“Ser pobre quiere decir morir de hambre, ser analfabeto, ser explotado, no saber que se es hombre”

"Desplegó (Dios) el poderío de su brazo  
dispersó a los soberbios de corazón,  
derribó del trono a los poderosos,  
enalteció a los humildes.  
y a los ricos los despidió vacíos" (Lc.1,51-53)
                                                                                                                                             



La voluntad del Creador es que, viviendo como hermanos, todos tuvieran asegurado el pan y la dignidad de cada día. Porque están excluidos de los beneficios de una creación que el soñó para todos, Dios está especialmente cercano y próximo a los pobres y marginados. Por eso el Verbo de Dios al hacerse hombre se acercó a los miserables y alivió sus sufrimientos, enfermedades y carestías como un signo del mundo nuevo que él venía a inaugurar. 
Los cristianos optamos por los pobres porque Dios opta por ellos. Y nuestro Dios opta por ellos por ser como es: bueno. Así de entrada esta opción es incondicional: correspondiente a la gratuidad misericordiosa de Dios. Cuando se opta por los pobres del mismo modo que optó Jesús, acontece el reinado de Dios. La opción por los pobres es un signo escatológico, una señal de la llegada de los últimos tiempos. En el que opta así por los pobres actúa el Espíritu que actuó en Jesús (Lc 4,18). Pero además, por la peculiar estructura encarnatoria de la salvación cristiana, quien opta por los pobres opta por Jesús (Mt 25,40). Esa persona posee en sí la vida verdadera, la vida perdurable (Lc 10,25-37). Pero si la opción por los pobres da vida, humaniza y salva a quien la hace, su objetivo no es obviamente la propia persona que opta. Esa persona recobra la vida precisamente porque la entrega (Mt 8,35).
Me doy perfecta cuenta que esta opción por los pobres es objetiva y subjetivamente contradictoria con la opción de la figura histórica vigente, que implica una opción por no considerarlos, incluso por excluirlos. Hay que comenzar mencionando el hecho de que la polarización entre ricos y pobres, como resultado de la aplicación de los mecanismos del sistema vigente, crece cada día. Estas "intolerables desigualdades económicas y sociales" han sido denunciadas continuamente por los Papas, sobre todo por Juan Pablo II. Pero hoy se vislumbra un fenómeno nuevo: la tendencia de "suprimir" a los pobres. Se tiende a organizar la convivencia de tal forma que uno puede pasar toda la vida sin entrar en contacto con los pobres ni dejarse afectar por ellos. La separación física lleva a que los pobres desaparezcan de la conciencia y a lo más entren a formar parte del eufemístico "costo social". Fuera de la ciudad se construyen hoy, bien protegidas, villas perfectas sin el contagio de la pobreza. Sin embargo, el Evangelio dice más bien que no tiene vida en sí mismo -vida verdadera-, quien no sale de su camino -de su modo de vida-, para aproximarse a quien tiene necesidad de ser ayudado, herido al borde de los caminos (Lc 10,25,37).
La palabra de Jesús es verdad. El desprendimiento de los bienes materiales libera de la angustia, aumenta la confianza en Dios y da a la persona una felicidad que solamente así peude alcanzar. Pobreza voluntaria y confianza en Dios son cosas inseparables; cuanto uno más se desprende de los bienes materiales, mayor es su anhelo por los espirituales, cuanto menos se busca apoyo en muletas humanas, mayor es la confianza en Dios.

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