Facundo en sus palabras (Ysuca)

Con indignación hemos recibido la noticia del asesinato del trovador argentino Facundo Cabral, ocurrida el sábado recién pasado en la capital guatemalteca y atribuida a supuestos sicarios del crimen organizado. La noticia ha dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales, cuyos usuarios han mostrado su enfado por el crimen que pone en la mirada mundial no solo a Guatemala, sino también a la región centroamericana, que se encuentra sumida en la violencia.
La criminalidad irracional, claro está, no entiende de cultura, de paz, de sabiduría, de respeto a la vida, a la dignidad; en pocas palabras, no entiende lo que significa llevar la vida con honradez. Entiende, eso sí, de armas, de corrupción, de asesinatos, de tráfico de personas y drogas, de muertes violentas individuales y colectivas, es decir, es experta en las prácticas que deshumanizan y empobrecen al ser humano. Por el contrario, Cabral nos deja un legado de palabra humanizadora y esperanzadora, cuyas fuentes de inspiración fueron, entre otros, Jesús de Nazaret, Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, San Francisco de Asís, Buda. Por eso es conocido como el “trovador pacifista”, “el hombre de palabra inteligente”, “el cantor de la cultura profética”, “un sabio de la vida”, “el contador de historias”, “el poeta que nos hacía reflexionar”. Su aporte humanista fue reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco); en 1996 lo declaró “Mensajero Mundial de la Paz”. En su memoria, recordemos siete pensamientos propios de su talante iluminador de la vida buena, esto es, de una vida orientada con ética y sabiduría.
Los primeros cinco pensamientos hacen referencia al “buen vivir” (del que habla la cultura indígena), tan urgente para que nuestra cotidianidad deje de ser una amenaza y se constituya más bien en promesa cumplida de vida digna. Primero, “el bien y el mal viven dentro tuyo, alimenta más al bien para que sea el vencedor cada vez que tengan que enfrentarse. Lo que llamamos problemas son lecciones, por eso nada de lo que nos sucede es en vano”. Segundo, “cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor, es un soldado menos”. Tercero, “tienes un cerebro como Einstein, tienes un corazón como Jesús, tienes dos manos como la madre Teresa, tienes una voluntad como Moisés, tienes un alma como Gandhi, tienes un espíritu como Buda. Entonces, ¡cómo puedes sentirte pobre y desdichado!”. Cuarto, “nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo; es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites, y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos”. Quinto, “ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos, y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida”.
Y para contrarrestar el sentimiento de impotencia ante tanto mal que campea impunemente, Cabral dice: “Que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas; el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruya hay millones de caricias que alimentan a la vida”. Y quizás hablando de su violenta muerte, afirmaría: “Algunos no tienen la muerte que merecen; y otros no merecen la muerte que tuvieron”. Sin embargo, como Facundo Cabral era un hombre de terca esperanza, seguirá pensando que “si los malos supieran lo buen negocio que es ser buenos, serían buenos, aunque solo fuera por negocio”.
Dejamos abierto nuestro comentario con una de esas historietas de Anthony de Mello con las que se identificaba Cabral: “En cierta ocasión, Buda se vio amenazado de muerte por un bandido llamado Angulimal. ‘Sé bueno’, le dijo Buda, ‘y ayúdame a cumplir mi último deseo. Corta una rama de ese árbol’. Con un golpe de su espada, el bandido hizo lo que le pedía Buda. ‘¿Y ahora, qué?’, le preguntó a continuación. ‘Ponla de nuevo en su sitio’, dijo Buda. El bandido soltó una carcajada: ‘¡Debes estar loco si piensas que alguien puede hacer semejante cosa!’. ‘Al contrario’, le dijo Buda. ‘Eres tú el loco al pensar que eres poderoso porque puedes herir y destruir. El poderoso es el que sabe crear y curar’”. Desde este relato podemos concluir diciendo que el poder que procuró cultivar Facundo Cabral sigue estando entre nosotros.

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