El Dios de Jesús es el Dios de la vida

Hoy el día amaneció triste, melancólico, frío y silencioso. Es el dolor y la tristeza que se respira en el ambiente. El dolor toca a nuestra puerta y le acompaña la tristeza para darnos malas noticias. La desolación ha ocultado el sol, no nos quita la sed de justicia, y se ha alojado en cada poro de nuestro cuerpo sin esperanza (Is. 5, 1-7). Los hijos e hijas de Dios siguen siendo crucificados y crucificadas no por el imperio romano, sino por la violencia, que como bestia vengativa, merodea nuestras calles y avenidas en busca de víctimas inocentes. Hay que re-crear nuestra vida y nuestra historia. La cruz es la puerta de la resurrección (Is. 11, 1-9).
Los Pastores tienen mucho que hacer y poco que decir. Esos pastores y pastoras que ocupan los puestos públicos del Estado y que fueron elegidos y elegidas para traernos la paz, la seguridad, el bienestar económico y el desarrollo humano a través de la salud y la educación. En estos días de tiniebla y oscuridad estamos en la dispersión obligada, huyendo, resguardándonos, saliendo de puntillas a las calles, a estudiar, a trabajar, a cumplir nuestros compromisos y esperando, sobre todo, buenas noticias (Mt. 5, 13-16). Nuestro único consuelo es Dios (Ez. 34, 11-16).

. Jesús cree y defiende la vida, especialmente de aquellos y aquellas a las que se les arrebata con violencia, con agresividad o a pausas en la pobreza, en la desatención médica, con salarios injustos, o que se mueven, no por destino o predeterminación, en situaciones de miseria endémica o pauperización. Su palabra es de vida y esperanza, ante esas grandes multitudes que lo escuchan, que tienen necesidad de pan y de justicia, de alimento y compasión, de solidaridad y entrega generosa, hasta dar la vida por ese proyecto de Dios en el que él cree: El reino de Dios (Mt. 4, 23 -5, 1-12).

Puerta y camino se juntan y se complementan. En algunos textos de la escritura encontramos la imagen de los dos caminos, este modo de definir la libertad, el discernimiento y la toma de decisiones para llevar una vida coherente es antiguo. El ser humano ha sido modelado por Dios, pero él se desmodelado al dejarse gobernar por sus instintos, sus afecciones y sus intereses egoístas (Gn. 2, 15- 17) Dios nos ha puesto ante el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal para escojamos el mejor camino (Gn. 6, 1-8).
Jesús también nos invita a optar por la puerta estrecha y el camino angosto que nos conduce a la vida. Pocas personas escogemos esto, “pocos son los que lo encuentran”. Ancha es la puerta y amplio el camino de la perdición, de la muerte, de la condena “Y son muchos los que entran por él”. Estamos en la vida con dos opciones: La puerta ancha o la estrecha. Dos caminos, el amplio o el angosto. Estamos ante el camino del bien o del mal, escojamos el camino de la vida, del bien, de la salvación. El camino es nuestra vida recorrida, la puerta es el fin de algo y el principio de “otro algo”, mejor y distinto, principio de nuestra vida y de nuestras opciones. Perdición y vida son dos realidades que están una frente a la otra (Mt. 7,13-14). El camino que escojamos es el símbolo de nuestra vida y del país.

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