Quien es ese Rey de la Gloria, El rey de los pobres

Todos experimentamos la incapacidad existencial de decidir acertadamente el camino que lleva al bien, pues nuestra percepción de la Verdad es equívoca.
La libertad sorprendente de Jesús es el dato primero y mejor confirmado tanto por la oposición de sus adversarios como por la admiración del pueblo y la adhesión de sus seguidores. Jesús se impone como un hombre libre frente a todo y frente a todos los que pueden obstaculizar su misión. Jesús manifiesta una libertad total frente a la presión social ejercida por las clases dominantes.
Jesús es libre frente al poder político de las autoridades romanas sin entrar en cálculos políticos o juegos diplomáticos. Jesús se manifiesta libre frente a los ritos, prescripciones y leyes litúrgicas que quedan vacías de sentido si se olvida que deben estar al servicio del hombre.
La libertad es la experiencia esencial de la vida humana. El tema de la libertad es fundamental para entender el Evangelio, porque el mensaje de Jesús es un mensaje liberador
En tiempo de Jesús "el-pueblo-de-la-tierra", está constituido por los despreciados de la sociedad en la que el prestigio depende no del dinero o del poder político que se tenga, sino según criterios religiosos. Se despreciaba a toda esa multitud marginada en la que generalmente se combinaba pobreza económica y reprobación moral, pues no guardaban el sábado, ni cumplían las normas de pureza ritual. Son pecadores todos los que no pueden cumplir la Ley por la sencilla razón de desconocerla o no poderla cumplir. Son unos desgraciados ignorantes, pues en la sociedad judía el hecho de cumplir la Ley lo es todo. El que no la cumple "no es nada", es un desgraciado para el que no existe ninguna esperanza, porque no es digno de pertenecer al Pueblo Elegido.
Jesús rompe con las convenciones sociales de su época. No respeta la división de clases. Habla con todos. Jamás teme a contraer "impurezas legales" por estar, tocar o comer con un pobre. Conversa y se deja tocar por una prostituta. No cabe duda, Jesús estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los que no tienen éxito, los insignificantes... Se preocupa de los enfermos, los tullidos, los leprosos y posesos. Y lo que es más, se mezcla con los moralmente fracasados, con los descreídos e inmorales públicos.

La entrada de Dios entre los pobres y de éstos en la vida de Dios se convierte para Jesús en el camino de su fe, de su conciencia de Hijo, de su fidelidad al Padre, de su vida espiritual. Al interior de este dinamismo Jesús aprende a orar, a contemplar y a cumplir la voluntad de su Padre, a gozarse en que el Padre sea así. El mismo Jesús como pobre recorrió ese camino y experimentó cuánto el amor de su Padre había penetrado en su vida y cuánto Dios se deja conocer, amar y revelar por los pobres. Es el conocimiento que Jesús tiene de su Dios el que le hace elegir a quiénes va a hablar de este Dios. Y elige a los marginados, a los enfermos, a los pecadores, a los que nadie quiere, para anunciarles que Dios los ama. La elección no tiene nada que ver con el valor moral o espiritual de los pobres pecadores. Está basada en el horror que Dios siente por el estado actual del mundo y en la decisión divina de venir a restablecer la situación en favor de aquellos para quienes la vida es más difícil. Con ello vemos que Jesús había penetrado muy hondo en el "corazón" de Dios, en el misterio de su voluntad sobre la tierra.
Por tanto, yo, personalmente, creo que a Jesús le duele el que no se reconozca que su muerte se debió también a su compromiso escandaloso con los pobres. No murió solamente por nuestros pecados, sino por la defensa de la causa de los pobres. Su Evangelio a los pobres no era solamente un concepto espiritualista, sino en relación con los injustamente empobrecidos del mundo real en el que vivimos. Porque Jesús no sólo nos enseña que cuando hagamos banquete -con la importancia que tenía la comensalidad para los judíos que sólo comían con aquellos con los que podían compartir la vida-, para ser bienaventurados en esta tierra, llamemos a los pobres y no se llame a los amigos o vecinos ricos, sino que, además, cuando habla de la parábola de la Gran Cena, símbolo de la acogida de Dios en el Reino y no solamente en esta tierra, sino con perspectivas metahistóricas, también se excluye a los compradores de haciendas, a los compradores de bueyes en tiempos en que tener animales era tener una gran empresa, excluye a los que se aferran al placer mundano.
Nos hemos centrado tanto en un concepto de pecado, también en muchos casos espiritualizado del que queremos que Jesús nos limpie, que hemos olvidado una parte esencial del Evangelio de Jesús? Jesús murió por el compromiso asumido por los pobres de la tierra porque es un Dios justo. Quizás también nuestra vivencia del Evangelio debería llevarnos, siguiendo a Jesús, a un auténtico compromiso con los pobres… ¿Hasta la muerte?

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