehuir esa peste? Pues peste es la destrucción de la reflexión mucho más que
alguna contaminación pestilente y alteración del aire que fluye en derredor[410].
Pues ésta es la peste de los animales en cuanto son animales, mientras que
aquella es la de los hombres en cuanto son hombres.
9.3 No desprecies la muerte, por el contrario
confórmate con ella como si fuera un ser que quiere la naturaleza. Hacerse
joven, envejecer, crecer, estar en plenitud, producir dientes, barba, canas,
engendrar, estar preñada, parir y todos los procesos naturales que traen las
fases de la vida, es lo mismo que la propia descomposición. Ésta es, por tanto,
la disposición de un hombre que ha reflexionado bien: no debe tener frente a la
muerte una actitud burda, ni impetuosa, ni arrogante, sino esperarla como una
de las funciones naturales. Así como esperas en el instante en que sale el
retoño del vientre de tu mujer, de esa forma acepta la hora en que tu alma
escapará de este estuche. Si quieres también una regla vulgar que toca tu
corazón: te hará estar muy apacible con la muerte pararte a pensar en los
objetos de los que vas a separarte, y con qué gente ya no se contaminará tu alma.
Sus golpes deben afectarte lo menos posible, por el contrario ocúpate de ellos
y aguántalos condescendiente, recordando, con todo, que te separarás de hombres
que no son de tu misma opinión. Eso es lo único si acaso que te hubiera
arrastrado y te hubiera mantenido en el vivir, si te estuviera permitido
convivir con los que hubieran desarrollado las mismas creencias. Por el
contrario ves que tan grande es el golpe recibido por la disonancia de la
convivencia que dices: »Muerte, ojalá vengas rápidamente, no sea que hasta yo
mismo me olvide de mí.«
9.4 El que yerra, yerra contra sí mismo. El
que es injusto es malo consigo mismo porque se hace malo a sí mismo.
9.5 Muchas veces es injusto quien no hace, no
sólo quien hace.
9.6 Basta con la suposición presente si
comprende, con la actuación presente si es comunitaria, con la disposición
presente si es complaciente frente a cualquier suceso por una causa exterior.
9.7 Elimina la representación[411].
Detén el impulso. Apaga el apetito. Ten el principio rector bajo su propio
mando.
9.8 Entre los animales irracionales se divide
un alma única, entre los racionales se reparte un alma única pensante. De la
misma forma que una sola tierra es para todos los terrestres, vemos con una
sola luz y respiramos un solo aire todos cuantos pueden ver y son animados.
9.9 Todo lo que comparte algo común tiende a
lo que es de su mismo género afanosamente. Todo lo terrestre se inclina hacia
la tierra, todo lo líquido confluye, lo aéreo lo mismo, hasta el punto de
exigir a los que intentan separarlos incluso violencia. El fuego se eleva por
su forma elemental[412]
pero tiene tal disposición a inflamarse aquí abajo con cualquier tipo de fuego
que incluso todo lo leñoso que esté algo más seco se inflama fácilmente porque
en su mezcla es menos fuerte eso que impide que se inflame. Así pues, también
todo lo que participa de una naturaleza inteligente tiende afanosamente a su
congénere o incluso más que eso: cuanto superior es en comparación a otros,
tanto más dispuesto está a mezclarse y fundirse con su familiar. Así para
empezar, entre animales irracionales surgieron enjambres, manadas, cuidados a
los polluelos e incluso algo similar a amoríos porque ya eran seres animados y
al ser una forma superior se manifestaba la tendencia a reunirse como no se
daba entre vegetales, ni entre piedras o leños. Entre los seres racionales hay
organizaciones sociales, amistades, familias, asociaciones y en las guerras,
pactos y treguas. Entre los que son aún superiores, incluso aunque estén
separados, subsiste de alguna manera una unificación, como entre las estrellas.
Así la elevación a lo superior es capaz de producir una simpatía incluso si
están separados. Considera, por tanto, lo que ahora sucede. Sólo los
inteligentes se han olvidado de la tendencia y convergencia de unos hacia otros
y pasa desapercibida así la confluencia. Sin embargo, aunque huyan son
alcanzados porque la naturaleza es poderosa. Verás lo que digo si observas con
atención. Así, por ejemplo, uno podría encontrar más rápidamente algo terrestre
sin contacto con lo terrestre que a un hombre despegado del hombre.
9.10 El hombre, la divinidad, el universo
produce su fruto; cada uno en la estación indicada. Si la costumbre le da al
término ‘fruto’ como sentido propio el banal que se aplica a la vid y plantas
similares, no tiene ninguna importancia. La razón produce un fruto que es común
y particular y nacen de él otros semejantes tal y como es la propia razón.
9.11 Si puedes, refórmalo. Si no, recuerda que
te ha sido dada la amabilidad para eso. También los dioses son amables con
personas así y colaboran en algunas cosas, en la salud, en la riqueza, en la
buena fama. Tan bondadosos son. También a ti te es posible. O dime quién te lo
impide.
9.12 Trabaja no como desgraciado y no por
querer compasión o admiración. Desea sólo una cosa, ponerte en movimiento y
parar según te pide la razón social.
9.13 Hoy salí de cualquier aprieto, mejor
dicho arrojé cualquier aprieto, porque no estaba por fuera, sino por dentro, en
mis suposiciones.
9.14 Todo eso es cotidiano por la práctica,
pero flor de un día por su duración y sucio por su materia. Todo es ahora como
era cuando aquellos a los que hemos enterrado.
9.15 Las cosas exteriores a nuestras puertas
se mantienen ellas por sí mismas sin saber nada de sí ni manifestarlo. ¿Quién
hace manifestaciones sobre ellas? El principio rector.
9.16 Lo malo y bueno del animal racional
social no está en padecer sino en actuar, como tampoco su virtud y su maldad
están en padecer, sino en actuar.
9.17 Para la piedra arrojada hacia arriba no
es nada malo dejarse caer ni nada bueno dejarse elevar.
9.18 Penetra en el interior hasta los
principios rectores y verás qué jueces temes, qué clase de jueces son de sí
mismos.
9.19 Todo está en transformación. También tú
mismo estás en continua alteración y en cierto modo destrucción; el universo,
por su parte, en su totalidad.
9.20 El error ajeno hay que dejarlo allí.
9.21 El cese en una actuación, en un impulso,
la pausa y como muerte en una suposición, no son nada malo. Recorte ahora
épocas, como la infancia, la adolescencia, la juventud, la vejez: cualquier
cambio de una a otra es también muerte. ¿Acaso es algo terrible? Recorte ahora
tu vida con tu abuelo, luego con tu madre, luego con tu padre[413].
Si descubres también otras muchas destrucciones, cambios, ceses, pregúntate:
»¿Acaso es algo terrible?« Por tanto, el cese, pausa y cambio de toda tu vida
tampoco lo es[414].
9.22 Corre y llega a tu propio principio
rector, al del todo y al de éste a tu lado. Al tuyo para hacerlo propicio a la
justicia. Al del todo para recordar de qué eres parte. Al de éste para
determinar si es ignorancia o inteligencia y al tiempo darte cuenta de que es
tu congénere.
9.23 Igual que tú eres integrante de un
conjunto social, que también así cualquier acción tuya se integre en la vida
social. La acción que no tenga relación inmediata o lejana con el fin social,
ésa despedaza tu vida, no permite que ésta sea una sola y es conflictiva, como
el que en un pueblo separa su propia parte de una armonía así formada.
9.24 Rabietas de niñatos, bromas, espiritillos
que llevan cadáveres, de tal forma que se nos ocurra con mayor evidencia lo de
la evocación de los muertos[415].
9.25 Aproxímate a la cualidad de su causa y
sin lo material defínela y contémplala[416].
Luego delimita el tiempo que como máximo va a subsistir naturalmente eso con
esa cualidad individual.
9.26 Sobrellevaste diez mil calamidades por no
conformarte con que tu principio rector hiciera eso tal y como está
constituido. Basta.
9.27 Cuando otro te critique, te odie o
expresen cosas por el estilo, acércate a sus pequeñas almas, recorre su
interior y mira cómo son ellos. Verás que no necesitas desencajarte para que
formen una opinión cualquiera sobre ti. Sin embargo debes pensar bien de ellos
porque por naturaleza son amigos y los dioses los ayudan de varias formas con
sueños, adivinaciones, precisamente en eso que les afecta.
9.28 Así son los ciclos del universo, arriba,
abajo, de una eternidad a otra. La reflexión del universo o impulsa cosa a
cosa, y si es así, acepta tú su impulso, o impulsó una vez y las restantes son
sobrevenidas. ¿Y por qué te pones tenso? De alguna manera, átomos o destino[417].
El todo, si es dios, mantiene bien la totalidad de las cosas, si es el azar, no
seas tú también azar.
La tierra nos cubrirá ya a todos nosotros,
después ella cambiará, aquellas cosas cambiarán sin fin y otra vez aquéllas sin
fin. Si recapacitas en las fluctuaciones de los cambios y transformaciones, y
en su rapidez, despreciarás cualquier cosa mortal.
9.29 Es un torrente la causa de todo. Todo lo
lleva. ¡Qué poco valor tienen los hombrecillos esos metidos en política que
actúan, según se cree, como filósofos! Son unos mocosos. ¿Entonces qué?,
hombre. Haz lo que la naturaleza te está pidiendo ahora. Emprende si te es dada
esa posibilidad y no mires en derredor si alguien lo apreciará. No esperes
conseguir el estado platónico, confórmate si se avanza lo más mínimo y
reflexiona sobre el resultado de eso mismo, qué cosa tan pequeña es. ¿Alguien
podrá cambiar su opinión?[418].
¿Sin el cambio de opinión qué otra cosa sino servidumbre de hombres quejosos
que fingen obedecer? Haz comparecer ahora y hablame de Alejandro, Filipo[419] y
Demetrio Palero[420].
Observaré si vieron qué quería la naturaleza y si se instruyeron a sí mismos.
Si se comportaron como actores trágicos nadie me ha condenado a imitarlos. La
función de la filosofía es sencilla y decente. No me distraigas en solemnidades
huecas.
9.30 Contempla desde arriba los diez mil
tropeles, los diez mil ritos, la navegación de todo tipo, en tormentas y en
bonanzas, las diferencias entre los que nacen, coexisten, dejan de ser.
Reflexiona sobre la vida que vivieron otros antiguamente, la que se vivirá
después de ti y la que se vive ahora entre pueblos extraños. También en cuántos
ni siquiera conocen tu nombre, en cuántos lo olvidarán rápidamente, en cuántos
que quizá ahora lo alaban rápidamente te censurarán. En cómo ni la memoria es
digna de consideración ni la fama ni ninguna otra cosa en absoluto.
9.31 Imperturbabilidad ante lo que sucede por
una causa extema, justicia en lo que se ejecuta por una causa que depende de
ti. Esto es: impulso y actuación que limitan con la propia acción comunitaria
en cuanto propia de tu naturaleza.
9.32 Muchas cosas superfluas que te molestan
puedes suprimirlas, ya que reposan por completo en tu suposición, y te
procurarás gran amplitud: abarcar todo el universo en tu pensamiento, englobar
el tiempo eterno, considerar el rápido cambio de las cosas en sus partes, qué
breve es el tiempo que media entre el nacimiento y la disolución y qué inmenso
el anterior al nacimiento que es tan infinito como el de después de la
disolución.
9.33 Todo lo que ves se destruirá rápidamente
y los que observen su destrucción también ellos se destruirán. Y el viejo más
viejo en el momento de morir se quedará en lo mismo que el que muere a
destiempo.
9.34 ¡Cómo son sus principios rectores: por
qué se afanan, qué desean y honran! Considera que estás viendo sus pequeñas
almas al desnudo. Cuando creen que perjudican por censurar o que se benefician
por halagar, ¡cuánta ilusión!
9.35 La pérdida no es otra cosa que el cambio,
con el que se complace la naturaleza del todo según la cual todo nace, desde la
eternidad vienen naciendo los seres de forma parecida y hasta el infinito habrá
otros parecidos. Entonces, ¿qué? ¿Vas a decir que todo viene naciendo siempre
mal y que no se encontró nunca ninguna fuerza que enderezara eso entre tantos
dioses, sino que el universo está condenado a coexistir con males incesantes?
9.36 Lo que se pudre de la materia subyacente
de cada uno es agua, polvo, huesillos, hedor. El mármol son cálculos que sufre
la tierra; el oro, la plata, son sedimentos; el vestido son pelos; la púrpura
es sangre[421] y
todo lo demás es parecido. El pequeño hálito vital es algo por el estilo que
procede de eso y que se transforma en eso.
9.37 Basta ya de esta vida miserable, de
refunfuñar y de hacer el mono. ¿Qué te turba? ¿Qué hay de nuevo en eso? ¿Qué te
saca de quicio? ¿La causa? Mírala. ¿La materia, acaso? Mírala. Nada hay fuera
de ellas. Hazte más sencillo y mejor para con los dioses.
Es lo mismo estar averiguándolo cien años que
tres.
9.38 Si erró, ahí está el mal, pero quizá no
erró.
9.39 O a partir de una sola fuente inteligente
todo viene a coincidir después como si fuera un solo cuerpo y no debe criticar
la parte sucesos favorables al todo, o son átomos[422] y
no existe nada excepto revoltijo y disgregación. ¿Por qué te perturbas,
entonces? Dile al principio rector: »estás muerto, estás destruido, estás
animalizado, eres un actor, eres un borrego, paces«.
9.40 O los dioses no tienen ningún poder o lo
tienen. Si no tienen poder, ¿por qué rezas? Si lo tienen, ¿por qué no rezas más
para que te concedan no temer nada de eso, no anhelar nada de eso, no
entristecerse por nada de eso, mejor que rezar para que esté contigo o deje de
estar algo de eso? Pues, en cualquier caso, si pueden colaborar con los hombres
también pueden colaborar en eso. Pero quizás dirás: »Los dioses hicieron que
eso estuviera en mi mano«. En segundo lugar, ¿no es preferible usar lo que está
en tu mano con libertad mejor que sentirte concernido por lo que no lo está con
servidumbre y humillación? ¿Quién te dijo que los dioses no cooperan también en
lo que está en nuestra mano? Empieza de una vez a rezar por esto y verás. Ése
reza: »Ojalá me acueste con aquélla.« Tú: »Ojalá no anhele acostarme con
aquélla.« Otro: »Ojalá me vea libre de aquél.« Tú: »Ojalá no desee verme libre
de aquél.« Otro: »Ojalá no pierda a mi hijito.« Tú: »Ojalá no tenga miedo de
perderlo.« Dale la vuelta así por completo a tus oraciones y estudia qué
ocurre.
9.41 Epicuro[423]
dice: »En mi enfermedad no versaban mis encuentros sobre los padecimientos de
mi pequeño cuerpo y no charlaba con las visitas de esos temas. Por el contrario
seguía en el estudio de los fundamentos de la naturaleza y me dedicaba
precisamente a esto, a cómo la reflexión aunque compartiendo tales afecciones
de la carne se mantenía imperturbable vigilando su propio bien. No le concedía
a los médicos cacarear insolentemente que hicieran algo, sino que llevaba una
buena y bella vida.« Lo mismo que él, en la enfermedad y en cualquier otra
circunstancia. Es común a cualquier escuela no desistir de la filosofía en sean
cuales sean los acontecimientos y no parlotear con profanos que desconocen la
ciencia de la naturaleza.
Dedícate sólo a lo que estás haciendo y al
instrumento con que lo haces.
9.42 Cuanto te ofendes con la desvergüenza de
alguien, al punto pregúntate: ¿puede no haber desvergonzados en el universo? No
puede. No pidas, por tanto, lo imposible. Ése es también uno de esos
desvergonzados que por fuerza hay en el universo. Ten a mano el mismo
razonamiento para el que es capaz de cualquier cosa, para el que no es de fiar,
para cualquiera que yerre en algo. Al mismo tiempo de acordarte de que es
imposible que no exista ese género de tales personas, serás más amable con
ellos como individuos. Es muy útil reflexionar también en qué virtud dio la
naturaleza al hombre frente a ese error. Dio como antídoto frente al
desconsiderado la condescendencia, frente a cada error una facultad
correspondiente. En una palabra, te es posible convertir al descarriado. Todo
el que comete error yerra la meta propuesta y está descarriado. ¿Por qué te
sientes perjudicado? Descubrirás en efecto que ninguno de esos con los que te
exasperas ha cometido un hecho de naturaleza tal que haga que tu reflexión sea
peor. Tu mal y tu perjuicio tienen ahí todo su fundamento. ¿Qué mal o cosa
extraña ocurrió si el no instruido hace lo propio del no instruido? Vigila, no
sea que debas mejor acusarte a ti mismo por no haber previsto que ése iba a
errar en eso. Pues tú tenías motivos racionales para reflexionar sobre que era
de esperar que esa persona errara en eso y, sin embargo, olvidándolo, te
extrañas de que haya errado. Especialmente cuando lo censuras por no ser de
fiar o por desagradecido, vuélvete a tu interior. Evidentemente, el error es
tuyo si confiaste en que quien tenía tal disposición mantendría tu confianza o
si cuando le hiciste el favor no lo hiciste desinteresadamente ni de tal forma
que recogieras a cambio de inmediato todo el fruto de tu propia acción. ¿Qué
más quieres cuando te portas bien con una persona? ¿No te basta con haber
actuado según tu propia naturaleza, sino que persigues una recompensa? Es como
si el ojo reclamara una compensación por ver o los pies por caminar. Igual que
esos órganos han nacido para eso que al actuar según su constitución particular
obtienen como provecho propio, así también el hombre, que por naturaleza es
benefactor, cuando hace alguna buena acción para la que está constituido
obtiene también lo que le es propio.
10.1 ¿Alma,
alguna vez serás buena, sencilla, una y desnuda en definitiva, más evidente que
el cuerpo que te rodea? ¿Probarás de una vez el sabor de tu disposición amorosa
y afectiva. ¿Estaras alguna vez colmada, sin carencias, sin ansiar nada ni
anhelar nada, ni animado ni inanimado, para disfrute de placeres; ni tampoco
tiempo en el que puedas conseguir un disfrute mayor; ni la oportunidad
favorable de un lugar región, clima; ni la armonía con hombres? ¿Te conformaras
con la situación presente y te complacerás con todo lo presente y te
convencerás a ti misma de que todas tus circunstancias proceden de los dioses y
de que todo está bien y lo estará cuanto les complace y cuanto dan para
mantener a salvo un animal[424]
perfecto, bueno, justo, bello, que todo lo engendra, lo ensambla, lo rodea, lo
acoge en su descomposición para generar otros seres iguales? ¿Serás alguna vez
tal que seas capaz de convivir tan en buena sociedad con dioses y hombres que
ni los censures ni te condenen?
10.2 Vigila de cerca qué persigue tu
naturaleza, en la medida en que estas solo gobernado por naturaleza[425].
Luego hazlo y acéptalo si no supone empeorar tu naturaleza en cuanto animal. A
continuación debes vigilar de cerca qué persigue tu naturaleza en cuanto animal
y debes asumirlo en su totalidad si no supone empeorar tu naturaleza en cuanto
animal racional. Lo racional es también directamente social. Usa esas reglas y
no pierdas tu tiempo en nada.
10.3 Cualquier suceso o sucede de tal forma
que puedes naturalmente soportarlo o de forma que no puedes. Por tanto, si
sucede de forma que puedes naturalmente soportarlo, no te irrites y sopórtalo
según tu naturaleza; si de forma que no puedes naturalmente soportarlo, no te
irrites porque te consumirá antes. Recuerda, sin embargo, que puedes
naturalmente soportar todo lo que tu suposición puede hacer que sea soportable
y tolerable por la representación de que hacerlo te conviene o es tu deber.
10.4 Si fracasa, instrúyelo con amabilidad y
muéstrale lo que ha descuidado. Si eres incapaz, échate a ti la culpa o ni
siquiera a ti.
10.5 Lo que te puede suceder está dispuesto
previamente desde la eternidad. El entrelazamiento de las causas ha entretejido
el destino de tu existencia y sus sucesos.
10.6 Sea átomos o sea naturaleza[426],
quede primero sentado que soy una parte del todo gobernada por la naturaleza,
en segundo lugar que tengo cierta afinidad con las partes que son mis
congéneres. En efecto, si me acuerdo de eso, en cuanto soy parte, no estaré
insatisfecho con nada de lo que se me asigna del todo porque nada es
perjudicial a la parte si conviene al todo, pues el todo no posee nada que no
le convenga. Si todas las naturalezas tienen eso en común y si la del universo,
además, no se ve obligada por ninguna causa exterior a generar algo que le sea
perjudicial, con recordar que soy parte de un todo así, me conformaré con
cualquier suceso resultante y, por ser afín a las partes que son mis
congéneres, no haré nada que no sea comunitario, es más, mi meta serán mis
congéneres y conduciré cualquier impulso mío a lo conveniente al común y lo
apartaré de lo contrario. Si se realiza eso es necesario que la vida fluya
próspera como podrías pensar que también fluye próspera la vida de un ciudadano
que progresa con actuaciones beneficiosas para los ciudadanos y que se conforma
con lo que la ciudad le asigna.
10.7 Es necesario que las partes del todo[427],
me refiero a las que están contenidas en el universo, se destruyan. Quede dicho
eso con el significado de que se transforman. Pero, afirmo, si eso es un mal
necesario para las partes, al todo no le podría ir bien supuesto que sus partes
caminen hacia su transformación y estén constituidas para destruirse. O la
propia naturaleza intentó hacer el mal a sus propias partes, crearlas expuestas
al mal y con tendencia necesaria a caer en el mal, o no se dio cuenta que
tenían esas características. Ninguna de las dos posibilidades es creíble.
Si alguien, incluso dejando al margen la
naturaleza[428],
argumentara por la forma en que las partes son por su naturaleza, también
resultaría ridículo mantener a un tiempo que las partes del todo se alteran
según su naturaleza y extrañarse e irritarse como si sucediera algo contrario a
su naturaleza, especialmente, por la descomposición, que genera elementos desde
los que se conforma cada cosa. Pues o se produce una disgregación de los
elementos a partir de los que se conformó, o un cambio de lo sólido en
terrestre y de lo que era hálito en aéreo, de forma que también esos elementos
se reintegren en la razón del todo, el cual o desaparece hecho fuego de forma
periódica, o se renueva en cambios eternos[429].
Lo sólido y lo propio del hálito no te representes que son los procedentes del
nacimiento. Porque todo eso fue ayer o hace dos días que tomó su aporte
nutricional a partir de los alimentos y del aire atraído. Eso que tomó lo
transforma, no lo que parió la madre. Pero supón que eso te entrelaza por
completo a una cualidad individual, que no es nada, creo, frente a lo que ahora
se ha afirmado[430].
10.8 Una vez que te has aplicado los
apelativos de ‘bueno’, ‘decente’, ‘verdadero’, ‘de mente prudente’, ‘de mente
fraterna’, ‘de mente superior’[431],
adhiérete a ellos; no cambies nunca de apelativos ni los corrompas. Regresa a
ellos con rapidez. Acuérdate que el apelativo ‘de mente prudente’ para ti
significaba pararte a pensar con discernimiento en cada cosa sin ser
negligente; ‘de mente fraterna’ la aceptación voluntaria de lo asignado por la
naturaleza común; ‘de mente superior’ la elevación de la parte pensante por
encima del movimiento suave o brusco de la carne, de la honrilla, de la muerte
y de todo eso. Así pues, si mantienes la vigilancia para estar tú con esos
apelativos sin ansiar recibir esas apelaciones de otros, serás otro distinto y
entrarás en otra vida. Seguir siendo como has sido hasta ahora y dejarse
despedazar y envilecerse en una vida así es en exceso propio de alguien sin
percepción, apegado a la vida, semejante a los gladiadores devorados a medias
por las fieras, quienes llenos de heridas y sanguinolentos exigen ser guardados
hasta el día siguiente para que se les pueda arrojar tal y como están a las
mismas garras y mordiscos. Embárcate en esos pocos apelativos. Si puedes
permanecer sobre ellos, permanece como trasladado a las islas de los
bienaventurados. Pero si te das cuenta de que te caes y no tienes pleno
dominio, apártate confiado a algún rincón donde adquieras dominio, o también,
deja del todo la vida sin encolerizarte, sino con sencillez, con libertad y con
decencia, tras haber realizado en la vida, aunque sólo sea eso, dejarla así.
Sin embargo, para acordarte de esos apelativos colaborará contigo grandemente
recordar a los dioses, que no quieren recibir adulaciones, sino que todo lo
racional se les equipare y que la higuera haga lo propio de la higuera, el
perro lo propio del perro, la abeja lo propio de la abeja, el hombre lo propio
del hombre.
10.9 Farsa, guerra, pavor, estupor, esclavitud
eliminarán a diario de ti todas esas creencias sagradas que sin estudiar la
naturaleza te representas y atiendes ceremonioso. Estudia todo y ejecútalo de
tal forma que se cumpla lo que agrega la circunstancia al mismo tiempo que se
realiza lo que supone la teoría, y que tu suficiencia en el conocimiento de
cada cosa se mantenga desapercibida sin taparla. ¿Disfrutarás alguna vez de la
sencillez? ¿De la dignidad? ¿Del conocimiento de cada cosa? ¿Qué es en
substancia, qué espacio ocupa en el universo, para cuánto tiempo va a subsistir
naturalmente, de qué elementos está compuesto, quiénes pueden disponer e él y
quiénes pueden entregarlo y quitarlo?
10.10 La araña que caza a una mosca siente
orgullo, otro lo siente por cazar una liebrecilla, otro por pececillos con
nasa, otro por cochinillos, otro por osos, otro por sármatas[432].
¿Acaso no son ellos unos piratas si analizas sus convicciones?
10.11 Adquiere un método para investigar cómo
todo se transforma en todo, aplícate sin interrupción y ejercítate en ese
apartado. Nada inspira mayor grandeza de ánimo[433].
Uno ya se desvistió de su cuerpo sólo con la reflexión de en qué poco tiempo le
será preciso ya abandonar todo eso y marchar de entre los hombres. Se lanzó por
completo a la justicia en sus propias obras y a la naturaleza del todo en
sucesos de otro tipo. Lo que pueda decir o suponer alguien de él o hacer contra
él, eso ni siquiera lo considera en su inteligencia porque le es suficiente con
actuar él mismo con justicia en lo que está ahora realizando y desear lo que le
está siendo asignado, y con haber dejado a un lado todas las ocupaciones y
empeños. No tiene otro deseo que culminar el camino recto que pasa por la ley e
ir tras el dios que lleva hasta el fin de ese camino recto.
10.12 ¿Qué necesidad hay de conjetura si es
posible observar qué debe llevarse a cabo? Si lo comprendes, avanza por ahí sin
darte la vuelta; si no lo comprendes, detente y haz uso de los mejores
consejeros; si surgen algunos otros impedimentos, sigue adelante razonadamente según
los impulsos del momento sin despegarte de lo que parece ser justo. El mayor
bien es alcanzar lo justo, puesto que el fracaso es estar lejos de ello. Quien
sigue en todo a la razón es alguien disponible y al tiempo rápido en la acción,
es radiante y al tiempo tiene compostura.
10.13 Pregúntate a ti mismo inmediatamente
tras despertar del sueño: ¿es que te va a importar que te critique otro en lo
que es justo y está bien? No te importará. ¿Es que te vas a olvidar qué mal se
comportan en la cama, qué mal en la mesa, quienes cacarean sus elogios y
críticas dirigidas a otros?, ¿vas a olvidar qué hacen, qué evitan, qué
persiguen, qué roban, qué arrebatan, no con manos y pies, sino con la parte más
apreciable de ellos, la que genera, cuando quiere, confianza, vergüenza,
verdad, ley, un buen espíritu divino?
10.14 A la naturaleza que da y quita todo, el
instruido y decente le dice: »Dame lo que quieras, recupera lo que quieras.« Lo
dice no por ser arrogante, sino sólo con obediencia a su autoridad y con buena disposición
hacia ella.
10.15 Es poco lo que queda. Vive como si
estuvieras de viaje. No hay diferencia ninguna entre aquí y allí si uno está en
todas partes como en una ciudad que es el universo. Que vean, que investiguen
los hombres a un hombre que vive de verdad según la naturaleza. Si no lo
soportan, que te maten. Pues es mejor que vivir así.
10.16 No discutas ya más sobre cómo es el
hombre bueno, sino sé tú así.
10.17 Representación constante sobre toda la
eternidad y sobre toda la substancia, y sobre que todas las cosas en sus partes
son en relación con la substancia como una semilla de higo y en relación con el
tiempo como un giro de barrena.
10.18 Con relación a cada objeto reflexiona
con atención en que ya se está descomponiendo y en que está en proceso de
cambio, que es como putrefacción o disgregación, o en qué manera cada cosa ha
nacido naturalmente para morir.
10.19 ¡Cómo son cuando comen, duermen, se
aparean, evacúan, y lo demás! Luego, ¡cómo son cuando mandan y se pavonean o
cuando se irritan y afrentan en exceso! Y poco antes, ¡con cuántos eran
serviles y a cambio de qué! Y poco después estarán entre otros por el estilo.
10.20 Conviene a cada uno lo que la naturaleza
del todo le da a cada uno, y conviene en ese momento en el que ella lo da[434].
10.21 »La tierra está enamorada de la lluvia«,
»y está enamorado el firmamento glorioso«[435].
El universo siente amor por crear aquello que va a nacer. Así pues, le digo al
universo que yo amo con él. ¿Acaso es que no se dice así también eso de que
»existe la querencia[436]
de que ocurra eso«?
10.22 O vives aquí y ya estás acostumbrado, o
te retiras fuera y eso lo querías, o estás muerto y cumpliste con tus deberes.
Fuera de esas posibilidades no hay ninguna. Por tanto, ten buen ánimo.
10.23 Que quede siempre claro que el campo ese
es así y que todas las cosas son las mismas aquí que en la cima de la montaña,
en la playa o donde quieras. Justo delante encontrarás también lo que dice
Platón: »Rodeándose con un cercado en la montaña... y ordeñando ovejas que
balan«[437].
10.24 ¿Qué es para mí mi principio rector?,
¿cómo estoy ahora haciendo que sea y para qué lo estoy usando ahora? ¿No está
vacío de inteligencia, no está al margen y desgajado de la participación común,
no está soldado y confundido con la carne hasta el punto de que le afecta lo
mismo que a ella?
10.25 Quien huye de su amo es un fugitivo. La
ley es amo, quien la infringe también es un fugitivo. Al mismo tiempo, también
lo es el que por tristeza, cólera o temor no quiere algo de lo sucedido, de lo
que sucede o de lo que sucederá, de lo ordenado por el que gobierna todo, que
es la ley que reparte[438]
cuanto le toca a cada uno. Entonces, el que siente temor, tristeza o cólera es
un fugitivo.
10.26 Deja uno escapar su semen en la matriz,
se aparta y a partir de ahí otra causa se encarga de realizar y completar el
feto, ¡cómo es a partir de qué! Igualmente, éste deja escapar alimento por la
faringe y a partir de ahí otra causa se encarga de producir sensación, impulso,
en conjunto, la vida, la fuerza y todo lo demás, diferente en número y
cualidad. Por tanto, estudia esos hechos que suceden con tal ocultamiento y
observa su poder del mismo modo como también observamos no con los ojos, pero
no de forma menos manifiesta, el poder que hace caer unas cosas y el que hace
elevar otras.
10.27 Reflexiona continuamente sobre cómo
todas las cosas, tal y como son ahora, así eran también antes; reflexiona sobre
que también lo serán. Represéntate ante tus ojos en su totalidad los dramas y
escenas más o menos parecidos, todos los que conociste por tu experiencia o por
un testimonio histórico más antiguo, por ejemplo, toda la corte de Adriano,
toda la corte de Antonino, toda la corte de Filipo, la de Alejandro, la de
Creso[439].
Todo eso era más o menos igual, sólo que con otras gentes.
10.28 Represéntate que todo el que se
entristece o se disgusta sea por lo que sea es igual que el cochinillo que está
siendo sacrificado, que patalea y chilla; que es igual también quien se lamenta
solo sobre su pequeño lecho en silencio por nuestras ataduras; que sólo le ha
sido dado al animal racional acomodarse voluntariamente a los sucesos, porque
todos se ven obligados a acomodarse sin más.
10.29 Particularmente ante cada cosa que haces
presta atención y pregúntate si la muerte es algo terrible por el hecho de
verse privado de esa cosa.
10.30 Cuando te ofendes con el error de
alguien, al punto cambia de idea y date cuenta de qué error semejante cometes
tú. Por ejemplo, juzgar que es bueno el placer o la honrilla, así según cada
tipo. Si prestas atención a eso te olvidarás de la cólera cuando se te ocurra
paralelamente que es porque se siente obligado y ¿qué puede hacer? Si puedes,
quítale lo que le obliga.
10.31 Cuando veas a Satirón, Eutiques o Himen,
represéntate a un socrático, cuando veas a Eufrates, represéntate a Eutiquio o
Silvano y cuando veas a Alcifrón represéntate a Tropeóforo. Cuando veas a
Jenofonte represéntate a Gritón o Severo[440].
Cuando te veas a ti mismo, represéntate a uno de los cesares, para cada persona
haz algo parecido. Luego, que se te ocurra al tiempo: ¿dónde están aquellos? En
ningún sitio o en cualquiera. Así contemplarás que las cosas humanas son humo y
nada, especialmente si recuerdas que lo que cambia una vez ya no será más en el
tiempo infinito. Entonces, ¿por qué te pones tenso? ¿Por qué no te conformas
con concluir en orden la travesía de ese breve espacio de tiempo? ¿De qué
materia y supuesto huyes? ¿Qué es todo eso excepto ejercicios de la razón que
observa con exactitud y estudia la naturaleza de las cosas de la vida? Aguanta
hasta que te apropies en tu beneficio también de eso, igual que el estómago
sano se apropia de todo, como el fuego que brilla hace llama y resplandor de lo
que le tiras.
10.32 Que nadie pueda afirmar sobre ti
diciendo verdad que no eres sencillo o que no eres bueno, por el contrario, que
se engañe quien suponga algo de eso sobre ti. Todo esto está en tu mano: ¿quién
te va a impedir ser bueno y sencillo? Tú sólo decide que no vas a vivir más si
no vas a ser así, pues ni siquiera la razón acepta que no seas así.
10.33 ¿Qué es lo que a partir de esta materia
puede realizarse o decirse de la forma más saludable? Sea lo que sea es posible
realizarlo y decirlo. Y no te disculpes con que te ves impedido.
No dejarás de lamentarte hasta que tengas la
sensación de que, igual que es la molicie para los que se deleitan en placeres,
eso mismo es para ti hacer lo propio de la constitución del hombre a partir de
la materia propuesta o que te cae en suerte. Pues hay que suponer que es
disfrute todo lo que se puede ejecutar según la propia naturaleza. Y se puede
en cualquier situación. Así, al rodillo no le está dado avanzar por su propio
movimiento en cualquier situación, tampoco al fuego ni a las demás cosas
gobernadas por una naturaleza o alma irracional, porque es mucho lo que se lo
impide y se interpone. Por el contrario, la inteligencia y la razón pueden
avanzar tal y como son naturalmente y quieren ante cualquier oposición. No
persigas ya nada más, si pones ante tus ojos esa facilidad por la que la razón
podrá avanzar en todas las direcciones, como el fuego lo hace hacia arriba, la
piedra hacia abajo, el rodillo cuesta abajo. Pues lo restante son obstáculos
del cuerpecillo, de lo ya cadáver, u obstáculos que sin la suposición y
concesión de la propia razón no rompen nada, ni hacen mal, ni nada en absoluto,
puesto que de ser así también se volvería malo al momento el propio hombre que
lo sufre. Desde luego que en todas las demás cosas constituidas por partes, si
a alguna de ellas le sucede algún mal, por culpa de eso se hace peor la propia
cosa que lo sufre. Pero en este caso, si hay que decirlo, incluso se hace mejor
el hombre y más digno de alabanza si enfrenta rectamente los acontecimientos.
En resumen, recuerda que nada perjudica en su naturaleza al ciudadano que no
perjudique a la ciudad, tampoco perjudica a la ciudad lo que no perjudica a la
ley y ninguno de los llamados infortunios perjudica a la ley. En definitiva, lo
que no perjudica a la ley tampoco a la ciudad ni al ciudadano.
10.34 Al que ha sentido la mordedura de las
convicciones verdaderas le basta también la palabra más breve y más banal para
recordarle que no está triste y no tiene temor. Por ejemplo, »De entre las
hojas, unas las vierte por tierra el viento / ... así es el linaje de los
hombres«[441].
También son hojitas tus hijitos; también son hojitas los que te reclaman a
voces convincentemente y los que te alaban, o por el contrario te maldicen, o
en secreto te censuran y se mofan de ti; también son hojitas igualmente los que
van a transmitir tu fama postrera; porque todos ésos: »Sobrevienen en la
estación de la primavera.« Luego el viento las ha tirado por tierra; después
otra materia nace en su sustitución. Lo poco duradero es común a todos, pero tú
evitas y persigues todo como si fuera a ser eterno. Un poco más y cerrarás los
ojos y otro lamentará la muerte del que te entortó.
10.35 El ojo sano debe ver todo lo visible y
no debe decir: »quiero lo verde«, porque eso es propio de un ojo hinchado. El
oído y el olfato sanos deben estar dispuestos para todo lo que puede oírse y
olerse. El estómago sano debe tener la misma disposición para todos los
alimentos como el molino para todo lo que esta constituido para molerse. Así
pues, también, la reflexión sana debe estar dispuesta para todos los sucesos.
La que diga: »que se salven mis hijitos« y »que todos alaben lo que hago«, es
como el ojo que busca lo verde o los dientes que buscan lo mollar.
10.36 Nadie es tan afortunado que al morir no
aparezcan algunos que se alegren del suceso. Si era cumplidor y sabio, en el
último momento habrá alguien que diga para sí: »Respiraremos de nuevo sin este
maestro reprensor. No tenía un trato difícil con ninguno de nosotros pero me
daba cuenta de que en secreto nos reprobaba.« Eso con el cumplidor. En nuestro
caso habrá otros muchos motivos por los que sean numerosos los que deseen
nuestra marcha. Por tanto, en el momento de morir reflexionarás sobre lo
siguiente y te irás más conforme si piensas: »me marcho de esta vida en la que
los propios allegados, por los que tanto peleé, recé, me preocupé, precisamente
ellos, quieren que me aparte con la esperanza de que puedan encontrar alguna
comodidad en ello.« Entonces, ¿por qué se agarraría uno a una estancia aquí más
duradera? Sin embargo, por eso no te marches tratándolos con menos amabilidad,
sino, manteniendo tu propia costumbre, siendo cariñoso, benévolo, propicio, y
no como desgajado. De la forma en que la pequeña alma del que muere bien se
desenrolla del cuerpo amablemente, así debe producirse la partida lejos de
éstos. Pues también la naturaleza te ató y unió con ellos. Pero ahora te
desune. Me desuno como si me apartara de allegados, desde luego sin resistirme,
sin violencia. Eso también es un comportamiento según la naturaleza.
10.37 Acostúmbrate ante cualquier realización
de alguien a indagar tú solo: »¿referido a qué hace ese eso?«. Empieza por ti
mismo, indaga en ti en primer lugar.
10.38 Acuérdate de que el que mueve los hilos
es eso que está escondido dentro. Eso es la vida, eso, hay que decirlo, es el
hombre. No te formes la representación embarullada de que lo que te envuelve y
tus pequeños órganos conformados en derredor son como un recipiente[442],
porque son iguales al hacha, con la diferencia de que han crecido pegados, dado
que ninguna de esas partecillas lejos de la causa que las hace mover y les da
fuerza tiene mayor utilidad que la lanzadera para el tejedor, el estilete para
el que escribe y el látigo para el auriga.
11.1 Éstas son
características del alma racional. Se ve a sí misma, se articula a sí misma, se
hace a sí misma como quiere, ella misma recoge el fruto que produce (mientras
que los frutos de las plantas y lo asimilable aplicado a los animales lo
recogen otros), alcanza su propio objetivo allí donde esté puesto el fin de la
vida. A diferencia de lo que ocurre en la danza, en la actuación teatral y en
cosas por el estilo su acción en conjunto no queda inconclusa si algo le pone
trabas, sino que, en todas sus partes y hasta donde se vea sorprendida, ejecuta
lo que se ha propuesto ella misma de forma plena y sin carencias, hasta el
punto de decir »yo obtengo mi parte«. Es más, abarca en su recorrido todo el
universo, el vacío que lo rodea y su diseño; se extiende hasta el infinito de
la eternidad, abarca en su comprensión también el renacimiento del todo[443],
abarca con la mente y especula con que nada verán de nuevo los que vengan
después, ni nada más extraordinario vieron los que nos precedieron, sino que de
alguna forma el de cuarenta años, si tiene una mínima inteligencia, ha visto
por el principio de uniformidad todo lo que ha ocurrido y ocurrirá. Son
características también del alma racional amar al prójimo, la verdad, la
vergüenza, no estimar nada por encima de sí misma, cosa que también es
característica de la ley. Por tanto, así en nada se diferencia la razón recta
de la razón de la justicia.
11.2 Despreciarás el canto agradable, la danza
y la lucha, si descompones la melodía armoniosa en cada uno de sus sonidos y te
preguntas ante cada uno de ellos si eres menos que él. En efecto te sentirás
molesto. También si haces algo parecido con la danza ante cada movimiento y
figura, y esto mismo con la lucha. Por tanto, en una palabra, con excepción de
la virtud y de lo que surge de ella, acuérdate de recorrer las cosas en sus
partes y llegar hasta el desprecio con su división; eso mismo aplícalo a toda
la vida[444].
11.3 ¡Cómo es el alma dispuesta, tanto si debe
separarse del cuerpo, como extinguirse, dispersarse o continuar! Esa
disposición es para irse tras una decisión específica, no por mera obcecación
[como los cristianos][445],
sino tras haberlo razonado, tan dignamente que se pueda convencer a otro y sin
hacer una tragedia.
11.4 He hecho algo en favor de la comunidad,
por tanto me he beneficiado. Que esto salga a tu encuentro y esté a mano. En
ningún caso cejes en ello.
11.5 ¿Cuál es tu arte? Ser bueno. ¿Cómo sucede
eso si no es por los estudios sobre la naturaleza del todo y sobre la
constitución particular del hombre?
11.6 Al principio las tragedias se
introdujeron para recordar sucesos: que es natural que se produzcan y con el
fin de que los sucesos del escenario que os conmueven en el alma no os irriten
en el escenario mayor[446].
Pues estáis viendo que es preciso que eso se lleve a cabo y que también lo
soportan los que han gritado »Ay Citerón«[447].
También dicen los que crean dramas algunas otras palabras de utilidad. Así,
sobre todo: »Si fui abandonada yo y mis dos hijos por los dioses incluso eso
tiene su razón«[448].
También: »No hay que enfurecerse con las cosas...«[449].Y:
»Cosecha la vida como espiga fructífera...«[450].
Y otras por el estilo. Después de la tragedia, se introdujo la comedia antigua
caracterizada por su hablar franco e instructivo que nos invita no inútilmente
a evitar los delirios de grandezas por la propia forma tan directa de
expresarse. Con un fin parecido, Diógenes asumía esta herencia. ¿Después de
ella la comedia media y de ahí en adelante la nueva para qué ha heredado, dado
que se diluyó al poco en el gusto por la técnica que surge de la imitación? No
se desconoce que también dicen ésos algunas cosas útiles, pero ¿la concepción
en conjunto de esta forma de creación y acción dramática a qué objetivo se
dirigió?
11.7 ¡Con qué intensidad se antoja que no
existe otro supuesto de vida tan conveniente para la práctica de la filosofía
como este en el que ahora te encuentras![451].
11.8 La rama que se cercena de una rama
contigua no es posible que no quede cercenada también del conjunto de la
planta. Así también un hombre que se desgaja de un solo hombre queda cercenado
del conjunto de la comunidad. A la rama, evidentemente, la cercena otro, pero
el hombre él mismo se aparta a sí mismo del prójimo por odio y aversión, pero
desconoce que de forma simultánea se ha cortado a sí mismo también del conjunto
de la sociedad, a no ser por ese regalo del que ensambló la comunidad, Zeus. En
efecto, nos es posible implantamos de nuevo con el contiguo y de nuevo formar
parte del conjunto. Sin embargo, si se produce muchas veces la desunión por esa
separación eso hace que lo que se aparta sea muy difícil de recuperar. En
resumen, no es igual la rama que ha brotado desde el principio y ha permanecido
compartiendo el mismo aire que la que de nuevo después del corte se injerta,
digan lo que quieran los jardineros.
Sé de la misma mata, no de la misma opinión.
11.9 Los que se entrometen contra ti que
avanzas según la razón recta, igual que no podrán desviarte de la acción sana,
que tampoco te repelan de la amabilidad para con ellos. Pero mantente en estas
dos cosas por igual: no sólo en el juicio y acción bien establecido, también en
la condescendencia para con quienes intentan impedirte. Pues es debilidad tanto
indignarte con ellos como retirarte de la acción y ceder cuando te golpean. Por
igual uno y otro son desertores, el que se acobarda y el que se enajena al que
es por naturaleza su congénere y amigo.
11.10 Ninguna naturaleza es inferior a un arte
técnica, porque estas artes imitan las naturalezas. Si es así, la naturaleza
más perfecta y más comprensiva entre todas las demás no podría quedarse
rezagada detrás del buen oficio técnico. Todas estas artes, desde luego,
fabrican lo inferior a causa de lo superior[452], por
tanto también la naturaleza común. Y de ahí surge la justicia y a partir de
ella se fundamentan las restantes virtudes. Lo justo no será observado si nos
vemos afectados por lo que no es ni bueno ni malo[453] o
si somos fáciles de engañar, precipitados o cambiantes.
11.11 No avanzan hacia ti cosas cuya
persecución o rechazo te embrolla, sino que tú mismo de alguna forma avanzas
hacia ellas. Que ponga paz, por tanto, tu dictamen sobre ellas y las cosas se
quedarán quietas y no te verán perseguirlas o rechazarlas.
11.12 La esfera[454]
del alma es como un rayo[455]
cuando ni se estira en pos de algo ni se concentra en su interior ni se excita[456]
ni se hunde, sino que brilla con una luz con la que ve la verdad de todo y la
de su propio interior.
11.13 ¿Me despreciará alguien? Él verá. Yo,
por mi parte, veré de no ser descubierto haciendo o diciendo algo merecedor de
desprecio. ¿Me odiará alguien? Él verá. Yo amable, benévolo con cualquiera y
con ése en concreto dispuesto a mostrarle su desconsideración sin reproche y
sin ostentación de que se lo tolero, sino genuina y bondadosamente, como aquel
Foción[457],
si es que no aparentaba. Así debe estar tu interior y que te vean los dioses
como un hombre con una disposición nada vengativa ni quejosa. ¿Qué hay de malo
para ti si tú haces ahora lo propio de tu naturaleza y aceptas lo que ahora es
oportuno para la naturaleza del todo empeñado en que se produzca la
conveniencia del común por cualquier medio?
11.14 A pesar del desprecio de unos con otros,
se complacen unos con otros y, a pesar de su deseo de sobresalir unos de otros,
se inclinan unos ante otros.
11.15 ¡Qué putrefacto y tramposo quien afirma:
»Me he propuesto comportarme contigo sencillamente«! ¿Qué haces, hombre? Eso no
hay que anunciarlo. Se pondrá de manifiesto. Debe estar escrito en la frente.
Resuena inmediatamente la voz de una manera determinada, sobresale
inmediatamente en los ojos, igual que en la mirada de los amantes el enamorado
lo reconoce todo. Así, en resumen, debe ser la persona sencilla y buena, como
el que apesta, para que el que se presenta ante él, nada más acercarse, quiera
o no, se dé cuenta. Cultivar afectadamente la sencillez es como un puñal. Nada
hay más vergonzoso que ser amigo como un lobo. Evita eso al máximo entre todas
las cosas. El bueno, sencillo y amable lo lleva en sus ojos y no lo esconde.
11.16 Pasa la vida de la mejor forma. Esa
posibilidad reside en el alma, si no se perturba ante las cosas que no son
motivo de turbación. No se perturbará si estudia cada una de estas cosas con
discriminación, en su totalidad y acordándose de que ninguna de ellas provoca
en nosotros una suposición sobre ella ni nos alcanza, sino que ellas ni se
menean y somos nosotros los que generamos los juicios sobre ellas y en cierto
modo los grabamos en nosotros, cuando es posible no grabarlos y es posible, si
lo hacemos sin darnos cuenta, borrarlos de inmediato.
Por tanto, si son conforme a la naturaleza
salúdalas y te resultarán fáciles. Si van contra la naturaleza investiga qué es
según tu naturaleza y empéñate en ello aunque no esté bien considerado. Pues
existe perdón para todo el que persigue su propio bien.
11.17 De dónde ha salido cada cosa y a partir
de qué circunstancias, en qué se transforma y cómo será en su transformación y
cómo no sufrirá daño alguno.
11.18 En primer lugar[458],
cuál es mi actitud con ellos dado que hemos nacido unos por otros y que yo por
otra razón he llegado a una situación de prominencia sobre ellos, como un
carnero en el rebaño o un toro en la manada. Acércate desde arriba con el
principio de que si no somos átomos es la naturaleza quien gobierna todo. Si es
así, los inferiores son a causa de los superiores y éstos unos por otros.
En segundo lugar, cómo son a la mesa, en la
cama y lo demás[459];
pero sobre todo qué compulsiones son base de sus creencias y con qué delirios
de grandeza hacen precisamente eso.
En tercer lugar, que si actúan rectamente no
debes irritarte, y si no es evidente, que es contra su voluntad y por
ignorancia, porque cualquier alma se ve apartada de la verdad contra su
voluntad, como también de comportarse con cada persona según su valía. Se
atormentan cuando se les considera injustos, desconsiderados, aprovechados, en
definitiva, que yerran contra el prójimo.
En cuarto lugar, que tú también cometes muchos
errores y eres otro igual; incluso si te mantienes lejos de algunos errores, tu
actitud es capaz de cometerlos, aunque por cobardía, afán de popularidad o
alguna otra maldad, te mantienes lejos de errores semejantes.
En quinto lugar que, aunque yerren, tampoco
estás convencido porque muchas cosas se producen por motivos de organización y
en general hay que informarse previamente mucho para que uno se manifieste
sobre el comportamiento ajeno con comprensión.
En sexto lugar, cuando te indignas en exceso o
te sienta algo mal, que la vida humana es momentánea y después de un poco a
todos nos entierran.
En séptimo lugar, que no son sus acciones las
que nos irritan pues ésas dependen de sus principios rectores, sino nuestras
suposiciones sobre ellas. Apártalas y ten la voluntad de eliminar ese juicio de
que es algo terrible y la cólera se marcha. Entonces, ¿cómo lo apartarás? Si
caes en la cuenta de que no es algo vergonzoso; pues sólo lo que es vergonzoso
es malo o si no, por fuerza, tú también cometes muchos errores y eres un
bandido y un cualquiera.
En octavo lugar, en qué medida nuestras
cóleras y tristezas provocan dificultades mayores que son las cosas por lo que
nos encolerizamos y entristecemos.
En noveno lugar, que la amabilidad es
invencible si es sincera y no es un gesto o una actuación teatral. ¿Qué podrá
hacer contra ti el más violento si permaneces amable con él y, si viene a
cuento, le exhortas condescendiente y cuando intenta hacerte daño lo aleccionas
a propósito de esa circunstancia concreta, dedicándole tiempo: »Hijo, no. Hemos
nacido para otra cosa. Yo, desde luego, no me perjudico, pero tú sí, hijo.« Y
muéstrale con toda evidencia y genéricamente que eso es así, que tampoco las
abejas lo hacen ni ninguno de los animales gregarios por naturaleza. Debes
hacerlo sin afectación ni reproches sino con cariño y sin sentirte mordido en
el alma, tampoco como si fueras su maestro de escuela ni con la intención de
que otro que esté presente se admire, sino realmente para él solo, aunque estén
otros alrededor. Acuérdate de estos nueve capítulos como si tuvieras en tu
poder un regalo de las Musas y empieza a ser hombre mientras estás vivo. Debes
vigilar por igual no encolerizarte con ellos y no adularlos. Una y otra cosa
son poco comunitarias y llevan perjuicio. Ten a mano en las cóleras que no es
varonil estar de mal humor sino que la condescendencia y la mansedumbre son más
humanas y también más varoniles, quien es así demuestra fuerza, agallas y
valentía, a diferencia del que se indigna y se disgusta. En la medida en que
este comportamiento es más cercano a la impavidez, también lo es a la fuerza.
Igual que la tristeza es propia del débil, así también la cólera. Los que
tienen estos dos sentimientos sufren de una herida y hacen una cesión.
Si quieres, toma este décimo regalo de Apolo
conductor de las musas: es locura pedir que los ruines no yerren porque es
desear lo imposible, pero, si estás de acuerdo en que otros son así y pides que
ellos no yerren contra ti, eres ignorante y tiránico.
11.19 Hay que vigilar constantemente sobre
todo cuatro inclinaciones del principio rector y después de que las descubras,
hay que eliminarlas, diciendo como apostilla a propósito de cada una: »esa
representación no es imprescindible«, »esto va contra la comunidad« y »esto que
vas a afirmar no procede de ti«. Hacer afirmaciones que no son tuyas considera
que está entre lo más fuera de lugar. La cuarta es por la que te harás a ti
mismo el reproche de que eso es así por estar la parte más divina que hay en ti
derrotada y humillada a la porción menos valiosa y mortal, la del cuerpo y sus espesas
formas.
11.20 Tu hálito y todo lo fogoso que
interviene en tu mezcla, aunque por naturaleza se eleva, sin embargo en
obediencia al ordenamiento del todo permanece a la fuerza aquí en el compuesto[460].
Y todo lo terroso que está en ti y lo húmedo, aunque tiende hacia abajo, sin
embargo se levanta y mantiene una posición que no es la suya. Así pues, también
los elementos prestan atención al todo, una vez que se les asignó ese lugar, y
permanecen juntos hasta que desde allí se dé la señal de la descomposición. ¿No
es terrible, entonces, que tu parte reflexiva sea desobediente y se indigne con
su puesto, a pesar de que nada violento se le ordene sino sólo lo que es según
su naturaleza? Sin embargo, no se aguanta y lleva la contraria. Porque el
movimiento hacia las injusticias, desenfrenos, cóleras, tristezas, miedos no es
otra cosa que distanciamiento de la naturaleza. Cuando el principio rector se
irrita con algún suceso, abandona su propio puesto. En efecto, está constituido
para la virtud y la piedad divina no menos que para la justicia. Las dos
primeras pertenecen en su especie a la buena participación comunitaria[461] y
son más respetables que los comportamientos justos.
11.21 Quien no tiene un objetivo único y
siempre el mismo en la vida, ése no puede ser uno y el mismo durante toda su
vida. No basta lo dicho si no le añades de qué tipo debe ser ese objetivo. En
efecto, igual que no existe acuerdo para la mayoría en la suposición de todos
los bienes posibles aparentes pero sí en algunos determinados, esto es, en los
comunes, así también hay que colocar como objetivo el comunitario y social.
Quien enderece a ese objetivo todos sus impulsos particulares producirá a
cambio igualdad en todas sus acciones y según eso siempre será el mismo.
11.22 El ratón de la montaña y el doméstico,
el terror y pavor de éste[462].
11.23 Sócrates también llamaba a las opiniones
de la mayoría Lamias[463],
terrores infantiles.
11.24 Los lacedemonios colocaban para los
extranjeros en los espectáculos las gradas a la sombra mientras que ellos se
sentaban en cualquier sitio.
11.25 A Pérdicas[464]
le dijo Sócrates a propósito de que no iba a su casa: »para que no muera con la
peor de las muertes«, esto es, »no sea que si me tratas bien no pueda
corresponder en el buen trato«.
11.26 En los escritos de los epicúreos[465]
figuraba el siguiente mandato: recordar continuamente a alguno de los antiguos
que cultivaba la virtud.
11.27 Los pitagóricos: miremos al cielo antes
del alba para acordarnos de los astros que concluyen su tarea siempre según las
mismas pautas y de la misma manera, de su orden, pureza, desnudez, porque no
existe ningún cobertor para una estrella[466].
11.28 Igual que Sócrates ceñido con una piel
de cordero cuando Jantipa[467]
le cogió el manto[468] y
se marchó a la calle. Y lo que dijo Sócrates a sus discípulos avergonzados y
con intención de retirarse cuando lo sorprendieron vestido así.
11.29 En escritura y lectura no serás un
maestro si antes no has sido amaestrado[469].
Eso con mayor intensidad en la vida.
11.30 »Has nacido esclavo: no participas de la
razón«[470].
11.31 »Mi querido corazón se rió«[471].
11.32 »Censurarán la virtud diciendo palabras
ásperas«[472].
11.33 Buscar un higo en invierno es propio de
un loco, así es el que busca un niñito cuando ya no le es dado[473].
11.34 Quien le hace cariños a su hijito debe
decirse por dentro, como afirmaba Epicteto: »Mañana quizá habrás muerto.« »Eso
es de mal agüero.« No es de mal agüero en absoluto, sino indicativo de cierta
forma de obrar de la naturaleza. O también es de mal agüero que las espigas
sean cosechadas[474].
11.35 Un racimo verde, un racimo maduro, un
racimo de uvas pasas, todo son cambios, no hacia el no ser, sino hacia lo que
ahora no es[475].
11.36 »No hay ladrón del albedrío«[476].
11.37 Decía[477]
que hay que encontrar un procedimiento para ponerse de acuerdo y mantener la
atención en el asunto de los impulsos de forma que sean con reserva[478],
comunitarios y según la valía. Y hay que alejarse del apetito en cualquier caso
y no rechazar nada que no esté en nuestra mano.
11.38 Decía: El debate, por tanto, no es sobre
cualquier cosa, sino sobre estar loco o no.
11.39 Sócrates decía: »¿Qué queréis, tener
almas de seres racionales o de irracionales?« »De racionales.« »¿De qué tipo de
racionales?, ¿de sanos o de ruines?« »De sanos.« »Entonces, ¿por qué no os
afanáis en ello?« »Porque ya las tenemos.« »Entonces, ¿por qué os pegáis y
estáis en desacuerdo?«[479].
12.1 Todas
aquellas cosas que rezas por alcanzar en todo un ciclo, puedes tenerlas ya si
dejas de ser tu propio rival. Esto es: si dejas atrás el pasado y pones en mano
de la providencia el futuro, y si sólo el presente lo encaminas derecho hacia
la virtud y la justicia. ‘Virtud para desear lo que se te ha asignado porque la
naturaleza te deparaba ese destino y para él te trajo. Justicia para que con
libertad y sin marañas digas la verdad y actúes según la ley y la valía. Que no
te impida ni la maldad ajena, ni sus supuestos, ni su palabra, tampoco las
sensaciones de la camecilla que te recubre, pues eso que lo vea la parte que
sufre. Por tanto, si en su momento cuando estés ya en el punto de partida
abandonas todo lo demás, honras sólo el principio rector y la parte divina que
hay en ti y no temes dejar de vivir, sino no empezar nunca a vivir según la
naturaleza, serás un hombre digno del universo generador y dejarás de ser un
extranjero de tu patria y dejarás de admirarte por los sucesos inesperados de
cada día, pendiente de esto y eso otro.
12.2 La divinidad ve todos los principios
rectores desnudos de sus recipientes materiales, de sus cortezas y de sus desechos.
Pues con su propia inteligencia, sólo con ella, alcanza a las inteligencias,
sólo a ellas, que han fluido y desaguado desde ella hasta formar esos
principios rectores. Si tú también te acostumbras a hacer eso, suprimirás mucho
de tu propia distracción circunstancial. ¿Quien no ve los pedacitos de carne
que le rodean se entretendrá acaso en contemplar vestido, casa, fama, todo ese
envoltorio y escenificación?
12.3 Tres son las cosas de las que estás
conformado: el cuerpecillo, el pequeño hálito vital y la inteligencia[480].
Dos de ésas son tuyas sólo en cuanto debes ocuparte de ellas, la tercera está
sólo bajo tu autoridad. Por ello, si apartas de ti mismo, es decir, de tu
mente, todo lo que los demás hacen, dicen, todo lo que tú mismo hiciste o
dijiste, todo lo que te perturba por ser futuro, todo lo que sin elegirlo se te
suma de la parte corporal o del pequeño hálito connatural, y todo lo que hace
girar el torbellino que fluye por fuera en derredor, de tal forma que la
capacidad inteligente desligada del destino y purificada viva libre por sí
misma realizando lo que es justo, deseando lo que acontece y diciendo la
verdad; si apartas, digo, del principio rector lo que se cuelga de él por las
pasiones y del tiempo lo futuro o lo que ya ha pasado y te haces a ti mismo
como Empédocles: »Esfera redondeada que se alegra en su soledad circundante«[481],
y aprendes a vivir sólo lo que estás viviendo, esto es, el presente, podrás lo
que te resta hasta morir pasarlo sin perturbación, conforme y propicio con tu
propio espíritu divino.
12.4 Muchas veces me admiré que cada uno se
ame a sí mismo más que a todos, pero coloque su propia suposición en una
consideración menor que la ajena. Si, por ejemplo, un dios que apareciera o un
maestro sabio ordenara a uno no cavilar ni pensar nada en su interior que no
pueda hacer público simultáneamente, incluso gritándolo, ni un solo día uno
soportará eso. Hasta ese punto tenemos más vergüenza del prójimo, qué pueda
pensar sobre nosotros, que de nosotros mismos.
12.5 ¿Cómo es que los dioses, que pusieron en
orden todo bellamente y con amor a los hombres, sólo descuidaron esto, que
algunos hombres extremadamente buenos que establecen la mayoría de las veces a
modo de contratos con la divinidad y en casi todo se hacen íntimos de la
divinidad a través de obras virtuosas y servicios religiosos, nada más morirse,
no vuelvan a ser de nuevo, sino que se desintegren absolutamente? Estáte bien
seguro, si es que es así, de que si tuviera que ser de otra manera lo hubieran
hecho, En efecto, si hubiera sido justo, también hubiera sido posible, y si hubiera
sido según la naturaleza, la propia naturaleza lo hubiera producido. Por el
hecho de no ser así, si es que no es así, ten toda la confianza en que no tiene
que ser así. Pues incluso tú mismo ves que, cuando inquieres eso, estás
pleiteando con la divinidad. Y no discutiríamos así con los dioses si no son
los mejores y más justos. Y si es así, no se les habría ocultado que algo entre
las cosas del orden universal quedaba abandonado contra la justicia y la razón.
12.6 Acostúmbrate incluso a cuanto renuncias.
Pues incluso la mano izquierda, que por falta de costumbre está ociosa en lo
demás, domina la rienda con más fuerza que la derecha, porque tiene costumbre
de eso.
12.7 Piensa en qué actitud de cuerpo y alma
tienes que ser sorprendido por la muerte, en la brevedad de la vida, en la
inmensidad de la eternidad por detrás y por delante, en la debilidad de toda
materia.
12.8 Desnudas de su corteza contempla las
causas: los significados de las acciones, qué es el sufrimiento, qué es el
placer, qué es la muerte, qué es la fama, quién es el culpable de tu propia
falta de tiempo, cómo nadie es impedido por otro, que todo es suposición[482].
12.9 Debes ser en tu trato con las creencias
igual que el luchador de pancracio[483],
no como el gladiador. En efecto, éste, si deja a un lado la espada que usa,
está muerto; el otro siempre tiene su mano y no tiene que hacer nada más que
cerrarla.
12.10 Mira cómo son las cosas distinguiendo su
materia, su causa, su significado.
12.11 El hombre tiene la posibilidad de no
hacer nada más que lo que va a elogiar la divinidad y aceptar todo lo que le
asigne la divinidad.
12.12 No hay que censurar a los dioses porque
no yerran en nada, ni contra su voluntad ni a propósito. Tampoco a los hombres,
porque en nada yerran si no es contra su voluntad. En conclusión no hay que
censurar a nadie.
12.13 ¡Qué ridículo y fuera de lugar quien se
admira de cualquiera de los sucesos de la vida!
12.14 O es necesidad y el orden es inamovible,
o hay providencia propicia, o es un revoltijo de azar sin guía[484].
Si es necesidad inamovible, ¿por qué opones resistencia? Si hay providencia que
acepta que se sea propicio con ella, hazte digno de la ayuda que procede de la
divinidad; si es revoltijo, sin nadie que dirija, conténtate de que en
semejante marejada tú tienes en ti mismo una inteligencia rectora. Si te
arrastra la marejada, que arrastre a la camecilla, al pequeño hálito, al resto,
pues no arrastrará tu inteligencia.
12.15 ¿O es que la luz de la lámpara[485]
brilla hasta que se extingue y no pierde su resplandor, pero la verdad que hay
en ti, la justicia y la prudencia se van a extinguir antes?
12.16 Ante quien provoca en ti la
representación de que él ha errado, piensa: »¿por qué demonios sé que eso es un
error?« Incluso si cometió error, dite: »él se condenaba a sí mismo« y en ese
caso eso es lo mismo que hacer trizas su propio rostro.
Porque quien no quiere que el ruin yerre[486]
es igual que el que no quiere que la higuera dé jugo en sus higos, ni que el
recién nacido llore, ni que el caballo relinche y todas las demás cosas que son
necesarias. ¿Qué pasa si tiene ese hábito? Por tanto, si eres vehemente, cúrate
tú eso.
12.17 Si no es apropiado, no lo hagas; si no
es verdad, no lo digas. Que tu impulso sea firme.
12.18 Mira siempre qué es justamente lo que te
provoca la representación y despliégalo distinguiendo la causa, la materia, el
significado, el tiempo en el que por fuerza habrá cesado.
12.19 Date cuenta alguna vez de que tienes
dentro de ti algo más fuerte y más milagroso que lo que provoca los sentimientos
y, en una palabra, te maneja como marioneta.
¿Qué es ahora mi reflexión? ¿No es miedo? ¿No
es sospecha? ¿No es apetito? ¿No es alguna otra cosa parecida?
12.20 En primer lugar no actúes al azar ni sin
significado. En segundo lugar no tengas como referencia ninguna otra cosa que
el fin comunitario.
12.21 Piensa que después de no mucho serás
nadie en ningún sitio y tampoco nada será de lo que ahora ves ni ninguno de los
que ahora están vivos. Por naturaleza todo cambia, se modifica, se destruye
para que surjan otras cosas sin interrupción.
12.22 Piensa que todo es suposición y ésta
depende de ti. Suprime, por tanto, cuando quieras, la suposición y habrá
tranquilidad como la hay para el que dobla un cabo, todo estará firme en un
golfo sin olas.
12.23 Una sola actuación, cualquiera que sea,
que cesa en el momento oportuno no sufre ningún mal por haber cesado. Tampoco
el que la ejecuta sufre ningún mal por eso precisamente, porque haya cesado. De
igual forma, por tanto, el conjunto de todas las acciones, que eso es la vida,
si cesa en el momento oportuno no sufre ningún mal por eso precisamente, por
haber cesado. Tampoco el que pone un fin a esa sucesión en el momento oportuno
queda en mala posición. La naturaleza nos brinda el momento oportuno y el
límite, algunas veces incluso la naturaleza particular cuando se está en la
vejez, en cualquier circunstancia la naturaleza del todo; aunque sus partes
cambien, el universo en su conjunto permanece siempre juvenil y vigoroso. Y
siempre lo que conviene al todo es completamente bello y en la hora justa. El
cese individual de la vida no es malo, porque no es motivo de vergüenza, si es
involuntario y no va contra lo comunitario. Por el contrario, es bueno si con
relación al todo, es oportuno, beneficioso y lo que recibe el beneficio. Así
también está poseído por un dios el que se deja llevar por lo mismo que el dios
y se deja llevar a lo mismo en el pensamiento.
12.24 Debes tener a mano estas tres cosas: en
tus acciones mira que no sean fruto del azar ni distintas a como la justicia
ella misma las hubiera ejecutado. Con relación a los sucesos exteriores piensa
que o son por casualidad o son por providencia[487]:
ni se debe censurar a la casualidad ni se debe acusar a la providencia. En
segundo lugar, cómo es cada individuo desde su concepción hasta que recibe el
alma[488],
y desde que recibe el alma hasta que la entrega, y a partir de qué está
compuesto y en qué se disolverá. En tercer lugar, que si te elevaran en el aire
y miraras hacia abajo las cosas humanas y su versatilidad, piensa que las
despreciarías al verlas todas al mismo tiempo que las que habitan por todo el
aire y la atmósfera[489].
Y que cuantas veces seas elevado verás lo mismo, lo semejante, su brevedad. De eso
depende el delirio de grandeza.
12.25 Expulsa fuera la suposición. Estás a
salvo. ¿Quién te impide expulsarla?
12.26 Cuando te impacientas con algo, se te
olvidó que todo sucede según la naturaleza del todo y que el error es ajeno;
además de eso, que todo lo que sucede ahora venía sucediendo siempre así,
seguirá sucediendo y está sucediendo ahora en todas partes. También el gran
parentesco del hombre con toda la estirpe humana: en efecto no comparte
sangrecilla ni un poco de semen[490],
sino inteligencia. Pero también te olvidaste de que la inteligencia individual
es divinidad[491] y
de allí fluyó, y de que nada es propiedad de nadie, por el contrario el hijito,
el cuerpecillo y la propia pequeña alma vinieron de allí. En definitiva
olvidaste que todo es suposición y que cada individuo vive sólo el presente y lo
va dejando atrás.
12.27 Sin interrupción vuelve a considerar a
los que se irritan en demasía con alguien, a los que se encumbraron por su
buena fama, por sus desgracias, por sus enemistades o por las circunstancias
que sean. Después presta atención a dónde está ahora todo eso. Es humo, ceniza,
leyenda o ni siquiera. Que al mismo tiempo se te represente algo de este tipo,
por ejemplo a Fabio Catulino[492]
en el campo, a Lucio Lupo en sus jardines, a Estertinio en Bayas[493],
a Tiberio[494]
en Capri y a Velio Rufo[495],
en una palabra, señalarse en algo con presunción. Qué poco valor tiene todo lo
que provoca nuestro esfuerzo y cómo es mucho más propio de un filósofo a partir
de la materia que se nos ha dado aparecer uno mismo como justo, prudente,
obediente a los dioses con sencillez. Pues el delirio de grandeza que delira
sobre la inexistencia de delirio es el peor de todos.
12.28 Frente a los que indagan con la
pregunta: »¿dónde viste a los dioses o por qué te convenciste de que existen y
por ello los honras?« En primer lugar, que son visibles con la vista. En
segundo, que no he visto mi propia alma y sin embargo la aprecio. De igual
forma, por tanto, con los dioses, a partir de cada ocasión en que he puesto a
prueba su poder, a partir de ahí me convenzo de que existen y los respeto.
12.29 Supone mantener la vida a salvo analizar
qué es cada cosa por completo y en sí, cuál de sus partes es la material, cuál
la causal; hacer lo justo y decir la verdad con toda el alma. ¿Qué queda sino
disfrutar de la vida pasando del contacto de un bien a otro, de forma que no
quede el más pequeño intervalo?
12.30 La luz del sol es una aunque la dividen
las paredes, las montañas y mil cosas más. La substancia común es una aunque se
divide en miles de cuerpos que se distinguen individualmente. El alma es una
aunque se divide en miles de naturalezas y figuras individuales. El alma
inteligente es una aunque parece que está fraccionada. Las partes distintas a
las dichas, como los hálitos vitales y los objetos, no tienen percepción ni
parentesco entre sí. Aunque también a ellos los mantiene agrupados lo que
unifica y pesa sobre ellos. La reflexión inteligente, sin embargo, tiende a lo
que le es connatural, se mantiene unida y no se divide este sentimiento
comunitario.
12.31 ¿Qué persigues? ¿Pasar la vida? Pero ¿y
tener percepciones e impulsos?, ¿crecer y dejar de crecer otra vez?, ¿articular
palabra y distinguir con la reflexión? ¿Qué cosas de ésas te parece que merecen
tu anhelo? Si cada una de ésas te parece fácil de despreciar, avanza hasta el
final, llega a la obediencia a la razón y a la divinidad. Pero a esto se
enfrenta tu estima de aquellas cosas, tu pesar por verte privado de ellas por
morirte.
12.32 ¿Qué parte ínfima de lo infinito y
dilatado del tiempo le es repartida a cada individuo? Desaparece inmediatamente
en la eternidad. ¿Qué parte ínfima de toda la substancia? ¿Qué parte ínfima de
toda el alma? ¿En qué ínfimo terrón te arrastras de toda la tierra? Recapacita
sobre todo eso y no te representes nada grande distinto a hacer según guía tu
naturaleza y dejarse hacer según propone la naturaleza común.
12.33 ¿Cómo se trata a sí mismo el principio
rector? En efecto, ahí está todo. Lo demás o puede elegirse o no es elegible,
son cadáveres y humo.
12.34 Provoca un desprecio a la muerte mayor
el hecho de que incluso quienes juzgan que el placer es un bien y el
sufrimiento es un mal la desprecian[496].
12.35 Para quien sólo lo oportuno es bueno y
para quien producir un mayor número de acciones según la razón recta es lo
mismo que producir menos y a quien no le importa contemplar el universo más o
menos tiempo, a ése tampoco le resulta la muerte algo temeroso.
12.36 Hombre, ejerciste la actividad pública
en esa gran ciudad, ¿qué te importa si cinco o cien años? Lo que es según la
ley es igual para cada individuo. Por tanto, ¿qué hay de terrible si ni te echa
un tirano ni un juez injusto, sino la naturaleza que te trajo? Es igual que si
el director que lo aceptó despidiera de escena a un actor cómico y éste dijera:
»Pero no recité las cinco partes, sólo tres.« Dijiste bien pero en la vida las
tres partes son toda la función. Pues establece el final el que es causa de la
composición y ahora de la descomposición. Tú no eres causa ni de una ni de
otra. Márchate por tanto de forma propicia porque también el que te libera lo
hace propiciamente.
Se remite a
los pasajes. Cuando la primera referencia está en negrita existe en nota al
pasaje una pequeña noticia sobre el personaje. Las referencias entre paréntesis
son citas a textos en las que Marco Aurelio no da el nombre del autor. Las
referencias entre corchetes son citas indirectas en las que no aparece nombrado
el personaje pero la alusión a él es evidente. La abreviatura PIR es para la Prosopographia Imperii Romani Saeculi I, II,
III, 1ª ed. de E. Klebs y H. Dessau; 2ª ed. de E. Groag y
A. Stein.
ADRIANO,
EMPERADOR, 4.33, 8.5, 8.37,10.27
Emperador de
la dinastía de los Antoninos, gobernó entre los años 17-138 d.C.; era de origen
hispano de una familia asentada en Itálica, en la provincia de la Bética. Tuvo
cargos políticos y militares de primer orden con Trajano, también de origen
hispano y de la misma ciudad. Durante la I Guerra Dácica (101-102) sirvió muy
estrechamente al emperador Trajano ya que desempeñaba la función de comes,
compañero, de éste. Después de estar como legado imperial en diversas campañas
militares, destacando la guerra contra los partos entre el 114 y 117, me
designado cónsul en el 117 y legado para Siria. A su vuelta a Roma Trajano le
confió el mando del ejército. Al casarse con Vibia Sabina pasó a emparentarse
directamente con Trajano y se convirtió en su sucesor. Conoció de primera mano,
a través de sus muchos viajes, las provincias del Imperio; de sus veintiún años
de reinado pasó una docena recorriendo el Imperio. Tuvo actuaciones favorables
a la plebe como la condonación de deudas; en cambio sus relaciones con el
elemento senatorial no fueron tan fluidas como con su predecesor. En cuanto a
la política exterior comprendió la imposibilidad de ampliar el Orbe romano y
tomó la decisión de establecer fronteras seguras y destacamentos fijos a lo
largo del limes. Adriano fue además un gran constructor y junto a obras de
nueva planta llevó a cabo una reconstrucción de edificios en Roma y otras
ciudades del Imperio. Adriano poseía una cultura muy refinada tanto en latín
como en griego; de esta última se había impregnado profundamente en sus
estancias en Grecia. Fue arconte en Atenas.
ADRIANO,
POSIBLEMENTE DISTINTO AL EMPERADOR, 8.25
Pudiera ser
Adriano de Tiro, 113193 d.C., sofista y discípulo de Herodes Ático, véase
Filóstrato, Vidas de los sofistas,
II, 10; esta hipótesis viene avalada porque algunos de los personajes nombrados
tienen relación con la retórica o con la filosofía.
AGRIPA, 8.31
C. 63 a.C.12
d.C. Amigo y colaborador eficaz en los planos político y militar de Augusto
(véase) durante la práctica totalidad de su vida. Entre otras mujeres, estuvo
casado con la hija de Augusto.
ALCIFRÓN, 10.31
ALEJANDRO DE
COTIEO, EL GRAMÁTICO, 1.10
De origen
frigio, también conocido por la Historia
Augusta (Vita Marci, II, 3). Fue
comentador de Heródoto y Homero, como tal es citado por Porfirio, Cuestiones homéricas sobre la Iliada
19.79. Antonino lo llamó para que instruyera a Marco Aurelio en literatura
griega.
ALEJANDRO DE
SELEUCIA, 1.12
Marco Aurelio
lo cita como »platónico« para distinguirlo del »gramático«. Era uno de los
secretarios ab epistulis (especializados
en la correspondencia). Fue discípulo de Favorino, conocido sofista y filósofo
amigo de Plutarco (véase). Hay que pensar que el apodo de platónico de Marco
Aurelio debía corresponderse con su postura filosófica[497].
ALEJANDRO
MAGNO DE MACEDONIA, 3.3, 6.24, 8.3, 9.29,10.27
356-323 a.C.
Fue educado por Aristóteles. Sucedió a su padre Filipo II (véase) en el año
336. A partir del 334 empezó su campaña por Asia, que le llevó hasta la India.
Como resultado de sus conquistas, a pesar de su muerte temprana, en Egipto,
Siria y la actual Turquía se establecieron monarquías griegas que pervivieron
hasta la dominación romana y que supusieron un cauce fundamental para la
expansión del helenismo. Marco Aurelio lo cita con cierto desprecio como hombre
de acción que no ha comprendido las verdades de la filosofía, a pesar de que
fue considerado siempre como un gran modelo militar y político por los
representantes y propagandistas del Imperio Romano.
ANIA
CORNIFICIA FAUSTINA (hermana), 1.17
ANIA GALERÍA FAUSTINA
(LA MAYOR) (tía), 8.25
Mujer del
emperador Antonino Pío, tía camal de Marco Aurelio y luego también su suegra.
Murió en el 140 poco después de la proclamación como emperador de su marido en
el 138, que a ella le supuso el título de Augusta.
ANIA GALERÍA
FAUSTINA (LA MENOR) (esposa), 1.17
Hija de la
anterior y de Antonino Pío (véase). Fue prometida a Lucio Vero (véase) por
voluntad de Adriano (véase) en el año 138. Antonino, al acceder al imperio, sin
embargo, deshizo este compromiso a favor de Marco Aurelio, primo carnal, con
quien se casó en el 145 cuando tendría apenas unos quince años. Tuvo doce hijos
con él de los que sobrevivieron seis, cinco niñas y un varón, Cómodo, futuro
emperador. Desde la antigüedad se puso en duda que éste fuera hijo de hecho de
Marco Aurelio. También se la acusó de apoyar al rebelde Avidio Casio, pero este
hecho se puede explicar por la confusión del momento y haber pensado que su
marido había muerto. En cualquier caso nada indica que Marco Aurelio sospechara
del comportamiento de su esposa, a la que deificó a su muerte en el año 175.
ANIO VERO
(padre), [1.2], 8.25
PIR2 (A 696).
Murió joven en el desempeño de la pretura, hacia el 124, cuando Marco Aurelio
tenía tres años.
ANIO VERO,
MARCO (abuelo paterno y materno), 1.1, [1.17], [9.21]
PIR2 (A 695).
Hijo del anterior. De origen hispano al igual que los emperadores Trajano y
Adriano. Fue nombrado senador por Vespasiano y es ejemplo de cómo élites de
origen provincial pasaron a desempeñar las más altas magistraturas. Fue cónsul
en tres ocasiones y prefecto del pretorio. Por la muerte temprana del padre de
Marco Aurelio fue él quien se encargó de su tutela.
ANTONINO
(referido a Marco Aurelio), 6.26, 6.44 ANTONINO PÍO [1.16], [1.17], 4.33, 6.30,
8.25,10.27
PIR2 (A 1509),
emperador durante los años 138-161. Las fuentes, como la Historia Augusta,
coinciden en considerarlo como un gobernante dotado de grandes cualidades
personales, similares a las que expresa Marco Aurelio en 1.16. Procedía de una
familia rica por el negocio de la fabricación de ladrillos de la región de
Roma. Gracias a su matrimonio con Ania Faustina (véase en este índice)
incrementó su fortuna. Este desahogo le permitió organizar grandes juegos
durante sus magistraturas, especialmente la prefectura de la ciudad y el
consulado, lo que le granjeó gran popularidad. La enfermedad del emperador
Adriano obligó a elegir rápidamente un sucesor; el hecho de que Antonino
estuviese adscrito al Consejo Imperial y fuese un miembro destacado del orden
senatorial determinó su elección. Las relaciones entre el Senado y el emperador
durante su mandato muestran que sus apoyos estaban en el elemento senatorial.
Sin negar la mesura en sus aficiones y en gastos públicos, que señala Marco
Aurelio en 1.16, Antonino al llegar al poder distribuyó un congiario, al pueblo
y al ejército, práctica corriente entre los emperadores; contribuyó con grandes
cantidades a las obras emprendidas por Adriano, Historia Augusta, Vita Pii, IV, 810; instituyó un colegio
de doncellas en honor de Faustina, su mujer, pagado con fondos del estado;
realizó o restauró muchas obras públicas, tanto en Roma como en otras ciudades.
APOLO, 11.18
APOLONIO DE
CALCEDONIA, 1.8,1.17
Según la Historia Augusta (Vita Marci, II, 5) era un filósofo estoico que luego fue maestro de
Cómodo, hijo de Marco Aurelio. Fue también preceptor de Vero (Vita Veri, II,
5). Fue Antonino Pío quien lo hizo venir a Roma.
ARIO, 8.31
ARISTÓFANES
(4.23), [11.6]
Es el gran
poeta cómico de la comedia antigua de los siglos V-IV a.C. Posteriormente, se
leyó a Aristófanes sobre todo por el interés de su lengua que precisamente es
el aspecto en el que se fija Marco Aurelio cuando alude a la comedia antigua en
11.6.
ARQUÍMEDES,
6.47
ASCLEPIO, 5.8,
6.43
ATENODOTO,
1.13
AUGUSTO
(OCTAVIO), 4.33, 8.5, 8.31
Emperador
entre el 31 a.C. y el 14 d.C. Fue el fundador del Imperio romano y quien puso
las bases para su organización. Marco Aurelio lo cita sin establecer ninguna
valoración sobre él, sencillamente como una referencia temporal.
BAQUIO, 1.6
BENEDICTA,
1.17
BRUTO, 1.14
85-42 a.C.
Político romano, famoso por su codicia y ambición. Participó activamente en la
conspiración que acabó con el asesinato de César (véase). Por ello se le
consideró como gran defensor del modelo republicano. Tuvo una vida intelectual
intensa como orador y escritor, también como filósofo, campo en el que defendió
posturas platónicas y estoicas. Marco Aurelio, como puede verse en el pasaje en
el que lo cita, aprendió a admirarlo como fi’ lósofo que intentó poner en
práctica sus ideales de libertad, a pesar de que suponía un esfuerzo de
tolerancia considerarlo con respeto, cuando de alguna manera el imperio en su
origen estuvo tan vinculado con la figura de Julio César.
CABRIAS, 8.37
CÁRAX, 8.25
CATILIO SEVERO
(bisabuelo materno) [1.4]
PIR1 (C 558).
Ocupó cargos a partir del año 110 como cónsul sufecto. En el reinado de Adriano
fue cónsul ordinario en el año 120, procónsul en África en el 124 y prefecto de
la ciudad entre los años 134 y 138. Se preocupó mucho por la educación de su
bisnieto Marco Aurelio. En efecto, fue educado en casa con numerosos
preceptores sin reparar en los gastos que ello suponía.
CATÓN, 4.33
CATULO CINA, 1.13
CÉCROPE, 4.23
CEDICIANO, 4.50
CÉLER,
CANINIO, 8.25
CÉSAR, JULIO,
3.3, 8.3
Político de la
facción popular, fue también historiador (escribió la Guerra Civil y la Guerra de
las Galias) y militar romano, vivió entre los años 100 y 44 a.C. Fue actor
principal en un periodo turbulento de la República romana, siendo parte activa
en la propia desaparición de la República al intentar establecer una dictadura
permanente en su propia persona. Fue aliado unas veces y enemigo en las más de
Pompeyo, otro de los grandes personajes de esta época. Fue asesinado por una
conjura en la que participaron miembros destacados de la clase senatorial.
Marco Aurelio lo cita con poco aprecio, como militar desconocedor de las
verdades de la filosofía y claramente con una concepción del poder contrapuesta
a la suya.
CESÓN, 4.33
CLAUDIO
MÁXIMO, 1.15,1.16,1.17, 8.25
Importante
político y militar; entre otros cargos desempeñó la pretura en el año 132, el
consulado sufecto en dos ocasiones; fue legado en Panonia superior y procónsul
en África en el 159. Debió ejercer una influencia profunda en Marco Aurelio por
la enseñanza de teorías estoicas tal y como aparece en Historia Augusta (Vita Marci.,
III, 2) o en las propias Meditaciones 1.17.
Su relación no era sólo filosófica y debió contener una profunda amistad
personal. Por ello su enfermedad fue vivida por la familia imperial con zozobra
(1.15, 16).
CLAUDIO
SEVERO, 1.14
Era un
filósofo de la escuela aristotélica (Historia
Augusta, Vita Marci, III, 3). Debió tener una relación estrecha con Marco
Aurelio, y, de hecho, una de las hijas de éste se casó con él.
CLOTO, 4.34
CORNELIO
ESCIPIÓN, PUBLIO, 4.33
GRATES, 6.13
CRESO, 10.27
CRISIPO, 6.42,
7.19
C.280-207 a.C.
Sucedió a Cleantes al frente de la Estoa. Véase introducción.
CRITÓN, 10.31
DEMÉTER, 6.43
DEMETRIO
CÍNICO, 8.25
DEMETRIO
FALERO, 9.29
DEMÓCRITO DE
ABDERA, 3.3, (4.3), (4.24), (7.31)
Filósofo
griego del s. v a.C. Junto con Leucipo se le consideraba el padre de la teoría
atomista que fue defendida posteriormente por los epicúreos. Marco Aurelio,
cuando habla del atomismo, está pensando en la escuela epicúrea más que en
Demócrito.
DENTATO, 4.33
DIÓGENES CÍNICO,
8.3, 11.6
412/403-324/321
a.C. Fundador de la corriente filosófica cínica que rechazaba la filosofía
especulativa que no se centrara en el comportamiento, cosa que lo aproximaría
bastante al pensamiento de Marco Aurelio. Abogaba por vivir conforme a la
naturaleza más que a la ley, de ahí una forma de vida extravagante que
rechazaba los usos sociales. Este principio de »vivir según la naturaleza«
acercaba a los cínicos a los postulados estoicos; de hecho, Zenón, fundador del
estoicismo, fue cínico al principio. Véase la introducción.
DIOGNETO, 1.6
Según la
Historia Augusta (Vita Marci, IV, 9) le enseñó pintura a Marco Aurelio, aunque
también fue instructor filosófico. Ejerció su labor en su discípulo
especialmente en la adolescencia.
DIÓN DE
SIRACUSA, 1.14
DIOTIMO, 8.25, 8.37
DOMICIA LUCILA
(madre), [1.3], [1.7], [1.17], [5.4], 8.25, [9.21]
PIR2 (D 183).
Perteneció a una familia dedicada a la producción de ladrillos que destacaba ya
en el siglo I a.C. Transmitió a Marco Aurelio la devoción y la austeridad,
tanto más notable en una familia de mucho dinero.
DOMICIO AFER, 1.13
EMPÉDOCLES,
(8.41), 12.3
492-432 a.C.
Filósofo siciliano (de Agrigento), escribía sus teorías en poemas de los que
sólo se conservan fragmentos. Se le consideraba también fundador de la
retórica. Es sobre todo conocido por la formulación de la teoría de los cuatro
elementos primordiales. Marco Aurelio lo cita por su metáfora de que el mundo
es una »esfera redondeada que se alegra en su soledad circundante«.
EPICTETO, 1.7,
(2.16), (4.7), 4.41, (5.29), 7.19, (7.36), (7.63), (9.24), (11.33), 11.34,
(11.35), (11.36)
Vivió en los
siglos I y II d.C. Sobre su importancia en el estoicismo de la época y en Marco
Aurelio, véase la introducción. Fue sin duda el autor que influyó más
directamente en el contenido y en la forma de las Meditaciones.
EPICURO, 7.64,
9.41,11.26
341-270 a. C.
Fundador del epicureismo. Se contrapusieron sus doctrinas morales a las del
estoicismo por defender el hedonismo o búsqueda de una vida feliz, pero en
realidad sus planteamientos eran muy ascéticos. De hecho. Marco Aurelio se
enfrenta a su escuela de pensamiento más por su concepción atomista y
determinista del universo en contradicción con su visión providencialista, que
por su doctrina moral. Las tres referencias de las Meditaciones a Epicuro son
positivas y se citan sus palabras como modelo moral.
EPITÍNCANO, 8.25
ESTERTINIO,
12.27
EUDEMÓN, 8.25
EUDOXO, 6.47
EUFRATES, 10.31
EURÍPIDES
(7.38), (7.40), (7.41), (7.50), (7.51), (10.21), (11.6), (12.26)
Es el autor
antiguo después de Epicteto del que más citas encontramos en Marco Aurelio,
aunque curiosamente en ningún caso se menciona su nombre, porque el público al
que se dirige es capaz de reconocer sus textos. De los tres grandes autores
trágicos atenienses del siglo v a.C., Esquilo, Sófocles y Eurípides, éste me
posteriormente el más popular de todos ellos con diferencia, tanto en la forma
escrita de transmisión de sus obras como en la forma representada. Los pasajes
que le interesan a Marco Aurelio son especialmente los que hacen referencia a
la muerte y su aceptación. Como comenta en 11.6 éste es el interés para él del
género trágico.
EUTIQUES, 10.31
EUTIQUIO, 10.31
FABIO
CATULINO, 4.50,12.27
FÁLARIS, 3.16
FEBO, 6.47
FILIPO DE
MACEDONIA, 9.29,10.27
FILISTIÓN, 6.47
FOCIÓN, 11.13
FRONTÓN, 1.11
M. Cornelio
Frontón, maestro y amigo personal de Marco Aurelio. Su relación con él fue tan
estrecha que en su correspondencia[498]
hay en algunos momentos un tratamiento amoroso, quizá como tópico literario.
Probablemente el estilo literario del emperador tiene que ver bastante con él.
Sin embargo, no estaba muy de acuerdo con la postura filosófica de Marco
Aurelio y expresaba cierta desilusión con su discípulo a este respecto.
FURIO CAMILO,
MARCO, 4.33
HELVIDIO, 1.14
HERÁCLITO
[2.17], 3.3, [4.43], 4.46, 6.42, 6.47, 8.3
Filósofo
griego de los siglos VIV a.C. Su interés para Marco Aurelio radica en la
importancia que le concede al lagos como el centro de toda su reflexión.
También la idea de que todo está en movimiento y transformación se acerca a los
planteamientos de Marco Aurelio a la hora de restarle importancia a la muerte.
HESÍODO
(5.33), (11.32)
Poeta épico
griego entre los siglos VIII y VII a.C. Autor de la Teogonía en la que relata el nacimiento de los distintos dioses
desde el chaos primitivo y de Trabajos y días, poema didáctico con
reflexiones sobre la justicia y las labores tradicionales del campo. Era un
autor muy leído desde la escuela.
HIMEN, 10.31
HIPARCO, 6.47
HIPÓCRATES, 3.3
HOMERO (4.50),
(5.31), (10.34), (11.31)
El famosísimo
autor (aunque hoy día no se le considere autor absoluto sino enmarcado dentro
de toda una tradición de poetas orales o aedos) de los poemas épicos la Iliada y la Odisea, que se sitúa cronológicamente en el siglo VIII a.C. Para
los griegos en estos poemas se contenían las verdades fundamentales sobre el
hombre y sus distintas actividades. Los niños aprendían a leer en la escuela
sobre sus textos. De ahí que sea muy citado sin nombrarlo porque se memorizaban
muchos de sus pasajes y las personas cultas los conocían.
JANTIPA, 11.28
JENÓCRATES, 6.13
JENOFONTE
(7.66)
C.430-c.354
a.C. Fue uno de los discípulos atenienses de Sócrates pero más que un filósofo
fue un hombre de acción con una importante actuación política y militar.
También fue un importante historiador y escritor de diálogos referidos a
Sócrates, en los que no alcanza el brillo de Platón. Es por las informaciones
que proporciona sobre Sócrates (véase) por lo que lo cita Marco Aurelio.
JENOFONTE (de
identidad dudosa), 10.31
JULIA, 8.31
Fue el único
descendiente de Augusto (véase), era fruto de su matrimonio con Escribonia,
anterior al de Livia (véase). Estuvo casada con Claudio Marcelo, después con
Agripa (véase) y finalmente con Tiberio (véase). Marco Aurelio la cita
sencillamente como miembro de la corte de Augusto.
JULIANO, 4.50
LAMIA, 11.23
LÉPIDO, 4.50
LIVIA DRUSILA
AUGUSTA, 8.31
58 a.C.-29
d.C. Mujer de Augusto (véase) con quien no tuvo hijos, aunque sí de un
matrimonio anterior. Uno de ellos fue Tiberio (véase), a favor de quien habría
intrigado provocando incluso la muerte de posibles rivales a su puesto de
heredero de Augusto, pero pueden ser noticias deformadas por una historiografía
hostil con la familia imperial. Marco Aurelio la cita sencillamente como
miembro de la corte de Augusto, de la que fue sin duda un elemento muy
importante por su inteligencia, belleza y saber estar.
LUCIO LUPO,
12.27
LUCIO VERO,
1.17, 8.37
Por indicación
de Adriano (véase), Antonino (véase) adoptó a Lucio Vero y a Marco Aurelio en
el mismo momento, por lo que se consideraban hermanos como vemos en 1.17, y
ambos fueron nombrados emperadores a la muerte de Antonino, aunque Marco
Aurelio tenía preeminencia. Ejerció, por tanto, como coemperador entre 156 y
169, fecha de su muerte. Era hijo de Elio César que estaba designado por
Adriano (véase) como su sucesor. Su muerte temprana truncó los planes de
Adriano, que escogió entonces a Antonio (véase) con la obligación de que
designara a Lucio Vero su sucesor. Sobre su carácter y sus relaciones con Marco
Aurelio, véase la introducción.
MARCIANO, 1.6
MECENAS, 8.31
Amigo y
colaborador de Augusto (véase). Acumuló enorme riqueza probablemente por
confiscaciones durante las turbulencias civiles tras la muerte de César
(véase). Amigo del lujo y de la ostentación, fue el gran patrono de los poetas
de la época de Augusto: Virgilio, Horacio, Propercio. Marco Aurelio lo cita
como miembro prominente de la corte de Augusto.
MENANDRO (2.15),
(5.12), [11.6]
Autor cómico
de los siglos IV-III, representante de la comedia nueva. Aunque por las citas
se puede comprobar que Marco Aurelio lo leía y conocía, su juicio sobre la
comedia nueva desde un punto de vista moral es bastante negativo.
MENIPO, 6.47
MÓNIMO, 2.15
MUSAS, 11.18
NERÓN, 3.16
Emperador
entre los años 54 y 68 d.C. Marco Aurelio lo cita de forma negativa en una
lista de personajes viles y crueles.
NÉSTOR, 4.50
OCTAVIA, 8.31
Hermana de
Augusto (véase). Se casó con Antonio, el rival de Augusto, por un acuerdo
político entre Augusto y Antonio. Después de la muerte de éste se ocupó de
todos sus hijos, incluidos los que había tenido con Fulvia y Cleopatra. Destacó
por su humanidad y nobleza. Marco Aurelio la cita como uno de los miembros conocidos
de la corte de Augusto.
ORIGANIÓN, 6.47
PANTEA, 8.37
PERDIGAS, 11.25
PÉRGAMO, 8.37
PITÁGORAS,
6.47, 11.27
Matemático y
filósofo griego entre los siglos vi y v a.C. Trabajó en Crotona, al S. de
Italia. Fundó una escuela filosófica que más bien era una secta en la que se
mezclaban la ciencia y cierto esoterismo religioso. Parece que introdujo en
Grecia la teoría de la trasmigración de las almas o metempsicosis. La
concepción de que el alma vive encerrada en un cuerpo que la degrada, tan
querida de Marco Aurelio, se remonta a ideas pitagóricas.
PLATÓN (4.47),
(7.35), (7.44), (7.45), (7.46), (7.66), 9.29,10.23, (11.23)
429-347 a.C.
Fue el filósofo griego, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, que más
influyó en todo el pensamiento posterior a través de sus famosos diálogos que
abren gran cantidad de interrogantes sobre cuestiones fundamentales como teoría
del conocimiento, inmortalidad del alma, el mundo de las ideas, los valores
morales, etc. El estoicismo medio desarrolló los puntos en común de sus
concepciones con las doctrinas platónicas. Véase la introducción. Marco Aurelio
lo cita con profusión pero fundamentalmente como testigo de Sócrates,
personalidad por la que siente una fuerte atracción. En esta línea, dado el
escaso interés de Marco Aurelio por la filosofía pura y dura no menciona a
Aristóteles ni alude a sus textos ni una sola vez.
PLUTARCO
(7.52)
C.50-C.120
d.C. Fecundísimo escritor griego, especialmente de biografías de personajes
famosos y de tratados sobre cuestiones de todo tipo que se engloban bajo el
título genérico de Moralia, por el
fuerte contenido moral, muy del gusto de la época.
POMPEYO, 3.3,
8.3
106-48 a.C.
Fue el contrincante político y militar más importante de César (véase). Marco
Aurelio lo cita como general, al mismo tiempo que a César, con cierta actitud
despectiva hacia ambos como hombres valiosos que se malgastaron en hechos de
armas que a la postre no fueron tan transcendentes, frente a las verdades de la
filosofía moral.
RUSTICO,
JUNIO, 1.7, 1.17
PIR2 (i 814). Personaje
relevante de la aristocracia imperial: cónsul sufecto, cónsul ordinario,
prefecto de la ciudad, miembro del Consejo Imperial. Según la Historia Augusta
(Vita Marci, III, 34) mantenía una
estrecha relación con Marco Aurelio. Fue decisivo en la vinculación de éste con
el estoicismo, ya que le acercó a los textos de Epicteto (véase).
SATIRÓN, 10.31
SEGUNDA, 8.25
SÉNECA (11.26)
C.1 a.C. -65
d.C. Nació en España, Córdoba. Fue un importante político en tiempos de Nerón y
escritor de tragedias, diálogos, cartas. Fue uno de los más importantes
representantes y transmisores del estoicismo romano. Sólo la inclinación de
Marco Aurelio por la cultura y la lengua griegas explica que no aluda a él de
forma explícita y no lo cite con mayor abundancia.
SEVERO, 10.31
SEXTO DE
QUERONEA, 1.9
Filósofo
estoico sobrino nieto de Plutarco (Historia
Augusta, Vita Marci, III, 2). Siempre estuvo rodeado de filósofos como
Apolonio, Catulo Cina, Claudio Máximo (véanse), incluso cuando trabajaba para
la familia imperial.
SILVANO, 10.31
SÓCRATES,
1.16, 3.3, 3.6, 6.47, 7.19, 7.66, 8.3,11.23,11.25,11.28
469-399 a.C.
Fue el pensador griego del que arranca toda la filosofía moral posterior a
través de los cínicos, estoicos y epicúreos, y la filosofía en general a través
de Platón, que fue su discípulo. Aunque no escribió nada su personalidad
subyugó a todos los que lo trataron con profundidad. Es junto con Epicteto la
personalidad más veces citada por Marco Aurelio porque encarna muchos de los
valores que él defendía y porque fue un ejemplo práctico a través de la
aceptación de su muerte, decretada tras un proceso injusto por impiedad, de la
coherencia entre vida y pensamiento.
SÓFOCLES
(11.6)
Fue el gran
autor trágico del siglo v a.C. Aunque en su época se le consideró superior a
Eurípides (véase), éste fue mucho más popular en los siglos siguientes, como se
refleja en el número de citas de uno y otro por parte de Marco Aurelio.
TANDASIS, 1.6
TELAUGES, 7.66
TEODOTO, 1.17
TEOFRASTO,2.10
Filósofo y
científico peripatético (siglos IV-III a.C.) muy unido a Aristóteles, de quien
fue el discípulo más importante. Trabajó en lógica, metafísica, botánica,
etología animal. Su obra sobre el comportamiento humano, los Caracteres, fue
muy famosa y es a la que alude Marco Aurelio en 2.10.
TIBERIO, 12.27
Emperador
entre los años 14 y 37 d.C. Marco Aurelio lo cita por su conducta estrafalaria
en relación a su permanencia en Capri durante varios años consecutivos mientras
era emperador de Roma, según algunos para evitar tanto a su madre, Livia
(véase), como a su mujer, Julia (véase).
TRAJANO, 4.32
Emperador
entre los años 98 y 117 d.C. Marco Aurelio lo cita de forma neutra como mera
referencia temporal.
TRÁSEAS, 1.14
TROPEÓFÓRÓ, 10.31
VELIO RUFO, 12.27
VESPASIANO,
4.32
Emperador
entre los años 69 y 79 d.C. Marco Aurelio lo cita de forma neutra como mera
referencia temporal.
VÓLESÓ, 4.33
ZEUS, 4.23,
5.6, 5.8, 5.27,11.8
Zeus, como
dios supremo del panteón, es lógico que aparezca como la personificación de la
divinidad filosófica en la que creían los estoicos y que no se haga mención de
otros dioses, excepto Apolo en un caso (véase).
Asia, 6.36
Atenienses,
5.7, 7.45
Atos, monte,
6.36
Bayas, ciudad.
1227
Caldeos, 33
Capn, ciudad, 1227i, , • ,:,/, r’ Li
•’ •« i\
Carnunto,
población, 3.0..,. ,,,
Cuados, 1.17
Europa, 6.36
Falerno,
población, 6.13
Gaeta,
población, 1.17
Gran, 1.17
Griegos, 3.14
Hélice,
ciudad, 4.48
Herculano,
ciudad, 4.48
Lacedemonios,
11.24
Lanuvio,
población, 1.16
Lorio,
población. 1.16
Macedonia,
6.54
ollmPO•
monte 5.33
Pompeya,
ciudad, 4.48, 8.31
Roma ciudad
6.44
Sármatas,
10.10
Sinuesa, 1.7
Túsculo, 1.16
[1] Sobre este periodo una obra general
recomendable es la publicada por J. Le Gall y M. Le Glay, El imperio Romano. El
Alto Imperio, Madrid, 1995. También J. M. Roldan; J. M. Blázquez; A. Castillo,
El imperio romano (), Madrid, Cátedra, 1989.
[2] Sigue siendo un clásico, a pesar de los
años que han pasado y de excelentes monografías que han aparecido desde
entonces, el libro de A. Birley, Marcus Aurelius, Londres, 1966, 29.
[3] Frontón, Epistolario, ed. A. Palacios
Martín, Madrid, 1992, epist. 38.
[4] Catilio Severo, fue aliado de Adriano y
era considerado una persona muy culta, véase Historia Augusta, v. Marci, I, 9.
[5] H. I. Marrou, Historia de la educación en
la antigüedad, Madrid, 1985, 224. La valoración de Hornero entre los estoicos
se refleja en la obra de Marco Aurelio.
[6] A. S. L. Farquharson, Marcus Aurelius. His Life and his World,
Oxford, 1951,15.
[7] Historia Augusta, v. Marci, II, 3, y Marco Aurelio, 1.10;
aparece nombra do por Elio Aristídes, Orationes, XXXII.
[8] H. I. Marrou, 259 y ss.
[9] Podemos leer en una carta al ilustre
discípulo algunos de estos consejos: "has comenzado a leer discursos
pomposamente adornados. No pretendas poder imitarlos en seguida" Frontón,
Epist., 31.
[10] Frontón, Epist., 13.
[11] A. López Eire, Retórica clásica y teoría
literaria moderna, Madrid, 1997, 12, donde señala dos retóricas con utilidades
claramente discernibles: una retórica anterior a la pérdida de independencia de
la polis clásica (finales de los siglos IV y III a.C.) de carácter
eminentemente político y otra posterior, la que conocieron los romanos y pasó a
nuestra cultura, que se puede denominar una retórica escolar, propia del ciudadano
del mundo o, lo que es lo mismo, adecuada para conducirse apropiadamente el
individuo entre otros de su misma clase.
[12] P. Hadot, Paris, 1998, C y nota 1.
[13] Hadot, 1998, CVI; también del mismo
autor. La citadelle intérieure. Introduction aux Pensées de Marc Auréle, París,
1997,16 y ss.
[14] Farquharson, 1951, 36 y ss.
[15] Historia Augusta, v. Marci, IV, 9.
[16] Frontón, Epist., 49.
[17] W. Jaeger, Cristianismo primitivo y
paideia griega, Madrid, 1995, 58 y ss. Sobre una visión general de las
principales filosofías helenísticas y su evolución véase R. W. Sharples,
Stoics, Epicureans and Sceptics, Londres, Nueva York, 1996. Una introducción
breve a las filosofías helenísticas podemos encontrar en M. Daraki; G.
Romeyer-Dherbey, El mundo helenístico: cínicos, estoicos y epicúreos, Madrid,
1996. Son filosofías sustentadoras del individuo y de la naturaleza como puntos
de anclaje tras la pérdida del ideal de ciudad, respuesta a una política cada
vez en mayor grado hecha al margen de las poleis que pierden la independencia y
el principio de autarquía que les eran consustanciales. También M. Dona,
Epifanías admirables. Apogeo y consumación de la Antigüedad, Madrid, 1996,
donde se explican las relaciones entre una fe cada vez más monoteísta y un sistema
filosófico como el neoplatónico, interesado en dotar de una formalización
filosófica a dicho proceso.
[18] Frontón, AdM. Caes.,W, 13.
[19] Historia Augusta, v. Veri, II, 5.
[20] Historia Augusta, vita Antonini, X 4;
donde Antonino se ríe del filósofo ante la negativa de éste de acudir al
Palacio a dar la clase y le responde: "Le fue más fácil a Apolonio venir
desde Calcis a Roma que desde su casa al Palacio" (Historia Augusta.
Antonino Pío, trad. de V. Picón y A. Cascón, 103).
[21] Historia Augusta, v. Veri, II, 5.
[22] A. S. L. Farquharson, The meditations of Marcus Aurelius Antoninus,
Oxford, 1989, 149.
[23] A. A. Long, La filosofía helenística, Madrid, 1997, 226.
[24] G. W. Bowersock, Greek Sophists in the Román Empire, Oxford, 1969,
1516; B. Reardon, Courants littéraires grecs des II et III siècles après J. C.,
París, 1971, 268274; R. B. Rutherford, The Meditations of Marcus Aurelius. A Study, Oxford, 1989, especialmente 80-89. Desde otro punto de
vista M.J. Hidalgo de la Vega, El intelectual, la realeza y el poder político
en el Imperio Romano, Salamanca, 1995, donde aborda la relación entre el
intelectual que crea una imagen ideal de la basileía y el poder que tiende,
cuando menos, a parecerse a ese ideal, representado por el panegírico de Plinio
a Trajano, que crea un speculum principis que de alguna manera los sucesores
Antoninos tienden a imitar.
[25] Cada una de las dos franjas estrechas de
púrpura que bajaban paralelamente desde el cuello hasta el borde de la túnica
de los caballeros romanos.
[26] Historia Augusta, v. Marci, IV, 2.
[27] Los salii era uno de los colegios
sacerdotales más antiguos de Roma; sus danzas representaban la sacralización de
la guerra, que en época arcaica tendían a comenzar con el buen tiempo, la
primavera, y se interrumpían antes de que comenzase el malo, en otoño; ellos
representaban en sus rituales la apertura y la clausura del ciclo guerrero.
[28] Historia Augusta, v. Marci, IV, 2.
[29] Historia Augusta, v. Marci, I, 10.
[30] Historia Augusta, v. Marci, VI.
[31] Los caballeros estaban encuadrados en
seis destacamentos, turmae; se le nombra pues comandante de uno de estos
destacamentos.
[32] Con dicho título de carácter honorífico
se viene a señalar su herencia dinástica; aunque el término adquiere su sentido
constitucional con Augusto tras la reoganización de la iuventus, posteriormente
los emperadores reinantes usan el título.
[33] Historia Augusta, v. Marci, VI, 3.
[34] Historia Augusta, v. Marci, VI, 7.
[35] Bienhechor, título que en algunas
ciudades griegas se concedía a ciudadanos destacados que actuaban, de diversa
forma, a favor de la ciudad y de sus habitantes. Posteriormente fue un título
concedido a ciertos reyes helenísticos. El término latino sería munificientia.
[36] Historia Augusta, v. Pii, X, 2. Según
Birley, 116, como ambos eran patricios la ceremonia debió ser a través del rito
de confarreatio, ceremonia en la que Pío, como Pontífice Máximo, y Aflamen,
sacerdote de Júpiter, hacían compartir a los esposos un pan de esperta, una
variedad de trigo.
[37] Cabe dentro de lo posible cierta
infidelidad de Faustina a Marco Aurelio, lo que no parece probable es recoger
como veraces todas las afirmaciones que se vierten sobre ella, al igual que una
moralidad tan dudosa que la llevara incluso a conspirar contra su marido; la
explicación más probable de la conducta de Faustina con la sublevación de Casio
parece explicarse por intentar lograr la sucesión de Cómodo ante los rumores de
muerte de Marco Aurelio. La conducta de la esposa del emperador sirve, sin
embargo, a los autores antiguos para destacar la virtud de él, la patientia;
véase al respecto Birley, 306; Julio Capitolino, el autor supuesto de la vida
de Marco Aurelio en la Historia Augusta, debió de contar con fuentes más
antiguas, posiblemente de carácter filosenatorial y posiblemente viciadas para
desestimar el gobierno de Cómodo; véase W. Górlitz, Marc Aurele. Empereur et
phihsophe, París, 1962, 44 y s.
[38] Historia Augusta, v. Marci, VI 6.
[39] Encargados de velar por el buen
funcionamiento de las ciudades, estaban encargados de múltiples tareas, desde
mantener el buen estado de los edificios públicos hasta proteger los acueductos
para que el abastecimiento de agua a las ciudades no se interrumpiera, Digesto,
XXVII, 1, 6, 12.
[40] Este pensamiento dio título a una
monografía de uno de los mejores conocedores de la obra de Marco Aurelio,
Hadot, La citadelle intérieure. Introduction aux Pensées de More Aurék, París,
1997.
[41] Sobre los sucesos después de la sucesión
de Marco Aurelio sigue siendo imprescindible Historia Augusta, v. Marci, VIII y
IX. Las monografías imprescindibles siguen siendo A. Birley, 152 y ss.
Farquharson, 1951, 76 y ss., W.Görlitz, 91yss.
[42] Historia Augusta, v. Marci, VIII, 12.
[43] Historia Augusta, v. Veri, VIII, 24.
[44] Las fuentes romanas no hablan de estos
contactos, son únicamente las crónicas chinas las que los cuentan; véase
Görlitz, 110 y s., y Birley, 195.
[45] Historia Augusta, v. Marci, XII, 8.
[46] Para una visión rápida de los problemas
que tiene el Imperio a partir de Marco Aurelio, véase R, Remonden, La crisis
del Imperio romano, Barcelona, 1984, 5 y ss.; y sobre la evolución de los
pueblos limítrofes, tanto interna como en relación con el Imperio, F. Millar,
El Imperio romano y suspuebbs limítrofes. El mundo mediterráneo en la edad
antigua, Madrid, 1987,205-220 y 270 y ss.
[47] Millar, 212.
[48] Véase Birley, 241 y ss., especialmente
245, donde se afirma la diferencia entre la columna de Trajano y la de Marco
Aurelio: mientras en la primera aparece una atmósfera de marcialidad y
agresividad con los enemigos, en la columna Aureliana, Marco Aurelio, eje de
unión de las diversas escenas, acompañado posiblemente de su fiel consejero
Claudio Pompeyano, muestra la guerra como sórdida y enojosa; un sentimiento que
representa fielmente el artista en consonancia con el espíritu del emperador.
[49] Así es en la vida de Marco Antonino, el
filosofo (ed. V. Picón y A. Cascón), Historia Augusta, 124, el procedimiento de
purificación: "Fue tan grande el terror que suscitó la guerra contra los
marcomanos que Marco Aurelio mandó llamar sacerdotes de todas las partes,
practicó ritos extranjeros y purificó Roma con todo tipo de sacrificios; y,
habiendo retrasado por estas circunstancias su salida para emprender la guerra,
celebró también durante siete días un lectisternio siguiendo el rito
romano." El lectisternium, rito de purificación, realizado por primera vez
en el 399 a.C., se celebraba para frenar fenómenos especiales y
extraordinarios; consistía en servir un banquete a las imágenes de los dioses
tumbadas en cojines, con lo cual su presencia parecía más real. La muchedumbre
por su parte realizaba plegarias y visitaba los santuarios. Véase J. Bayet, La
religión romana, Historia política y psicológica, Madrid, 1984, 115, 142,151.
[50] Historia Augusta, v. Marci, XVII.
[51] Originalmente los dediticii, generalmente
empleados para pueblos vencidos, habían hecho con Roma una deditio in fidem,
una incondicional rendición, y Roma regulaba su status. Posteriormente sirvieron
para colocar pueblos dentro de las fronteras romanas con el fin de defender los
territorios a ellos asignados.
[52] Sobre el desarrollo de la guerra Birley,
217 y ss.
[53] Historia Augusta, v. Marci, XXIV, 8 y
XXV. Dión Casio, 71,22, 3 y 23,2. También de la Historia Augusta, v. Avia.
Cass., VII, 24; Birley, 253259.
[54] Historia Augusta, v. Avid. Cass., VIII y
IX, 15.
[55] Marco Aurelio, Meditaciones, 9.16, donde
se afirma que el sufrimiento no sirve para interpretar la realidad sino la
actividad de ser racional, principio que va a ser desarrollado con una
finalidad claramente radical por el antiestoico Nietzsche, en su crítica del
pensamiento cristiano que se ha apoderado del sentido de la historia.
[56] Historia Augusta, v. Marci., XXVIII, 1.
[57] Dión Casio, 71, 18-21.
[58] Véase entre una amplia bibliografía al
respecto Farquharson, 1951, 142 y ss., A. Brunt, "Marcus Aurelius and che
Chrisrians", en C. Deroux (ed.), Studies in Latin Literature and Román
History, I, col. Latomus, CLXTV, Bruselas, 1979, 483-520; Birley, 328-331; J.
Daza Martínez, "Ideología y política en el emperador Marco Aurelio",
Lucentum, 1984, 279-298. También Ferro Gay,J. Benavides Lee, "El
cristianismo y el Imperio", Nova Tellus, 1985, 127-148, donde se narran
las consecuencias políticas y religiosas de la aparición del cristianismo y la
incompatibilidad con los deberes cívicos romanos.
[59] Birley, 287 y s. recoge la información de
Dión Casio, 71.33. Sin embargo en la v. Marci, XXVIII, 8, se dice que Marco
Aurelio se despide rápidamente de Cómodo para no contagiarle la enfermedad.
[60] Tertuliano, Apologeticus, 25. Esta
localización no suele ser aceptada por la crítica histórica.
[61] De la amplia bibliografía que ha generado
el estoicismo recomendamos la obra de M. Pohlenz; hemos utilizado la edición
italiana La Stoa. Storia di un movimento spirituale, II vols., Florencia, 1967,
especialmente la primera parte; un amplio trabajo de E. Elorduy, El Estoicismo,
Madrid, 1972; la obra clásica ya citada de Long, 111 y ss.; G. Puente Ojea,
Ideología e historia. El fenómeno estoico en la sociedad antigua, Madrid, 1990,
obra imprescindible a contracorriente de ciertos investigadores sociales que
ven más ramas que bosque; y la excelente síntesis dej. Berraondo, El
estoicismo, Barcelona, 1992. Trata también aspectos de la filosofía helenística
el cuadernillo ya citado de Daraki y Romeyer-Dherbey, con teorías que
relacionan la teoría hesiódica de las razas con las "dos razas de
hombres" del estoicismo. Igualmente general es la obra de Sharples ya
citada.
[62] Aunque Zenón era chipriota, por tanto
zona tradicionalmente griega, se observa que la mayoría de los filósofos
estoicos proceden de regiones de Asia helenizadas y no ocurre como en épocas
anteriores que eran originarios de Grecia o de las ciudades helenas de la costa
egea, por eso podemos afirmar que estamos ante una filosofía helenística más
que helena, al igual que las otras doctrinas que surgen en este periodo; véase
Pohlenz, el capítulo I y especialmente 17 y ss., también Ellorduy, 25-37, quien
muestra las diferencias entre Zenón y la filosofía helénica.
[63] Véase 6.13; se identifica con el cínico
Crates frente al platónico Jenócrates.
[64] No es excesivo el recordatorio de Marco
Aurelio al segundo de los fundadores del estoicismo y cuando hay alguna
referencia ésta es bastante breve, véase índice de nombres.
[65] Long, 118.
[66]
Pohlenz, 359 y ss.; Long, 117 y 192.
[67] Long, 118 y 206 y ss.
[68] J. Souilhé, Épictete, Entretiens, París,
1975, i, XXXVI y ss.
[69] Véase al final el índice de nombres,
donde se recogen las veces en que Marco Aurelio utiliza las enseñanzas de
Epicteto.
[70] Elorduy, 209.
[71] Elorduy, 212.
[72] Berraondo, 15.
[73] Hemos intentado seguir el planteamiento
general de J. Marías, Historia de la Filosofía, Madrid, 1985, al igual que la
obra de Long, 123-203.
[74] Pohlenz, 57 y ss.; también Long, 125 y
ss.
[75] Long, 121.
[76] Pohlenz, 187.
[77] Meditaciones, 3.2: "Así, por
ejemplo, el pan al cocerse se resquebraja en algunas partes y esas aberturas, a
pesar de ser de alguna forma contradictorias al buen hacer del panadero, llaman
nuestra atención y mueven especialmente nuestra ansia por comerlo."
[78] Meditaciones, 2.1.
[79] Elorduy, 222.
[80] Elorduy, 213 y ss.; también Berraondo,
111.
[81] Elorduy, 224.
[82] Hadot, 1998, XII-XXV.
[83] Hadot, 1998, tituló la obra Marc Auréle.
Ecrits por lui-meme. Sobre diversos nombres que ha recibido la obra, véase
XXXIX.
[84] A. Bruñí, "Marcus Aurelius in his
Meditations", JRS, 64, 1974, 120, especialmente 2 y s. y 5. Rutherford,
813, opina que es una especie de terapéutica emocional más que un diario. Para
Hadot, 1997, 5167, son como una especie de ejercicios espirituales. Tales
propuestas no son tan diferentes de la defendida en el siglo XVII por Th.
Gataker, M. Antonini Imperatoris de Rebus Suis. Libri XII, Cambridge, 1652,
reeditado en Londres en 1697 y 1707.
[85] Hadot, 1998, XI, deja caer esta hipótesis
sin defenderla claramente.
[86] Farquharson, The Meditations of the
Emperor Marcus Antoninus, 2 vols., Oxford, 1944,1, lxxv-lxxvi; también Hadot,
1997, 43, donde señala claramente que estamos ante una obra extraña.
[87] Algún estudioso opina que la pretensión
de los estoicos es únicamente el control de la ira, cfr. Rawob, Seelenführung.
Methodik der Exerzitien in der Antike, Munich, 1954. No está muy de acuerdo
Elorduy, 223, al afirmar que lo que deseaban los estoicos era más ambicioso,
pretendían confiar solamente en el lógos.
[88] Epicteto, Enchiridion, ed. R. Alonso
García, Madrid, 1993,1, 2. "Las [cosas] que dependen de nosotros son por
naturaleza libres...; las que no dependen de nosotros son débiles, serviles,
sujetas a impedimentos y nos son ajenas."
[89] Puente Ojea, 215, señala que en la
ideología estoica dé la Roma imperial vuelve a mostrarse la dialéctica de las
vertientes interior y exterior de la vida humana, produciéndose una ambigüedad
explicativa a los problemas resultantes de la trama social.
[90] Pohlenz, 121 y ss.
[91] Meditaciones, 3.16: "Cuerpo, alma e
inteligencia. Las sensaciones son del cuerpo, los impulsos del alma, las
convicciones de la inteligencia."
[92] La línea fundamental del estoicismo es
monoteísta, existe una sola divinidad, pero esto no impide reconocer como
dioses las manifestaciones visibles del único ser primero, Pohlenz, 190. Marco
Aurelio, al igual que antes Epicteto, emplea indistintamente el nombre de Dios,
dioses o incluso el nombre de Zeus, y todos ellos tienen un sentido similar.
Véase Brunt, 1974, 15.
[93] Hadot, 1997, 231 y ss.
[94] Elorduy, 224 y ss., afirma que los
estoicos establecen automáticamente unas reglas de convivencia innatas que
permiten lograr la armonía social.
[95] "Animula vagula blandula / Hospes
comesque corporis / Quae nunc abibis in loca / Pallidula, rígida, nudula."
[96] Este apartado de la introducción es
responsabilidad del traductor, F. Cortés Gabaudán.
[97] Véanse a este respecto, los capítulos de
la sección de la introducción dedicados a la infancia y educación de Marco
Aurelio.
[98] Rutherford, 78.
[99] Filóstrato, Vida de los sofistas, 2.566.
Sobre la cuestión véase Rutherford, 81 y ss.
[100] Véase en la sección de la introducción
"La obra de Marco Aurelio", "Aspectos previos". Hadot,
1998, xxviii y ss., considera que la obra estaba exclusivamente pensada para sí
mismo y hace un recorrido por la historia de esta interpretación. Sin embargo,
existe otra línea interpretativa que sin llegar a pensar que fuera una obra
para un público amplio, considera que está escribiendo para alguien más que
para sí mismo; cfr. Rutherford, 10 y ss.
[101] F. H. Sandbach, The Stoics, Londres, 1975, 176.
[102] Rutherford ha desarrollado el tema con amplitud en su
capitulo, "Theme and Variation", 126 y ss.
[103] A este respecto hemos procurado que el
índice de nombres cumpla también la función de un índice de citas.
[104] El interés por Eurípides viene por las
frases que hace decir a sus personajes en la aceptación de la muerte, uno de
los grandes temas de Marco Aurelio.
[105] La referencia a Séneca es muy discutible
porque en todo caso seria sólo como fuente sobre los epicúreos; esa
información, aunque nosotros la conozcamos por Séneca, Marco Aurelio podía
conocerla por otra vía.
[106] Frontón, Epist. ad Caes., 4.1.3.
[107] Según Hadot, 1998, xxxv, de los 470
pasajes que conforman los libros II a XII existe un diálogo en segunda persona
referido por desdoblamiento del yo en más de 300.
[108] E. Norden, La. prosa, artística griega.
De los orígenes a la edad angustea (=Die antike Kuntsprosa) (trad. de O.
Alvarez y C. Tercero), México 2000 (= Leipzig 1898'), 30 y ss.
[109] Cicerón, De oratore, 3.66: "Accedit
quod orationis etiam genus habent fortasse subtile et certe acutum, sed, ut in
oratore, exile, inusitatum, abhorrens ab auribus vulgi, obscurum, inane,
ieiunum, ac tamen eius modi, quo uti ad vulgus nullo modo possit." Sobre
el desarrollo en Roma de esa forma de expresión es imprescindible el estudio de
G. Moretti, Acutum dicendi genus. Brevità, oscurità, sottigliezze eparadossi
nelle tradizioni retoriche degli stoici, Bolonia, 1995.
[110] Este apartado es responsabilidad del
traductor, F. Cortés Gabaudán.
[111] En las referencias al aparato crítico de
Dalfen, Hadot y al comentario de Farquharson no se especifica la página por
entenderse que se remite al pasaje en discusión.
[112] Esta dependencia es todavía más acusada
en las traducciones al inglés; así la traducción de R. Hard, Marcus Aurelius.
Meditations, en Wordsworth Classics, 1997, se aparta realmente muy poco de
Farquharson.
[113] Anio Vero, Marco, véase el índice de
nombres.
[114] Según la interpretación habitual. Marco
Aurelio no afirma poseer por herencia estos rasgos, sino más bien es lo que más
admira en estas personas allegadas y es aquello a lo que tiende. Concretamente
el mal humor y la irritabilidad debían ser rasgos no queridos de su carácter;
sin embargo, su control era uno de los ideales estoicos como se comprueba por
el propio término que usa.
[115] Anio Vero, véase el índice de nombres.
[116] Domicia Lucila, véase el índice de
nombres.
[117] Catilio Severo, véase el índice de
nombres. Quintiliano, 1.2 discute sobre la educación pública y privada,
haciéndose eco de un tema debatido en la época.
[118] No se conoce su nombre. Sí sabemos que
lloró a su muerte tal como comenta la Historia Augusta, vita Pii, X, 5.
[119] Alude a facciones en el circo. En ese
momento, la pasión por los juegos, especialmente por los espectáculos de
gladiadores, afectaba a toda la ciudadanía romana, ricos o pobres, cultivados e
ignorantes. Sus organizadores adquirían gran prestigio, en cuya búsqueda a
veces llegaban a la ruina. Había cuatro facciones que se identificaban con
colores: rojo, azul, blanco y verde. Estaban organizadas y movilizaban amplios
estratos de población. Véase A. Cameron, Circus Factions. Blues and Greens at
Rome and Byzantium, Cambridge, Mass., 1980
[120] Sigue aludiendo a facciones, ahora de
los combates del anfiteatro nombradas por los distintos tipos de escudo según
las nacionalidades de origen.
[121] Véase el índice de nombres.
[122] Se jugaba entre dos y se trataba de que
la codorniz tras recibir golpes en la cabeza no saliera de un circulo trazado
en el suelo; cfr. Poll., IX 102, citado por Hadot, 1998.
[123] Filósofo platónico del siglo II d.C.
[124] Es un nombre muy chocante del que no
sabemos nada. Hadot, 1998, propone sin apoyo manuscrito en su lugar a Basílides
de Escitópolis, filósofo estoico del siglo a d.C.
[125]
No sabemos
precisar de quién se trata al ser un nombre bastante corriente. Gataker (editor
del texto en el siglo XVII) propuso Maeciano, con quien según la Historia
Augusta habría estudiado leyes, pero parece poco probable, como señala Hadot,
1998, lxxxiii.
[126] Parece que se refiere a lo que hoy
designamos como educación espartana. Hadot, 1998, propone modificar el texto y
sustituir ‘helénico’ por ‘lacónico’, equivalente de espartano.
[127] Junio Rústico, véase el índice de
nombres.
[128] Referencia a la segunda sofística.
[129] Ciudad de Campania.
[130] Apolonio de Calcedonia, véase el índice
de nombres.
[131] Sexto de Queronea, véase el índice de
nombres.
[132] Máxima del ideal estoico, cfr. 1.17.11.
[133] Alejandro de Cotieo (Frigia), véase el
índice de nombres.
[134] Véase el índice de nombres.
[135] Alejandro de Seleucia (Cilicia), véase
el índice de nombres.
[136] De Catulo Cina sólo sabemos que es un
estoico de la época.
[137] Sólo sabemos que ambos personajes eran
estoicos.
[138] Claudio Severo, véase el índice de
nombres.
[139] Senadores estoicos que padecieron hasta
la muerte la persecución imperial, el primero se suicidó en época de Nerón, el
segundo fue asesinado bajo Vespasiano. Probablemente el motivo de su muerte fue
más que el estoicismo las tensiones entre los senadores y el emperador.
[140] Se piensa que hace alusión a Dión de
Siracusa. La mención aquí de este político siracusano responsable de la
intervención de Platón en los asuntos de Siracusa se debe a que es uno de los
miembros de la pareja de las Vidas paralelas de Plutarco junto con Bruto, ambos
son platónicos y luchadores contra la tiranía.
[141] Véase el índice de nombres.
[142] Seguimos el texto de Hadot, 1998; Dalfen
piensa que existe una metáfora musical en ambos términos, lo que daría lugar a
una traducción del tipo “la armonía y el buen tono”.
[143] Claudio Máximo, véase el índice de
nombres.
[144] Se entiende su padre adoptivo: Antonino
el emperador; a su padre real lo ha mencionado en en 1.2, véase el índice de
nombres.
[145] Esta expresión, que encarna la idea
estoica de justicia, la usa Marco Aurelio nada menos que en catorce ocasiones.
[146] Alusión a la homosexualidad que al gusto
griego se practicaba entre hombre adultos y muchachos en su adolescencia. La
homosexualidad no estaba condenada en Roma, al menos en época imperial; sin
embargo no eran bien mirados quienes en las relaciones homosexuales actuaban de
receptores, sobre todo si eran ciudadanos adultos; dicha cortapisa venía dada
por el carácter blando y femenino que se suponía en quien desarrollaba tal
práctica sexual. Al respecto puede verse entre otros los trabajos de J. Griffin,
“Augustan Poetry and the Life of Luxury” JRS, 66, 1976, 87-105. También J.
BemayVilbert, “La répression de l’homosexualité dans la Rome Antique”, Arcadie:
Revue littéraire et scientifique, 250, 1974, 443-456.
[147] Referencia a las obligaciones que debía
tener el cliente con su patrono. Las obligaciones del cliente con su patrono
eran, por un lado, laborales: tenía que trabajar para éste durante un tiempo
determinado, según sus necesidades coyunturales; además debía cumplir con
lealtad política hacia su “señor”, apoyando sus iniciativas legales o
simplemente votando a quien el patrono designara; también los clientes debían
darle apoyo defensivo, siendo una especie de “guardia privada” del mismo. Un
acto cotidiano simbolizaba perfectamente la relación vasallática que existía
entre amo y subordinado: los dientes debían aguardar todas las mañanas a la
puerta del patrono para saludarlo y esperar a que éste se dignase invitarlos a
su casa o bien acompañarle por las calles de la ciudad a diversos lugares
públicos, entre ellos el Foro; puede consultarse la obra de R Saller, Personal
Patronage under the Early Empire, Cambridge, 1982.
[148] Aquí existe en los manuscritos una frase
que Dalfen, creemos que con razón, piensa que es una interpolación con el
siguiente texto: “y no: »estuvo ausente de la indagación y se ha conformado con
sus lucubraciones superficiales«”.
[149] El no depender de nada es lo que hace
que su aspecto pueda ser siempre radiante, cfr. 3.5.
[150] Utiliza aquí la palabra latina
uemaculus, cuyo significado propio es el de esclavo nacido en la casa; de ahí
pasó al significado de obsequioso, servil, y también el de impostor, charlatán.
[151] Hadot, 1998, da aquí por buena una
pequeña frase de los manuscritos, “el mantener las costumbres patrias”, que no
añade nada al sentido; Dalfen con buen criterio considera que se trata de una
interpolación.
[152] Existe divergencia en los manuscritos:
Hadot, 1998, lee el equivalente de ‘moderación’, mientras que Dalfen lee
‘adiestramiento’. Sobre el contenido véase la noticia de Antonino en el índice
de nombres.
[153] Se refiere a los repartos de vino,
aceite, cereales, etc. que de forma gratuita se hacían entre los habitantes de
Roma. “La preocupación por el bien común” es una cualidad del buen gobernante
que debe ir asociada a no tener un excesivo afán constructor; la actividad
edilicia desmedida es una de las características que definen al tirano frente
al buen gobernante. Tampoco debe buscar el princeps óptimas, el buen emperador,
el favor de la turba. Sin negarle a Antonino su mesura en sus aficiones y en el
gasto público, las reservas del Estado tras su muerte ascendían a 675 millones
de denarios, tampoco escatimó en emplear el dinero propio y el estatal en
diversos menesteres: al llegar al poder distribuyó un congiario, al pueblo y al
ejército, práctica comente entre los emperadores, y contribuyó con grandes
cantidades a las obras emprendidas por Adriano.
[154] En una relación de cuidados del cuerpo y
de la vida doméstica, sólo se puede entender referido a su propia casa, en el
sentido de que no estaba todo el tiempo haciendo obras y mejoras.
[155] Se refiere a su atractivo sexual.
[156] Todo este punto es de difícil
comprensión porque hace alusiones que no entendemos. Esto ha dado pie a
numerosas interpretaciones y propuestas de enmienda sin que ninguna de ellas
sea del todo convincente. Seguimos el texto de Dalfen.
[157] Lorio (hoy Castel di Guido) estaba en la
vía Aurelia a unos 20 kilómetros al oeste de Roma. Allí tenía un palacio
Antonino; cfr. Hadot, 1998.
[158] Lanuvio (así se llama también hoy) es
una ciudad del Lacio, al S. De Roma, cerca del lago de Albano; era el lugar de
nacimiento de Antonino, también tenía tierras allí.
[159] Una localidad cercana a Lanuvio.
[160] Se trata de una chreía, anécdota que
sirve para describir el carácter de la persona de la que se está hablando.
Nuestro problema es que no conocemos el contenido de la anécdota.
[161] Parece que hace alusión a una expresión
aplicable a personas turbulentas que sudan por su carácter colérico o
impulsivo.
[162] Alusión a Platón, Banquete, 219e-220a,
donde se refiere que Sócrates era el que más aguantaba sin comida o bebida,
pero si había en abundancia era también capaz de disfrutarlo más porque entre
otras cosas podía beber mucho sin emborracharse.
[163] La frase “es propio de un hombre que
tiene un espíritu articulado e invencible” es considerada como glosa por
Dalfen. Discusión larga sobre el pasaje en Hadot, 1998, 4546.
[164] No entendemos muy bien en qué es
aplicable lo que se ha dicho antes con la enfermedad de Máximo porque se puede
suponer que fue una prueba que resistió bien gracias a su carácter Antonino,
pero no se entiende en qué pudo disfrutar.
[165] Ania Cornificia Faustina casó con un
noble romano, Umidio Quadrato (¿cónsul en el 167?); parece ser que murió joven.
[166] Alusión al carácter colérico de Marco
Aurelio, que contrasta con el buen carácter del resto de sus familiares y
amigos que ha ido citando en este libro primero.
[167] Una mujer con la que convivió Marco
Annio Vero después de la muerte de su esposa.
[168] Referencia a la castidad.
[169] Se expresa mediante una asociación de
ideas que favorece la polisemia de hora en griego, término que aparece dos
veces en la frase, en un caso lo traducimos por “flor de la juventud” y en otro
por “su momento”.
[170] Primera referencia a Lucio Vero, hermano
por adopción por cuanto que Antonino adoptó a Marco Aurelio y a Lucio Vero en
el mismo momento. A la muerte de Antonino ambos fueron nombrados emperadores.
No ha sido citado antes porque no es hermano de sangre. Véase el índice de
nombres.
[171] La vida según la naturaleza es una
fórmula que resume el ideal estoico, heredada de los cínicos.
[172] Existen dudas textuales en cuanto a si
debe leerse “iluminaciones” como inspiraciones procedentes de la divinidad o
sencillamente “pensamientos”, como quiere Hadot, 1998.
[173] Se piensa que ambos compartían el lecho
de Adriano, por tanto, sólo pudo conocerlos cuando era todavía muy joven. Se
puede por tanto entender, en un sentido genérico, que no tuvo relaciones
sexuales con esclavos de este tipo.
[174] Ania Galena Faustina, mujer de Marco
Aurelio. Véase el índice de nombres.
[175] A pesar de que Marco Aurelio contó con
el mejor médico de su tiempo, Galeno, es curioso que mantenga la concepción de
la medicina inspirada por sueños de la divinidad, propia de los templos de
Asclepio, a quien, por otra parte, cita en 5.8.
[176] Pequeño puerto de mar en Campania.
Existe aquí una corrupción en el texto que no es posible reconstruir con
seguridad.
A pesar de que
Marco Aurelio contó con el mejor médico de su tiempo, Galeno, es curioso que
mantenga la concepción de la medicina inspirada por sueños de la divinidad,
propia de los templos de Asclepio, a quien, por otra parte, cita en 5.8.
[177] Aparece aquí el desprecio de Marco
Aurelio por la filosofía especulativa y la lógica. Para él la única filosofía
que merece la pena es la moral que inspira normas de conducta práctica.
[178] Población sueva asentada en la zona
septentrional del Danubio que junto con los marcomanos representó una amenaza
constante para la frontera romana del Danubio. La expedición emprendida por
Marco Aurelio contra cuados y marcomanos, contemporánea con la redacción de las
Meditaciones, se fecha entre los años 172 y 174.
[179] Un afluente del Danubio.
[180] Traducimos así noûs, término muy marcado
filosóficamente en griego.
[181] El alma racional, lógos, noûs, tó
hegemonikón (principio rector), es lo que compartimos con el lugos universal
que a su vez es la divinidad. Esa parte, por tanto, es el elemento divino del
que disfruta el hombre.
[182] Esta misma trilogía aparece expresada de
forma más clara en 3.16: cuerpo, alma e inteligencia (sôma, psyché y noûs).
Véanse las notas al respecto.
[183] Pneumátion, emparentado directamente con
pnêuma, ‘aliento’, al que los estoicos, especialmente Crisipo, habían otorgado
gran importancia en su física. En el siglo I a.C. hubo una escuela de médicos
pneumatistas que dieron también gran relevancia a este elemento en la
explicación de la fisiología y la enfermedad.
[184] Expresión de los estoicos para referirse
al alma racional, que debe ser quien guíe y dirija la actuación del hombre; de
ahí su nombre, tò hegemonikón.
[185] Estas tres pequeñas oraciones muchos
editores consideran que están desplazadas. Seguimos a Dalfen, que sigue con
fidelidad el texto de los manuscritos, aunque parece muy posible la otra
hipótesis.
[186] Referencia a la fisiología galénica con
la que, según Farquharson, 1944, II, Marco Aurelio debía estar bastante
familiarizado, incluso podría haber asistido a sesiones de disección.
[187] Se han dado dos interpretaciones, una,
la más habitual, que “despejar las nubes” se refiere a serenarse el ánimo, otra
que alude a entender con claridad.
[188] Farquharson, 1944, II, propone, en la
estela de Gataker (editor del texto , en el siglo xvii), un cambio en el texto
para facilitar su comprensión; según él habría que entender “te estás
maltratando a ti misma, alma”. Otros editores han propuesto una negación
previa: “no te humilles...”. Pueden tener razón porque el sentido del párrafo y
del pensamiento de Marco Aurelio en su conjunto es contrario a esta declaración
inicial. Debe entenderse, por tanto, el texto en sentido irónico.
[189] Véase el índice de nombres.
[190] Farquharson, 1944, II, interpreta que
esta comparación va en contra del principio estoico de que todas las faltas son
igualmente graves, de ahí que lo justifique como una forma de hacerse entender
por un público poco especializado.
[191] Cfr. Aristóteles, Retórica, 1369.
[192] Expresa aquí por primera vez la teoría
de lo ‘indiferente’, aunque sin emplear el término. Cfr. 5.20 y la nota. Es una
forma de justificar la inexistencia del mal: aquello que parece ser una
desgracia no lo es en realidad porque eso es algo que debe sernos indiferente y
que no debe afectar al alma racional.
[193] Es una cita a Píndaro posiblemente a
través del Teeteto de Platón, 173e, que es por donde conocemos también el
texto. Esta cita era clásica para referirse a las preocupaciones del filósofo
ajenas a la ciudad y a sus vecinos. Por otra parte, todo el pasaje aparece
citado en la Suda, especie de enciclopedia bizantina del siglo x, en la
definición de daímon, que traducimos por “espíritu divino” y que equivale al latino
genius.
[194] Se interpreta que está aludiendo a la
astrología.
[195] La compasión era un sentimiento por
completo ajeno al sistema ideológico estoico, sólo se justifica por desconocer
cuáles son los verdaderos bienes y males; cfr. 5.36.
[196] Existe una reminiscencia de una máxima
de Epicteto transmitida por Arriano, en la que se compara la incapacidad de
distinguir entre el negro y el blanco con la de distinguir lo bueno de lo malo,
Arriano, Epict. I 18.6.
[197] Es una alusión a un pasaje conocido por
Diógenes Laercio de una comedia perdida de Menandro, Hippokomos, Kock, 249,
Sandbach y Körte, 215, uno de cuyos personajes es Mónimo, el cínico al que
alude Marco Aurelio; el texto citado concretamente es “todo lo supuesto es
humo”. ‘Suposición’ se refiere tanto a nuestros juicios como a lo que
imaginamos.
[198] Se refiere a las críticas contra la
afirmación de Mónimo que se cita; Marco Aurelio, en interpretación de
Farquharson, 1944, II, aplica del dicho sólo que las cosas son buenas o malas
según el juicio que nosotros hacemos sobre ellas, no porque realmente lo sean,
pero no está de acuerdo con el escepticismo total que está detrás.
[199] Epicteto, transmitido por Arriano, I
11.35, usa las mismas palabras con el mismo sentido figurado referido a que
debe ser cercenado lo que nos induce a malos comportamientos.
[200] En griego la palabra que hemos traducido
por “absceso” tiene una fuerte relación etimológica con la que traducimos por
“separación”.
[201] No cabe duda de que es una alusión a
Heráclito.
[202] Era el lugar de los cuarteles del
ejército, cerca del actual Haimburg, en las campañas de 171 a 173 contra los
germanos, marcomanos y cuados.
[203] Se usa una expresión que probablemente
ya usó Crisipo para referirse al suicidio, cfr. Plutarco, 1042d y von Amim,
Stoic. 3. 759. Los estoicos eran partidarios del suicidio en caso de enfermedad
o para beneficiar a la patria, familiares o amigos.
[204] El pasaje alude a expresiones estoicas
para hablar del mal como aquello que es concurrente a lo natural pero no fue
expresamente creado.
[205] Aparentemente es un defecto pero protege
al león de los rayos del sol y le permite ver con precisión.
[206] El sentido es que uno empieza viendo la
belleza de cosas que aparentemente son revulsivas en la pintura, después en la
propia realidad.
[207] Médico griego de Cos del siglo v a.C. al
que se consideró desde la antigüedad fundador de la medicina científica griega.
Fue el médico griego por antonomasia.
[208] Véase la noticia biográfica de estos
personajes en el índice de nombres.
[209] Como remedio para la hidropesía.
[210] Como señaló ya el primer editor
renacentista del texto, Xylander, Marco Aurelio comete un error y atribuye a
Demócrito lo que se considera que fue la muerte de Ferécides de Siró.
[211] Referencia a sus acusadores.
[212] Es un topos del género consolatorio. La
misma idea expresa Sócrates en la Apología platónica, 40c.
[213] Entre otras explicaciones de este texto,
la mejor es que no necesita ni juramento ni testigos para dar fe de que ha
cumplido su deber porque está en paz con su conciencia o su divinidad interior.
También puede ser alusión al juicio al que se someten las almas tras la muerte
del que habla Platón en Gorgias, 523c.
[214] Como se ve en 1.16.11 el hecho de estar
radiante depende en buena medida de ser autosuficiente, de no necesitar cosas
externas.
[215] Puede referirse a varios pasajes de
Platón; Dalfen lo pone en relación con un texto de Epicteto transmitido por
Arriano, III 12.15 referido a Apología, 38a; parece preferible la propuesta de
Farquharson, 1944, II, que entiende que se refiere a Fedón, 83ª-b en
donde Platón hace decir a Sócrates que el alma debe alejarse de los placeres,
de los deseos, de las tristezas y de los temores, doctrina retomada por los
estoicos.
[216] Se entiende como una reflexión que
intenta rebatir el razonamiento general. Es una máxima de los sofistas que
puede asumirse parcialmente en lo tocante a lo que conviene a la razón, puesto
que ésta es nuestra parte divina.
[217] Cfr. Epicteto trasmitido por Arriano,
III 22.1314.
[218] De acuerdo con la teoría del
conocimiento estoica, el conocimiento parte también de suposiciones, cuanto
mayor sea la compenetración con la naturaleza más acertadas serán esas
suposiciones; cfr. 2.15.
[219] Es un término técnico estoico referido a
la capacidad para tomarse un tiempo en la reflexión.
[220] Usa un término técnico de los estoicos,
phantastós, que traducimos “lo que provoca la representación”.
[221] Como señala Faquharson, 1944, II, existe
un juego de palabras con los nombres de las Moiras o las Parcas, concretamente
Láquesis y Cloto.
[222] Traducimos así el término técnico de la
filosofía estoica tà mésa, lo que no es ni bueno ni malo desde una perspectiva
moral.
[223] Está claro que se está aludiendo a los
significados morales de estos términos y también que los tres primeros son
negativos (robar, sembrar, comprar) y los dos últimos son positivos (mantener
la tranquilidad, ver qué debe hacerse).
[224] Cfr. 2.2, con pequeñas sustituciones:
las carnes ahora son el cuerpo, el hálito ahora es el alma y el principio
rector es la inteligencia. Los tres términos griegos, sôma, psyché y noûs,
tienen una carga filosófica enorme. Como vemos, el alma (lo mismo ocurre en
latín con el término anima de donde procede ‘alma’) es también atributo de los
animales que tienen apetitos y no sólo del hombre. Los hombres se distinguen de
los animales por la razón.
[225] Tirano siciliano de Agrigento en el
siglo VI a.C. famoso por su extremada crueldad.
[226] Véase el índice de nombres.
[227] Puro en el sentido de que la parte
racional no está contaminada por la corporal.
[228] Es un término estoico. Como vemos por
6.50, la reserva se aplica a que uno no tiene que enfrentarse a imposibles.
[229] Se entiende el arte de saber vivir, cfr.
11.5.
[230] La idea de la interdependencia de unos
con otros es muy querida a Marco Aurelio. Los seres inferiores están en función
de los superiores y éstos unos por otros. Cfr. 5.16, 30; 7.55; 9.1 y 11.18.
[231] El dilema es entre asumir la postura de
los estoicos que creen en la existencia de una providencia, de un orden, o la
de los epicúreos que creen que todo se reduce a átomos.
[232] Cfr. el siguiente pasaje 4.4.
[233] Cfr. 3.16, donde el alma, como hálito
vital, es la sede de los apetitos.
[234] El hálito se revuelve suavemente en los
placeres y violentamente en las pasiones.
[235] Cfr. 2.15. Es un aforismo de Demócrito,
Nauck B 115.
[236] Desde Aristóteles se prefiere en la
formulación de los cuatro elementos que componen toda la materia la alusión a
sus cualidades características. Por el uso de pneumatikón (traducido por “lo
que es hálito”) y no aerodes (‘aéreo’), está aludiendo a los elementos en el
cuerpo humano, cfr. 10.7. En la física estoica se aludía a los elementos por
sus cualidades y se le daba un papel importante al pneûma.
[237] Cfr. la máxima de Epicteto: “A tí no te
perjudicará otro si tú no lo quieres. Estarás perjudicado cuando supongas que
lo estás.” Enchiridion, 30.
[238] En referencia a la idea de que con el
tiempo todo se llega a igualar y se establece así una justicia.
[239] La razón es el principio generador
origen de toda la vida.
[240] Era la ofrenda típica de la religiosidad
popular.
[241] Existe aquí una corrupción textual sobre
la que los editores no se ponen de acuerdo.
[242] Referencia a la muerte.
[243] El símil de que la vida humana es como
una llama que se enciende y apaga aparece, con las mismas palabras que aquí, ya
en Heráclito, frag. Nauck B 26, 30; cfr. también Séneca, Epist., 54.5. Por otra
parte puede haber una alusión a las carreras de antorchas en las que coman
equipos por relevos que se iban pasando la llama de una antorcha, símil
frecuente en la literatura latina, en cuyo caso habría que traducir al final de
la frase “que la encienden y la apagan” referido a la memoria.
[244] Se entiende en caso de no ser elogiado.
[245] Describe el proceso de la digestión tal
y como lo veían los médicos del momento, el alimento transformado en sangre
contribuye a los elementos aire y fuego del organismo.
[246] Rey mítico de Atenas; por tanto la
ciudad a la que se refiere es Atenas. Por otra parte es un verso de
Aristófanes, cfr. 110 K.
[247] Cita a Demócrito, Nauck B 3, fragmento
conocido por Estobeo con otra formulación pero con el mismo contenido. Era una
máxima asumida por los epicúreos, de ahí la critica parcial.
[248] Se ha discutido sobre el significado de
este pasaje. Para algunos es una explicación de la mención que se hace al
carácter sombrío de 4.18 y el pasaje está fuera de su lugar primitivo; para
otros Marco Aurelio está pensando en el carácter de emperadores como Tiberio,
Calígula, Nerón, etc.
[249] Referencia a los cínicos.
[250] Cfr. Séneca, E 17.7: “Es posible
alcanzar la filosofía, incluso sin viático”, citado por Farquharson, 1944, II.
[251] Trannoy entendió que el texto estaba
alterado porque, dada su educación, no parece que Marco Aurelio pueda afirmar
que no tiene conocimientos. Su enmienda, aceptada por Farquharson, 1944, II,
pero no por Dalfen, da el siguiente texto: “Yo, por mi parte, tengo los
alimentos que proporcionan los conocimientos y no permanezco firme.”
[252] Furio Camilo, Marco. Cónsul y dictador
en varias ocasiones a principios del siglo IV a.C., festejó varios triunfos por
sus victorias sobre los faliscos y por la toma de la ciudad de Veyes. Pero
sobre todo era famoso por haber expulsado a los galos tras haber saqueado la
ciudad de Roma, por lo que se le concedió el título de padre de la patria,
aunque hoy se pone en duda la autenticidad del relato; cfr. Tito Livio, V 1426.
[253] Cesón Fabio Vibulano fue uno de los
trescientos miembros de la gens o clan de los Fabios que pereció a manos de los
habitantes de Veyes en el hecho de armas que tuvo lugar en el arroyo Cremera el
año 477 a.C cerca de esa ciudad, conocido como el desastre de Cremera; cfr.
Tito Livio, 2.46-50.
[254] El nombre Volesus o Volosus es un
gentilicio itálico que usaron algunas familias romanas, concretamente la de los
Valerios; asi uno de ellos es designado como Manlio Valerio, hijo de Voluso
Máximo. Fue nombrado dictador en el año 494, intentó mediar en las disputas
entre patricios y plebeyos; cfr. Tito Livio, 2.301. Consiguió, en una situación
comprometida para Roma por revueltas sociales internas, formar un ejército
contra los sabinos. Quizá esté aludiendo a este personaje, pero no existe
ninguna seguridad; cfr. Kleine Pauly, “Valerius” 40.
[255] Curio Dentato, militar y político romano
del siglo ni a.C. Lucho contra los samnitas, sabinos. Pirro, etc. Como a los
anteriores se le cita como representante de una vieja familia romana muy
importante en su época pero ya desaparecida y olvidada.
[256] Puede referirse tanto a Publio Cornelio
Escipión Africano, que derroto definitivamente a Aníbal en Zama en el año 202
a.C., como a Publio Cornelio Escipión Emiliano Africano, nieto del anterior,
que destruyó de forma definitiva Cartago en el año 146 a.C.
[257] Parece referirse a Catón el censor,
Marco Porcio Catón, 234149 a.C., famoso político y orador de su momento,
representante de una familia opuesta a la de los Escipiones, más que a Marco
Porcio Catón de Útica, 9546 a.C., representante del estoicismo romano.
[258] Una de las Moiras o Parcas que tejen el
destino de las vidas individuales.
[259] Existe por las palabras una alusión
clara a 4.26.
[260] Sobre el “principio rector”, cfr. 2.2 y
3.4, 9. Ésta es la traducción del texto de Dalfen, que suprime un par de
palabras que no encajan sintácticamente si no se les cambia el caso. El texto
de otros editores da una traducción del tipo: “recapacita en lo que guía a los
prudentes...”.
[261] Cfr. 26 de Schenkl.
[262] Reminiscencias evidentes de Heráclito.
[263] Parece aludir a la rapidez con que se
marchita la rosa o se pudre la fruta.
[264] Nauck B 76. No se puede determinar hasta
qué punto está citando literalmente. Existen referencias al mismo pasaje en
otros autores contemporáneos como Plutarco, De E apud Delphos, 392c y Máximo de
Tiro, 41.4.
[265] Sigue mencionando textos de Heráclito
que sólo conocemos por esta cita en la que es muy difícil separar qué es de
Marco Aurelio y qué de Heráclito (Nauck B 71, 72, 73, 74).
[266] Es probable la referencia a la muerte de
Sócrates, Platón, Critón, 44b, cuando comenta que ha soñado que una mujer bella
le ha anunciado que morirá dos días después.
[267] Cfr. 3.3, que tiene resonancias
evidentes con todo este pasaje; allí se aludía a la muerte de Hipócrates entre
los médicos, a los caldeos como adivinos de muertes ajenas, a las ciudades
arrasadas por generales que también murieron, etc.
[268] Ciudad del N. del Peloponeso en Acaya
que sucumbió en un terremoto y se hundió en el mar en el año 373 a.C.
[269] Fueron dos importantes ciudades de la
región de Ñapóles que sucumbieron por la erupción súbita del Vesubio del año 79
d.C. y quedaron cubiertas de lava hasta que se excavaron en época moderna. La
desaparición completa por causas naturales de estas dos ciudades con sus
habitantes impresionó mucho en su época.
[270] Este femenino puede interpretarse
referido a tres cosas: el olivo, la tierra o la naturaleza, ya que las tres
palabras son femeninas en griego y encajan en el contexto.
[271] Marco Aurelio utiliza aquí una
combinación de partículas típica de Epicteto. Todo el párrafo tiene numerosas
reminiscencias de este autor tanto en la forma como en el contenido.
[272] Quizá Q. Albumio Caediciano, legado en
Dacia entre los años 123 y 140 cfr. C.I.L., III 1089.
[273] Quizá Fabio Catulino, al que se alude en
12.27. Según Farquharson, 1944, II, puede tratarse de un cónsul gobernador de
Numidia que se conoce por inscripciones, C.I.L. VIII 2609, 2610.
[274] Quizá un amigo de Frontón, Claudio
Juliano, que aparece en su correspondencia.
[275] Probablemente M. Emilio Lépido, famoso
político romano del siglo I a.C. que participó en el triunvirato con Octavio
(futuro Augusto, véase el índice de nombres) y Antonio (véase el índice), que
se formó tras el asesinato de César (véase el índice). Debió vivir más de
setenta años, que debe ser el punto en común de los cuatro personajes citados:
debieron tener una vida muy larga.
[276] Existe en griego un juego de palabras
irreproducible por el que se alude, sin citarlo, al homérico Néstor y al tiempo
a su calificación también homérica como “triple viejo”, puesto que Néstor en la
Iliada es el viejo prudente y experimentado por antonomasia.
[277] Quizá dé mejor sentido el texto de
Farquharson, 1944, I: “En resumen, (para sentir, no para actuar?”
[278] Cfr. 3.5.
[279] La concepción de que el padre aporta la
semilla que fructifica gracias a la sangre de la madre se puede considerar ya
superada por la fisiología estoica.
[280] Parece que Marco Aurelio intenta llamar
la atención sobre el hecho de que la súplica no es del tipo, bastante
generalizado en la súplica antigua, del “do ut des”, es decir, cuando se
justifica la súplica por los favores que se le han hecho al dios en ofrendas o
similares.
[281] Es el médico legendario y mitológico,
vinculado a Apolo, bajo cuya advocación estaban varios santuarios dedicados a
la curación de enfermos como el de Epidauro. De las observaciones practicadas
en estos templos se pasó a la medicina científica que empezó con Hipócrates en
el siglo v a.C.
[282] Existen dificultades textuales y la
comprensión del pasaje es un tanto complicada. La apostilla en cuestión es la
que aparece recogida parcialmente al final del párrafo procedente de una
comedia de Menandro, Fhasma, 41. Alude a un dicho irónico malevolente sobre los
que tienen tantas cosas buenas que no encuentran ya un sirio donde evacuar. La
idea de Marco Aurelio es que los verdaderos bienes no pueden ser nunca
excesivamente abundantes, a diferencia de los materiales.
[283] Los estoicos no tenían una opinión
cerrada sobre la teoría de la palingenesia. Cfr. 11.1.
[284] No está pensando en la lógica en
abstracto sino en el comportamiento moral que nace de la racionalidad.
[285] No facilita la comprensión de la frase
el hecho de que no se exprese a qué cosas se está refiriendo, probablemente se
trate de las riquezas, la buena fama, etc., como interpreta Farquharson, 1944,
II, por cuanto que mejor que poseerlas es, desde un punto de vista moral,
despreciarlas.
[286] Es un término técnico del estoicismo. Es
‘indiferente’ aquello que desde el punto de vista moral no es ni bueno ni malo
y por tanto no debe influir en la elección moral. Concretamente son
‘indiferentes’ la salud, la riqueza, la consideración social, es decir, lo que
es considerado como bien por la mayoría. Cfr. 9.1.
[287] Usa un término técnico del estoicismo,
la hypexaíresis, para las reservas del tipo de nuestro “Dios mediante” a la
hora de emprender una acción.
[288] Se refiere a la divinidad que también
anida en nosotros, en nuestra alma cfr. 3.16.
[289] Dalfen introduce aquí la expresión “ni
siquiera la permanencia del tiempo”, por paralelismo con otros pasajes; pero no
parece esta inclusión ni muy convincente ni muy necesaria. Con ello intenta
explicar “lo cercano” como referencia temporal. Farquharson, 1944, II, sin
embargo, lo enriende en sentido espacial.
[290] No existe una interpretación convincente
de esta apostilla, que se puede entender tanto en tercera persona como en
segunda, referida al propio Marco Aurelio, o, incluso, como mezcla de ambas:
actor referido a la segunda y puta a la tercera.
[291] Se considera alusión a un texto de
Epicteto transmitido por Arriano I 25.18, en el que se insiste en que uno no
debe hacer las cosas forzado si hay demasiado humo hay que marcharse porque hay
que acordarse de que la puerta esta siempre abierta.
[292] Se sospecha que existe una laguna en el
texto aunque el conjunto es claro.
[293] Referencia a un pasaje homérico de la
Odisea en el que Penélope compara el recto proceder de Ulises frente al de los
pretendientes, Od., 4.690.
[294] Cfr. 4.48.3.
[295] Cita a un famoso pasaje hesiódico,
Trabajos y días, 197, en el que alude a que en la edad de hierro; Vergüenza y
Némesis abandonan a los hombres para unirse en el Olimpo con los inmortales.
Marco Aurelio añade la confianza y la verdad a las entidades aludidas por
Hesiodo, ya que Némesis se puede hacer equivalente a justicia.
[296] Sobre la traducción ‘ni bueno ni malo’,
cfr. la nota de 3.11.
[297] Parece una alusión a una escena cómica
pero no se ha podido precisar más. De cualquier forma el texto de este párrafo
está bastante corrupto.
[298] Referencia a la discusión de la responsabilidad
del mal: frente a otros planteamientos. Marco Aurelio considera que no está en
la materia; sencillamente no existe, cfr. 2.11.
[299] En el sentido de que no pasen
desapercibidas.
[300] Se está aludiendo al retomo cíclico del
universo al fuego. La unificación de todo es también una teoría típica del
estoicismo.
[301] Se plantea aquí una contraposición entre
la cosmovisión epicúrea atomista que se rechaza y la estoica que se acepta.
Cfr. 4.3.
[302] Nuestra traducción se basa en una
conjetura de Theiler aceptada por Dalfen. A partir de otras lecturas habría que
entender “hacerse tierra”.
[303] Lugar de producción de uno de los vinos
más famosos de la Campania.
[304] Se refiere a la tinta que segrega en
pequeñísima cantidad el molusco de la púrpura.
[305] No conocemos el pasaje al que hace
referencia; aparentemente Grates, un cínico (siglo IV-siglo III a.C.),
ridiculizaba por su vanagloria a una persona considerada muy equilibrada como
Jenócrates, que dirigió la Academia platónica después de Espeusipo.
[306] Parece querer decir que el vulgo admira
grandes edificios que no son más que piedras y maderas juntadas o productos que
no son sino derivados de ciertos frutos naturales. Todo el párrafo está basado
en una concepción jerárquica: en el nivel más bajo están los objetos
materiales, en el segundo lo vegetal, cuya principal característica es el
crecimiento, en el tercer nivel los animales dotados ya de alma, en el cuarto
nivel los hombres dotados de alma racional.
[307] Efectivamente, el éxito de los talleres
artesanales se medía por el número de esclavos que empleaban.
[308] Se refiere a dos procesos que no
coinciden con nuestro concepto moderno de espiración e inspiración. Según la
medicina de la época, la sangre dejaba escapar aire que se transformaba en
espíritu vital, espiración, y paralelamente recuperaba el aire de la atmósfera,
inspiración.
[309] Usa términos característicos del ideal
estoico.
[310] De nuevo la contraposición entre la
cosmovisión estoica y la epicúrea, cfr. 4.3, 6.10.
[311] Con esta denominación se está refiriendo
a sí mismo, ya que de hecho se llamaba tras su acceso a la magistratura
imperial Marco Aurelio Antonino Augusto.
[312] Como señala Dalfen, se puede ver por una
carta de Marco Aurelio a Frontón con un texto semejante (“sería por lo demás
vergonzoso que el fallo del cuerpo pudiera ser más duradero que el propósito
del alma para recuperar la salud”). Frontón, epist. ad Caes., 4.8, que se trata
de una alusión a la salud y a la importancia de la fortaleza mental para
recuperarla.
[313] Calcamos en español el término griego de
Marco Aurelio que también es palabra inventada, formada sobre César, véase
índice de nombres. Después m de él todos los emperadores adoptaron su nombre;
alude, por tanto, a los peligros de creerse un monarca absoluto y estar
endiosado por el poder.
[314] Este retrato moral de Antonino es
parecido al de 1.16.
[315] La interpretación es que cuando vivamos
según la razón tendremos la misma sensación que el borracho que vuelve a la
sobriedad y recuerda sus pesadillas.
[316] Sobre ‘indiferente’ como término técnico
del estoicismo, cfr. 5.20 y la nota.
[317] Se establece la diferencia entre lo que
la naturaleza providente ha creado expresamente y lo que se ha añadido de forma
sobrevenida, sin buscarlo ni desearlo, cfr. 3.2, al que todo el pasaje hace
referencia.
[318] La misma reflexión puede encontrarse con
palabras muy parecidas en 2.14.
[319] Todo el pasaje está llenos de términos
técnicos estoicos que se remontan a Crisipo: ‘concatenación’ (episyndesis),
‘movimiento tensor’ (toniké kínesis) y ‘hálito común’ (sympnoia). Sobre esta
última palabra y el aprovechamiento que hacen de ella los cristianos,
concretamente Clemente Romano, cfr. W. Jaeger. Cristianismo primitivo y paideia
griega, México D. F., 1965, 37 y ss.
[320] Esta alusión es el fragmento B 75 de
Heráclito (DielsKranz). No conocemos el pasaje por ninguna otra fuente.
[321] El sentido es que colabora no por su
deseo directo sino por ir en esa dirección, contra su voluntad, un sobrante de
su actuación.
[322] Hace alusión a una noticia referida por
Plutarco, De commun. notit. adv. stoicos, 1.065 d, según la cual Crisipo
afirmaba que “igual que las comedias contienen versos ridículos que por sí
solos son malos, pero que añaden alguna gracia al conjunto de la composición,
así también censurarías la maldad por sí sola, pero en el conjunto no resulta
inútil”.
[323] Epíteto de Deméter, vinculada a la
agricultura; Asclepio por su parte está vinculado a la medicina.
[324] Una de las refutaciones de los estoicos
a la inexistencia de los dioses defendida por ateos y epicúreos era la
existencia de cultos dedicados a los dioses, cfr. Cicerón, Sobre la naturaleza
de los dióses, 1.122, como señala Farquharson, 1944, II.
[325] Sobre la forma en que se refiere a sí
mismo Marco Aurelio véase la nota a 6.26.
[326] No se sabe a quiénes está aludiendo, se
ha pensado que se trata de simples servidores del emperador.
[327] Tras citar a filósofos de los siglos
VII-V a.C. cita a científicos de los siglos IV-II a.C. Eudoxo de Cnido
(c.390-c.340 a.C.) fue un matemático y astrónomo, construyó el primer sistema
matemático para explicar el movimiento aparente de los cuerpos celestes.
Hiparco, siglo II a.C., fue un astrónomo que hizo unas observaciones muy precisas,
sustituyó rígidos modelos anteriores por procedimientos de cálculo mucho más
cómodos y fáciles de aplicar, descubrió el movimiento de precesión de los
equinoccios. Arquímedes de Siracusa (c. 287-211 a.C.), matemático e inventor,
desarrolló sistemas para calcular áreas y volúmenes de distintos cuerpos
esféricos, procedimientos de cálculo para trabajar con cantidades muy altas,
además de sus famosos trabajos sobre hidrostática.
[328] Menipo de Gádara, filósofo cínico del
siglo III a.C.; sobre los cínicos y su relación con el estoicismo véase la
introducción.
[329] Es alusión platónica: son las
realizaciones imperfectas de las ideas.
[330] Aunque la libra romana tenía menos peso
que la nuestra, 300 libras eran casi 100 kilogramos.
[331] Cfr. 4.1.
[332] Cfr. 8.15. Leídos ambos pasajes
simultáneamente pueden entenderse referidos a la función de emperador de Marco
Aurelio. Efectivamente es capitán de la nave del estado, vieja metáfora de la
poesía griega, presente ya en Arquíloco, pero al mismo tiempo su inclinación
filosófica hace que se sienta un médico que debe ser capaz de sanar moralmente
a sus subditos. El sentido de 6.55 es que estas responsabilidades le obligan a
aceptar las criticas. En 8.15 su responsabilidad máxima le priva de la
posibilidad de extrañarse ante los reveses que se presentan en su doble
función.
[333] Se refiere a los enfermos que segregan
mucha bilis de tal forma que les resulta amarga cualquier cosa que tomen.
[334] Sobre la importancia de la
representación en la toma de decisiones y en el comportamiento véase 3.4 y
3.11.
[335] Aunque no es la interpretación habitual
pensamos, como apunta parcialmente Farquharson, 1944, u, que el pasaje en
conjunto está haciendo referencia al triunfo romano propiamente dicho y no son
comparaciones dispersas. Marco Aurelio festejó diez triunfos. Los equipara a
algo teatral, a grupos de gente, a algo que sólo tiene atractivo para personas
simples, de ahí la conclusión final.
[336] Plutarco, Coniug. praec., 142e: “Los
filósofos dicen que unos cuerpos están formados de elementos separados como una
flota o un ejército, otros de elementos en contacto como una casa o un barco,
otros son uno por naturaleza como cada uno de los seres vivos.”
[337] Los términos “miembro” (mélos) y “parte”
(méros) se diferencian en griego sólo por una letra, la “p”.
[338] Marco Aurelio no hace sino descomponer
los elementos de la palabra felicidad, eudaimonía, en griego, eu ‘bien’, daímon
‘espíritu divino’.
[339] Dalfen prefiere “partes”, cfr. la nota a
7.13.
[340] Aunque no coincide exactamente en la
forma de expresión, esta cita es equivalente a una muy famosa de Demócrito que
dice: “Por convención es lo dulce, por convención lo amargo, por convención lo
caliente, por convención lo frío, por convención es el color, pero de verdad
hay átomos y vacío”; Diels-Kranz B9,cfr.B117 y B125.
[341] Se interpreta desde antiguo que es una
reflexión sobre la muerte o el fin. Se plantea de nuevo el dilema entre un
mundo que sólo consiste en átomos, en cuyo caso la muerte es el fin total, y
otro organizado por una providencia o un principio unificador y racional que da
coherencia a todo, en el que la muerte es transformación; cfr. 4.3, 6.10.
[342] Es una reflexión sobre el dolor de
origen epicúreo que vemos repetida en autores de la época como Plutarco, Q.
adol. poet. aud. deb., 36b con casi las mismas palabras, o en Diógenes de
Enoanda, frag. 105; M. F. Smith, Diogenes of Oenoanda: the Epicurean
Inscription, Napóles, 1993.
[343] Se ha interpretado tradicionalmente que
se refiere a los que aspiran a la fama.
[344] Se reproduce aquí literalmente (excepto
alguna variante textual) un pasaje de la República de Platón, VI 486ab.
[345] Es un dicho de Antístenes, discípulo de
Sócrates, que repetía Epicteto (transmitido por Arriano, IV 6.20).
[346] Pasaje de una obra no identificada de
Eurípides, frag. 287 Nauck.
[347] Probablemente se trate también de una
cita, pero no ha sido identificada.
[348] Eurípides, de la hoy fragmentaria
Hipsipila, frag. 757 Nauck, en el que Anfiarao consuela a Euridice por la
muerte de Arquemoro.
[349] Eurípides, de la hoy fragmentaria
Antiope, frag. 208 Nauck; Anriope llora resignada la muerte de sus dos hijos.
[350] Pasaje de una obra no identificada de
Eurípides, frag. 918 Nauck.
[351] Pasaje de una obra trágica no
identificada, frag. 302c Kannicht-Snell, TrGF2,1981.
[352] Platón, Apología, 28b.
[353] Platón, Apología, 28d.
[354] Platón, Gorgias, 512d.
[355] Eurípides, de la obra hoy fragmentaria
Crisipo, frag. 839 Nauck. Es un texto transmitido por distintos autores. El
texto de Marco Aurelio es ligeramente diferente del de Filón de Alejandría.
[356] Eurípides, Suplicantes, 1110-1111, con
un pequeño cambio en el texto. La frase completa de Eurípides, puesta en boca
de Ifis, que desea la muerte, es: “Odio a los que ansian prolongar la vida / y
con alimentos, bebidas, encantamientos / desvían su curso para no morir.”
[357] Pasaje de una obra trágica no
identificada, frag. 303 Kannicht-Snell, TrGF2,1981.
[358] Alude por el término que usa
(literalmente: ‘hábil para derribar’) a un apotegma espartano transmitido por
Plutarco, Apotheg. loe., 236e: “Alguien le dijo en Olimpia a un laconio
derrotado en el combate: “Laconio, tu contrincante fue más fuerte que tú.” “No
-dijo él-, sino más hábil para derribar”.” Aquí lo aplica Marco Aurelio para
insistir en que uno no puede permitir que ningún contrincante sea superior en
las virtudes morales.
[359] Se enriende si se lee 4.1, donde usaba
la metáfora del fuego que hace su materia aquello que se le enfrenta.
[360] Existe una laguna que no ha sido
completada satisfactoriamente.
[361] Se refiere a Epicteto transmitido por
Arriano (I 28.4), que cita a su vez a Platón, República, 412e-413a, donde
razona que nadie se priva voluntariamente de lo bueno y la verdad lo es; por
tanto, nadie se priva voluntariamente de la verdad.
[362] Epicuro, frag. 447 Usener.
[363] Quizá seria preferible aceptar la
conjetura de muchos editores a partir de Casaubon en 1643, que daría un texto:
“...lo mismo que les pasa a los hombres insociables frente a los hombres”.
Seguimos el texto conservador de Dalfen.
[364] Probablemente es un personaje inventado,
se le consideraba hijo de Pitágoras y transmisor de sus enseñanzas, tal y como
nos lo presenta Diógenes Laercio, 8.43, 53. Intervenía como protagonista en un
diálogo socrático de Esquines Socrático o de Esfeto (siglo IV a.C.), que sólo
se nos conserva fragmentariamente, en el que probablemente se le ridiculizaba.
[365] Alusión a una anécdota sobre Sócrates
del Banquete platónico (220ad) en la que se intenta demostrar la fortaleza de
Sócrates.
[366] Alusión a una anécdota que aparece en la
Apología platónica (32c) o en Memorables de Jenofonte (4,4,3): Sócrates
desobedeció una orden de los treinta tiranos para no involucrarse en la muerte
de un ciudadano de Salamina poniendo en riesgo su propia vida.
[367] Exactamente la misma expresión para
caracterizar a Sócrates aparece en Aristófanes, Nubes, 362; también Platón,
Banquete, 221b.
[368] Se refiere al compuesto que forman el
cuerpo y el alma; a pesar de ello el alma puede establecer sus confines frente
al cuerpo.
[369] Esta frase la traslada al final del
párrafo Farquharson, 1944, II, y quizá sea preferible para el sentido general.
[370] Esta frase aparece en los manuscritos
como final del apartado 8.6; seguimos el texto de Dalfen, aunque la
transposición no es muy convincente pues resulta redundante con lo
inmediatamente anterior.
[371] Son las tres ramas de la filosofía
estoica: física, ética y lógica.
[372] Sobre la interpretación de este pasaje
véase 6.55 y la nota.
[373] Como se ve por este pasaje y por 4.3, se
contraponen dos concepciones, una, la estoica, que es providencialista y cree
en los dioses, y otra, la epicúrea, que es materialista en cuanto que los
dioses, sin negar directamente su existencia, no tienen ningún papel.
[374] Cfr. 4.19, sobre la comparación de la
vida humana con una lámpara que se enciende y apaga. Aquí se enriquece la
comparación con la idea de que es la naturaleza quien enciende y apaga.
[375] Domicia Lucila, madre de Marco Aurelio,
cfr. 1.3.
[376] Anio Vero, padre de Marco Aurelio, cfr.
1.2.
[377] Mujer de Claudio Máximo.
[378] Claudio Máximo, cfr. 1.15.
[379] Liberto de Adriano.
[380] Liberto de Adriano.
[381] Ania Galería Faustina, mujer de Adriano,
tía de Marco Aurelio por parte de su padre y al mismo tiempo suegra.
[382] Céler, Caninio fue secretario de
Adriano, autor de una retórica y según la Historia Augusta, IV, 2.4, maestro de
Marco Aurelio y Lucio Vero.
[383] Puede tratarse del emperador, pero se ha
pensado también en un sofista citado por Filóstrato 2.585, cfr. Dalfen.
[384] Cárax es quizá un filósofo de Pérgamo.
[385] Demetrio, filósofo cínico del siglo i
d.C., relacionado con Séneca
[386] No identificado.
[387] Cfr. 4.19 y la nota.
[388] Es decir, el cuerpo, cfr. 3.3 y 12.2. No
todos los editores están de acuerdo con esta lectura que parte de una conjetura
de Vaickenaer, BPhW, 1914 1567-8, aceptada por Dalfen.
[389] Livia drusila Augusta, véase el índice
de nombres.
[390] Julia, véase el índice de nombres.
[391] Octavia, véase el índice de nombres.
[392] Véase el índice de nombres.
[393] Filósofo distinguido, residente en Roma
durante el gobierno de Augusto, escribió obras de carácter estoico. Se le
conoce por Séneca.
[394] Véase el índice de nombres.
[395] Hay una laguna y no existe coincidencia
entre los editores. Seguimos a Dalfen, que reconstruye a partir de 4.48 y
piensa por ello que es una alusión a Pompeya (véase la nota a 4.48) y no a la
familia de Pompeyo.
[396] Existe una corrupción en el texto sobre
la que no ha habido acuerdo, pero parece que el sentido es más o menos el
señalado.
[397] Se entiende si se lee 4.1, donde usaba
la metáfora del fuego que hace su materia aquello que se le enfrenta.
[398] Concubina de Ludo Vero; no debe
confundirse con Pantea, mujer de Abradatas.
[399] Liberto de Lucio Vero.
[400] No sabemos nada de estos personajes.
[401] cfr 2.2.
[402] Tiene el aspecto de tratarse de una cita
para nosotros desconocida Se han propuesto distintas lecturas a este pasaje que
afectan también a la distribución del texto en las secciones 37, 38 y 39.
[403] Sobre el concepto estoico de reserva,
cfr. 4.1 y 6.50.
[404] Alusión a Empédocles, a una cita que se
repite más extensamente en 12.3, referida también al estado ideal para la
razón.
[405] La imagen es la de la pelota que ha
usado en 8.20. La naturaleza puede hacer conmigo lo que quiera porque eso no
debe afectar a la parte divina de mi ser. Si se afecta por el sufrimiento,
miedo a la muerte, etc. es cuando se rebaja y se humilla.
[406] Sobre la gradación desde lo racional a
lo material, véase 6.14 y su nota.
[407] Usa un término técnico de la filosofía
estoica para aquello que sin ser en sí ni bueno ni malo (por tanto, es
‘indiferente’, cfr. 5.20 y su nota) precede a nuestro juicio y elección. Sobre
la representación, cfr. 3.4.
[408] Esta explicación de la luz procede del
estoicismo medio y es coincidente con la explicación posterior neoplatónica;
véase Farquharson, 1944, II. Existía otra interpretación, más cercana a la
actual, que sostenía que sí existía pérdida de energía y por tanto vaciamiento,
cfr. Lucrecio, 302. Para el símil que usa Marco Aurelio le conviene
evidentemente mucho más la primera. Además, existe en el texto una explicación
etimológica intraducible, muy del gusto del autor, basada en el parecido
fonético de las palabras “rayo” y “expansión”.
[409] Con otra terminología está aludiendo a
los ‘indiferentes’; cfr. 5.20 y la nota.
[410] La peste hizo verdaderos estragos a lo
largo del reinado de Marco Aurelio.
[411] Sobre la importancia de la
representación en la toma de decisiones y en el comportamiento véase 3.4 y 11.
[412] El fuego es uno de los cuatro elementos,
las formas que nosotros vemos en la tierra no son puras, tienen alguna mezcla
de los otros elementos; el fuego puro o elemental está arriba en lo más alto.
[413] Se refiere a Antonino, padre adoptivo.
[414] Como señala Farquharson, 1944, II, todo
el pasaje es el desarrollo de una idea que puede remontarse a Heráclito y que
vemos formulada con gran claridad en Séneca, Epístolas morales, 24.20:
"Morimos a diario; a diario, en efecto, se marcha una parte de la vida y
también cuando crecemos la vida decrece. Perdimos la infancia, después la
niñez, después la adolescencia."
[415] La aplicación de la frase no es muy
clara. En 5.33 se usan las rabietas infantiles para referirse a cosas sin
importancia. Los espíritus diminutos que llevan cadáveres son una referencia a
la cita que ha hecho de Epicteto en 4.41. La evocación de los muertos, Nekyia,
o es una alusión a la bajada a los infiernos de Ulises en Odisea, 11 o es
propiamente el rito mágico para invocar a los muertos.
[416] Sobre la causa formal frente a la
materia, cfr. 5.13.
[417] Cfr. 4.3 y 6.10.
[418] Referido a los subditos. En una ciudad
ideal platónica cada uno cumpliría su deber convencido de ello, por
conocimiento, no por obediencia. El cambio de opinión, por tanto, consiste en
pasar de la ignorancia al conocimiento que aporta el cultivo de la filosofía.
Para Marco Aurelio el planteamiento platónico es poco realizable, es mejor
conformarse con una filosofía práctica que concierne a cada uno en su
comportamiento; ésta es la filosofía que se reivindica al final del pasaje. No
encaja demasiado en esta visión la referencia de la Historia Augusta, IV, 27,
7, sobre que Marco Aurelio repetía el dicho platónico (República, 487e) de que
las ciudades no prosperan mientras los filósofos no mandan en ellas. Por otra
parte, es inválido el modelo de hombres de estado como Alejandro o Filipo, cuyo
éxito fueron grandes conquistas, es decir, que impusieron comportamientos sobre
otros.
[419] Filipo II de Macedonia, padre de
Alejandro Magno, 382-336 a.C. Fue el arquitecto de la grandeza de Macedonia y
el político más influyente en la vida griega desde 357 a.C. a su muerte.
Démostenes, el orador y político ateniense, intentó frenarlo inútilmente para
que no se hiciera con todo el poder en Grecia.
[420] Demetrio Palero fue un político
ateniense filomacedonio de formación peripatética muy influyente desde el año
325 a.C. Se le considera un buen legislador y administrador. No encaja
demasiado bien después de grandes conquistadores como Filipo y Alejandro Magno,
por ello se ha pensado que no se trata de Demetrio Palero, sino de Poliorcetes,
rey de Macedonia entre 294 y 287 a.C. con un importante historial militar.
[421] Cfr. 6.13.
[422] Cfr. 9.28 y la nota.
[423] Frag. 191 Usener. Probablemente Marco
Aurelio traslada más el sentido general de Epicuro que sus palabras literales;
de hecho aparecen expresiones muy características de Marco Aurelio.
[424] Como afirma en 4.40, "el universo
es como un único animal con una única substancia y una única alma".
[425] Existen tres niveles de Physis o
naturaleza: la vegetativa propia de seres inanimados, la de los que tienen
alma, por tanto son animados, y finalmente la de los racionales, Cfr. 3.16 y la
nota.
[426] Cfr. 4.3 y 6.10.
[427] Alude a los hombres y trata de su
muerte, como se ve con toda claridad en la parte final.
[428] Como se ve en el pasaje anterior, la
naturaleza se concibe globalmente como principio organizador, por tanto, supone
la providencia. Dejarla a un lado es asumir, sólo por motivos arguméntales, la
explicación atomista basada en el comportamiento natural de las partes sin que
exista organización del conjunto.
[429] Cfr. 5.13 y la nota.
[430] Ha habido larguísimas discusiones sobre
la interpretación de esta última parte; véase el detalle en el comentario de
Farquharson, 1944, II. Según él, es una alusión a la teoría epicúrea mientras
que lo anterior serian planteamientos estoicos canónicos.
[431] Traducimos así para reproducir el juego
que hace Marco Aurelio con tres compuestos que comparten el elemento -phron.
[432] Pueblo del Danubio contra el que
combatió Marco Aurelio largos años.
[433] La misma frase en 3.11 en un contexto
muy similar.
[434] Existe un juego de palabras en griego
entre ‘conviene’, sumphérei, y ‘da’, phérei, por ser el primero una forma
compuesta del segundo.
[435] Es una cita de un pasaje de Eurípides
conservado como fragmento 898 : Nauck: "La tierra está enamorada de la
lluvia"... "El cielo glorioso cargado de lluvia ama caer sobre la
tierra por obra de Afrodita."
[436] Intentamos reproducir el juego de
palabras que usa Marco Aurelio en griego a partir de un significado especial de
phileî en sentido de 'suele' cuando el significado habitual es 'amar, sentir
cariño'.
[437] Platón, Teeteto, 174d-e, en un pasaje en
el que sostiene que no existen grandes diferencias entre un rey y un pastor.
[438] De nuevo un juego de palabras
intraducibie, ya que en griego la palabra 'ley', nómos, tiene la misma raíz que
el verbo 'repartir', némo.
[439] Creso, rey de Lidia, región de Asia
Menor, en el siglo vi a.C., gozó de enorme prosperidad aunque luego cayó bajo
el poder de los persas. Conocido especialmente por el libro I de las historias
de Heródoto.
[440] No está muy clara la identificación de
los personajes que cita, excepto, con dudas, la de Eufrates y Alcifrón. Según
Farquharson, 1944, II, contrapone a personas vivas con otras muertas,
pertenecientes al mismo grupo. Así Satirón, Eutiques e Mimen (los tres
desconocidos) serian filósofos académicos contemporáneos de Marco Aurelio;
Eufrates sería un estoico ya muerto, pues es citado por Plinio el Joven y
Epicteto en el siglo I d.C., mientras que Eutiquio o Silvano (ambos
desconocidos) serían estoicos contemporáneos. Alcifrón es un rotor
epistológrafo contemporáneo de Marco Aurelio; peor conocido es Tropeóforo,
aunque se piensa que podría tratarse también de un epistológrafo anterior. La
identidad de los demás ha sido motivo de mayor discusión; se ha pensado que
Jenofonte, Critón y Severo pueden ser discípulos de alguna escuela médica,
mejor que los contemporáneos de Sócrates bien conocidos por Platón o el propio
Jenofonte. Véase Dalfen, 93-94, con referencias bibliográficas.
[441] Homero, Iliada, 6.147 y ss. La cita
completa dice así: "De entre las hojas, unas las vierte por tierra el
viento, / otras las hace nacer el bosque floreciente y sobreviene la estación
de la primavera; / asi es el linaje de los hombres, uno nace, otro deja de
ser."
[442] Sobre el cuerpo como recipiente, cfr.
3.3 y 8.27.
[443] Usa en griego palingenesia. Cfr. la
misma idea en 2.14. En 5.13 se plantea la teoría sólo como posibilidad, cfr. la
nota a ese pasaje.
[444] La misma reflexión en 6.13.
[445] El pasaje es una clara alusión al
suicidio, así debe entenderse lo de 'irse'. En opinión de Dalfen, que sigue a
Eichstädt, Haines, Lemercier, la alusión a los cristianos se trata de una glosa
para explicar el significado de parataxis, que debe entenderse como
'obstinación', ya que no es el habitual. Por otra parte, el término habitual
para referirse a los cristianos en la época era galilaioi, 'galileos', más que
christianoi 'cristianos' que es el que tenemos aquí. Sea original o no es
probable que se trate de una alusión a los cristianos y a su forma de enfrentar
el martirio. Sobre la actitud de los estoicos ante el suicidio véase 3.1 y la
nota.
[446] La metáfora de que el mundo es un teatro
subyace en más pasajes, como 10.27.
[447] Es una invocación que repite con
pequeñas variaciones Edipo en Edipo Rey de Sófocles, 1.089, 1.127, 1.391,
1.452.
[448] Eurípides, es un pasaje ya citado en
7.41.
[449] Eurípides, ya citado en 7.38.
[450] Eurípides, ya citado en 7.40.
[451] La acritud con relación a la filosofía
que expresa ahora es bastante contrapuesta a la de 8.1.
[452] Cfr. 7.55, referido a la naturaleza. Lo
inferior debe quedar subordinado a la superior, de ahí la idea de justicia en
el sentido de atribuir a cada uno según su valor.
[453] Sobre la traducción 'ni bueno ni malo',
cfr. la nota de 3.11.
[454] Cfr. 12.3.
[455] Cfr. 8.57.
[456] Nos parece acertada la conjetura de
Schenki que acepta Dalfen.
[457] Foción (402318 a.C.), el general ateniense
con una carrera más larga y con más éxitos, siempre fiel a Atenas a pesar de su
desacuerdo con la política antimacedonia de Démostenos. Finalmente fue
condenado a muerte por los atenienses por su postura en exceso favorable a
Macedonia y pronunció, al beber la cicuta ante su hijo, una frase que se hizo
histórica: "Te ordeno que no guardes rencor a los atenienses por esta su
copa de amistad que ahora bebo." cfr. Claudio Eliano, Varia historia,
12.49.
[458] Este largo capítulo es un auténtico
decálogo para soportar comportamientos ajenos que nos encolerizan e indignan.
[459] Cfr. 10.13.
[460] Como hemos comentado en 7.67 por el
término que usa se refiere al compuesto de cuerpo y alma. Sobre los elementos
cfr. 4.4.
[461] Usa un término compuesto, eukoinonesía,
que pertenece a la escuela estoica, citado por Estobeo en relación a Crisipo,
2.7.5b2.
[462] Alusión a la fábula del ratón de campo
que tiene poco para comer pero vive tranquilo frente al ratón doméstico, que
tiene mucha comida pero la come con muchos sobresaltos. Cfr. Babrio 108 (Esopo,
297; Halm, 314; Hausrath-Hunger).
[463] Lamia era el nombre de un coco o
monstruo comeniños. Cfr. Platón, Critón, 46c, Fedón, 77e.
[464] Pérdicas II, rey de Macedonia c. 450-413
a.C. Pero la anécdota a la que se refiere es relativa a Arquéalo, su hijo
adoptivo, también rey de Macedonia (413-399 a.C.), tal y como la cuenta
Aristóteles en su Retórica, 1398a o Séneca, De beneficiis, V 6.2.
[465] Lo conocemos por Séneca, Epistula, 11.8
(fr. de Epicuro, 210 Usener). Sobre Séneca, véase el índice de nombres.
[466] El hombre virtuoso es radiante, cfr.
7.21, 10.12, 11.15.
[467] La mujer de Sócrates.
[468] Aristófanes en las Nubes se ríe de lo
mal vestido que iba Sócrates. Aquí vemos que Jantipa para salir a la calle tiene
que quitarle la túnica a Sócrates. Véase también Diógenes Laercio, II 37. La
segunda parte de la anécdota sobre la vergüenza de los discípulos no se ha
conservado por otra mente.
[469] El mismo proverbio de que uno no puede
mandar si antes no ha aprendido a recibir órdenes, sin ceñirlo al ámbito
concreto de la lectura o escritura, en Aristóteles, Política, 1277b, también
Aristófanes, Caballeros, 542, Platón, Leyes, 762e, Diógenes Laercio, I 60.
[470] Se considera un fragmento de una
tragedia sin que se pueda precisar el autor, Kannicht-Snell, TGF2, Göttingen,
1981, frag. 304. El significado que le da Marco Aurelio es más bien a la
inversa: quien no se comporta según manda su razón es un esclavo.
[471] Es un resumen del texto de Epicteto
transmitido por Arriano en III 24.86. El sentido global del pasaje es que hay
que refrenarse en el cariño porque amamos a personas mortales cuya existencia
no depende de nosotros, sino que es la divinidad la que nos las concede o nos
las quita.
[472] Es un verso de Hesíodo, Trabajos y días,
186, modificado, ya que en Hesíodo no hay referencia a la virtud y a quien se
critica es a los padres, muestra de la degeneración moral de la edad de hierro,
en el mito de las edades. Es posible que la modificación de la cita se deba a
algún estoico.
[473] Es un resumen del texto de Epicteto
transmitido por Arriano en III 24.86. El sentido global del pasaje es que hay
que refrenarse en el cariño porque amamos a personas mortales cuya existencia
no depende de nosotros, sino que es la divinidad la que nos las concede o nos
las quita.
[474] Es un resumen del texto de Epicteto
transmitido por Arriano en III 24.88-91.
[475] Es una paráfrasis del texto de Epicteto
transmitido por Amano en III 24.91-93.
[476] Epicteto transmitido por Arriano, III
22.105. El pasaje completo es "No hay ladrón ni tirano del albedrío, del
cuerpo sí, de la hacienda, de los cargos, de las honras también"; por
tanto, hay que preocuparse por aquello que de-pende de nosotros. Mientras que
proaíresis, que hemos traducido por 'albedrío' (sobre los problemas de
traducción del término, cfr. Ortiz García, Epicteto. Disertaciones por Arriano,
Madrid, 1993, 29 y ss.), es un término fundamental en Epicteto (aparece más de
70 veces). Marco Aurelio no lo usa excepto en esta cita, a pesar de que está
muy inspirado en general por Epicteto.
[477] Por las alusiones anteriores parece que
no cabe duda de que sigue hablando Epicteto, aunque este texto no está entre
los transmitidos por Arriano, de hecho Schenkl integra este pasaje y el
siguiente como fragmentos 27 y 28 en su edición de Epicteto, Leipzig, 1916. El
pasaje está trufado de vocabulario típico de Epicteto.
[478] Cfr. 4.1, 5.20.
[479] Este pasaje no se identifica con ningún
texto conocido aunque parece evidente su origen estoico.
[480] Cfr. 2.2 y 3.16, 17.
[481] Empédocles, frag. 27 Nauck.
[482] Cfr. 2.15.
[483] 'Pancracio' etimológicamente quiere
decir 'lucha de todo tipo', porque se luchaba con puños, pies, llaves, etc.
[484] En 4.3 y 6.10 se ha planteado como dilema
entre la acritud epicureista atomista y la estoica providencialista. Ahora se
añade una tercera posibilidad.
[485] Sobre la metáfora de la lámpara para
referirse a la vida véase 8.20 y la nota.
[486] Cfr. 5.17.
[487] El dilema que ya ha usado en 4.3, 6.10,
12.15.
[488] Cfr. 3.16: se entiende 'alma' como
principio vital y animador, lo que diferencia a animales de inanimados; según
su concepción se recibe con el nacimiento.
[489] Según Farquharson, 1944, II, se refiere
a espíritus, daímones, benignos o malignos que se creía que habitaban en el
aire. Referencias de este tipo podemos encontrar en otros autores de la época o
algo posteriores como Diógenes Laercio, 8.32; Sexto Empírico, Contra los
matemáticos, DC 86.
[490] Según la concepción médica del momento
el parentesco de la madre con su hijo se explicaba por la sangre que aportaba
al feto, mientras que el del padre era gracias al semen.
[491] Parece una cita de un verso de Eurípides
de una obra desconocida, Nauck 1.018: »Nuestra inteligencia es un dios en cada
uno de nosotros.«
[492] Probablemente es el mismo que cita en
4.50.
[493] Quizá se trate de un rico médico de
Nápoles, mencionado por Plinio, Historia Natural, 9. De lo que no cabe duda es
que es una persona pudiente ya que únicamente los emperadores y nobleza romana
podían permitirse el lujo de habitar en mansiones en la bahía de Bayas (en la
Campania, cerca de Cumas), célebre por sus fuentes y sus baños; aquí murió
Adriano.
[494] Tiberio, el emperador, véase el índice
de nombres, es el único personaje conocido de los que cita, famoso por su
empeño de vivir en Capri, donde se hizo construir un palacio del que todavía se
conservan importantes vestigios. Parece, por tanto, que esta lista cita a
personajes que se identifican con determinados lugares por preferencias
estrafalarias.
[495] Frontón, Ad amic., I 11 le manda una
carta a este personaje.
[496] Es una referencia a la doctrina de
Epicuro que enseñaba a despreciar la muerte para poder disfrutar mejor de la
vida.
[497] Hadot, 1998, Marc Auréle, cvii.
[498] Frontón, Epistolario, ed. A. Palacios
Martín, Madrid, 1992.
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