El Dios de los pobres

                                                
En nuestra realidad ya no es causa de asombro reconocer el abismo que nos separa a los hombres. En toda la franja Centroamericana, la riqueza y la pobreza, son dos realidades perceptibles a la vista de toda persona, los pobres partiendo de su situación de cautiverio tratan de organizarse y hacerse cargo de su propia historia; desde esta perspectiva, la acción salvadora de Dios se ve en una perspectiva determinada. Dios aparece en perfecta continuidad con el mensaje bíblico, como el liberador del pobre, que se pone a su lado hasta el extremo de sufrir en la cruz su destino.



La salvación es entonces estrictamente liberación, Dios se presenta como “El Salvador”, precisamente porque no la hay; esto no quiere decir que la salvación cristiana se reduce a su dimensión socio-política, sino, que es un intento de ampliar el concepto tradicional de salvación, para mostrar si constitutiva referencia tanto al pecado individual e histórico, como a la realidad actual mundial y masiva de la pobreza.

Dios ha querido manifestarse al lado de los pobres, no porque tengan alguna cualidad especial; sino simplemente por amor a ellos.
La contradicción entre Dios y el mundo no es una contradicción metafísica, sino histórica: es el pecado como rebelión contra Yahveh, el pecado como orden de este mundo, que crucifica al Hijo como continuamente crucifica al pobre. El Dios que se hace presente entre los pobres, tiene por esto el rostro deformado y escapa a todas las categorías mundanas que quieren conciliar a Dios con un mundo de pecado y de opresión. Justamente por su presencia entre los pobres, por su solidaridad con ellos hasta la cruz y no en virtud de alguna especie de contradicción metafísica entre la creación y su creador, es por lo que Dios escapa a la sabiduría de este siglo y se presenta como el Santo e inmanipulable.
Por eso, si se puede hablar de una presencia de Dios en el mundo, no se puede decir que el orden del mundo sea el analogado principal de la divinidad, sino mas bien que el causante d la crucifixión de Jesucristo y de los pobres, en los cuales se manifiesta el rostro verdadero, no metafísico o idolatra, del Dios cristiano.


    La pobreza constituye en realidad el verdadero problema y el verdadero escándalo, no solo respecto a la existencia de Dios, sino en si mismo, respecto a la humanidad entera. Frente a un mundo en el que aparentemente los “justos” (los “democráticos” y los “civilizados”) son los galardonados con el poder y la riqueza; es donde se afirma decididamente la presencia de Dios al lado de los malditos de este mundo.


Por eso el verdadero “Justificador” no es el teólogo, sino el mismo Dios en cuanto se pone al lado de los oprimidos, echando por tierra toda conciliación de Dios con el orden vigente en el mundo.

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