LA PEDAGOGIA PARA EL DISCERNIMIENTO: EL EXAMEN COTIDIANO

Lastres y herencias de nuestra espiritualidad

Es de sobra conocida la importancia que le diera Ignacio al examen de conciencia. Le daba mas relevancia aún que a la misma oración. Los dos instrumentos espirituales que entrega al jesuita para desempeñarse en su tarea, una vez pasadas Las etapas de formación y prueba, son la oración y el examen. Sin embargo -no tenemos que fundamentar mucho esta afirmación-, una gran mayoría de jesuitas no hemos sabido a ciencia cierta qua hacer con el examen. Por no acabar de comprender su finalidad vino una época de desprecio e infravaloración practicas. No se hacían teorías sobre su falta de eficacia, pero lo que era peor, se establecía una actitud de descrédito y baja estima.

Y no es que no se nos dieran métodos para hacerlo. Desde el noviciado nos presentaron el n. 43 de los Ejercicios, tal como lo traía el mismo texto o con algunos comentarios y explicaciones. A mi entender ha sido la rígida fidelidad a ese número de los Ejercicios lo que ha entorpecido en gran manera el entusiasmo por el examen. Se ha olvidado a Ignacio presentando solo las “Banderas”, “Tres Maneras de Humildad” y las reglas del discernimiento. Pareciera que el examen diario perteneciera a otra esfera. Las meditaciones jesuíticas por excelencia se establecían para otros campos del espíritu, no para el examen diario. Nada más errado.

Si seguimos de cerca su Autobiografía, ahí Ignacio enseña a los jesuitas el mundo de los diversos "espíritus", como irlos juzgando, que criterios se pueden ir aplicando'... Ignacio en sus exámenes diarios aplicaba continuamente lo que después plasmó en las reglas del discernimiento. Por tanto, en la misma vida de Ignacio tenemos el modelo del examen. Así se originó y así -por el examen asiduo- se plasmaron sus famosísimas reglas. Las reglas del discernimiento, entonces, no solo se aplican para momentos de elección de deliberaciones, sino para la vida ordinaria.

Tal coma aparece reseñado en el número 43 de los Ejercicios, el examen se podría convertir en un análisis del comportamiento. Claro esta, después de meses o años de registrar las mismas faltas, en los mismos lugares y con las mismas personas, el examen se hace tedioso, porque resulta que se esta examinando el comportamiento propio en un campo en donde no se puede hacer nada; en donde lo único que puede realizarse bien es el "dejarse llevar” por el Espíritu del Señor o caer en las redes del Malo.

Y con esto no queremos negar el ámbito de la libertad. Ni mucho menos. Nada más lejano al pensa­miento de Ignacio. Simplemente se colocan las cosas en su sitio... En la vida del Espíritu -lo señalamos bien-, coma dijo Jesús: “nada podemos hacer sin Él”. Toda la fuerza de la libertad, hay que usarla, ponerla en la práctica, pero la clave estriba en optar, en dejarse llevar. La argucia consiste en querer, con toda libertad, "ser puesto” con el Hijo, y el Hijo que carga su cruz en nuestros días.

Lo que sucede, entonces, es que es este campo el que hay que examinar; no son las propias actuaciones, sino mas bien las actuaciones de dios en cada una. Lo que acaece en la vida personal, que viene tanto del Buen Espíritu como del Malo. La óptica es completamente diferente. El examen no será para percatarse de las propias faltas -que siempre estarán con nosotros- sino para tantear por donde el viento del Espíritu hace que nuestro corazón ondee, y saber aprovecharlo; darse cuenta que "ya” impulsándonos y dándonos fuerza.

Que no es el examen cotidiano

De alguna manera lo venimos señalando. El exa­men no es una evaluación moral de nuestras actuaciones. No es eso aunque hay alga de eso, pero no es esa la mejor perspectiva Dado el supuesto de que en la vida del espíritu lo que toca es la 'pasiva actividad' de querer "dejarse llevar», lo que se tiene que descubrir no son nuestros errores o equivocaciones sino por donde sopla el viento, por donde viene la fuerza y cómo le hacemos caso a esa dinámica que viene para darnos vida y comunicarla a los demás.
Tampoco el examen es una evaluación psicológica. No. nos examinamos para descubrir nuestros traumas, nuestras heridas, nuestras reacciones psicológicas. Hay alga también de esto, pero no es esta la Óptica que nos interesa.

El examen no es otro momento de oración al final del día de trabajo, en el que nos recogemos y estamos con el Señor. Eso es magnífico, pero no es esa la finalidad del examen cotidiano. Hay mucho de oración en el examen pero el objetivo no es orar.

Que pretende ser el examen cotidiano

El examen es el ejercicio diario del dis­cernimiento espiritual. Pero, ¿qué se quiere decir con eso? ¿Que significa discernimiento? Todas estas preguntas, gracias a Dios, han ido adquiriendo cada vez mayores y mejores respuestas. En esto se ha dada un gran avance.

Para comprender profundamente el discernimiento no tenemos sino que ir al meollo de las meditaciones que vertebran la segunda semana: “Dos Banderas”, “Tres Binarios” y Tres Maneras de Humildad».

Partiendo de “Dos Banderas”, discernir es lograr clarificar los diversos Campos, los dos polos principales de atracción. Conocerlos a fondo. En “Dos Banderas” aprendemos el modo de proceder del Bueno y del Mal espíritu, entendemos donde están sus bas­tiones, sus fortines (“Babilonia” y “Jerusalén”), las tretas, las tácticas... y sobre todo comprendemos como reaccionamos ante esos vectores que intentan impulsar mí libertad.

Si vamos a los "Tres Binarios”, discernir es lograr evaluar el medio más eficaz para poder estar -bajo la bandera de Cristo”. En definitiva será dejarnos Llevar por donde El ya nos Lleva... De ahí que todo el examen es un acto de fe en tono de “Tercer Binario de que en la vida espiritual la clave es dejarnos Llevar y pedir “ser puestos”. La consigna (ver mas adelante), es el medio para que se nos coloque bajo la bandera de Cristo. En el discernimiento la consigna evaluara y ponderara las mociones (del buen espíritu) y las tretas (del mal espíritu). Si algo nos acerca a la «consigna» serial es de “buen Ángel”, como diría Ignacio; y viceversa.

Respecto a la «Tercera Manera de Humildad», el examen reflejara no tanto que discernir es optar entre lo bueno y lo malo (nivel de “Banderas”) sino que mas bien la tónica es ir siempre abriéndose paso a la radicalización a la que nos impulsa el Señor; a la profundización de la “consigna”). De ahí otro aspecto por el cual la «Tercera Manera de Humildad» es una superación de «Banderas». Ahí no toca optar entre la Bandera de Jesús y la del Malo; toca siempre ir avanzando de lo bueno a lo mejor. “La .tercera Manera” nos hace captar la realidad en dimensiones ulteriores de mayor entrega. Postula como requisito y verificación del discernimiento la vinculación a la pobreza real y al destino concreto de persecución, de ser «escándalo y Locura» para el mundo, de Jesús.

Discernir, por tanto, es saber descubrir los Campos del Señor y del Malo. Es sabernos situar frente a ellos; conocer sus procederes, sus objetivos y estrategias (“Banderas”). Discernir sobre todo esto es optar, por querer «ser llevados» Binarios por donde ya somos conducidos.
Discernir es un proceso sin fin de radicalización en el Señor. Discernir es optar, si, pero ya no entre lo bueno y lo malo, sino discernir lo que nos va pidiendo cada vez el Señor e irle respondiendo con la “Tercera Manera de Humildad”. Discernir es ser dócil a la moción del espíritu que nos impulsa a los pobres y a su lucha: moción personal e histórica. La propia pobreza que lucha por erradicar la pobreza real es condición y criterio de verificación del discernimiento.

El examen cotidiano es el ejercicio de este proceso de discernimiento. Es captar día a día la obra del Señor en nosotros. Es irnos abriendo cada vez más a sus insinuaciones. No es tanto para ver si hicimos el bien o el mal. Habrá también que revisarlo. Pero principalmente el examen, tendrá en cuenta por qua (razones) Llegamos a hacer el mal. Como nos dejamos seducir por una treta y le hicimos caso. Y como, en cambio, nos hablamos cerrado a una fuerza del Señor que si sentamos pero que no la quisimos entender. Ese es el examen.

El examen es el momento para ser testigos de la obra que realice el Padre en nosotros, gracias a /a acción del Espíritu para configurarnos con el Hijo. Es percatarnos de como Ellos nos están convirtiendo en seguidores de Jesús y de cómo ese Camino exige la justicia como exigencia de la fe, aun a costa de la propia vida.

El descubrimiento de la «consigna»: requisito básico

En el objetivo de cómo enseñar a discernir proponemos un modelo de examen cotidiano. Obviamente este ejercicio diario de discernimiento supone haber logrado una experiencia de Dios y de la acción de los espíritus» en el mes de ejercicios o en un retiro de ocho o diez días. Junto a esta experiencia, originante del discernimiento, hay que postular la necesidad de una asidua dedicación a la oración y al examen cotidiano. Sin este diario ponerse delante de Dios en oración y examen es imposible hablar de estar en proceso de discernimiento.

Conviene recordar también que el requisito básico para poder discernir cristianamente y según el modelo que nos propone Ignacio es la vinculación a los pobres y el acercamiento a la pobreza real. Esto es condición de posibilidad y también criterio de verificación de un buen discernimiento.

Con todo, hay otro requisito para ayudar a este proceso en general y en su practica diaria (examen): el descubrimiento de lo que hemos venido denominando «consigna». Este «encuentro» se da en Ejercicios, inmediatamente después de la elección.
Una vez confirmada la elección, cuando esta tiene que hacerse, toca el momento de la elaboración de un proyecto de vida',

La experiencia, muchas veces lamentable de estos proyectos o reformas de vida, es que, como todo propósito humano, tiene muy poca duración y efectividad en el ámbito de la vida espiritual. De hecho son programas realizados por nosotros mismos; se vuelven seudo compromisos las mas de las veces incumplibles de por si. En la vida del espíritu «nada podemos hacer)) sin el Señor (Jn. 15:5).

En el fondo, cada reforma fundamental de vida sólo puede basarse en la obra que el Señor hace dentro de nosotros. Y esta obra esta en relación con la manera como El nos conduce. Los ejercicios son una escuela de aprendizaje en .dejarnos conducir». En este sentido, son el lugar donde se puede detectar -gracias a los concienzudos discernimientos- por don-de «ya» nos va llevando la fuerza de Dios, y por donde nos promete su apoyo futuro

Denominamos «consigna» a la experiencia de recibir la formulación o la puesta de nombre de esa moción principal por donde el Señor nos ha venido impulsando y nos lleva. Esta vivencia se nos suele re-velar de una manera clara e indiscutible, experimentamos que procede de Dios.

En este sentido hacemos una innovación en la terminología ignaciana. Pero creemos que es la traducci6n.de lo que Ignacio podría Llamar «elecciones secundarias». Se aprovecha solamente la riqueza que entraña el termino 'consigna', tornado del ambiente de lo político, y el gran paralelismo que puede manifestarse en la vivencia de recibir y vivir una consigna política como militante y la de recibir de Dios un lema que evoque la reorganización concreta de nuestra vida, aunque de orden tan diverso.

Las características de una consigna política podrían ser las siguientes:
û        Una consigna política es dada, es una orden de dirección.
û        Respondería, de suyo, a los intereses de un pueblo, a sus necesidades y a sus posibilidades.
û        Una consigna es pragmática: esta orientada toda ella a la praxis sugerida por ella misma.
û        Es también programática, es decir, que de ella pueden derivarse una serie de proyectos que responden a las necesidades, desde un objeto formal.
û        Una consigna genera identidad, se vocea, se repite; es corta, por lo tanto.
û        La finalidad de una consigna es que sea eficaz que genere todo lo que quiere implicar. No siempre ocurre así.

La consigna del Espíritu se asemeja en mucho a estas consignas históricas, pero tiene una serie de elementos que conviene aclarar.

AI darnos al Señor, nuestra consigna nos revela el modo como El quiere que conduzcamos nuestra vida. Es lo que nos asemeja a cada uno al seguimiento de Jesús. Es lo que en definitiva evita que se satanice un estado de vida, una estructura, una elección Nos impide acartonarnos, aburguesarnos o dicho tradicionalmente entibiarnos. De por sí genera un movimiento. No producimos ese movimiento. Solo reaccionamos a el: bien o mal, en alianzas o en rechazos, con interés o con desconfianza. Si nos dejamos conducir por esa consigna, el Señor hará en nosotros maravillas, que no se nos otorgan para el enriquecimiento de nuestra persona, sino para el trabajo por el Reinado de Dios.

Se invita al ejercitante a demandar esa consigna en clima de "primer tiempo”; es decir, que se imponga por sí misma, sin dudar ni poder dudar (317). La experiencia que vamos adquiriendo hasta ahora es muy positiva. El Señor no se hace del rogar: El mismo le pone nombre y sello al movimiento -moción-, que ya ha desatado en nuestro interior para lanzarnos a la acción resucitadora del mundo. Hay que tener cautela, con todo, en saber separar lo dada por el Señor - sin dudar ni poder dudar- del «discurso nuestro>', siendo fieles así a la regla 88, de la "segunda época» (336). De no ser así, estaríamos suponiendo falsamente que el Señor nos dará fuerza donde nosotros -sea por las mejores razones que fuere- hicimos nuestro “añadido”. No hay que olvidar el ejemplo mismo de Ignacio cuando supuso que en la visión de la Storta también se le había comunicado que había de ser martirizado en Roma

Una vez enunciada por Dios la consigna, es sumamente rico y revelador revisar -con esa luz- las mociones anteriores y cotejarlas con ella. Puede además servir de comprobación. Todo adquiere nuevo brillo y sentido. Las mociones que han podido estar incone­xas adquieren convergencia. Hacen eco en la consigna.

Es también muy importante estudiar la manera como se ha reaccionado ante eras mociones ahora se aglutinan en la consigna-, y percatarnos de que solo en la medida en que nos hemos dejado Llevar, hemos progresado; que cuando no hemos colaborado o nos hemos cerrado, retrocedemos en el seguimiento de Jesús.

La consigna tiene una serie de características. La principal, que ya la hemos repetido, as que es algo venido directamente de Dios. En este sentido, es algo con cierto carácter inmutable. Solo en una experiencia del mismo calibre, -sea por duración, seriedad, e calidad- se podría cambiar, en principio. Los proyectos de vida que dimanen de ella si pueden modificarse, pero, no lo que los origina.
Otra característica es que la consigna se convierte en nuestra «petición» y acción fundamental. La consigna no es una orden, es como una «insinuación contundente' que Dios nos ofrece. Esa insinuación la podemos transformar y transportar a una petición básica; así convertida en petición, lanzo continuos flechazos de demanda de más gracia, de más apoyo suyo. Es como una jaculatoria estratégica. La consigna tiene una representación mental, una imagen que se nos da concomitantemente con ella. Evocar esa imagen concomitante a la consigna es establecer la «composición de lugar» prototípica personal. Así mismo la consigna implica una traducción corpórea. Es ésta postura del cuerpo la que nos indica, a la vez, la postura de orante, personal, por excelencia.

Decimos que la consigna es insinuación y no orden. De ordinario la formulación tiene algún carácter imperativo, pero respeta absolutamente la voluntad. No se impone. De ahí, precisamente que podamos dejarla pasar, prescindir de ella o luchar contra su carácter sugerente.

Otro rasgo característico es que la consigna se convierte en el criterio esencial de mi discernimiento Ya no tendremos que cotejar las mociones con un: "a que nos Llevan», abstracto, sino que las contrastaremos con la consigna. Si alga nos acerca a ella, puedo suponer que viene de Dios; lo que nos aleja o nos distrae es por lo menos sospechoso.
La consigna es lo que nos coloca bajo el estandarte de Cristo. Nos hace reconocer las tretas, puede barrer con nuestras "babilonias», nos impide “tercera, posiciones” respecto al seguimiento. Siendo fieles a ellas, no escucharemos que el Señor nos dice: "como estas tibia y no eres ni trío ni caliente voy a escupirte de mi boca». (Ap 3, 16). La consigna es el “medio” mas eficaz para ponernos con el Hijo en cruz, es decir, para que tenga vigencia en nuestras vidas la carne histórica de Jesús. Es el medio más eficaz porque posee la fuerza de Dios que nos viene ya empujando.

Si extraemos todas las consecuencias, en el tiempo y en el compromiso, que se desglosan de la consigna, diseñamos nuestra “Tercera Manera de Humildad”, la utopía propia, la meta a la que el Señor nos hace aspirar. La “Tercera Manera de Humildad” es la consigna vista desde el fin, desde sus máximas consecuencias. La consigna podría considerarse como la brújula de nuestro camino, ya que nos ubica y orienta hacia la meta. Más que brújula, la consigna es como un misil dirigido: se sitúa en coordinadas precisas, persigue y tiene fuerza en sí misma.

La consigna, -moción espiritual eje-, nos hace vincularnos con Jesús pobre y humillado en la historia. Ahí entonces nos conecta con otra fuerza que se puede volver en algo casi físico, que es el desafío que nos va estableciendo el pueblo pobre que quiere liberarse. Empieza a establecerse entonces en nuestra vida una «moción histórica", que es la que en realidad nos configurara con Jesús sufriente y perseguido: con Jesús pobre y humillado en búsqueda de resurrección. Ya no serán solo los deseos, -puestos por el Señor en nuestro corazón-, los que nos harán caminar en el seguimiento. Serán los mismos retos, las consecuencias de los pequeños compromisos, los que nos han impulsando y acercando a la “Tercera Manera de Humildad”. Ese movimiento que se establece es lo que denominamos acá «moción histórica».

Como se formula esa moción corresponde detectarlo a la congruencia de cada biografía humana.
Si comparamos la consigna del Espíritu con la política, tendríamos un paralelismo que puede ser sugerente:
û        Nuestra consigna es dada por Dios. Es simplemente la formulación en palabras de los que él siempre ha realizado. No nos la podemos atribuir nosotros mismos de ningún modo.
û        La consigna me viene “ad – hoc” Es para cada uno. Solo cada uno la entiende. Cuenta con nuestras debilidades y cualidades, toma en cuenta nuestros pecados. Nos engloba. Todo converge ahí.
û        Es también pragmática, porque se orienta a la práctica. Una practica, por tanto. Que tienen que llevarnos hasta la “Tercera Manera de Humildad”, y concretarse con la «moción histórica».
û        También es programática, en cuanto que a partir de ella podemos establecer proyectos adaptables a las diversas circunstancias.
û        Nos genera identidad, nos unifica, es nuestra petición, la voceamos interiormente.
û        Sobre todo, -y ahí hay una diferencia fuerte-, nuestra consigna es eficaz, es como la Palabra del Señor que no vuelve a El vacía (Is 55, 11). Fecunda siempre... si es que le damos lugar.

La consigna del Espíritu no debe acallarse nunca, aun dentro de la moción de la historia. Menos todavía ahí La tarea histórica vuelve siempre a ser sujeto de«Babilonia», tretas, acartonamientos, búsqueda de in-terna propio, extrema soberbia. Solo en la dialéctica entre la moción del Espíritu y la moción de la historia se avanzara en el seguimiento de Jesús. Así se ira logrando una síntesis personal entre fe y justicia.

Habiendo expuesto lo que significa y supone el examen, pasamos a ofrecer un camino de realización del examen cotidiano. Hay que procurar leerlo no come algo rígidamente estipulado, sino como un método que se va simplificando en la medida en que uno va adquiriendo destreza. Es una estructura que invita a descubrir el propio camino. Lo que hace es enfatizar puntos que parecen claves.


Metodología del examen

a)      Nos ponemos en la presencia del Señor, pidiéndole la gracia y la luz para mejor conocer la obra que El quiere realizar en nosotros. Se le pide tener sus hijos para vernos en profundidad, verdad y cariño. En esta presencia de Dios adaptamos el cuerpo de acuerdo al tema de la consigna para favorecer su impulso.

b)      Recordamos las sensaciones y pensamientos del día.
û        No se trata de detectar las malas actuaciones, en primer lugar; se trata de detectar la presencia del Mal y del Buen Espíritu.
û        Las escribimos en simple yuxtaposición.
û        Registrarnos la misma sensación o pensamiento del momento del examen.

c)       ¿Cuál es la tónica del día? ¿Que es lo que prevaleció?
û        Podríamos definirlo como: consolación (C), desolación (D), tiempo tranquilo (TT)?

d)      ¿Escogemos una de esas sensaciones y pensamientos?
û        Porque evoca la consigna, la moción hegemónica por dónde vamos siendo llevados o lo contrario. La consigna es el gran detector.
û        Porque nos parece cuestionante.
û        Por los efectos que tuvo: las acciones que de ahí se desataron...
û        Por su relevancia en el día:
û        Por su ambigüedad o novedad.
Algo que puede ser importante es escoger lo experiencia contraria a la que tenemos en el momento de hacer el examen. La razón es porque el discernimiento actúa mucho en contraste; brota más luz de ello.



e)      e. Analizamos la experiencia.
û        La describimos en su profundidad y extensión.
û        Establecemos la vinculación psicológica para comprender de donde nos viene la sensación (en el caso de una treta).
- Sobre qua herida cabalga (1a época).
- Sobre que fervores indiscretos (2a época).

Cuando se trata de una moción, se puede también montar sobre las heridas pero para resanarlas. Pero la acción de Dios no tiene parámetros Únicos.

û        Detectamos su derrotero: a “donde nos Lleva".
- si ya hemos descubierto la consigna, vemos si nos acerca o nos aleja de ella. Es el criterio.
- si no la tenemos, vemos si nos Lleva a la generosidad, a la misericordia: las obras del Espíritu en general, esas son las señales de Dios, y viceversa.
- es conveniente recordar el esquema de "Banderas”.
û        Nuestra reacción:

Sobre la reacción es muy importante poder establecer la diferencia entre la reacción 1ª y la reacción 2ª la que en la práctica hizo biografía e h historia. No es raro que haya diferencia entre la primera reacción y la reacción que en verdad marco el tiempo y el espacio.

Las actuaciones pueden ser: de alianza / rechazo, drástico / moderado, actividad /pasividad, por ejemplo.
Las actuaciones hay que verlas no solo en el primer momento, sino considerar el «segundo» momento, lo que de verdad quedo (cf. Mt 21, 28-32).
- Dentro de esta reacción se consideran las actuaciones reales. Lo que de verdad hicimos malo o bueno.

f)        f. Retomamos la experiencia que sentimos en el momento preciso del examen.
La analizamos con los mismos cuatro criterios anteriores. Descripción, origen, derrotero, reacción (1ay2a)

û        Es bien importante este momento porque a estas alturas nos podemos dar cuenta de que no estábamos reaccionando bien a la experiencia que se nos representaba; que tal vez, si era una moción no le estábamos dando la actividad y entusiasmo requeridos, que no hacíamos alianzas con ella..., y en el caso de una treta, lo contrario.
û        Lo más importante de este momento, con todo, es que es ahí donde se puede cotejar con la consigna si ha habido mengua en el fervor de la vida espiritual. Las tretas de la 18 época son fácilmente distinguibles. Las de 28 en principio son «encubiertas». El único signo de su presencia es cierto decrecimiento en el fervor, en la dedicación, en el interés. Es esto lo que debe desatar el estado de alerta. Será algo que, si no se aclara en ese momento, puede ser campo de observación futura. Más aún, debe serlo.

g)      g. Coloquio de alianza con el Señor.
El examen, termina siendo una oración de petición, de reavivar los deseos con los que hemos vivido otras veces la consigna, que es la promesa del Señor de apoyo y ayuda.
û        Volver a percatarnos de que todo lo podemos en quien nos conforta y que sin El nada podemos hacer. No se trata de elaborar propósitos sino de ampliar y largar velas para que, henchidas del Espire, impulsen la vida.
û        El trasfondo de este examen es la “Tercera Manera de Humildad”. Hacia donde tenemos que avanzar siempre movidos por la fuerza del Espíritu.


Cotejamiento del examen.
El examen como todo discernimiento, precisa ser cotejado, ser compartido, ser contrastado por una autoridad constituida. De este proceder, sin el cual no es valido el discernimiento personal, nos dio abundantísimas muestras el mismo san Ignacio en múltiples experiencias. Estas vivencias quedaron plasmadas en sus reglas. San Ignacio no concibe los Ejercicios sin alguien que acompañe al ejercitante y con quien pueda contrastar. Ya para finalizar en la cuarta semana» se explican las reglas para sentir en la Iglesia (352), con lo cual Ignacio quiere hacer énfasis en el carácter eclesial de todo el proceso de discernimiento y de c6mo este no este confirmado a no ser que se vea ratificado por alguien que «acompaña,> autorizadamente.

En la vida ordinaria el cotejador por excelencia de alguien que sigue este procedimiento será el di-rector espiritual, o el acompañante autorizado.

En la vida religiosa un acompañante “natural” es el superior. Mientras mas los discernimientos tengan que ver con tomas de decisiones (deliberaciones), más tendré que ser escuchada la voz del superior. Claro que cuando ya la misi6n este dada, ahí no cabe el discernimiento como tal, a no ser que sea para juzgar la conveniencia de la «representación», es decir de presentar al superior aquellos reparos que surgen como honestamente opuestos a la misión que se nos ha dado, reparos que parecen tener el sello del Espíritu del Señor, y que -salvo en la autentica e infrecuente objeci6n de conciencia  quedan finalmente sometidos a la decisión del superior.

Lo que el examen nos revela sobre el discernimiento

Tal y como lo hemos presentado el examen refleja un doble aspecto constitutivo del discernimiento: a uno lo podríamos denominar el eje horizontal, y al otro el vertical. Uno nos describe las mociones y las tretas, el comportamiento de la libertad; otro nos re-vela un elemento un tanto olvidado: el hecho de los “diversos tiempos” en todo el proceso de discernir.

El eje horizontal donde se ubican las acciones del BE y del ME que atraen nuestra libertad, ya ha sido bastante presentado aquí y en otras partes. Vamos más bien a pasar a explicar el contenido del eje vertical: el de los tiempos espirituales.

Este eje arranca de abajo para arriba. Tiene, por decirlo así, una raíz. En esa raíz nosotros ubicamos lo que pudiéramos denominar el «antes), espiritual. El «antes» por excelencia es la consigna.

El discernimiento no solo considera las mociones y las tretas sino compara la situación presente con un «antes» relevante para el sujeto. Aclaremos más.

Diversas modalidades de tiempos en el espíritu.

û        Tiempos en mi reacción: la primera, y la que de verdad sello la actuación.
û        La experiencia analizada del pasado (moción o el día).
û        Y la del mismo examen.
û        Momento de la desolación y consolación futura y viceversa (321, 323, 324).
û        El "segundo tiempo” (336) después de la consolación sin causa precedente.
û        El «antes», al que hace alusión Ignacio, de los buenos propósitos de una consolación.
û        Sobre todo, para nosotros el «antes» que nos refiere a la consigna. Ese es el antes más importante. Allí se nos ha revelado Dios de una manera concreta, nos ha prometido su gracia de un modo que ya se hace realidad. Esa consigna a veces se ve oscurecida? labor del ME- para que se pierda esperanza en ella. Pero por eso es importante regresar -por lo menos- a los deseos de desear como antaño, cuando sentí(a con fuerza la consigna.

Esto constituye la raíz del eje vertical del discernimiento.
Este eje tiene un centro, que es el «ahora», es el momento que estamos precisamente viviendo al realizar el examen. Es de lo único de quo somos propiamente dueños. Es donde podemos recapturar un fruto que se había perdido, donde podemos reaccionar bien a las mociones del Espíritu, donde podemos rechazar con fuerza las tretas del mal.
Es muy importante este «ahora» en clima de oraci6n, porque como nos comportemos en la oración nos podemos comportar en la vida...
La cúspide del eje vertical es el «futuro» que permanece abierto. Es el "después», es la proyecci6n de lo que «ahora» estarnos viviendo. Seré el fruto del dejarnos Llevar por la fuerza del Señor -consigna-. Pero arranca, eso sí, del presente.

Discernimiento y tiempos espirituales

De lo que Llevamos dicho, descubrimos la importancia de los tiempos como criterio de discernimiento. Recalcamos que es esclarecedor jugar con los diversos tiempos para poder encontrar mejor la voluntad de Dios.



a)             El tiempo hace resaltar las cosas que son inmutables, y esas son señales de Dios.
Como dice san Ignacio: «propio es de Dios nuestro Señor ser inmutable, y del enemigo mutable y variable» (Const. 1, Pág. 81). Con lo cual debe quedar como criterio que lo que me invita a cambios bruscos o continuos en direcciones diferentes es señal del mal espíritu. Muchas veces cualquier objeción y dificultad hace que se comience a replantear la vocación, el sacerdocio, etcétera. Dios escoge para siempre, mientras no lo muestre con una fuerza equiparable a aquella con la que escogió. Dios es leal.

b)        Un serial inequívoco de Dios es la continuidad de sus mociones en el Llevarnos al bien. De ahí la insistencia de Ignacio en comparar si el comienzo, medio y fin son enteramente buenos, porque eso es sede Dios. Solo podemos discernir, por tanto, si comparamos diversos momentos, diferentes tiempos espirituales (cf. 323, 334, 336). Quizás lo más importante de todo esto es que cualquier declive en la vida del Espíritu se debe tomar muy en serio. Cualquier mengua en los deseos primeros, en el «amor primero» (Ap 2, 4) se debe ver con alarma como la presencia del enemigo que ya esta desencadenando su veneno en porciones homeopáticas efectivas.

c)        Comparar diversos tiempos espirituales “antes”, “ahora”, como sus mociones y tretas, arroja mucha luz sobre nuestro comportamiento, sobre la reacción. Quizás hacemos más pactos con las tretas, que alianzas can las mociones...

d)        El énfasis en el «ahora». Lo Único que tenemos entre manos es el presente, que gracias al examen se nos hace más rico y más responsable. En este presente podemos evocar la consigna y volver a extraerle todo su fruto, sentir su fuerza en nosotros. Si estuviese oscurecida por lo que fuere, podemos desear tener aquellos antiguos y santos deseos. Volvemos a abrir las puertas de esa moción que ya nos ha impulsado desde hace mucho, para que nos siga hoy y ahora también empujando.

e)        La apertura al futuro: un futuro que tendrá siempre que ver con la “Tercera Manera de Humildad”. Nuestro futuro no puede desligarse de ella. Nos tiene siempre que atraer. El futuro es el espacio en donde hemos pedido “ser puestos con el Hijo” que carga can su cruz.

El futuro se convierte entonces en el lugar de verificación, de la confirmación histórica del discernimiento. Comenzábamos diciendo que la vinculación a la pobreza real, como medio eficaz en la lucha contra la pobreza material, era la condición de posibilidad del discernimiento, pero también indicábamos que era el criterio de verificación.

Solo midiendo la apertura al futuro, y a un futuro que tienda a modificar la historia y a hacer avanzar el Reinado de Dios, se puede decir que se ha comprendido lo que es discernir. El examen, como ejercicio diario de discernimiento, nos debe conducir a esta meta.

Nunca podemos olvidar aquello con lo que comenzamos este artículo: que a lo que nos impulsa el discernimiento es a «dejarnos llevar, ¡gran osadía!-, por la moción espiritual hegemónica, -momento explicito de la fe-, a la realización concreta de ella en la lucha de los pobres, donde esta Jesús -momento explicito de la justicia-. Todo esto en una atmósfera de combate; entre el Espíritu, y ese otro espíritu materializado en las estructuras del mundo y de la sociedad Esto necesariamente nos hará pagar el tributo que Lleva consigo la lucha pro la justicia en un mundo injusto. Enseñar a discernir es enseñar a aceptar el riesgo y el ser mal vistos y menospreciados por el espíritu de este mundo. En esta lucha podemos salir victoriosos. Los vericuetos del Espíritu nos preparan a comprender los meandros de la historia.

El futuro del cristianismo a fortiori, tiene que ver con el Reinado de Dios. El futuro del discernimiento, por tanto, es el futuro del Reino. «Solamente en la medida en que nosotros vivamos esta consagración al Reino en una comunión por los pobres y con los pobres contra la pobreza humana material y espiritual se le abre al pobre el camino del Reino» (CG XXXIII, 48).


UN CONSUELO PARA NUESTRA FLAQUEZA

El trabajo podría haber terminado en la página anterior. Nos queda, sin embargo una inquietud: quizás este escrito hace creer que la vida del Espíritu es algo solo para «iniciados» o gente muy preparada. Todo lo contrario» Si el Evangelio lo entienden únicamente los de corazón sencillo y los que nada poseen, esta manera de vivir fiel a Dios y a su Pueblo, no supone ni la sabiduría ni el poder de este mundo. "Lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo debió del mundo se lo escogió Dios para humillar a lo fuerte... de modo que ningún mortal pueda engatarse ante Dios» (1 Cor 1, 26, ss).

Parecería entonces, haber una contradicción con el tono hasta atrevido del título del trabajo: “La osadía de dejarse Llevar”. Justamente ahí este la clave de todo. El discernimiento es osado pero es la activa pasividad lo que cuenta, la respuesta libre y generosa a la gratitud del don de Dios. Y cuando se hace referencia a «pasividad» es que hay abundancia de ello.

Emprender el camino del Espíritu siendo tan pecadores y tan heridos, tan flacos y Llenos de ámanos, siendo tan irremediables... ¡es una osadía! Luego osadía no es ningún envalentonamiento, sino aceptar sentirse Llamado a lo que uno de por sí no puede. Es una osadía encontrarse de pronto, «a pesar» de nuestras debilidades y pecados, haciendo las obras de misericordia, actuando a la manera de Jesús. ¡Esto si que es osadía!

Más aún, la osadía va a consistir en no parar mientras en el «a pesar» de nuestras flaquezas, sino ir mes allá todavía; la osadía este en Llegar a exclamar con plena convicción: «precisamente» por nuestros pecados y debilidades el Señor ha tenido misericordia y se ha complacido en que le sirvamos en los desgraciados de la tierra. Esto es hablar en puro evangelio (Cf. Mc 2, 17 y Lc 15, 7).

La osadía es no sentir el vértigo que producen las faltas y mezquindades propias. La osadía es prescindir de la evaluación de las cualidades o actitudes morales. So vendrá por añadidura. La osadía es no fijarse en la barca que tenemos: si es grande, poderosa, bien hecha, bonita, bien calafateada, cómoda. Lo que tenemos que poner de nuestra parte es que no haga agua... Lo demás no cuenta; lo que toca es Llegar a puerto. ¡Ah este la osadía...! Sucede con la vida espiritual lo mismo que a una embarcación a vela donde lo único que se toma en cuenta es que se deje impulsar por el viento para que Llegue a su destino. Hay que hacer un esfuerzo por prescindir del balance de calificaciones y solo estar prestos para detectar por donde sopla el viento. Hay que ser hábil para enfocar las velas en la dirección del viento y alegrarnos, entonces, al ver como se hincha el velamen y avanza la nave. Esta as la osadía de dejarse Llevar!

Es también una osadía adentrarse en la vida del Espíritu y desear ser testigos de la acción de Jesús, sin poseer muchas veces las señales de Jesús en nuestras vidas; sin que exista total congruencia en la existencia propia. Quizás mejor que no tengamos las fuerzas -las virtudes- del Señor. Contrario al aforismo filosófico, en la vida espiritual uno da lo que no tiene. Solo al comunicar lo que no poseemos -¡gran paradoja!- lo podemos obtener gracias al reflejo que recibimos de la persona a quien hemos otorgado la fuerza del Señor. Esto no tiene lógica humana. Con todo, la experiencia corrobora este acierto cuando, muchas veces, estando en gran desolación, con asombro nuestro, comunicamos paz y quietud a los que lo necesitan; y precisamente al transmitir este dinamismo (que no poseíamos) recibimos esa paz y quietud reflejada en el que hemos atendido. Se recibe entonces la consolación. Mes aún, es así como muchas veces El nos brinda su presencia y acompañamiento. Animarse a todo esto es una gran osadía.

No queremos en este epílogo ni resumir ni sintetizar nada. Lo que tengamos que decir ya este dicho. El esfuerzo es ponerse en camino. Es momento de soltar amarras y comenzar a navegar. No hay que temer estar al garete. Hay que empezar a distinguir con nitidez lo que as andar a merced de las olas y dejarse Llevar por los vientos favorables. Eso sí, hay que Llevar anclas y volvernos como dijera Machado: “ligeros de equipajes, estando casi desnudos como los hijos del mar”.

Si al que haya leído todo esto le han servido estas líneas para sentir mas entusiasmo para abrirse perspectivas y horizontes en su caminar, habremos llenado el cometido. Lo que hemos querido expresar es una experiencia y no un conocimiento.

Que algún día se pueda decir de cada uno de nosotros lo que se dijera de Ignacio: Que seguimos al Espíritu sin adelantárnosle; que experimentamos ser conducidos can suavidad a donde no sabíamos; que podemos recorrer el camino con esa sabia ignorancia de los que queremos poner sencillamente nuestro corazón en Cristo.

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